El mal de ojo hace parte de las creencias populares en muchas comunidades de Colombia, especialmente en el Pacífico. En este episodio hablamos con personas curanderas del municipio de Tadó, Chocó, quienes utilizan plantas y conocimientos ancestrales para curar esta enfermedad.

Créditos

Locución

Valeria Ortiz y Sory Marcela Jordan

Guión y entrevistas

Sory Marcela Jordan y Sirley Muñoz

Edición

Valeria Ortiz

Coordinación general

Ángela Martin Laiton

La Serranía del Perijá es una de las cordilleras menos exploradas de Colombia, está ubicada entre los departamentos de La Guajira y el Cesar, en la frontera con Venezuela. Es un destino único que guarda en secreto cascadas, fauna y flora exuberante. A pesar de su belleza natural este rincón del país es un misterio para muchas personas.

Con la ilusión de compartir su riqueza cultural y natural con el mundo, sus habitantes han emprendido iniciativas turísticas para dar a conocer sus bosques secos tropicales y montañas selváticas, y mostrar que esta zona es mucho más que desiertos y minería.

Hace ocho años se firmó el Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y la desmovilizada guerrilla de las Farc, las condiciones de seguridad en el territorio mejoraron significativamente y este espacio natural comenzó a ser conocido. A partir de ese momento la población local ha trabajado para promocionarlo a través de proyectos turísticos.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
Así le falló el Estado a los firmantes de Miravalle

A pesar de la pasión y dedicación de los habitantes de estas montañas, algunas de estas iniciativas enfrentan desafíos para consolidarse y sostenerse en el tiempo. 

En veredas como Las Colonias, Las Marimondas, Puerto López y Las Bendiciones, en el municipio de Fonseca en La Guajira, existen proyectos que llevan más de seis años trabajando, pero que no han logrado ser sostenibles en el tiempo.

Uno de ellos es Ecoturismo y Café, una asociación que une cuatro iniciativas de la zona y que durante cinco años ha promovido la cultura de la región. Desde esta se ofrecen experiencias únicas como artesanía local, gastronomía tradicional, recorridos por cafetales, visitas a cascadas, miradores panorámicos y avistamiento de aves. 

Mirador de Cerro Largo, vereda Las Marimondas

Sin embargo, hace un año y medio que no reciben turistas. La falta de recursos, la débil infraestructura y la limitada accesibilidad de los caminos son algunos de los obstáculos que impiden que estos proyectos alcancen su máximo potencial.

Para el líder comunitario José Mendoza, Ecoturismo y Café no se ha logrado desarrollar por las dificultades para coordinar y llegar a acuerdos entre los miembros. También considera que la falta de recursos y apoyos hacia este tipo de proyectos es un factor determinante.

“Siempre vemos por la televisión, por los medios, que hay ayudas, pero nunca llegan a las comunidades para que estos emprendimientos sigan adelante. Y no queremos que siempre nos estén ayudando, queremos ser empresas que generen empleo”, afirma Mendoza.

La apuesta por un turismo alternativo

Toda esta situación ha llevado a que este proyecto se replantee y adopte un enfoque alternativo, con lo que por el momento pueden atender pequeñas cantidades de visitantes y mantener viva la idea del turismo en la región.

Consonante realizó un recorrido por la Serranía del Perijá para explorar este modelo y entender cómo se desarrolla. Lo que se identificó es que en lugares donde las iniciativas locales se han debilitado o desaparecido, las personas han adoptado un modelo familiar. 

Actualmente esta forma de turismo es implementada por algunas familias en Las Colonias y Puerto López, en estas veredas le brindan a los visitantes experiencias únicas y personalizadas en sus hogares. Esta es una alternativa para continuar trabajando en medio de las dificultades.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
Turismo ecológico: sin apoyo en El Carmen de Atrato

La familia Pinto Arias de la vereda Las Colonias trabaja actualmente bajo ese modelo, ha convertido su hogar en un refugio para los amantes de la naturaleza. “Cuando comenzamos a recibir visitantes en nuestra casa nos dimos cuenta de que hacía falta ofrecer más comodidad, y aunque el turista aprecia lo que ofrecemos, nosotros debemos dar un buen servicio para que sienta que vale la pena pagar y, por supuesto, que vuelva”, señala Rosa Arias.

En emprendimientos familiares como el de Arias es clave que cada integrante de la familia tenga un rol específico para que la iniciativa se desarrolle: “estamos compartiendo nuestra vida, nuestra rutina y cada miembro de la familia tiene algo para hacer. Mi hijo de 10 años conoce el canto de las aves y ayuda a los turistas que vienen para avistamiento a ubicarlas”, afirma.

Vereda La Unión

Aunque este modelo tiene sus ventajas también enfrenta desafíos para alcanzar un público más amplio y ofrecer mejores condiciones para el turismo. La vía, por ejemplo, está en mal estado y representa peligros para el visitante, además, las empresas no están constituidas legalmente.

