Foto: Archivo familiar
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‘Berta Caldera’, el amor no correspondido que hizo eterno a Bienvenido Martínez

En una época en que los juglares rurales componían y cantaban al margen de la fama, Bienvenido Martínez logró colarse en la historia del vallenato tradicional con una sola canción: ‘Berta Caldera’. Hoy, sus hijos piden que su memoria sea honrada en su natal Fonseca.

La primera vez que Bienvenido Martínez vio a Berta Caldera fue durante una fiesta en Oreganal, un caserío del municipio de Barrancas. Ese mismo día se enamoró de ella: de su forma de coquetear, de sus caderas anchas y ojos grandes. Decidido, se acercó a Concepción, la madre de Berta, para pedirle permiso para bailar con su hija, pero ella lo rechazó rotundamente. Bienve era enamoradizo, pero también terco así que, sin importar la negativa, decidió que era ella la musa de su inspiración. 

Para hacerle saber lo que sentía, Bienvenido le compuso unos versos que luego se convirtieron en una canción. Un paseo vallenato que empezó a cantar de pueblo en pueblo como forma de recado. El tema era una declaración de intenciones, decía que no la podía olvidar y que quería ofrecerle una casa en Fonseca. Pero Berta no le prestó atención y, dos años después, escogió el amor de otro hombre: Jaime Daza. Bienve vivió la historia de un amor no correspondido y, de paso, la convirtió en un clásico de la música vallenata con el nombre Berta Caldera.

Ay, si fueres a Oreganal 

me saluda a Berta Caldera 

que Bienve vive en La Sierra 

y no la puede olvidar. 

Los versos de ese amor fallido se volvieron célebres en las voces de reconocidos intérpretes del vallenato. El primero en grabarla fue su primo, Luis Enrique Martínez, conocido como El Pollo Vallenato. Sin embargo, quienes realmente la popularizaron fueron Los Hermanos López con Jorge Oñate, al incluirla en su disco Lo último en vallenato, lanzado en 1971. También fue interpretada por figuras como Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, Poncho Zuleta, el Binomio de Oro y Jean Carlo Centeno. Además, quedó inmortalizada en canciones emblemáticas como El cantor de Fonseca, composición de Carlos Huertas que internacionalizó Carlos Vives.

“Esta canción es uno de los emblemas sonoros del periodo campesino juglaresco y un buen ejemplo del estilo de componer previo al periodo de las grabaciones. En el territorio local es un referente de identidad, se convierte en clásico no sólo por lo exitoso y las múltiples versiones, sino porque sirve de modelo para otras canciones, en especial la frase que dice ‘si fueres pa’ Oreganal’, que sirvió de réplica a muchas canciones como ‘si fueres para El Difícil’ o ‘si fueres para El Hatico’”, destaca Abel Medina, investigador musical.

Los hijos de Bienvenido Martínez recuerdan quién fue Berta Caldera para su padre. Aldemiro Martinez dice que “era una muchacha muy elegante que conoció en la fiesta de Monche Campuzano, uno de sus compadres”. Bienvenido Segundo Martínez relata que era tanto el enamoramiento de su padre que “una vez le regalaron una novilla a la que le puso el nombre de Berta y compró un gallo fino que también llamó Berta y que le hizo como 11 riñas”. 

Jadith Martínez, por su parte, cuenta que cuando Bienvenido escuchó la canción en la radio por primera vez dijo: “Ah, pero si esa es la canción mía, voy a ver qué hago porque tienen que saber que es Bienvenido Martínez el compositor de Berta Caldera”. En palabras de Jadith, “esa canción le cambió la vida a mi papá en un momento en que no se daban a conocer los cantantes de la época que se dedicaban al campo, sino que los músicos que eran conocidos vivían en la ciudad”.

Entre el campo y las notas del vallenato

Bienvenido Martínez nació el 14 de julio de 1920 en el corregimiento El Hatico, municipio de Fonseca. Es hijo de Víctor Vicente Martínez Soto y Rafaela Gómez Mendoza, creció junto a sus cinco hermanos —Juanito, Víctor Manuel, Basilisa, Felicita y Tomasa "Macha"— siendo el menor de todos. Su infancia y juventud transcurrieron en la finca Faldioska, entre cultivos de cacao, yuca, maíz y guineo, así como entre las crías de ganado, gallos finos y caballos de paso. Allí, entre la tierra fértil de La Sierra y las notas del folclor vallenato, forjó su identidad. 

Era una época en la que los juglares rurales eran invisibles frente al brillo de los artistas de la ciudad. Pero eso empezó a cambiar gracias al talento de compositores como Bienvenido, que se abrieron paso con canciones que hablaban sobre el amor, el dolor, la naturaleza y la vida cotidiana. Esos versos eran llevados a lomo de mula por todos los pueblos del Magdalena Grande y eran los que encendían las parrandas. 

