Ilustración: Camila Bolívar.
Caucasia

Voces del agua: un río con derechos que encuentra voz en sus habitantes

Durante cuatro meses el equipo de la FLIP estuvo recorriendo cuatro municipios del Bajo Cauca; entablando conversaciones con pescadores, comunicadores y líderes que trabajan en la protección de los cuerpos de agua de esta región. Esta entrega da cuenta de la voz de esas personas que se han dedicado a escuchar al río y que hoy reclaman que estos diálogos se hagan públicos y que tengan un lugar en la agenda nacional.

 “El río se expresa a través de las personas que mejor lo entienden. Por ejemplo, un pescador nos dice que el río tiene unos cambios porque conoce su color y su olor. Escuchar a una persona del río es hacer que el río hable” 

Iván Vega, integrante de la Corporación Río Abajo

El Bajo Cauca antioqueño es un territorio atravesado por el agua. Desde el imponente río Cauca y sus afluentes, así como los complejos de humedales, ciénagas, caños, quebradas y reservas de agua subterránea que han asegurado el equilibrio y la vida en la región. Es también un territorio marcado por tensiones y conflictos socioambientales que involucran el agua y que rara vez ocupan titulares nacionales.

Los cuerpos de agua del Bajo Cauca han sido durante siglos el eje de la vida de las comunidades que los rodean. Doscientos años antes de la era cristiana, el pueblo zenú encontró maneras armónicas de convivir con los ciclos del río. Construyó una red de canales para conducir el agua durante la época de lluvias, lo que les permitió proteger sus cultivos y viviendas de las inundaciones.

Sin embargo, los actuales habitantes de la región observan con preocupación cómo la crisis climática y la intervención humana han alterando los ciclos de crecientes y sequías del río, e incluso han modificado su propio cauce, impactando a su vez de forma directa a todas las formas de vida que lo rodean.

Estas alteraciones han resquebrajado la relación que las comunidades mantenían con el agua.Si el río pudiera hablar, ¿qué diría? Las comunidades lo imaginan como un ser vivo, un cuerpo maltratado por la acción humana.

Siempre queda la pregunta, qué va a pasar con este río dentro de 100 años, ¿No va a haber río?” reflexiona Ilona Tarcitano, una habitante y artista de El Bagre. Y agrega: “Siento que, como si fuese un cuerpo, lo han violentado de todas las formas posibles.

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Voces del Bajo Cauca 

 “Todo nace a través del río. El río es vida, es salud, es todo para esta región. Del río nacemos y del río comemos”

 Diego Álvarez, integrante de la Corporación Río Abajo. 

“El río nos inunda pero también nos premia. El río trae, después de sus inundaciones, un montón de oportunidades para quien lo habita y lo conoce”

Iván Vega

“Nosotros sabíamos cuando iba a llover y cuando iba a hacer verano por el canto de un pájaro, por las guacharacas o por los sapos. Todo eso lo sabíamos nosotros. Y ahora no se sabe” 

Fidel Escorcia, pescador tradicional del río Man.

“El río nos dio la oportunidad a todos los que no pudimos estudiar, ni ejercer cargos grandes. El río genera empleo para todos.” 

Julio Morales, guardián del río Cauca

 “El río ya no es lo que era, yo no es profundo. El río ahora es bajito, es pura playa y ya”

Ezequiel Barrionuevo, un pescador de Nechí. 

 “El río es como un buen amigo, un buen aliado, es un proveedor tanto de alimentos como de semillas y es quien nos conecta.”

 Emilce Guerrero, guardiana del río. 

 “Yo tengo que pensar en las futuras generaciones porque tengo una hija y tengo que pensar que mi hija va a tomar agua del río, pero ese río está contaminado con mercurio. Entonces, ¿qué le vamos a dejar a las nuevas generaciones?”