“Es una  responsabilidad inmensa atender a una persona cuando no se tienen las condiciones y, sobre todo, llevarlos en la carretera, porque hay muchos barrancos con caídas grandes. Es un peligro, pueden haber accidentes, no tenemos seguro para cubrir esas situaciones”, explica Rosa Arias.

Según Luz Darí Díaz, gestora de turismo local, una de las principales dificultades para el desarrollo del turismo en La Guajira es la falta de recursos y capacitación para las personas que trabajan en el sector. La mayoría de las oportunidades se concentran en Riohacha, pues al sur del departamento son pocas las opciones. Otras dificultades incluyen la informalidad en la economía local, la falta de alianzas con empresas turísticas y agencias de viajes, y el acceso limitado a lugares de interés debido a la condición de las vías.

Además, señala que para que el turismo se desarrolle en la región debe enfrentarse a una amenaza mayor representada en la minería. La experiencia de otras comunidades en La Guajira como Tabaco y Chancleta, muestra que este es un factor que puede llevar al desplazamiento de las comunidades y la destrucción del territorio.

“La minería no es una competencia, es una amenaza para el territorio y las comunidades. Llegan y se llevan todo a su paso, no queda nada. Esta amenaza es especialmente preocupante en las colonias, donde las empresas mineras ya están realizando estudios”, afirma.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
"La Guajira es el claro ejemplo de que la minería no genera ese anhelado desarrollo"

Esto es un riesgo para muchas comunidades de la Serranía del Perijá, sin embargo, su mayor respaldo para hacer frente a esta situación es la relación armónica que mantienen con el ecosistema, resguardando especies endémicas y protegiendo la biodiversidad de la región. De ahí la necesidad de que desde la institucionalidad se apueste de manera decidida por el fortalecimiento de los proyectos turísticos locales.

Su enfoque en la agricultura sostenible y la ganadería responsable ha permitido mantener el equilibrio del medio ambiente, pues para ellos este lugar no es solo un destino turístico sino también su hogar, donde han cultivado la tierra durante generaciones. Por esta razón, comunidades cercanas como Cañaverales se han mantenido en resistencia, rechazando durante años los proyectos mineros que amenazan la integridad del territorio y apostando por maneras diferentes de habitarlo desde la promoción de la cultura, a través de iniciativas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.

El Amazonas es un enclave trifonterizo que se compone de un sistema dinámico de lagos y quebradas, movidos al ritmo de los ciclos de lluvias y del pulso de inundación del río. El paisaje y ecosistemas lagunares son radicalmente  transformados  en  los  tiempos  de  lluvias  y  sequías. Con  el  paso  de las generaciones los pueblos  indígenas han llegado a construir un  conocimiento  detallado de estos cambios y han alineado sus actividades  sociales  y rituales  con  los ciclos del agua.

Sin embargo, en los últimos meses la lluvia dejó de caer, los ríos bajaron su nivel y las comunidades vieron un cambio en los ciclos de la vida. “Con ese calentamiento algunos árboles están cayendo. Entonces yo creo que para nosotros como indígenas los dueños se están yendo para otro lado, entonces ahí es que vienen  los problemas, por ejemplo de la sequía. En algunas partes donde antiguamente había lagos profundos, lagos anchos, hoy se están formando playas, por ejemplo, hablando del río Amazonas que antiguamente hace 10 años atrás nunca se veía playa como estamos viendo ahorita, ese es casi que un desierto”, reflexiona Orlando Rufino, líder comunitario y agricultor de la comunidad de San Pedro de los Lagos.

Orlando se refiere a los dueños espirituales, unas entidades que, desde las creencias de los pueblos  indígenas del Amazonas, habitan en la selva y rigen la vida de todos los seres. Son quienes protegen la vida y la armonía con la naturaleza. Cuando no hay respeto en la manera de relacionarse entre seres vivos y naturaleza se entra en desarmonía con los dueños, lo que puede generar cambios drásticos en los ecosistemas como los que están ocurriendo en este momento.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
ESPECIAL | Sostenibilidad en la selva

Las secuelas de la sequía en las comunidades indígenas

Durante más de 20 años las comunidades indígenas han visto que muchas de sus quebradas y riachuelos dentro de la selva se están secando, perdiendo con ello el acceso a la pesca, el transporte, la alimentación, la biodiversidad y los saberes que los ríos esconden dentro de sus recorridos. 

Esas quebradas que serpenteaban las profundidades de la selva y que desembocaban en el que dicen que es  el río más caudaloso del mundo, están siendo absorbidas por los grandes bancos de arena que ahora aparecen en el río Amazonas. 

“El nivel del río está demasiado seco ahorita, la pesca no es como antes, ahora la pesca es muy difícil, ya no se puede conseguir lo que se conseguía anteriormente, de pronto por la sequía, todo eso nos afecta a nosotros como comunidad”, afirma Rufino, pescador que ha estado recorriendo la quebrada Yahuarcaca a 8 km de Leticia.

