Ilustración: Camila Bolívar
Chocó Tadó Reportajes

Parteras, cuidadoras de la vida en el Chocó

A pesar de que a finales del 2023 la partería fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, esta labor ancestral sigue sin ser remunerada. Parteras y parteros como María Griseldina Martínez, Edith Sonia Mosquera y Luis Américo Mosquera dedican sus vidas a preservar este legado, un compromiso con la vida en el que ofrecen su acompañamiento y cuidado a gestantes y recién nacidos en lugares donde el acceso a la salud es limitado.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Después de un año de la declaración de la partería tradicional como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, quisimos analizar los avances en la resignificación de esta práctica en Colombia. Para ello, conversamos con tres parteros tradicionales que mantienen viva esta tradición en Tadó, exploramos la historia de la partería en el país y profundizamos en cómo se articulan la medicina occidental y las prácticas tradicionales, destacando el papel fundamental de las plantas medicinales en este saber ancestral y el compromiso de los parteros en el cuidado integral de las madres y los recién nacidos.

Cuando era una niña, Edith Sonia Mosquera asistió su primer parto: el de su madre. Ese día solo se encontraban ellas y la partera que asesoraba el embarazo, quien le pidió ayuda para cortar y amarrar el que sería su primer ombligo. Desde ese momento aprendió sobre la medicina ancestral; para preparar bebedizos con plantas medicinales, como el poleo y la hierba de la virgen, con el objetivo de ayudar a sus hermanas y a la comunidad de Corcovado, un corregimiento del Alto San Juan del municipio de Tadó. 

En zonas rurales como Corcovado, donde el acceso a servicios de salud es limitado, las parteras son esenciales para garantizar la vida y la dignidad de las gestantes. El centro de salud local de este corregimiento se encuentra abandonado y no cuenta con las condiciones adecuadas, lo que obliga a los habitantes a recorrer un promedio de 22 kilómetros hasta el Hospital San José de Tadó, ubicado en el casco urbano. “En ese tiempo, todo era al lado opuesto. Donde la mujer sale y el río está grande. Eso mismo le enseña a uno que tiene que aprender a defenderse en la vida”, recuerda Edith Sonia, resaltando cómo la partería la empoderó para enfrentar cualquier dificultad.

La labor de la partería no es únicamente ejercida por mujeres, Luis Américo Mosquera es otro defensor de esta tradición, quien aprendió de manera empírica a atender a las parturientas junto a su maestro José Brandino Mosquera (QEPD). Su interés por este oficio, ya había comenzado previamente al ofrecer su servicio como promotor de salud en la comunidad de Angosturas en Tadó y recibir capacitaciones teóricas en conjunto con varias parteras y parteros de la zona rural.

Para él, la partería trasciende lo clínico, pues representa una conexión en la que pueden acompañar el esposo, la cuñada o una vecina, por lo que afirma: “Quien nace con partera, nace en familia y el que nace en el hospital o clínica, nace con un personaje diferente”. El parto humanizado se caracteriza por algo que los hospitales no siempre pueden ofrecer: un acompañamiento cercano y continuo. Durante el proceso, las parteras se transforman en figuras maternas cuidadoras, brindando no solo atención física, sino también emocional y psicológica a la gestante. 

Américo se convirtió en el primer representante legal de la organización Asorediparchocó, una entidad local sin ánimo de lucro que resignifica a los y las parteras ancestrales como gestores de procesos sociales de salud, al capacitarlos en la asistencia técnica de la partería y en el cuidado materno e infantil. 

Durante la pandemia, muchas mujeres optaron por buscar parteras tradicionales ante el miedo al contagio por COVID-19 en los hospitales. Este contexto generó grandes desafíos para los y las parteras, que tuvieron que brindar apoyo en situaciones complejas. “Nosotros presentamos una tutela, que se llama la T-128 de 2020, por no habernos tenido en cuenta durante la pandemia”, comenta Luis Ámerico Mosquera.

Gracias a esta exigencia, en 2022, la Corte Constitucional reconoció la partería tradicional como un saber ancestral en la Sentencia T-128, instando al Ministerio de Salud a integrarla en el Sistema de Seguridad Social en Salud. Mosquera resalta, sin embargo, que este reconocimiento no sólo debe ser simbólico, sino acompañado de un respaldo económico real: “Lo que no queremos es que por llamarnos a trabajar en salud básica ya el Ministerio de Salud piense que está cumpliendo con nosotros”.

Posteriormente, en 2023, la ‘Partería: conocimientos, habilidades y prácticas’ fue incluida en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Un respaldo que ha sido clave para la resignificación de este conocimiento, lo que ha impulsado esfuerzos para su recuperación y fortalecimiento.

