Pedro Elí Pérez se fue de Fonseca hace más de diez años. En 2011, viajó hasta Ocaña, Norte de Santander, a estudiar tecnología agropecuaria en la Universidad Francisco de Paula Santander. Dos años después regresó a su pueblo a hacer las prácticas en el desaparecido Centro Ranchería. Su plan de vida siempre fue regresar. “Tengo que brindarle algo a mi pueblo”, decía. Pero al terminar sus prácticas no logró encontrar trabajo entonces decidió continuar estudiando. Volvió a Ocaña y estudió Ingeniería ambiental en la misma universidad. Se graduó e hizo sus prácticas en 2018. Ya como profesional volvió a enviar su hoja de vida a varias bolsas de empleo virtuales, y entregó copias físicas en las sedes de varias empresas de Fonseca como el Instituto Colombiano Agropecuario o el Cerrejón, pero tampoco obtuvo respuestas.
En el 2021 terminó otro curso sobre formulación de proyectos, esta vez en el Sena, con la esperanza de poder conseguir trabajo ahí mismo, pero no lo logró. Ese año decidió irse. Pasó por Curumaní y Aguachica, en el Cesar, y San Roque, en el sur del Bolívar, pero terminó de nuevo en Norte Santander trabajando como docente de biología y química. Así logró ahorrar lo suficiente para montar un restaurante en Fonseca, que ahora administra a sus 33 años.
El caso de Pedro Elí se repite cientos de veces en Fonseca. La última publicación sobre el panorama laboral en el municipio fue realizada en 2010 por la Universidad de La Guajira para la secretaría departamental de Desarrollo Económico. Según este estudio, cerca de 9.768 personas, de un total de 36.447, no tenían un trabajo estable. Es decir, cerca de tres de cada 10 fonsequeros no tenían un trabajo formal al momento de la investigación.
Otras cifras más recientes permiten inferir que poco ha cambiado desde entonces. Por ejemplo, según datos entregados por la Universidad de La Guajira a Consonante, de 120 estudiantes que se gradúan en promedio cada año, en el municipio, solamente el 32 por ciento consigue ubicarse durante los primeros dos años de graduados. Esta institución ofrece actualmente dos carreras profesionales y una técnica en Fonseca: Ingeniería ambiental, Trabajo Social y Gestión de comercio internacional.
Varios jóvenes consultados por Consonante coinciden en que es muy difícil conseguir un trabajo formal y bien remunerado. Especialmente, uno que vaya en línea con su preparación académica o técnica. Y ante esa situación, dicen, es mejor probar suerte en otro lugar.
Pocas opciones laborales por fuera de la minería y la alcaldía municipal
En Fonseca las principales fuentes de empleo son la mina El Cerrejón, el Hospital San Agustín y la Alcaldía. Estas plazas las disputan, según un informe socioeconómico publicado por la cámara de comercio de La Guajira en 2022, 31.698 personas en edad de trabajar, es decir, mayores de 15 años.
El Cerrejón, según un comunicado publicado por la empresa en 2021, genera más de 11.000 empleos en todo el departamento, entre trabajadores directos y contratistas, de los que más del 60 por ciento son guajiros. Sin embargo, las plazas de trabajo disponibles suelen ser codiciadas por trabajadores de los nueve municipios del sur de La Guajira y hasta Valledupar. Por lo que las opciones para los fonsequeros se reducen.
A esto se le suma que según el portal de Elempleo, la fuerza laboral directa de El Cerrejón está integrada en un 83 por ciento por personal técnico y 17 por ciento profesionales. Ante este panorama, Samuel Zambrano, docente investigador en el área de mercados fronterizos, negocios internacionales, comercio exterior e internacionalización empresarial de la Universidad de La Guajira, agrega que los puestos que requieren preparación profesional no suelen ser ocupados por personas del departamento. “Estas multinacionales prefieren contratar a personas que no son profesionales para hacer un trabajo específico y técnico. Al profesional en Ingeniería de Minas, por ejemplo, no lo necesitan porque para esa labor ya tienen personas que no son del departamento”, asegura Zambrano.