Las embarcaciones de los pescadores están en las orillas de las quebradas, amarradas sobre el sedimento seco sin poder navegar. Las quebradas son ahora pequeños hilos de agua que recorren los paisajes, sobre los que las aves y los animales buscan una gota de agua en medio de los rayos de sol que se filtran entre la tupida selva.

Sentada a orillas del río Amazonas y observando unos delfines que juegan cerca de la comunidad de Puerto Esperanza, en el municipio de Puerto Nariño, está Janeth Ahue, curaca (autoridad) gobernadora de la comunidad: 

“en general el tema del verano nos ha afectado demasiado, en especial a las comunidades del río Loretoyaco que están ubicadas sobre el brazuelo del río Amazonas, ellas son las que más están sufriendo por el tema de que no pueden bajar a la parte urbana a comprar sus necesidades y, el tema de la pesca, se están muriendo los peces porque el agua se calienta y está escasa”.

Las perturbaciones ambientales en este punto están afectando radicalmente el trabajo en la chagra, la selva y los lagos, esto lleva a que los pobladores tengan que cambiar los horarios y las prácticas en estos espacios de trabajo. 

Dentro de las mismas comunidades y sus líderes se dice que las nuevas generaciones desconocen las prácticas y manejo tradicional, lo cual hace que los dueños espirituales estén alterando las condiciones de vida actuales.

“Lo otro es el tema de las plantas, de las frutas, el tema de las verduras, o sea, no estamos produciendo como debe ser porque las plantas se están secando; igual pasa con las otras comunidades que están dentro del municipio de Puerto Nariño en el resguardo Aticoya, ticuna, cocama y yagua”, precisa la gobernadora indígena.

Desde la percepción de los pueblos indígenas este fenómeno se ha sentido en términos ambientales con la disminución de la fauna y la flora, con el aumento de la temperatura, la alteración de la estacionalidad, la contaminación y la deforestación. En lo social, con la aparición de enfermedades físicas y sociales. En lo económico, con la menor productividad de la tierra. En el aspecto cultural, con la pérdida de la tradición y el difícil entendimiento actual de los fenómenos naturales, fuera del calendario tradicional.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
El río Atrato como sujeto de derechos: ¿qué ha pasado seis años después?

El municipio de Puerto Nariño ha declarado alerta roja por la sequía, sobre todo por el desabastecimiento de agua potable hacia las comunidades. “Nosotros hasta el momento  no hemos recibido un apoyo gubernamental, está en proceso de gestión en la gobernación, la alcaldía y otras instituciones que nos van a empezar a aportar. 

Mientras eso pase está aumentando el tema de la diarrea, la fiebre, el vómito y eso es muy preocupante para nosotros porque quisiéramos contar ya con ese apoyo, ya llevamos casi cuatro meses con esto”, comenta la lideresa Ahue.

El profesor Santiago Duque, director del Laboratorio de Manejo y Gestión de Humedales de la Universidad Nacional sede Amazonía, quien lleva más de 30 años investigando la salud ambiental de los ecosistemas acuáticos más valiosos del país, entre ellos el del Amazonas, afirma que “estamos en un periodo de sequía, un año seco, factores como la deforestación, los sedimentos, la minería y el cambio climático, son algunas causas de lo que está viviendo hoy el río”, señala. Existe algo que se llama variabilidad climática hidrológica, que quiere decir que si en una cuenca llueve más, pues los ríos de esa cuenca aumentan más de nivel. Entonces, no todos los años son iguales, hay meses o años en los que el Amazonas inunda más y hay años en que el Amazonas desciende más.

El académico afirma que el río está retrasado: “para el caso pesquero es gravísimo, porque el río el año pasado bajó mucho. El río subió bastante del 2023 a 2024, pero como bajó tanto, no inundó. Y el no inundar es un problema porque pierde conexión, no alimenta los lagos. En Colombia, como los brazos colombianos se sedimentaron más, el río construyó islas. Cerró los canales, cerró el agua, el paso del agua con Colombia lo cerró el propio río”. Esto implicaría que Colombia está perdiendo su río, “el Amazonas es un ecosistema vivo y en constante cambio, lo más importante es vivir en armonía con él”, destaca el profesor Duque. Aún después de esta gran sequía, desde el típico mirador de la Comara en el municipio de Tabatinga, Brasil, el río se ve enorme e imponente. 

Un problema sin soluciones a la vista

“Si tengo ecosistemas saludables, no pasa nada. Si tengo ecosistemas bien conservados, tengo bosques, tengo vegetación asociada, tengo cananguchales, no pasa nada. Pero si yo transformo el territorio, se me acaba el agua”, concluye el profesor Santiago.

“El problema no es el cambio climático, somos nosotros que acabamos con la capacidad resiliente de la naturaleza. La capacidad de manejar los ciclos del agua lo hace el bosque y el bosque es el que maneja el agua. Además, que lo sube, lo maneja, lo acumula, lo suelta. Es el bosque. Es una maravilla. Y eso es lo que no hace la gente”, considera el docente.