Uno de los mayores desafíos ha sido motivar a las nuevas generaciones a continuar esta tradición, debido a la falta de incentivos económicos para quienes ejercen como parteros. “Por eso le estamos pidiendo al gobierno, a través de la Federación Nacional de Parteros y Parteras del Pacífico, que nos tenga en cuenta y que nos haga también un reconocimiento económico” señala Américo, consciente de que un apoyo tangible podría asegurar el relevo generacional en esta labor esencial para las comunidades. 

Esta es una vocación que nace del deseo de ayudar a los demás, demanda tiempo, empatía y, sobre todo, el compromiso de acompañar a las mujeres en momentos cruciales, donde muchas han perdido la vida ante la falta de ese apoyo, por lo que es esencial asegurar que en cada comunidad siempre haya alguien dispuesto a brindar atención y prevenir situaciones de riesgo.

A pesar de la dedicación y el cuidado que los parteros brindan, no siempre el resultado es el esperado, ya que hay circunstancias que escapan a su control. Uno de los partos que acompañó en la comunidad de Corcovado, marcó profundamente la carrera de Luis Américo; en el proceso todo parecía estar en orden — las hierbas seleccionadas con paciencia y la preparación realizada con precisión —, al recibir al bebé en sus brazos, notó que no respiraba. A pesar de sus esfuerzos por reanimarlo, cada intento fue en vano.

Tras la pérdida, Américo continuó el proceso, en búsqueda de acompañar  a los padres en su dolor. Junto a la familia convocaron a la comunidad para llevar a cabo un gualí, una tradición arraigada en la cultura chocoana. En este ritual comunitario, los vecinos se reúnen como compañeros espirituales, creando un espacio para entonar un canto sincero que honra a los niños fallecidos menores de ocho años, al ritmo de la tambora.

Registro legal de la partería: un derecho de cada nacimiento

Chocó, en el 2024, fue el cuarto departamento a nivel nacional con mayor número de nacimientos asistidos por parteras/os tradicionales, quienes acompañan a las mujeres en sus hogares antes, durante y después del parto. Según las estadísticas vitales del DANE, de los 3.626 nacimientos registrados en el Chocó, 272 fueron atendidos por estas guardianas de la vida.

En este arte que combina el conocimiento ancestral, el instinto y la dedicación a la comunidad, María Griseldina Martínez, una destacada representante de la Red Interétnica de Parteras y Parteros del Chocó de los parteros del municipio de Tadó, aprendió desde sus siete años, como semilla de su madre, a cuidar de la vida en su forma más vulnerable. Hoy habla de los 214 milagros a los que ha asistido sola, en los que no ha muerto ninguna gestante ni un bebe en este procedimiento. 

Actualmente, María Griseldina desempeña su labor como partera tradicional en un hospital, trabajando en conjunto con psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras y médicos. Su rol, que en el pasado estuvo marcado por restricciones legales, hoy es valorado y reconocido dentro del sistema de salud. 

Sin embargo, esta situación no fue siempre así. Durante décadas, normativas como el Decreto 2311 de 1938 y el Decreto 1260 de 1970 obstaculizaron la labor de las parteras tradicionales, al exigir que solo médicos o enfermeras certificadas pudieran asistir partos y expedir certificados de nacimiento, lo que invisibilizó su labor y dejó a muchas familias sin acceso a registros formales para sus hijos.

El panorama comenzó a cambiar en 1997, cuando se permitió que los nacimientos pudieran registrarse mediante testigos, aunque esta práctica siguió siendo rechazada por muchos hospitales, que consideraban la partería como una actividad ilegal. Esto dificultó el registro de los recién nacidos atendidos por parteras y contribuyó a la llamada “falta de identificación heredada”, un fenómeno en el que la falta de registro de los padres impedía también el registro de los hijos.

No obstante, con la llegada del Decreto 356 de 2017 y la Resolución 3676 de 2021,la situación dio un giro histórico. Estas normativas autorizaron oficialmente a las parteras tradicionales a certificar nacimientos, permitiéndoles participar en los procesos de registro civil y reconociendo su papel esencial en la atención materna en zonas rurales. 

Gracias a una estrategia liderada por el DANE, las parteras ahora reciben capacitación para llenar formatos de notificación de nacimientos, los cuales se envían para su inclusión en las estadísticas nacionales. María Griseldina asegura que cada nacimiento que atiende es registrado de manera formal. "Como representante hago ese documento, lleno el formato de nacimiento y se lo envío al DANE. También lo registro en la Registraduría, donde ya saben que soy yo quien maneja los formatos de nacimiento", explica.

