La desnutrición infantil mantiene en alerta a las autoridades de Tadó, especialmente por el riesgo que representa para la salud y la vida de los niños y niñas del pueblo Embera Katío, que habitan en la zona rural. En lo que va de 2025, se han registrado 36 casos y una muerte por desnutrición en menores de cinco años, de los cuales 30 corresponden a comunidades indígenas, según datos del Comité de Vigilancia Epidemiológica Comunitaria. En 2024, la situación fue aún más crítica: se identificaron 94 casos y se reportaron dos muertes por las mismas causas.
Esta situación fue expuesta durante una sesión del Comité de Vigilancia Epidemiológica Comunitaria, realizada el pasado 29 de mayo en la Alcaldía de Tadó. Al encuentro asistieron líderes comunitarios, veedores ciudadanos y representantes de la Nueva EPS, el Hospital San José de Tadó, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Liga del Usuario y la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata).
Durante la reunión, líderes y veedores coincidieron en que la presencia de actores armados agrava la situación, ya que obliga a las comunidades a permanecer confinadas. En palabras de Wilson Andrade, líder indígena Emberá Katío del resguardo de Bochoromá y concejal de Tadó, “los casos de desnutrición infantil son producto de la falta de alimento por causa del conflicto armado que nos mantiene confinados. Ya no podemos cazar animales, pescar en los ríos y menos ir a buscar el plátano porque no sabemos qué puede pasar en el monte”.
"Los casos de desnutrición infantil son producto de la falta de alimento por causa del conflicto armado que nos mantiene confinados. Ya no podemos cazar animales, pescar en los ríos y menos ir a buscar el plátano porque no sabemos qué puede pasar en el monte".
Los altos índices de desnutrición infantil en Tadó reflejan una problemática que afecta a todo el departamento. El Chocó es, junto con La Guajira y Antioquia, uno de los territorios más golpeados por la desnutrición infantil en Colombia. Solo en 2024, 149 niños y niñas menores de cinco años murieron en el departamento por causas asociadas a la falta de alimento y agua potable, según datos del Instituto Nacional de Salud (INS).
De hecho, el 64,5 por ciento de los municipios del Chocó —es decir, 20 de los 31— presenta una razón de mortalidad por desnutrición infantil superior al promedio nacional, que ha estado entre 2,2 y 3,5 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, señala el INS en un boletín emitido en septiembre de 2024.
Estas cifras no son aisladas ni accidentales. Son el resultado de un conjunto de condiciones socioeconómicas precarias que dificultan el acceso a una alimentación completa y equilibrada, como lo son la falta de acceso a servicios básicos y la presencia permanente de actores armados, explica el INS.
Pocos recursos, largas distancias
En Tadó hay cinco resguardos indígenas: Silencio, Peñas del Olvido, Cañaveral de Bochoromá-Bochoromacito, Mondo-Mondocito y Tarena. En todos se han presentado casos de desnutrición infantil, especialmente en Tarena y Mondo, según la coordinadora de salud municipal de Tadó, Brenda Yuley Mosquera.
“En las visitas extramurales que hemos realizado en las comunidades, nos hemos dado cuenta de que los niños consumen arroz sin proteínas, sin verduras ni frutas. A veces también pasa que no se hace un uso adecuado de los medicamentos para que los niños puedan ganar peso. Cuando las EPS entregan suplementos y vitaminas, terminan consumiéndoselos personas que no cumplen con las condiciones”, dice Mosquera.
De acuerdo con Wilson Andrade, líder indígena Emberá Katío del resguardo de Bochoromá, esto ocurre porque no existen garantías de seguridad alimentaria para las comunidades. “El gobierno tiene algunos programas con el ICBF que brindan atención reducida, el Programa de Alimentación Escolar (PAE) para los estudiantes es muy precario y los alimentos se cocinan al aire libre porque no tenemos comedor escolar”, cuestiona.
Por otra parte, cuando se presentan casos de desnutrición y enfermedades en general, a las familias se les dificulta llegar hasta el Hospital más cercano, que para algunos resguardos se encuentra a una hora a pie y luego otra media hora en carro. “En las comunidades de Mondo y Tarena se han presentado casos de desnutrición infantil, nuestro jaibaná atiende hasta donde puede y en ocasiones lleva a los niños al hospital, pero se nos dificulta con los medicamentos debido a que no los entregan completos y nuestra gente no tiene los recursos para comprarlos ni para bajar hacia el médico”, denuncia Andrade.
La situación se agrava cuando, tras un gran esfuerzo por llegar al Hospital San José de Tadó, las familias se encuentran con una atención médica limitada. Camila Franco, nutricionista del centro médico, explica que el hospital solo está en capacidad de brindar atención primaria y que, en casos de desnutrición crónica, los niños deben ser remitidos al Hospital San Francisco de Quibdó, ubicado a dos horas por carretera.
La seguridad alimentaria aún es una promesa
Aunque muchas familias cuentan con ayudas de organizaciones humanitarias, “estos son alivios temporales” y no resuelven realmente el problema estructural, cuestiona Andrade. “Necesitamos producir nuestros propios alimentos: tener gallinas, cerdos, pescado para tener proteínas”, dice.
En eso coincide Leidy Rentería, coordinadora del Centro Zonal de Tadó, el punto de atención del ICBF en el municipio. “A pesar de que hacemos presencia en las comunidades indígenas, los programas no son suficientes para mitigar la mortalidad por desnutrición infantil debido a que es una cadena de actores la que debe intervenir para ofrecer una solución”.
Rentería explica que, cuando se identifica a un niño con signos de desnutrición dentro de los programas del ICBF, se activa una ruta de atención prioritaria que incluye hacer una estabilización del menor y luego este debe ser remitido a un centro de recuperación nutricional. El problema es que Tadó no cuenta con este tipo de centros.
“Antes lo teníamos, pero por falta de cobertura fue trasladado al municipio de Istmina. Hoy, los niños que requieren este tipo de atención deben ser llevados a Istmina o, en algunos casos, a la ciudad de Quibdó”, precisa Rentería.
"Hoy, los niños que requieren este tipo de atención deben ser llevados a Istmina o, en algunos casos, a la ciudad de Quibdó".
A nivel local, el ICBF cuenta con dos hogares infantiles en el área urbana y con Centros de Desarrollo Infantil (CDI) en las zonas rurales de El Tabor, Carmelo, Playa de Oro y Corcovado. Sin embargo, la infraestructura de estos centros está en regular estado, algo de lo cual es responsable la administración municipal, asegura Rentería.
Por otra parte, el instituto entrega a las familias paquetes alimentarios con productos como huevos, pasta, aceite, frijol y panela, para que sean consumidos por los niños beneficiarios o las mujeres gestantes o lactantes. Sin embargo, cuenta Rentería, estos terminan siendo compartidos con toda la familia, lo cual disminuye el aporte nutricional individual que se espera para la recuperación del niño.