Ya han pasado 4 meses en los que la mayoría de los agricultores se quedaron atrapados dentro de la selva y con ellos los productos que salen de las chagras. Los caminos para llegar a la ciudad se atraviesan por horas; mientras se recorren las trochas se logran ver los pequeños hilos de agua que antes eran las plataformas de navegación. En medio de un cultivo de yuca, el líder y agricultor Orlando relata: “nosotros no podemos transportar nuestros productos hasta Leticia o hasta cierta parte donde podemos vender, por la sequía, porque no hay movilidad”. 

La economía de los agricultores también tuvo una gran afectación. La sequía y los cambios en el tiempo trajeron incertidumbre para los pobladores, sembrar no es una opción viable en este momento. “Casi un kilómetro, dos kilómetros, hasta coger otro transporte, ahí usted tiene que pagar otros transportes desde la carretera hasta Leticia, tienes que pagar ida y vuelta entonces casi que no tienes nada de ganancias, porque todo lo que vendes va para pagar el transporte; quieres comprar cosas que te falta en el hogar, pues entonces no te alcanza”, manifiesta Orlando.

Otro de los riesgos que se ha evidenciado en las comunidades indígenas a raíz del aumento de la temperatura ha sido la proliferación de los mosquitos Anopheles, principal transmisor de la malaria. 

Camila Aroca es bióloga y estudiante de la maestría en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional sede Amazonía, ella explica la relación entre la malaria y los fenómenos de la niña y el niño “los insectos de alguna u otra forma se han venido adaptando a esos cambios de temperatura. En la Amazonía cuando el río empieza a subir empiezan a existir más espacios de cría, pues la malaria es una enfermedad transmitida por un insecto que tiene una fase que es acuática y otra fase que es terrestre”.

A pesar de que muchas quebradas y pozos están secos existen otros disponibles en las quebradas o los bordes de los ríos, estos empiezan a ser potenciales criaderos de este insecto que rápidamente aumenta su población, lo que agrava la ya difícil situación en  las comunidades. 

Para enfrentar esta difícil situación las comunidades indígenas han tratado de articular esfuerzos entre las instituciones nacionales y el conocimiento local. La Amazonía tiene una larga trayectoria en tradición de salud, a través de su sistema propio llamado SISPI (Sistema de salud propia e intercultural), con el cual se busca valorar y mantener todo el sistema de salud tradicional que se basa en los conocimientos ancestrales.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
'Somos raíces del mismo árbol', Camilo Niño y la defensa de los territorios indígenas

La bióloga Aroca dentro de sus estudios evidencia que el sistema de salud indígena aporta mucho a la prevención, respeta los ciclos ecológicos que se deben tener en cuenta y, de alguna u otra forma, se tiene un variado conocimiento sobre las plantas medicinales en las comunidades Amazónicas. “Siento que para todos esto ha sido un cambio, porque realmente se ve una situación que no se veía desde hace mucho tiempo, sin embargo, desde cada punto de vista se unen esfuerzos para poder abordar la enfermedad”, resalta la bióloga.

Bajo el incesante calor y la humedad, a orillas del río Amazonas y rodeados de una extensa playa, se ven los botes que en época de aguas altas movilizan a los pobladores de la frontera amazónica. Los pequeños transportadores también han sido gravemente afectados porque muchos dependen totalmente de esta actividad, como en  el caso de Roger Santos, transportador desde hace más de 30 años. 

“Estamos afectados porque nosotros los motoristas estamos con muy poco trabajo, el año pasado la sequía fue más corta, hoy está muy avanzada. Está como el doble del año pasado, y faltan dos meses para que llegue la creciente”, afirma Roger.

Para Luis Felipe Pérez Torrado, funcionario de la Dirección Nacional de la Defensa Civil, el fenómeno natural de sequías es impactante y amenazante para las comunidades, afirma que esta temporada de sequía, en los que las aguas están en los niveles mínimos, no se veía hace 20 años. La Defensa Civil Colombiana, como entidad del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, ha hecho actividades de prevención, de mitigación y para llevar procesos de acompañamiento a las poblaciones alrededor de la cuenca afectada.

El funcionario afirma que “desde la institución se ha hecho el manejo de encharcamientos y empozamientos, porque ellos se convierten en caldo de cultivo para los vectores y esto amenaza a la salud de los niños y de los adultos, esta información la suministra nuestro voluntario de la Defensa Civil casa a casa para hacer ese acompañamiento”.

Tanto las comunidades y el sector académico coinciden que se deben articular los procesos, en los cuales deben tener más presencia los gobiernos locales y Nacional, así como los entes de salud, con procesos que mitiguen a largo plazo los impactos en todos los sectores. Los conocimientos tradicionales de adaptación a estos cambios también son importantes y, por tanto, se deben articular con las políticas públicas para que sean más eficientes. Mientras esto no ocurra los dueños espirituales de la selva estarán inquietos, y se continuarán evidenciando las consecuencias de la desarmonía entre el ser humano y la naturaleza.