Las parteras notifican nacimientos inmediatos bajo el concepto de “cabecita mojada” —un término que describe a los bebés recién nacidos—, asegurando que cada nuevo ser humano sea contado en el censo nacional. Incluso en casos donde el padre se niega a registrar al bebé, las parteras garantizan que el niño reciba los apellidos de la madre, protegiendo su derecho a la identidad y asegurando su inclusión formal en el sistema. 

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
Hierbas de azotea: el secreto detrás del poder sanador de las mujeres

Sabiduría ancestral chocoana: partería y plantas medicinales para el cuerpo y el alma

Los parteros han heredado una tradición amplia en el uso de plantas medicinales, las cuales emplean en la preparación de bebedizos para aliviar dolores y promover el bienestar de las gestantes. En estos remedios se destaca el uso del viche, un destilado artesanal elaborado a partir de la caña de azúcar, típico de las comunidades negras y afro del Pacífico colombiano. Considerado un afrodisíaco, el viche no solo es apreciado por su sabor, sino también por sus propiedades medicinales para calmar los cólicos y aumentar la fertilidad, lo que lo convierte, como María Griseldina explica, en un elemento natural, puro e indispensable que puede mezclarse con raíces y semillas. 

Sin embargo, con el paso de los años y el uso indiscriminado de herbicidas, el acceso a las plantas esenciales para realizar la medicina ancestral no solo se ha reducido, sino que también ha afectado sus propiedades curativas.  Para María Griseldina, como muchos parteros, hierbas como la celedonia, carpintero, altamisa y el poleo son ingredientes fundamentales, por lo que ha encontrado en los cultivos en azotea una solución para cultivarlas y mantener la tradición viva en la comunidad. 

En la práctica de la partería ancestral, cada dolencia tiene un remedio específico, razón por la cual este reportaje recoge una pequeña parte de la sabiduría de estos tres parteros, quienes comparten algunas de sus técnicas y conocimientos para atender las necesidades de las gestantes y los recién nacidos. 

Frío

El frío es una condición que los parteros del Pacífico enfrentan con frecuencia pero que puede influir en el bienestar de la gestante, al generarle dolores falsos que se pueden confundir con el inicio del parto. Según su cosmovisión, la mujer puede adquirir frío de manera inadvertida al realizar tareas o hábitos cotidianos como: sentarse en suelos de lugares transitados, lavar ropa o bañarse en ríos crecidos donde el agua llega hasta la cintura. 

Luis Américo explica que, para combatir este mal, recurren a baños de asiento y vahos. Los baños de asiento consisten en sumergir la vagina de la mujer en agua tibia con hierbas, mientras que los vahos aprovechan el vapor generado por la cocción de plantas medicinales, como el nudillo criollo y el eucalipto. Edith Sonia, comparte una práctica similar realizando vahos con poleo, albahaca y aguardiente, mientras que María Griseldina prefiere preparar agüita de Celedonia con canela, complementada con una ramita de Carpintero, al realizarle este tipo de remedios a la mujer, el bebedizo calmará los dolores, y, por el contrario, si aumentan los pujos es porque la mujer se encuentra preparada para dar a luz. 

Encajamiento

Para tratar el encajamiento, cuando el bebé se incrusta o se acomoda en una mala posición cerca a la pelvis, las parteras intervienen con masajes en el abdomen para corregir la posición del bebé y facilitar su salida. Esta condición puede incomodar a la gestante e impedir el movimiento. María Griseldina explica que: “se los ubica desde pequeños, se los organiza, se les desencaja para que la madre pueda caminar cómodamente. Con unas pocas indicaciones, uno les enseña cómo pueden manejar esta situación si llega un momento en que la partera no está cerca”.

Alumbramiento

El embarazo se describe como un estado caliente, una línea delicada entre la vida y la muerte. Por eso, las comadronas alistan cuidadosamente las sábanas, preparan los implementos y adecúan un espacio sin contaminación dentro de la vivienda, creando un refugio seguro para este tránsito sagrado.

Después de que la parturienta termine su labor de parto, es necesario que la mujer expulse la placenta, un acto conocido como alumbramiento. Para facilitar este proceso, Edith Sonia Mosquera utiliza baños con la hierba de la virgen durante el embarazo, protegiendo a la mujer del frío y previniendo que se haga daño. También busca evitar que alguien, de manera consciente o inconsciente retrase, haga una contraria o una maldad que complique el parto poniendo en peligro la vida de la madre y el bebé. 

Por su parte, María Griseldina muele altamisa, extrae su zumo y lo mezcla con un poco de aguardiente o viche, ofreciéndole a la gestante.  Si la placenta no es expulsada de manera natural, emplea otro recurso: induce náuseas a la mujer colocando un tallo de cebolla larga en su boca.

