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Soy Olga Arenas, periodista local de Consonante, y quiero llevarte a mi municipio: San Vicente del Caguán, en Caquetá. Un lugar en el que disfrutas la belleza de los paisajes, hay varias cascadas y charcos que transmiten un sonido y una magia espectacular. En mí logran provocar paz, tranquilidad y agradecimiento.
En el Salto de la Danta me sentí libre y dichosa en mi infancia. Este lugar me permitía abrazar los árboles, sentir el olor de las flores silvestres, recibir la luz del sol en la cara y escuchar el sonido de la lluvia y de las hojas secas cayendo sobre la tierra.
Lo conocí a los seis años. Vivía en una finca llamada La Trinidad, en la vereda La Danta, muy cerca de la fonda de Omar Gaona, una casa grande de madera donde llegaba la gente a dejar sus caballos para caminar hasta el Salto. Un día, Fanny, la esposa de Gaona me contó que ese bosque estaba lleno de dantas que la gente cazaba para su alimentación. Por eso se nombró así a la vereda y al Salto, antes de que las dantas desaparecieran de ahí.
El Salto de la Danta es una cascada de 30 metros de altura aproximadamente, que forma una piscina natural y cristalina. Si vas desde San Vicente te demoras unos 40 minutos en carro para llegar a la casa de Gaona, donde empieza el camino a la cascada. El trayecto cuesta entre 15 000 o 20 000 pesos.
En el sendero escucharás grillos o el cantar de un pájaro. Basta con tener los sentidos dispuestos para detectarlos. Y al ver el manantial dan ganas de sumergirse en él y disfrutar de esa agua cristalina. Disfrutar de sus olores, sonidos y el ambiente ya es un regalo perfecto para la vida.
Lo que rodea la reserva es un bosque diverso y verde que se va haciendo más tupido a medida que te acercas a la cascada. Hay un camino natural que te lleva hasta la cima, pero nunca he llegado hasta allá. Mi hija, Elena, sí ha subido y me contó que desde arriba puedes mirar hacia todos lados, y que se puede ir a otro sitio donde también se bañan: “El salto de la bruja”.
También puedes visitar el río Caguán durante el festival de verano. Hay un muelle que es un lugar atractivo para andar y es, a su vez, muy importante para que los campesinos y campesinas traigan sus productos al pueblo. Puedes apreciar también otros ríos, quebradas y cascadas como: Perlas 1 y 2, charco Bogotá, el balneario ecoturístico El Pescador, los Cajones del Pato, la Azufrada, el cañón Aguas Claras, el charco El Poira, San Venancio y el Arenoso.
En estos lugares puedes comer un “fiambre”, una preparación de gallina, yuca y arroz que va envuelta en un trozo de hoja de plátano. Pero hay también a quienes les gusta la comida preparada en el sitio. Algunos, por ejemplo, hacen en leña un sancocho de gallina, una carne asada o un rico chocolate de cacao amazónico.
La gastronomía es una de las mejores. Puedes disfrutar de la deliciosa lechona, los tamales, el sancocho de gallina, los envueltos de choclo, el chicharrón, los pasteles y bebidas como la de caña dulce recién molida llamada guarapo.
Por la diversidad del relieve también tenemos variedad de climas y de cultivos: cacao, lulo cocona, arazá, piña, plátano, yuca y hortalizas, incluyendo plantas aromáticas y medicinales.
San Vicente del Caguán cuenta con gente pujante y trabajadora que tiene muchos emprendimientos y artesanías para mostrar. Y en el mercado campesino puedes comprar productos orgánicos sembrados, cosechados y transformados por la gente del campo.
Si visitas la plazoleta de comidas “Don Pompilio” podrás encontrar variedad de comidas rápidas, de parrilla y de olla, que te darán sabores, olores e historia. Allí también se puede apreciar el monumento Los Vaqueros, símbolo de resiliencia.
Otros monumentos principales son “Los Colonos”, que representa la familia trabajadora y fundadora; el monumento “El Hacha”, que nos recuerda a nuestros antepasados como signo de fuerza y trabajo; el monumento “Las Heliconias”, alusivo a la paz de las familias actuales y a la abundancia de nuestra tierra, flora, fauna y cultura. Este último monumento está ubicado en el parque principal.
Tenemos una historia muy importante sucedida para la época del despeje, que aún está en nuestros recuerdos y hemos aprendido a valorar cada día más. El puente colgante de madera, que está sobre el río Caguán, es patrimonio de nuestro pueblo. Hace parte de nuestra memoria colectiva donde el amor, el perdón y la reconciliación han logrado todo lo que hoy se aprecia del municipio.
Hoy es un privilegio para mí contarte un poquito de mi vida y de aquel lugar al que deseo puedas llegar a visitar. Aquí te esperaré, seré muy feliz de verte.