Desde los años 80 el gobierno nacional y agencias de cooperación internacional como la Unión Europea y USAID, han financiado diferentes proyectos agrícolas para beneficiar a las familias campesinas en el departamento del Chocó. La mayoría han fracasado, dejando pérdidas que afectan a los campesinos que han invertido su esfuerzo y tiempo. Son varios los factores que interfieren, como la falta de planificación, el escaso acompañamiento y el poco apoyo técnico durante su desarrollo, con esto no ha sido posible que tengan el impacto esperado y que logren la sostenibilidad de los beneficiarios.

A pesar del compromiso de las familias no ha sido posible que en el departamento los proyectos prosperen; durante décadas se ha tenido noticia de la implementación del mismo tipo de acciones en diferentes municipios, pero tan rápido como surgen, desaparecen. 

Un ejemplo de esto es el Proyecto Desarrollo Integral Agrícola Rural (DIAR), implementado en el Chocó desde la década del 80, entre el gobierno colombiano y el de los Países Bajos. Lo que se buscaba con el DIAR era promover acciones para mejorar la producción agrícola y pecuaria en distintos municipios del departamento, para mejorar las condiciones económicas de las familias beneficiarias. 

Aunque, como se puede evidenciar en una investigación de Eduardo Restrepo, académico del Instituto de Estudios Sociales y Culturales ‘Pensar’ de la Universidad Javeriana, se perciben impactos positivos del DIAR en los territorios, también se evidencian dificultades, que tienen relación directa con la visión de desarrollo que se trata de imponer en lugares como el Chocó con particularidades sociales y culturales, las cuales muchas veces no dialogan con las propuestas que se llevan a cabo.

Como consta en la investigación de Restrepo, en el caso del DIAR aparecieron posiciones encontradas que, por un lado, lo veían como un ideal pero, por otro lado, señalaban que se cometían despilfarros de dinero en acciones que se quedaban a mitad de camino.

Lamentablemente, este tipo de problemas no se presentan solo en el DIAR, sino que es un patrón que se repite en los proyectos que se ejecutan en el territorio. Oswaldo Klinger, funcionario del área de sanidad animal del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), afirma que el fracaso se da muchas veces desde la formulación, porque no se realiza de manera estratégica, no siempre lo hacen las personas idóneas y, en algunas ocasiones, se seleccionan beneficiarios que no tienen los conocimientos adecuados para su desarrollo.

En diálogos con campesinos del departamento, se identifican diversas dificultades que podrían explicar el porqué de su fracaso. Estas se pueden agrupar en tres temas principales: son proyectos que no dialogan con las tradiciones y cultura del territorio, hay dificultades económicas para su sostenibilidad y las personas no cuentan con acompañamiento adecuado para su implementación.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
Después de cuatro años, Minagricultura presenta el plan para garantizar la soberanía alimentaria en el río Atrato

Desconexión con la cultura

Severiano Palacios es campesino del municipio El Cantón del San Pablo, ha sido agricultor por más de 40 años y beneficiario de algunos proyectos, entre ellos, uno que promueve la producción del achiote. Desde su experiencia como beneficiario puede afirmar que el fracaso de estas iniciativas agrícolas está marcado por la apatía y falta de liderazgo de los políticos del departamento, lo que impide que se lleven a cabo procesos que sean sostenibles. 

Además, señala que “uno de los primeros obstáculos es que nosotros no tenemos vocación agrícola, ya que la herencia de nuestros ancestros está más enmarcada en la minería, pues  la agricultura solamente la desarrollamos para la siembra de productos de pancoger, es decir, para la alimentación de la familia”. Por esta razón, afirma Palacios, es que normalmente los proyectos inician muy bien cuando se les entregan los recursos, pero cuando estos se acaban los campesinos no le dan continuidad porque no hace parte de su lógica de vida y no tienen motivación para sostenerlos en el tiempo. 

Según Kelvin Casas, funcionario del área de sanidad animal del ICA, el primer paso que se debe dar es crear un consenso con los campesinos, que son quienes definen la viabilidad, “de eso se trata el éxito [...] porque la concertación con los productores es lo primero”, señala.

Esto pasa también por comprender la realidad del territorio e identificar los aspectos que se deben solucionar, uno de ellos lo señala el señor Severiano y se trata del mal estado de la vías o la ausencia de ellas, “se necesita crear vías de acceso que permitan extraer los productos cultivados e industrializarlos para que los proyectos puedan ser sostenibles”, afirma.

Dificultades para la sostenibilidad

Una madre cabeza de familia del municipio de Tadó, integrante de la Asociación de Familias Guardabosque del Chocó, quien pidió no ser identificada, señala que otro punto clave dentro de las dificultades es la sostenibilidad, que tiene que ver con la falta de recursos para dar continuidad a los procesos una vez se supera la primera fase y se debe continuar por cuenta propia.