Iván Vega, un padre preocupado

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Fotografía: Gabriel Linares

Las heridas que lleva el río: conflictos socioambientales que impactan la vida de los cuerpos de agua

“Al río lo han desviado muchísimas veces, le han abierto brazos sin que sean naturales, le han hecho cicatrices imborrables”

Ilona Tarcitano, artista plástica de El Bagre

El oro y el río

La minería de oro hace parte de la historia y tradición del Bajo Cauca. Los indígenas zenú, primeros pobladores de la región, lo utilizaron de manera ornamental y como ofrenda a sus dioses. Sin embargo, desde la colonización española, la extracción de oro se lleva a cabo con fines económicos. Se estima que el Bajo Cauca produce el 60% del oro en Antioquia, que equivale al 25% de la producción nacional. 

En sus diferentes modalidades, la extracción de oro contamina los suelos y el agua. Siempre que no utilice mercurio, el barequeo no representa una amenaza significativa al medioambiente. En contraste, la minería aluvial mecanizada provoca la destrucción de los ecosistemas de la región debido al uso de químicos y al proceso de remoción que sedimenta las aguas. Se estima que en los últimos quince años, el desarrollo indiscriminado de este tipo de minería, ha destruido alrededor de 35.000 hectáreas de bosques nativos del Bajo Cauca.

Hidroituango o la captura del río

El 6 de febrero de 2019 la compuerta 1 del proyecto Hidroituango se cerró y el río Cauca se secó: pasó de tener un caudal de 500 metros cúbicos por segundo a solo 35 (m3/s). La disminución del caudal a niveles mínimos impactó la vida*, la cultura y la economía de las comunidades. Además, la construcción de la represa ocasionó daños irreversibles sobre el ecosistema y el hábitat de un importante número de especies animales y vegetales.

Por los impactos al ecosistema, el 17 de junio del mismo año, el Tribunal Superior de Medellín declaró al río Cauca, su cuenca y afluentes sujeto de derechos. Esta decisión busca garantizar los derechos fundamentales de las generaciones futuras a la dignidad, al agua, la seguridad alimentaria y al medioambiente. Además, los jueces ordenaron la creación de los guardianes del río*; un grupo de personas, elegidas por las comunidades de la región, para ejercer la representación y la tutoría del río Cauca.

Para algunas comunidades ribereñas, la disminución del caudal del río significó su muerte. Pescadores, barequeros, areneros y defensores del agua velaron al río los días siguientes al cierre de la compuerta: “trajimos un ataúd con un espejo adentro, entonces la gente se acercaba a ver al muerto y eran ellos mismos. Ese era el muerto porque todos nacemos del río.” Así lo cuenta Diego Álvarez, integrante de la Corporación Río Abajo de Caucasia

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Más gente, menos agua

La riqueza natural del Bajo Cauca ha atraído, en diferentes periodos, ciclos migratorios en los seis municipios de la región. A partir de la segunda mitad del siglo XX, esta zona  ha recibido flujos de personas provenientes de los departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar. En la actualidad, se estima que la población del Bajo Cauca supera los 300.000 habitantes, de los cuales, el 57% está ubicado en las cabeceras municipales y el porcentaje restante en áreas rurales.

En los últimos años, el desarrollo urbano, acelerado y sin planificar, ha impactado directamente en los cuerpos de agua. Por un lado, hay una mayor demanda de agua para el consumo humano, riegos de cultivos y reproducción de la vida. Y, por otro, han aumentado los vertimientos de aguas residuales sobre los ríos, ciénagas y caños. La falta de una gestión adecuada incrementa la contaminación y afecta la calidad del agua y la vida de las especies. 

Fotografía: Gabriel Linares

El grito del río

La relación entre los habitantes del Bajo Cauca y el río está en un punto crítico. Muchas personas, colectivos y organizaciones dedican su trabajo a la concientización, la recuperación y la mediación para hacer frente a los problemas que aquejan al agua que atraviesa el territorio y, por supuesto, a todas las vidas que dependen de ella. Para ellos si el río hablara, su grito sería un llamado a la conciencia: protegerlo no es una opción y poner el tema como prioridad en el debate público es una necesidad urgente. 

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