En la Alcaldía, hay pocos empleos directos. “Aquí (en la alcaldía) solamente hay 16 cargos más el alcalde, eso es lo que podemos ofrecer”, dice Eder Huguez, secretario de Gobierno. Sin embargo, la mayoría de los contratos del ente territorial son de prestación de servicios. Según Elmis Robles, profesional de apoyo en el área contable en la oficina de talento humano de la alcaldía, actualmente hay 21 puestos de planta y 92 empleos de prestación de servicios.
En menor medida está el sector agro y la manufactura, que está compuesto por pequeñas y medianas empresas que no necesariamente buscan conocimientos especializados. “Para la manufactura necesitan personas que solamente aplican para algunas actividades básicas y no actividades especializadas, porque es una empresa básica, una empresa que es para el diario vivir, para generar pocos ingresos y que no necesita ningún tecnicismo”, dice Zambrano.
En esta situación se ve reflejado Pedro, quien en varias ocasiones ha intentado acceder a un trabajo en la mina y otras empresas. “Hay puestos en Postobón y Coca-Cola pero de repartidor o vendedor puerta a puerta. O como cajero en el Ara o el D1. O en la mina manejando un tractor y mecánico soldador. Pero no hay una fuente de empleo con la que puedas vivir bien, que te ayude a ahorrar y crecer económicamente. En La Guajira no hay empleo”, opina el joven.
En Fonseca, según un informe empresarial de la cámara de comercio de La Guajira de 2020, hay 1.363 empresas. De esa cantidad, solamente hay dos empresas grandes, es decir, que según su nivel de ingresos por actividades ordinarias anuales, superan entre los 20 mil y 91 mil millones de pesos al año dependiendo del sector (manufactura, servicios y comercio). Seis empresas medianas y 16 pequeñas. En contraste, hay 1.339 microempresas, en su mayoría dedicadas al comercio al por mayor y menor.
Esta ausencia de grandes empresas, que se traduce en la poca oferta laboral, es consecuencia de la falta de inversión en el municipio. “En ciudades capitales uno vincularía que la dificultad de conseguir empleo está relacionada con la falta preparación para el trabajo de los jóvenes, o sea que hay empresas que necesitan trabajadores y que los trabajadores no reúnen los perfiles. Pero aquí (en Fonseca) el problema es que ni siquiera hay demanda porque no hay inversiones. Entonces los que necesitan trabajar se dedican al trabajo de subsistencia”, explica Juan Perilla, director del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Caribe colombiano.
Para Perilla, lo preocupante de este panorama es que trasciende los límites del departamento de La Guajira. “Los jóvenes concursan por los pocos empleos locales que hay, se dedican a algún tipo de emprendimiento o se van donde les aparezcan mejores oportunidades. Muchachos brillantes que logran sobresalir en alguna profesión se van para Riohacha, Barranquilla, Cartagena o la capital, y esto es un fenómeno recurrente, no es un problema solo de Fonseca, sino de muchos municipios en el país”, dice.
La palanca le gana a la preparación
Varias fuentes consultadas por Consonante coinciden en que los pocos puestos de trabajo que ofrece el sector público suelen quedar en manos de los amigos, familiares o simpatizantes del mandatario de turno.
Para Yanis Mirleth Manjarrez, licenciada en Pedagogía Infantil del Instituto Nacional de Formación Técnica Profesional (Infotep) de San Juan del César, esta situación es evidente. Tiene 35 años y nació en San Juan del César, pero vive desde hace dieciséis en Fonseca.