En su caso, fue beneficiaria de un proyecto de seguridad alimentaria del SENA, tuvo capacitaciones y le dieron dos cerdos para sacarles crías. Sin embargo, cuando el SENA dejó de suministrar el alimento para los animales, el proceso paró y de 20 personas beneficiarias solo continuaron seis. Para esta mujer, la falta de acompañamiento y orientación en la ejecución es una de las causas por las que nunca se avanza con los proyectos. Según dice, “cuando los proyectos no son económicos y no hay  plata de por medio la gente no dura, [...] como el gobierno en muchas ocasiones solo cumple con aportar unos recursos, pero no está pendiente asesorando de manera oportuna, entonces, eso desmotiva a muchos”.

Carlos Mosquera, profesional universitario de la oficina de Desarrollo Económico de la Gobernación del Chocó, afirma que es necesario que todos los proyectos se construyan desde el territorio y que su construcción surja desde las mismas comunidades, que son quienes conocen su idiosincrasia, su territorio y su vocación productiva. De esta manera, considera que se puede lograr que sean sostenibles, “¿qué nos da sostenibilidad? un proyecto de seguridad alimentaria, que exista un recurso excelente para la venta y eso va a permitir suplir algunos ingresos”, señala.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
"El campo en Tadó se está quedando viejo"

Falta de asistencia técnica

Alfonso Minota, de 60 años de edad, es un campesino agricultor del municipio de Tadó, nació y se crió en el campo trabajando la agricultura. Cuenta que una vez fue miembro de la junta de un proyecto de cacao, dice que todo inició muy bien hasta que el gobierno giró los recursos. “Para ese proyecto éramos 140 productores de cacao, vinieron mil y pico de millones de pesos para su ejecución, que al inicio empezó con la participación de una junta de acá mismo, pero luego la cambiaron y entró a administrar una junta de Quibdó que no hizo el acompañamiento ni la asistencia técnica adecuada”, asegura Minota.

“Para producir el cacao de forma adecuada, se hace necesario que haya una buena asistencia técnica, sin embargo, los funcionarios que enviaban no tenían el conocimiento adecuado para orientarnos”, añade Alfonso.

Según afirma, otro cuello de botella que tienen los agricultores, es que no pueden producir más de lo que se consume en el departamento, pues no hay comercio hacia otras ciudades, “aunque lo que se está produciendo no es para toneladas, pero hay mucha gente interesada en cultivar, por lo que se hace necesario el apoyo del gobierno”.

En la actualidad Alfonso Minota cultiva chontaduro y por cuenta propia ha logrado fortalecer su plantación, lo que le ha permitido que pueda producir el fruto para comercializarlo en Tadó, Istmina y otros municipios del Chocó. “Si los políticos pensaran en el campo y se industrializara lo que producimos acá, muchas personas se vincularían en estos proyectos”, afirma.

¿Es posible pensar en proyectos sostenibles?

Con todas estas dificultades, las comunidades del Chocó se preguntan si es posible generar estrategias para que los proyectos se desarrollen con éxito y puedan asegurar ingresos a largo plazo para las familias. Una parte importante de la responsabilidad para asegurar este fin la tiene el Estado y los cooperantes que motivan la creación de estas iniciativas, pues como afirma Alfonso Minota “para que los proyectos afrocampesinos funcionen bien y sean sostenibles se necesita una buena producción, industrialización y comercialización; así como vías de acceso para sacar esos productos”. 

Por su parte, Kelvin Casas y Oswaldo Klinger del ICA, consideran que uno de los aspectos que se debe tener en cuenta es el diálogo y la concertación con los campesinos o beneficiarios en las comunidades, para que se tenga claro los interesados en cada una de las líneas que se trabajarán y también para que se puedan establecer las dinámicas de asesorías o  acompañamiento, rubros y plan de sostenimiento en general. 

Dennis Castro, docente en el municipio del Medio Baudó, coincide con esta posición, pues considera que se debe realizar un diagnóstico que permita conocer qué clase de proyectos necesitan los campesinos para que tengan una buena acogida, “si no es de importancia para ellos y no saben ni siquiera el objetivo del mismo no se van a sentir motivados”, afirma.

Otro aspecto fundamental que señalan Casas y Klinger, es la necesidad de que exista una sinergia interinstitucional, lo que permitiría una mejor asesoría de las iniciativas que llevaría a la sostenibilidad de los mismos. Carlos Mosquera también considera que crear sinergias a nivel institucional es importante, “hay que poner en la mesa la oferta institucional para cada territorio…cómo nos unimos entre cada uno de los actores institucionales para mejorar la calidad de vida”, dice.

Añade, además, que los fracasos de estos proyectos agrícolas se pueden evitar si se formulan por un equipo multidisciplinario “contratado por la Gobernación del Chocó y que su producción esté amarrada a un eslabón comercial definido, así mismo, que se apoye el seguimiento posterior a la ejecución con el programa de asistencia técnica agropecuaria”.

