Leticia, en los años sesenta, era una ciudad abrazada por el agua. Los humedales la rodeaban, las lluvias seguían su curso natural y las calles aún no conocían el asfalto. En esos charcos vivos, niños, jóvenes y adultos se sumergían para jugar, refrescarse y convivir con una fauna y una flora exuberantes, apenas tocadas por la contaminación.
Era común escuchar a los mayores contar cómo era esa Leticia de antes, la que parecía flotar sobre un entramado de caños, quebradas y selvas. Uno de esos narradores es Jorge Picón, especialista e investigador de las dinámicas urbanas de la ciudad. Para él, Leticia no era una ciudad cualquiera, sino un gran humedal que poco a poco fue desapareciendo bajo el peso del crecimiento desordenado.
“La ciudad se construyó a espaldas de los ecosistemas, pero a la luz del modernismo. Fue un suceso en contra de la naturaleza, sin tener en cuenta los servicios ecosistémicos que brindan y que actualmente se encuentran en riesgo. Sigue el taponamiento y la construcción cerca de sus afluentes”, advierte Picón.

De espaldas a la naturaleza
El desarrollo de la ciudad se fue construyendo “sin ver el río”, menciona Santiago Duque, biólogo e investigador de los ecosistemas acuáticos amazónicos de la Universidad Nacional sede Amazonía. Indica que las entidades no han entendido las dinámicas naturales que suceden en el bioma: “La falta de planeación ha ocasionado que se aumenten las problemáticas ambientales en la ciudad, ya que toda la estructura de Leticia mira para Bogotá”, agrega Duque.
Además, la movilidad demográfica en los últimos años en las ciudades amazónicas, según el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI), ha intensificado el loteo y ocupación de áreas que se localizan en entornos ambientales de alta vulnerabilidad, propiciando un proceso de invasión.
“El crecimiento fue tapando, eliminando y acabando los humedales”, puntualiza Duque. Advierte que los humedales están en condiciones muy vulnerables, con altos niveles de contaminación y de destrucción de todo tipo. Por tal razón, es frecuente que ocurran inundaciones de barrios en áreas urbanizadas.
Oscar Tamayo, biólogo y veedor ciudadano, sostiene que, al no haber un control por parte de las entidades, las poblaciones empezaron a construir sus viviendas cerca de sistemas acuáticos. “Rellenan los espacios y se generan conflictos. La ciudad fue creciendo con un gran desorden, la falta de regulación y monitoreo ha incrementado esta problemática”, afirma.

En consecuencia, esto ha generado una disminución en la cantidad de organismos presentes en estos ecosistemas. Según Francisco Alonso, observador de aves del Amazonas GOA (Grupo de Observadores de Aves Amazonas), la pérdida del caudal del humedal Simón Bolívar, cerca del barrio IANE, ha sido inminente: “Hace seis años se podía reportar 100 guacamayas pechirrojas y ahora debido a la tala de los árboles, la contaminación y destrucción de su entorno, está disminuyendo su población y se pueden reportar entre 30 o 40 individuos”.
“La protección y el cuidado hacia estos ecosistemas debe ser inmediata porque las repercusiones que se pueden generar en un futuro serán cuantiosas. Esto debe ser un propósito de todos: de la academia, de las autoridades y de la gente del común”, sentencia Francisco Alonso.
Un valor intrínseco en abandono
Los humedales son ecosistemas únicos que permiten el flujo del agua, retienen sedimentos, son el albergue de una gran cantidad de organismos y ayudan a depurar y a filtrar el agua, lo que previene las inundaciones. “Estos ecosistemas son los que más servicios ecosistémicos prestan, en condiciones de calidad y estabilidad”, advierte Santiago Duque.
“Debe haber un cambio a nivel político y social para aprender a vivir con la naturaleza dado que, si se pretende recuperar lo descuidado, deben producirse cambios y comprender las dinámicas naturales. Destruir un nacedero de agua o cananguchal es irreparable, porque son la esencia fundamental para sostener la cantidad y calidad del agua”, puntualiza.
Por su parte, Andrea Hines, bióloga y observadora de aves de la asociación GOA, describe a los humedales por su “valor intrínseco e intangible para la humanidad” e indica que su importancia radica más allá de lo económico, social o cultural, y se debe comprender que es un sistema natural que hace parte de las dinámicas e interacciones de la vida de un territorio.
Y aunque se tienen leyes, no se ha ejercido un control y un seguimiento adecuado, lo que ha generado que el deterioro y abandono hacia estos ecosistemas siga en aumento. Algunas leyes son: la 357 de 1997, que protege a los humedales especialmente por ser el hábitat de aves acuáticas; la resolución 196 de 2006, que adopta la guía técnica para la formulación de planes de manejo para humedales en Colombia; y la Política Nacional para Humedales Interiores de Colombia de 2022, que establece los lineamientos y acciones para la conservación, su uso sostenible y manejo.
Según Freddy Valencia, contratista profesional especializado de la entidad ambiental Corpoamazonia, existen planes para la conservación de estos ecosistemas, pero solo se “elaboran y se engavetan”.
Para Kevin Murillo, representante de la plataforma juvenil de Leticia y presidente de la veeduría ciudadana ambiental y de protección ambiental, faltan charlas con la comunidad, jornadas de recolección de basuras y la elaboración de proyectos a futuro “que permitan una intervención de fondo. Son procesos en los que hace falta mayor rigurosidad”. Murillo afirma que han denunciado estas situaciones por escrito a la Policía Nacional, la Alcaldía de Leticia y Corpoamazonia, sin recibir respuesta.
“El ambiente sano en Colombia es un derecho jurídico. Sin ambiente, no hay vida. El trabajo en equipo y el seguimiento continuo de los procesos para obtener respuestas es primordial para empezar a cuidar estos ecosistemas. Proteger la naturaleza debe ser un acto en defensa de la vida”, agrega.
Por tanto, Kevin Murillo, sostiene que los jóvenes, niños y niñas se convierten en los garantes de poder. “Generan cambios desde el fortalecimiento del liderazgo, la escuela, los semilleros y las plataformas que se han ido formando en el territorio para la protección y defensa de la naturaleza”, agrega.
Desde Consonante se solicitó entrevista con la Secretaria de Planeación Municipal y la dirección de Infraestructura, pero no se recibió respuesta.
Lo que sigue
Sin el control de las entidades estatales como la Alcaldía y Corpoamazonia, no se ha dimensionado la estructura y planificación de la ciudad. Aumento, que según advierte el Instituto de Investigaciones Científicas SINCHI, ha presionado el cambio de los ecosistemas.
Francisco Peláez, presidente de la junta de acción comunal del barrio IANE, barrio que colinda con el complejo de humedales Simón Bolívar, hace un llamado a la ciudadanía y a las entidades: “Pido que se deje de taponar, se haga un alto en el camino y nos escuchen. El agua es de todos y debe ser protegida”. Además de la participación de la ciudadanía se necesita voluntad de las entidades para hacer seguimiento y establecer líneas que protejan estos sistemas.
El llamado de las comunidades es a que se incentive la protección y recuperación adecuada hacia estos ecosistemas. Sin embargo, a la fecha no se ha realizado el modelamiento de los humedales, estudio que se realiza para tener un diagnóstico de las afectaciones.