Yanis tiene nueve años de experiencia laboral como docente y 14 en otros cargos del sector educativo. Ha trabajado con organizaciones internacionales como monitora de campo para ayudas humanitarias con migrantes venezolanos. Sin embargo, a pesar de su trayectoria, actualmente está desempleada. Para ella, la influencia de las amistades es evidente en el sector público. “Yo gané el concurso pasado y aunque la Secretaría de Educación me llamó, fui a la entrevista e hice todo el proceso, me dijeron que no había una plaza donde me pudieran ubicar”, cuenta. “La verdad es que si no es por recomendaciones de personas allegadas a los políticos, no se puede conseguir nada”, agrega.
Para Pedro Elí la palanca se nota hasta en el sector privado. “Yo quería volver a Fonseca para aportar a la economía, pero en ese proceso me di cuenta de que si no tenía una recomendación de alguien influyente no era nada. Uno dice: ‘uff, tanto que estudié y me maté para nada’. Busqué la ayuda de personas o instituciones que quisieran apoyarme para montar un proyecto, pero siempre encontré negativas por no tener una persona que me apadrinara”, sostiene.
A los jóvenes que terminan la universidad y los programas técnicos les suelen pedir entre uno y cinco años de experiencia laboral a la hora de buscar su primer trabajo. En contraste, las prácticas sólo son de seis meses, por lo que muchos quedan en el limbo.
Ese es el caso de Luz Estela Caro Gonzáles. Tiene 28 años, y hace nueve se graduó como asistente administrativa del Centro Agroempresarial y Acuícola del Sena en Fonseca. Sin embargo, desde que salió del Sena no pudo conseguir un trabajo donde pudiera aplicar lo que estudió. Trabajó como vendedora de ropa en almacenes y de ventas por catálogo, y como mesera en restaurantes, hasta que decidió viajar al centro del país. Sin embargo, su suerte no mejoró. En Cajicá logró ejercer como asesora de ventas de una empresa de comunicaciones. “En el 2021 decidí viajar hacia la ciudad de Cajicá en busca de trabajo, pero por poca experiencia se me hizo difícil conseguir un puesto de acuerdo a mi perfil”, dice.
Luz Estela, quien hoy es madre de dos niños de cinco y nueve años de edad, cuenta que escuchó la misma razón al ser rechazada en varios procesos de selección: “No tienes suficiente experiencia laboral”. Eso le dijeron cuando se postuló a un cargo en la Fundación de la Mujer y a otro en Bancolombia antes de irse del municipio. Luz Estela regresó a Fonseca hace un año, y desde entonces se dedica a vender postres de casa en casa para poder sostener económicamente a su familia. Dice que quiere conseguir el dinero para estudiar administración de empresas y montar su propio negocio. “Yo pienso que además de que Fonseca está muy poblada, hay muchas empresas que no contratan por la poca experiencia laboral que tienen las personas recién graduadas. Más bien voy a estudiar otra vez para ver si esta vez tengo suerte de un buen trabajo”, dice Luz.
Luz Estela no es la única que tiene esta percepción. Yelenka Hernández, joven desempleada y profesional de Geología de la Universidad de Pamplona, coincide. “En el municipio hay pocas oportunidades para jóvenes y exigen muchos requisitos para obtener un primer trabajo”.
Sobre este tema, Aura Oliva Gómez, coordinadora de la agencia pública de empleo del Sena regional La Guajira, explica que aunque las empresas reciben incentivos por parte del Gobierno para contratar jóvenes entre 18 y 28 años, gracias a la ley del primer empleo, y las prácticas deben tenerse en cuenta como experiencia laboral, esto no se cumple en su cabalidad. La agencia ha tenido que mediar para que esta contratación se dé.
“Nosotros como agencia pública de empleo negociamos con las empresas el tema de la experiencia. Si encontramos una mano de obra muy buena que cumple con el perfil y le faltan dos o tres meses de experiencia, ellos están cediendo”, asegura Gómez. Sin embargo, no siempre se puede: “También hay que tener en cuenta el tipo de empleo, porque hay proyectos que por su envergadura requieren de personas que tengan un alto conocimiento y experiencia porque ponen en juego muchísimas cosas como son las infraestructuras o las maquinarias que utilizan”, agrega.