El profesor Dennis, considera que también hay una parte de responsabilidad en los beneficiarios, puesto a que en muchas ocasiones se le da mal manejo a los recursos asignados. Por esta razón, asegura que es necesario concientizar y capacitar a los beneficiarios para que así se pueda avanzar con el desarrollo de las iniciativas.

Si bien en la ejecución de los proyectos aparecen los retos mencionados, las comunidades afrocampesinas del Chocó esperan que se puedan mejorar los procesos para avanzar de manera exitosa y sostenible con sus cultivos, que se convierten en muchos casos en la única alternativa de ingresos para las familias.

Trasladarse desde Caracolí hacia San Juan del César implica recorrer una vía escarpada, llena de huecos, escombros y enormes piedras que caen desde las montañas que están a sus costados. Sus habitantes diariamente exponen sus vidas y deterioran sus vehículos por el mal estado en el que se encuentra la vía. Este corregimiento es conocido como la despensa agrícola más importante de la región, sin embargo, tener la vía en mal estado hace que sea difícil trasladar los productos de pancoger y que se pierda el trabajo, el tiempo y los recursos de quienes se dedican a este oficio.

"Nuestra comunidad está siempre apartada de la zona urbana, entonces eso hace que todo sea difícil aquí. Es doloroso  porque nosotros teníamos nuestra vía de acceso y fue destruida con el proyecto de la represa del río Ranchería y desde que eso se dio, no hemos podido tener tranquilidad para transportarnos”, cuenta Osvaldo Carrillo, docente y líder de Caracolí.

"Todo lo que llega a nuestro pueblo es por la carretera, porque es la única vía de acceso a Caracolí. Los servicios de salud, educación han tenido un impacto negativo, la llegada de los docentes de otros municipios acá es muy difícil. La economía también se ha visto afectada y la reactivación agrícola, para los campesinos llevar sus productos a los mercados ha sido muy difícil y costoso”, agrega Carrillo.

Anteriormente esto no era así, Caracolí tenía una vía que aunque no era perfecta, facilitaba el traslado de las personas hasta el casco urbano. Pero esta quedó inundada cuando el embalse del río Ranchería se llenó en menos de lo previsto, inicialmente se dijo que se llenaría en dos años, pero por el fenómeno de la niña en 2010 se llenó en tres meses. Por eso el Incoder (hoy la Agencia de Desarrollo Rural) en 2002 hizo una nueva vía de acceso construida con dinamitas y explosivos; cada vez que llega el invierno hay derrumbes y las rocas caen a la vía, lo que imposibilita el paso.

“Teníamos una vía diferente, era plana, pasaba por la orilla  del río. Teníamos 4 mil metros de placa huella que quedaron debajo del agua, a la fecha de hoy creo que solo han devuelto 200 metros de placa huellas. No han compensado ese daño que generó la represa”, relata Carrillo.

Desde ese entonces la comunidad se ha enfrentado a una lucha incansable por tener una vía pavimentada y en buenas condiciones, y han realizado varias protestas exigiendo a los dirigentes que les cumplan sus derechos. Una de ellas se dio el 10 de octubre del año 2022 cuando la comunidad de Caracolí bajó hasta el puente El Guanábano, en la carretera principal que conecta al sur del departamento, para realizar un bloqueo y exigir así la atención de sus necesidades y el debido mantenimiento de esta carretera que por su precario estado les estaba generando dificultades de movilidad. En ese entonces, la manifestación se levantó  luego de una reunión que hicieron con la alcaldía y la gobernación, en donde ambas instituciones pactaron compromisos para el mantenimiento inmediato de los puntos más críticos de vía, la contratación para la pavimentación de la vía Caracolí-Tembladera y la adecuación de la placa huella.

Por los incumplimientos el problema persiste

Los habitantes de Caracolí han realizado seguimiento constante a los compromisos pactados en la protesta del 2022. En ese entonces solo lograron los estudios de diseño y el mantenimiento temporal de la vía por parte de la ADR. Han pasado dos años y esta sigue sin pavimentar, el mantenimiento que se le hizo fue un pañito de agua tibia porque volvió el invierno y con él los deslizamientos que han provocado que se deteriore nuevamente. 

De estos acuerdos quedó pendiente la elaboración del proyecto de pavimentación y la búsqueda de los recursos para la financiación del mismo. La construcción de la vía desde “La Ye” de Guayacanal hasta La Laguna tiene un costo de 202 mil millones de pesos, presupuesto que el departamento no puede cubrir, por lo que se considera es necesario gestionarlo del dinero de la Nación.

Iván Mendoza, conciliador de la JAC del corregimiento de Caracolí, asegura que por el alto costo de la pavimentación se dividieron los trabajos por tramos y se priorizó uno “para poder buscar la financiación. Inicialmente se le dio prioridad al tramo 2 (13.5 km - valor aproximado 60.000 millones de pesos) que va del puente del río Ranchería hasta Caracolí, fue escogido porque es el más complejo por la topografía, allí es donde las montañas se han ido fracturando y las rocas caen a la vía”, señala.

