La vía que comunica a San Vicente del Caguán con el centro poblado de Campo Hermoso es clave para el comercio de leche, carne y queso, productos que se comercializan en todo el país y son la base económica del municipio. El mal estado de la vía ha producido daños en los vehículos que la transitan e incremento en el costo del transporte.
Por eso, desde el 2021, varias Juntas de Acción Comunal de la inspección de Campo Hermoso se unieron para presentar el proyecto que hoy está en marcha: pavimentar dos kilómetros de la vía. Aunque es un tramo pequeño, para la comunidad significa un gran cambio en tiempos y costos y un primer paso para continuar con la propuesta para terminar todo el corredor. Para eso propusieron una cofinanciación en la cual las juntas aportan la mano de obra y la maquinaria.
El proyecto lo presentaron ante el programa Rutas Pdet, que hace parte de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial que nacieron del Acuerdo de Paz con las Farc, y cuyo fin es cerrar brechas en los municipios más golpeados por el conflicto armado, como San Vicente del Caguán. Rutas Pdet, programa liderado por el gobierno nacional, tiene como fin mejorar la infraestructura vial vinculada a las cadenas productivas de lácteos y cacao en Caquetá, Putumayo y Nariño. Para lograrlo reciben recursos de la Unión Europea a través de la Red Nacional de Agencias de Desarrollo Local de Colombia (Adelco), una institución privada sin ánimo de lucro.
El proyecto fue aceptado y a las cuatro Juntas les dieron un presupuesto de 1.750 millones de pesos para ejecutarlo (más de 350 millones de pesos para cada una). Es la primera vez que las Juntas de las veredas Nuevo Palmichales, El Progreso, Circasia y Campo Hermoso manejan un presupuesto tan alto. A pesar de los desafíos que esto ha significado, la inversión y el trabajo de la comunidad empiezan a reflejarse en el territorio con un avance de casi la mitad de la obra según Ángela González, presidenta de la JAC de Nuevo Palmichales.
Llegar a ese punto no ha sido fácil para la organización comunal de Campo Hermoso. Primero, por la documentación que requerían para presentar a los proyectos y por los vacíos que tenían en temas de contratación. Segundo, porque la ejecución de los proyectos implica requisitos y formalidades, como la facturación electrónica o la digitalización de los documentos, que pueden ser difíciles de lograr en la ruralidad.
Sin embargo, la obra también ha sido un proceso de aprendizaje que los comunales quieren continuar y que consideran que los prepara para futuros proyectos. En especial con un Gobierno Nacional que ha querido empoderar a las JAC y darles mayor protagonismo en el desarrollo territorial.
Los primeros pasos
El proceso para pavimentar la vía no empezó con la presentación del proyecto, sino con la capacitación a los comunales para que pudieran construirlo y concursar para su financiación. Hace cerca de cuatro años, Corpomanigua, una corporación que trabaja en la Amazonía y busca dinamizar procesos sociales, y el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) empezaron a dictar talleres sobre contabilidad y procesos administrativos a miembros de las juntas directivas y de la comunidad. Su fin era orientarlos en la gestión y manejo de proyectos.
Ángela González, presidenta de la vereda Nuevo Palmichales dice que al inicio de las capacitaciones asistían unas 11 veredas de la región, pero sólo las cuatro que se quedaron con el proyecto terminaron el proceso. “Algunas veían difícil cumplir con documentos como personería jurídica o libros sellados de tesorería y de inventarios”, cuenta González. Reducir los requisitos para participar en las convocatorias del Gobierno nacional ha sido una de las peticiones de los comunales.
Las capacitaciones fueron cruciales porque de las cuatro Juntas de Acción Comunal que tienen el proyecto, sólo la mitad tenían experiencia en ese campo. Ese era el caso de la JAC de la vereda Nuevo Palmichales y de la del centro poblado de Campo Hermoso. Nelson González, expresidente de esta última, cuenta que gracias a los recursos de cooperación internacional de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) llegaron a manejar proyectos de hasta 450 millones de pesos y a través de esto construyeron varias obras, una de esas fue el restaurante escolar de la institución del centro poblado de Campo Hermoso.
El cruce entre las cuatro Juntas de Acción Comunal unido a la experiencia de unas y a la formación que ganaron otras, logró que el proyecto fuera adjudicado. Para la comunidad se trataba de un logro de todos. “Con nosotros la plata rinde más y son las mismas comunidades las que sirven como veedoras de los proyectos”, comenta Nelson González. Habitantes de Campo Hermoso como Obet Montenegro, opinan similar: “es importante que sean las juntas las que también contraten, desarrollen y ejecuten obras. Con eso los líderes se van capacitando en el proceso de contratación y nos vamos empoderando de nuestros propios recursos”.
"Con nosotros la plata rinde más y son las mismas comunidades las que sirven como veedoras de los proyectos".
Ángela González, presidenta de la JAC de la vereda Nuevo Palmichales
Esa ha sido la motivación principal de los comunales que están al frente del proyecto, pero llevarla a cabo ha sido difícil.