El resultado del éxodo
Que los jóvenes terminen yéndose del municipio no solo perjudica sus planes de vida sino que, según explica Perilla, lleva a que la economía y desarrollo del municipio se estanquen. “Nosotros a eso lo llamamos un círculo de pobreza. En las familias no hay vías de escape de esa situación. Las vías de escape son la capacitación, el mejoramiento de las oportunidades para las personas, su vinculación al mercado laboral y el incremento de los ingresos. Pero si las oportunidades para las familias son pocas, entonces los que se van educando buscan otros lugares donde les pueda ir mejor y el municipio sigue estancado aunque produzca profesionales universitarios o con algún nivel de educación superior”, dice.
Por otro lado, está la falta de seguridad económica que tienen los jóvenes que se dedican a empleos informales como el mototaxismo o la venta de postres de Luz Estela. El dinero que obtienen de este tipo de actividades no les alcanza para ahorrar para su futuro. “En el largo plazo es un gran reto, puesto que un gran porcentaje de jóvenes hoy no está cotizando ni salud ni pensión. En unos 20 años esta carga laboral caerá en la población joven de ese momento que, al igual que la actual, enfrentará grandes desafíos en el mercado laboral”, afirma Roberto Luis Hernández, magíster en economía y docente de la Corporación Universitaria Latinoamericana con sede en Barranquilla.
Esta situación no se da solo en Fonseca. En la Guajira la mayoría del empleo es informal. Riohacha tiene la más alta tasa de informalidad del país. Entre enero y marzo de este año, el 67,3 por ciento de los ocupados en esta ciudad eran informales. Es decir, casi 7 de cada 10 personas con empleo pertenecían al sector informal de acuerdo con los datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
Sin soluciones a la vista
En este contexto, el número de personas sin empleo en toda La Guajira continúa aumentando de acuerdo con las últimas cifras del Dane. En el último año la cantidad de ocupados pasó de 449 mil a cierre del 2021, a 414 mil a corte de 2022. Es decir, hubo una disminución de 36 mil puestos de trabajo.
La única opción que les quedó a Pedro, Yanis y Luz fue emprender. Pedro se dedicó a su restaurante de comidas rápidas, Yanis a la venta de productos de belleza por catálogo y Luz a vender postres puerta a puerta. Y aunque emprender es una opción que los expertos consideran viable, para el caso de Fonseca no es una tarea fácil: en el municipio son pocas las iniciativas que apoyan el emprendimiento. Existen algunos programas de apoyo a emprendedores como: el Fondo Emprender del Sena, el Fondo Mixto y capacitaciones de la Cámara de Comercio. Sin embargo, sus cupos son limitados y no ofrecen un acompañamiento desde el comienzo.
Esto hace que estos emprendimientos no generen mayores ingresos ni puestos de trabajo, por lo que poco se distancia del trabajo informal. “El problema es que entre más pobres los municipios, como es el caso de Fonseca, los emprendimientos terminan siendo de subsistencia: el comercio de la señora que sale a la puerta de su casa y prepara unas arepas para vender y con eso resuelve los ingresos que necesita para el día, pero este emprendimiento es simplemente para subsistir” explica Juan Perilla.
Por su parte, la alcaldía municipal de Fonseca no tiene ningún programa o política de gobierno dirigido a fomentar el empleo de los jóvenes. Así lo confirmó Eder Huguez, secretario de Gobierno. La Cámara de Comercio tampoco ofrece ningún programa de empleabilidad en el municipio, solamente en Riohacha y Maicao. Las únicas opciones para encontrar trabajo son la bolsa de empleo de la Universidad de La Guajira y la agencia pública de empleo del Sena.