Este paso nunca se dio. Ante la falta de respuestas, la comunidad intentó avanzar en gestiones por sus propios medios, pero encontraron que no se había realizado el proyecto de pavimentación para cada tramo, por ende no estaba radicado en ninguna entidad del gobierno para que fuera candidato a una asignación de recursos. 

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
Comunidad de Caracolí levanta el bloqueo en el puente El Guanábano

Frente a los constantes incumplimientos, la comunidad de Caracolí volvió a protestar. Los días 8 y 9 de octubre del 2024 cerraron nuevamente la carretera principal del sur del departamento a la altura del puente de El Guanábano. En esta manifestación pidieron que de una vez por todas  se realice la pavimentación. “Este año no se han dado los avances como nosotros quisiéramos y bueno, se agotaron todas las vías de diálogo, de trabajo, de reuniones virtuales de correos de cruce de comunicaciones pero fue un un desgaste porque no se llegó a nada”, cuenta Mendoza.

La pavimentación no es el único problema al que se enfrenta la comunidad, también reclaman la construcción de una planta de tratamiento de agua en el corregimiento. Caracolí se encuentra al sur de la represa El Cercado, a orillas del río Ranchería, a pesar de esto y de haber sido afectados por el proyecto, cerca de 400 familias continúan esperando que el agua potable llegue a sus casas. “Nos daría vergüenza, que teniendo nosotros el agua que colinda con nuestro espacio no podamos hacer uso de ella, mientras abastecen otras comunidades de otros corregimientos y Caracolí no tenga, eso es vergonzoso”, señala el líder de Caracolí Iván Mendoza.

Los habitantes del territorio viven de cara a una represa que tiene una capacidad de 198 millones de metros cúbicos de agua, pero con una posibilidad lejana de tenerla en sus casas, pues como afirma Mendoza, Caracolí no está dentro de las prioridades, en cambio, sí saben que aguas abajo se está avanzando en la construcción de acueductos para otras comunidades.

Por sus propios medios la comunidad consiguió que el proyecto llegara al Ministerio de Vivienda, Ciudad y territorio; subsanaron requisitos, avanzaron en los trámites y permisos, pero cuando surgió la necesidad de legalizar el predio donde se construiría la planta de tratamiento de agua potable las cosas cambiaron y el proyecto nuevamente se estancó. “Llegaron momentos en que lo del pavimento y lo del acueducto se juntó”, agrega Mendoza. 

Tanto el acueducto como la pavimentación de la vía tienen su origen en la construcción de la represa El Cercado, que se realizó al margen de la comunidad de Caracolí y sin generar alternativas inmediatas para mitigar las afectaciones causadas. Casi dos décadas después de la construcción de la represa los compromisos continúan en puntos suspensivos.

Puede continuar leyendo después del artículo relacionado ↓ Artículo relacionado
Caracolí, el pueblo que perdió su carretera por la represa del río Ranchería

¿Cuáles fueron los acuerdos?

Líderes y voceros del corregimiento de Caracolí se reunieron durante tres horas en la tarde del pasado 8 de octubre en la alcaldía municipal, para establecer una mesa de diálogo con el alcalde de San Juan del Cesar, Enrique Camilo Urbina y con el gobernador de La Guajira, Jairo Aguilar. Hubo presencia de varias autoridades civiles del municipio, del departamento y de Andreina García, gerente del plan de agua. Durante la reunión las instituciones hicieron unos compromisos que fueron aceptados por la comunidad. Los acuerdos adquiridos giran en torno a las dos grandes demandas. 

Por un lado, para el tema de pavimentación, en términos generales se acordó: adelantar todas las gestiones administrativas necesarias para gestionar el proyecto, buscar el presupuesto para la construcción de un primer tramo de la vía, realizar el contrato para su construcción a más tardar en julio del 2025, estructurar a diciembre un proyecto para gestionar un segundo tramo de la vía y realizar mantenimiento de los puntos críticos mediante un convenio con el Batallón de Ingenieros Riohacha.

En relación con la demanda para la construcción del acueducto: visitar los predios donde se construirán las plantas de tratamiento y los linderos por donde pasará el acueducto, tomar muestras de agua del río Ranchería para verificar si puede ser tratada para consumo humano, avanzar en los diseños para el acueducto y tener lista la contratación a más tardar en julio del 2025.

Con estos compromisos los habitantes de Caracolí reavivan la esperanza de finalmente tener la vía que desapareció con la represa y de que el agua potable llegue hasta sus casas. "Esperamos que llegue ese día que a Caracolí se le dé lo que por derecho le corresponde, confiamos que el gobernador cumpla con su palabra como lo dice en su eslogan y nosotros estamos prestos a hacerle seguimiento”, dice Osvaldo Carrillo.

De no cumplirse con estos acuerdos la comunidad afirma que está dispuesta a manifestarse nuevamente y salir a la carretera, hasta que la institucionalidad responda y dé respuesta a sus necesidades.

cross
Consonante
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.