Edilma Loperena lleva 20 años trabajando por las mujeres wiwa. / Ilustración: Camila Bolívar.
La Guajira San Juan del Cesar Entrevista

“Las wiwa estamos en proceso de no permitir más violencia contra las mujeres”

Edilma Loperena Plata, coordinadora de mujeres del pueblo wiwa, lanza una advertencia sobre la violencia desproporcionada que están sufriendo las mujeres de este pueblo indígena en San Juan del Cesar por denunciar agresiones en su contra, y hace un llamado a las instituciones para que las protejan. “Antes nadie hablaba de esto y se veía algo como cultural, pero eso no es cultural”, dice.

El 14 de junio Maritza Loperena fue asesinada en la puerta de su casa en la vereda Piñoncito. Sucedió casi a las cinco de la mañana, cuando iba a poner el café y a hacer el desayuno para mandar a sus hijos de 12 y 13 años al colegio. Un hombre encapuchado le disparó y Martiza murió de camino al hospital. Este crimen puso en alerta a la comunidad.  Nadie entiende qué pasó. Por eso, el martes 28 de junio alrededor de 70 personas marcharon e hicieron un plantón en la Fiscalía de San Juan del Cesar para reclamar justicia y celeridad en la investigación que no registraba ningún avance dos semanas después del asesinato.  

Edilma Loperena Plata, coordinadora de mujeres del pueblo wiwa en los departamentos del Cesar, La Guajira y Magdalena, ha intentado exigir justicia para Maritza. Desde hace 20 años Loperena ha defendido y acompañado a otras mujeres wiwa que han sido víctimas de algún tipo de violencia. Hoy, trabaja con mujeres de las comunidades de Piñoncito, Marokazo, Siminke, La Peña de los Indios y de Gotenke en La Junta que se están capacitando para ser líderes. 

Consonante: ¿Qué significan las mujeres dentro de la comunidad wiwa?

Edilma Loperena: Las mujeres dentro del pueblo wiwa somos las dadoras de vida. Somos guías, espirituales, enfermeras, docentes, artesanas, cultivadoras, mejor dicho: somos transversales porque de nosotros depende la pervivencia de nuestro pueblo. Y no solamente somos importantes para el pueblo wiwa , sino que somos las únicas en la Sierra [Nevada de Santa Marta] que tenemos mujeres sabias a la altura de los mamos. Y también aportamos a través de nuestras sagas, nuestras guías espirituales.

C: ¿Cuál es la situación para las mujeres líderes en la comunidad? ¿Hay discrimación? ¿Se respeta su autoridad?

E.L.: A las mujeres del pueblo nos ha tocado rebelarnos para poder liderar procesos. A pesar de que nosotras tenemos las sagas, que son nuestras guías espirituales y también son autoridades, ha sido muy poco reconocido el rol de la mujer para liderar. Hemos sido muy pocas las que hemos tenido oportunidad, puesto que aquí impera mucho el patriarcado. A pesar de que nuestra organización es mixta. Uno debe ser persistente. Algunos líderes nos han apoyado, como el cabildo gobernador Víctor Loperena Mindiola. Hoy día estamos siendo más visibles junto a otras hermanas indígenas de la Sierra, como las compañeras kankuamas y las arhuacas. Nos faltan las kogui, que son las más tradicionales, y se les dificulta estar fuera de su territorio.

C: ¿Qué creen que pasa en San Juan del Cesar?

E.L.: Nosotras estamos muy preocupadas porque contra Maritza no había ningún tipo de amenaza y ella era una señora noble. Era un ama de casa, no tenía por qué pasarle esto. Era una mujer que únicamente se dedicaba a trabajar para su familia, a cultivar su patio, un patio hermoso y productivo con matas de piña, yuca, ñame, guineo y auyama. Hoy en día sus hijos están recogiendo esos frutos para poder subsistir, junto a su papá, que es discapacitado. Ellos no tenían ni con qué llevar a la mamá a darle cristiana sepultura, y les tocó endeudarse para poder darle el último adiós. Ni nosotros ni la familia encontramos ni pies ni cabeza de por qué la mataron. Eso se debe esclarecer, nosotros le pedimos a la justicia que investigue este asesinato, porque esa señora merecía estar viva. Ella merecía seguir su vida de mujer trabajadora. 

C: Maritza no recibió amenazas, pero varias de ustedes sí, ¿por qué?

E.L.: Nosotras estamos tocando temas muy sensibles, como lo es el tema de violación. No solamente por nuestros hombres, que no todos son iguales, sino también por violadores que están en las zonas cercanas, como campesinos. Hemos tenido violaciones también en la época del conflicto y estamos metidas de lleno defendiendo a esas mujeres que todavía no se les ha hecho justicia. Y trabajar esos temas no es fácil, porque nos van estigmatizando. En estos momentos nosotras estamos en un proceso de no permitir más violencia en contra de las mujeres y eso tiene un precio, porque antes nadie hablaba de esto, antes nadie defendía eso y se veía algo como cultural, pero eso no es cultural. Muchos hombres ya lo han entendido, y hoy tenemos el apoyo de nuestro Cabildo gobernador. La mujer se tiene que proteger, y la niñez se tiene que cuidar.