Parto

Proteger el cuerpo de la mujer durante el parto es una prioridad. En este contexto, el rol de las parteras es velar por la reducción de muertes maternas y de los menores, asegurando una buena salud reproductiva de la mujer y evitando prácticas que puedan caer en violencia obstétrica en otros contextos. Estas matronas escuchan a la madre, respetan su cuerpo y buscan intervenir de la manera menos invasiva posible. María Griseldina lo resume con claridad: “Para no rasgar a la mujer, nosotros buscamos una compresa y le sostenemos ahí, esa parte donde va a salir el bebé, lo sostenemos para que suba” lo que facilita la salida del bebé.

Por su parte, Edith Sonia Mosquera utiliza una técnica llamada "la filosofía del hueso" para evaluar y asistir el parto. De manera cuidadosa introduce dos dedos para identificar la posición del hueso púbico y, si está bajo, ayudar a corregirlo para evitar obstrucciones en el canal de parto. Sin embargo, reconoce la necesidad de recurrir a un hospital cuando las circunstancias lo demandan. Al introducir tres dedos entre el canal vaginal y el hueso, reconoce si hay espacio suficiente para el paso del bebé.   

Pasmo

El pasmo es un malestar que persigue a las mujeres tras el parto ante cualquier descuido. Una dieta inapropiada o la exposición al frío pueden desencadenar dolores de cabeza intensos, cólicos y una debilidad que impide la recuperación de la mujer. María Griseldina explica que una de sus curas más efectivas es encender un cigarro envuelto en base de algodón en el oído de la mujer, generando humo que puede calmar los dolores de cabeza causados por el pasmo (lo que en el Chocó se conoce comúnmente como pasmo cagalerudo).

Edith Sonia, con la seguridad de quien ha atendido innumerables partos, enfatiza en la urgencia de tratar el cuerpo herido: “la bebida que se toma, curte por dentro y limpia. Y la de abajo, va sanando por debajo, porque usted queda con una herida”. Esto se hace para evitar que la vagina quede "chacu chacu", expresión que hace referencia al ruido generado por las partes íntimas durante el acto sexual, permitiendo así que la mujer pueda disfrutar plenamente de su sexualidad. 

Recuperarse implica tiempo, descanso y una comunidad que comprenda la importancia de sanar desde adentro con la guía de una matrona que escuche, acompañe y aconseje una dieta que devuelva el equilibrio a la mujer. María Griseldina aconseja que las primeras cenas post parto contengan gallina criolla o carne de cerdo, evitando la carne de res y el huevo, comidas que pueden generar malos olores. 

En el Chocó, durante el periodo conocido como "las cuarenta panelas", que corresponde al cuidado de una mujer después de dar a luz, se toman medidas especiales para evitar complicaciones. Entre estas, se cubre la cabeza de la madre con un amarracabezas y se coloca algodón en sus oídos para protegerla del pasmo. 

Ombligada

Después del nacimiento, los parteros inician con la atención y cuidado del niño, enfocándose especialmente en la sanación del ombligo. Edith Sonia Mosquera subraya la importancia de mantenerlo limpio y tapado para que no le entre frío y así evitar complicaciones como “el mal del ombligo”. Una condición que se manifiesta con un cambio de color a blanco, y un mal olor que puede afectar gravemente la salud del infante. 

Como explica Luis Ámerico Mosquera: “Siempre estamos pendientes en los primeros ocho días, todos los días, hasta que caiga el ombligo. Ayudamos a bañar al niño y a hacer la limpieza del ombligo, que en este momento solo está autorizado con alcohol, sin añadir otros líquidos”.

Esta última aclaración surge en contraste con prácticas de tiempos pasados, cuando se realizaban rituales durante el corte del cordón umbilical. En ellos, un integrante de la familia aplicaba elementos de origen natural, como hierbas, animales o polvos minerales, en el ombligo del recién nacido con fines espirituales, buscando bendiciones o protección. Sin embargo, estas prácticas han caído en desuso debido a los riesgos biológicos asociados, como infecciones o complicaciones en la cicatrización. Además, este ritual ancestral incluye enterrar el ombligo o incluso la placenta para conectar al niño con sus raíces y el territorio. 

Archivado en

Deja tu comentario

Utiliza un correo electrónico válido

  • Hernan Valderrama Moreno
    Ene 18, 2025
    Importante articulo noticioso que destaca la invaluable labor que realizan los parteros y pateras en nuestra region, quienes no solo asisten en los partos, si no que tambien preservan nuestra cultura y las tradiciones locales. El conocimiento de estad personas es fundamental para la reduccion de la mortalidad materno infantil en poblados como los muestros donde el acceso a servicios de salud es limitado.

Recibe nuestros contenidos. Es gratis.

Puedes cancelar en cualquier momento.
Quiero recibirlos
cross