“Bienvenido Martínez tuvo el privilegio de que solo necesitó de una canción para insertarse en la historia del vallenato. No necesitó más. Él representa un periodo del músico campesino de cultura oral, que le cantaba a referentes concretos. Sus canciones son de estructura con estrofas de cuatro versos octosílabos como casi todas las del periodo de la juglaría”, explica Abel Medina, investigador musical.

Y aunque Berta Caldera fue la canción que posicionó el nombre de Bienvenido Martínez más allá de Fonseca y de La Guajira, su legado musical no se limita a ese único éxito. La fuerza y belleza de esa composición lo hicieron brillar como compositor, pero su pluma dejó muchas otras joyas que merecen ser recordadas. Algunas de ellas son Milagro, La Campanillita, El Boca pa’ Abajo, La Siática, El Recorrido, El Muerto Tendido, Mi Acordeón y El Gavilán Huraño

Después de Berta Caldera, Bienvenido se enamoró muchas veces hasta quedarse con el amor de Carmen Dilia Rodríguez, su pareja desde 1952, cuando ella tenía 17 años y él 32. De esa unión nacieron siete hijos. Para sacarlos adelante, Bienvenido trabajaba en el campo y haciendo sus correrías musicales en las fiestas patronales, mientras Dilia hacía de todo para vender: bizcocho, merengue, arboleda, mazapán, pasteles. 

Además de sus hijos, Carmen Dilia crió otros dos más de Bienvenido, a quienes recibió de 7 y 9 años y los trató siempre como si fueran suyos. Incluso, a veces ha llegado a decir que hubiese recibido con la misma generosidad a las hijas de Berta Caldera en caso de que ellas hubiesen sido hijas de su marido. 

“Él vivía en su caballo, parrandeando y bebiendo, pero me quiso mucho, y me lo demostró con cariño. Hasta me compuso un cántico”, cuenta Carmen Dilia, quien recita de memoria uno de los versos que le dedicó, donde la compara con la campanilla, una flor morada que brota en enero. 

Eres chiquita y bonita

así como yo te quiero,

pareces campanillita 

nacida en el mes de enero.

De La Guajira a Maracaibo

A pesar de ser un artista admirado y querido por su pueblo, Bienvenido Martínez no fue ajeno a la violencia que marcó a muchas familias. A él también le tocó abandonar su tierra en el 2000. Junto a su esposa e hijos se desplazó a Venezuela, donde vivieron durante diez años. Allí tuvo que ganarse la vida trabajando en una parcela, sembrando yuca y criando pescados.

“Mi papá en ese país hizo buenas amistades, lo querían mucho”, dice su hijo Bienvenido Segundo. “Seguía haciendo sus parrandas igual que cuando estábamos en Colombia. Por eso lo siguen recordando con cariño, todavía nos llaman para preguntar por nosotros. Eso nos demuestra que su alegría y su música también dejaron huella en Venezuela”, celebra.

Hasta el día de hoy, los hijos de Bienvenido Martínez: Víctor Vicente, Bienvenido Segundo, Yaimis, Jadith, Euliris Manuel, Belisides Rafael y Aldemiro expresan con orgullo el legado que su padre les dejó. “Nosotros somos reconocidos en nuestro terruño, en nuestro pueblo, en Colombia y hasta en el exterior”, dice Aldemiro Martínez. 

“Donde vamos y decimos que somos hijos del compositor de Berta Caldera, la gente nos brinda una atención especial, nos recibe con cariño. Solo con saber que somos hijos de Bienvenido, ya nos miran diferente. Eso nos llena de orgullo, porque sentimos que su legado sigue vivo a través de nosotros”, dice Jadith Martínez.

El domingo 13 de junio de 2010, mientras residía en Maracaibo, Estado del Zulia, falleció Bienvenido Martínez. Cuando murió su cuerpo fue trasladado a Fonseca, donde fue recibido con un sentido homenaje. En la plaza Simón Bolívar se reunieron para rendirle tributo y recordar su historia como juglar campesino, compositor y defensor del vallenato tradicional. Allí se contaron anécdotas, se escucharon sus canciones y se celebró su legado.

Sin embargo, sus hijos sienten que aún falta algo: un reconocimiento permanente que esté a la altura de su aporte a la música vallenata y a la identidad cultural del sur de La Guajira. “Queremos que a mi papá se le haga un monumento, así como el que tiene Luis Enrique Martínez y Carlos Huertas”, expresa su hija Jadith Martínez. 

“Fonseca necesita recordar a Bienvenido como lo que fue: un gran fonsequero, compositor y acordeonero, que aunque vivió en el campo y no gozó de fama nacional en vida, dejó un legado inmenso que merece ser visibilizado y honrado”, dice.

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