También hemos recibido amenazas por defender nuestro territorio. Las excavaciones y las exploraciones de minería en nuestros sitios sagrados nos afectan directamente a nosotras. También enfrentamos ese riesgo, porque hacemos énfasis en que la Sierra es el corazón del mundo y no puede ser explotada. Los mamos dicen que los minerales que hay ahí son como las vitaminas que el cuerpo necesita para funcionar. Lo mismo ocurre con nuestra madre tierra, con el oro, el coltán, el níquel, el cobre, el hierro… todos son minerales que la tierra necesita para mantener su equilibrio, para que haya buenos frutos, para que haya agua. 

"También hemos recibio amenazas por defender nuestro territorio. La Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del mundo y no puede ser explotada"

Edilma Loperena

C: ¿Han denunciado este tipo de amenazas? 

E.L.: Hemos hecho denuncias ante la Fiscalía. Muchos casos están en investigación. Ahorita estamos en unos procesos de seguimiento a través de un espacio que tenemos como pueblo wiwa por la protección que nos dio la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en ese espacio hemos logrado dialogar con los entes nacionales. Uno espera un resultado. 

C: ¿Cree que la justicia toma en serio las denuncias de las mujeres wiwa?

E.L.: Últimamente nos ha tocado hacerles protestas para que nos escuchen, para que vean que necesitamos esclarecimiento. Yo creo que ahora que se dan cuenta de que hay unas mujeres que van allá: que se paran, que hacen protestas y caminatas, que convocan medios de comunicación. Por eso, están mucho más pendientes. Nos ha tocado utilizar la protesta como medio para hacernos escuchar, para que puedan se puedan surtir acciones y podamos ver resultados.

C: ¿Saben de dónde vienen las amenazas?

E.L.: Pues no, no tenemos respuesta. Nosotras presumimos… pero no tenemos claro de dónde vienen.

C: La comunidad tiene medidas cautelares de la CIDH, ¿el Estado ha cumplido? 

E.L.: Puedo contar con una mano, y me sobran dedos, cuáles han sido las instituciones que nos han correspondido por la medida cautelar. La acción de las gobernaciones ha sido prácticamente nula, y las alcaldías lo mismo. El pueblo wiwa es el pueblo que más gente desplazada y fuera de su territorio tiene. El grupo de mujeres desplazadas del pueblo wiwa es grandísimo. En San Juan del Cesar los wiwa viven en el margen, en las orillas del municipio de una manera precaria, sin acceso a ningún servicio. Lo que dice la Corte es que a los miembros del pueblo wiwa se le deben garantizar en los mínimos vitales, los servicios y si viven en los cascos urbanos, maneras de que puedan producir para que no vuelvan a atentar contra la contra la integridad de los miembros del pueblo wiwa. Eso no se ha dado.

También estamos dentro del Proceso de paz como indígenas y como componente de género, pero no se cumple nada de lo que quedó ahí. Todo ha ido quedando en el papel. 

C: ¿Qué otras violencias han registrado contra mujeres wiwa?

E.L.: La discriminación. En muchos casos, nuestras mujeres son muchachas del servicio y a veces son violadas en las casas de familia, pero se quedan calladas porque no pueden decir que son explotadas. Les pagan lo que quieran, y a veces no las liquidan. Muchas veces tienen que irse, porque las acusan de que han robado para poder deshacerse de ellas. Han abusado muchísimo de ellas en todo el sentido de la palabra: han sido explotadas y esclavizadas. 

También somos discriminadas a nivel institucional. Vemos que a veces reúnen a ciertos grupos y las mujeres wiwa no somos tenidas en cuenta en las políticas sociales. Hemos sido excluidas. En algunos espacios donde debe de estar la mujer indígena, nos representan otras mujeres, hay mujeres que hablan por nosotras, que nosotras no tenemos ni idea.

"En muchos casos, nuestras mujeres son muchachas del servicio y a veces son violadas en las casas de familia, pero se quedan calladas porque no pueden decir que son explotadas".

Edilma Loperena

C: ¿Cuál es la razón de que siga habiendo violencia, especialmente contra las mujeres?

E.L.: Uno habla de no repetición, pero si no surte ningún efecto de parte de quienes tienen que proteger nuestra integridad, la violencia va a seguir. En estos momentos no hay garantías de que se pueda frenar esto. Y nos toca a nosotras seguir en la mitad.

C: ¿Qué debe pasar para que pare la violencia en su contra?

E.L.: Primero, necesitamos que haya apoyo, no solamente de las instituciones, sino dentro de nuestro territorio por parte de nuestras autoridades, de nuestros esposos, de nuestros hijos, y de otras mujeres. También que haya articulación con nosotras, que se nos tenga en cuenta en las instituciones. Y que se respete la integridad de la mujer, el trabajo de la mujer wiwa tiene que ser valorado. Yo quisiera ver una política pública donde una primera dama sea la que tenga que estar detrás de nosotras buscándonos, pero siempre nos toca a nosotras estar detrás de la encargada de política social. No es un favor que nos van a hacer, es un derecho que tenemos. También debe haber un compromiso de la sociedad. Necesitamos hacer más humano al hombre y a las personas que están alrededor de nuestros territorios. 

Esto que yo estoy hablando de se puede convertir hasta en un cuchillo para mi garganta, sí, pero estoy diciendo la verdad de lo que estamos viviendo.

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