Los desafíos y las lecciones
Alexander Gutiérrez es veedor de la pavimentación de los dos kilómetros de la vía. Para él, uno de los problemas que ha tenido la ejecución del proyecto es que el presupuesto no es aprovechado en su totalidad debido a las condiciones técnicas que les exigen. “Uno conoce estas vías desde hace años y sabe que hay mucho tecnicismo que no es necesario. Sin eso podríamos aprovechar los recursos y hacer el doble o el triple de lo que nos propusimos, pero el dinero no rinde lo que uno espera”, cuenta Gutiérrez. Según dice, les han exigido estudios de suelo certificados por un ingeniero topográfico. Para ellos este requisito es innecesario porque, dicen, conocen la vía desde hace años y son los que han estado metiéndole mano cada que esta necesita una intervención.
"Uno conoce estas vías desde hace años y sabe que hay mucho tecnicismo que no es necesario. Sin eso podríamos aprovechar los recursos y hacer el doble o el triple de lo que nos propusimos, pero el dinero no rinde lo que uno espera".
Alexander Gutiérrez, veedor
Jhon Cleider Garzón, presidente de la JAC de El Progreso, comenta que además de la restricción en el presupuesto siente que las compras o la adquisición de elementos claves para el proyecto se han complicado por que les exigen cotizaciones, facturas electrónicas, entre otros documentos. Aunque siempre han sido cuidadosos con el dinero que manejan, antes lo hacían de forma empírica y ahora deben llevar un mayor control de cada peso que invierten. “Hasta para comprar una libra de puntillas hay que pasar por un proceso de aprobación. Es engorroso, pero estamos saliendo adelante”, dice.
Otras dificultades ha sido por conseguir elementos que normalmente no tienen a la mano, como la maquinaria para cargar el asfalto y realizar las adecuaciones del terreno. Conseguirla ha sido difícil porque son escasas y las pocas que hay se mantienen ocupadas en otras obras. Por eso han tenido que gestionar el préstamo de las maquinarias ante la Gobernación, pero son las comunidades las que deben asumir los gastos de combustible y alimentación de los operarios. Eso eleva los costos que tenían presupuestados en un principio y hace que, en ocasiones, deban meterse la mano al bolsillo para suplir estos requisitos.
Aún sin terminar, la obra ya muestra algunos impactos positivos en el territorio. Uno de estos es la generación de empleo: 12 personas del municipio han sido contratadas en labores como maestros de construcción, contadores, auxiliares administrativos y las llamadas ‘paleteras’ que regulan el tránsito en la vía y fueron capacitadas por el Sistema Nacional de Aprendizaje (Sena). Esa contratación también ha sido ejecutada con perspectiva de género, pues del total de trabajadores, la mitad son mujeres. Más allá de cumplir con el requisito de emplear a un porcentaje de la comunidad para poder ejecutar la obra, la medida genera oportunidades laborales y aportan al sustento económico del municipio.
Por razones como estas, y por el aprendizaje que todos los líderes dicen haber visto en los desafíos que se han presentado, es que siguen esperanzados en que oportunidades como estas, de ser los que se hagan cargo de la infraestructura de su territorio, se repitan. “Esto ha sido de mucho aprendizaje y nos ha ayudado a conocer las capacidades de cada uno como líder”, dice Garzón, presidente de la JAC El Progreso.
Para que estos proyectos se sigan llevando a cabo y se perfeccionen, Ángela González de la vereda Nuevo Palmichales propone que los procesos no sean tan complejos ni técnicos. “Ojalá lo hicieran de otra forma, que no lo amarren tanto a uno con tecnicismo. Está bien que nos exijan tener personal que sabe del tema, pero en otros aspectos nos exigen como si fuéramos ingenieros y no lo somos”, cuenta González.
Además, dice que procesos como estos ayudan a formarlos y a que los recursos lleguen directamente a las comunidades. “Si estamos haciendo esto es porque lo necesitamos. En cambio, si viene un intermediario nos va a quedar por ahí la mitad del presupuesto. Para nosotros ha sido una buena oportunidad que nos dejen manejar recursos, hemos demostrados que somos responsables y hemos cumplido con todo”, asegura González
"Para nosotros ha sido una buena oportunidad que nos dejen manejar recursos, hemos demostrados que somos responsables y hemos cumplido con todo".
Ángela González, presidente de la JAC de Nuevo Palmichales
Ante esto, Obet Montenegro, habitante de Campo Hermoso, también hace un llamado a los líderes reconociendo las dificultades que implican las apuestas que hacen por la comunidad: “Hay que tener mucha resiliencia, capacidad de adaptación, paciencia y transparencia porque al final, lo que queremos todos, es que se vean los resultados junto con la honestidad de los líderes”
De los dos kilómetros de la vía, la comunidad ya ha pavimentado 900 metros, casi la mitad del proyecto. Todos los días, por el tramo en cuestión, las personas se dispersan entre los que cargan y descargan material, los que supervisan la obra y los que controlan el tráfico con el único fin de cumplirle a la comunidad de Campo Hermoso.