Vivo con mis abuelos pescadores en un pequeño caserío a orillas de la quebrada Yahuarcaca, en la vasta Amazonía colombiana, cerca de Leticia. Ellos toda la vida me han enseñado la pesca artesanal en los lagos.
Soy un joven ticuna cuyo rostro cuenta la historia de una vida moldeada por la quebrada y el río. Para mí pescar no es solo un oficio, sino un ritmo vital que me conecta con los ciclos de la naturaleza y mi comunidad.
En la cocina de mi mamá siempre se vieron peces como el bocachico, la sardina, la lisa, el acarahuazú, el dormilón, el sábalo, las cuchas y otras especies emblemáticas para la familia. Nunca faltó comida en la mesa

En la selva, los sistemas lagunares son arterias vitales que nutren comunidades, ecosistemas y culturas. Los pescadores artesanales no solo son el corazón económico sino también actores clave en la conservación del equilibrio natural. Sin embargo, enfrentan desafíos ambientales y sociales profundos que amenazan su forma de vida y el ecosistema que habitan.
Este ensayo visual busca explorar sus prácticas, sus luchas y su resiliencia dentro del sistema lagunar de Yahuarcaca, a dos kilómetros de Leticia, la capital del departamento del Amazonas. Ese territorio es la casa del pueblo ticuna y del pez bujurqui de agua dulce.
#1. LA VIDA EN LOS LAGOS


La primera persona con la que empecé a pescar fue con mi abuelo, Mario Rufino. Llegó a este lugar hace 60 años y así recuerda lo que en esa época vio: “Unos lagos inmensos llenos de pepeaderos, en donde los frutos amarillos del timareo, los frutos rojos de los renacos, el café de las semillas de caucho, los rojos, amarillos y verdes frutos de los chontaduros caían al agua y los peces saltaban a comer estas frutas. El alimento para los peces era abundante y debajo de estos árboles estábamos los pocos pescadores que teníamos el placer de sacar con nuestros anzuelos, arpones, espiñeles, bolantines y atarrayas, peces grandes que solo veíamos en los lagos de Yahuarcaca o Wadio”.

Cada jornada comienza con el primer rayo de sol, cuando las comunidades de los lagos despiertan por el canto de aves y el sonido que produce el roce de las redes de pesca contra el agua. Hilda Parente es una mujer pescadora y en su relato cuenta que “iba a los lagos con mucha frecuencia desde hace 30 años o más. Teníamos lugares conocidos para pescar lisas, bujurquis, gamitanas, sardinas, arengas, tucunares, palometas, peces hojas y hasta rayas. En una época entró mucha gente y sus grandes mallas de arrastre disminuyeron la cantidad de peces. Otras personas echaron veneno barbasco a la quebrada. Usaron ese líquido tóxico que sale de la raíz de un árbol para matar los peces. Eso afectó el alimento de la gente.
#2. CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

Una cucha atrapada en un hilo de pescar y botellas plásticas es sostenida por un joven. Orillas del río Amazonas.
Una de las problemáticas ambientales del sistema lagunar es la erosión ocasionada por plásticos, desechos de electrodomésticos, pilas y baterías que son arrojados a la quebrada después de su uso.
Un hábito que se está convirtiendo en un paisaje cotidiano. Se observan peces, boas y anguilas atrapadas en redes o mallas abandonadas en el camino, en ocasiones en estado de descomposición. Todo esto afecta la comunión y conexión que tienen los lagos con sus habitantes.

Una casa hecha de plásticos en medio del lago Hondo. Comunidad de La Playa. Amazonas 2025
#3. USO DE FRUTAS Y SEMILLAS


Los pescadores integran un conocimiento profundo de su entorno, aprovechando los recursos naturales de manera sostenible. Su relación con el sistema lagunar de Yahuarcaca es un modelo de coexistencia respetuosa con la naturaleza. Los frutos de los pepeaderos (espacios donde caen semillas) son usados como carnadas para la pesca.

#4. PROBLEMÁTICAS SOCIOAMBIENTALES

La bocatoma es un lugar emblemático, allí se capta el agua que se consume en Leticia. Cuando la quebrada Yahuarcaca se encuentra en época de aguas bajas, la máquina genera problemas de conexión entre los lagos y el río. Para superar las dificultades cuando los niveles del agua están bajos, construyeron una barrera en cemento para subir el nivel y transportar el agua a la máquina. Eso obstaculiza el paso de habitantes y peces a la parte alta de los lagos. La empresa nunca acudió a un diálogo con las comunidades afectadas para restaurar el ecosistema.

Además de los desafíos ambientales, los pescadores enfrentan problemas sociales: falta de apoyo gubernamental, conflictos territoriales, y la bocatoma de agua que surte a Leticia pero que es ajena a las comunidades que protegen los lagos. Ellos exigen justicia ambiental y social.
#5. VIGÍAS DE LA PESCA

Los vigías de pesca en los lagos de Yahuarcaca desempeñan un papel crucial en la conservación de los ecosistemas acuáticos y terrestres, gracias a su enfoque en la protección de los recursos naturales. Estas personas ayudan a evitar la sobrepesca, promoviendo un uso sostenible de los recursos.

Don Jairo Parente vive una vida sencilla. Sueña con enseñar a los más jóvenes de la comunidad de San Pedro de Los Lagos a respetar el lago, la quebrada y la selva. “Ellos son los que seguirán después de nosotros.Si no cuidan este lugar, perderemos nuestra casa”, dice.
En las noches, después de un día largo, Jairo Parente se sienta en la orilla de la quebrada con una taza de masato de yuca, payabarú. Mira las estrellas reflejadas en el agua y escucha los cantos de las ranas. “La vida aquí es dura, pero es buena,” murmura. “El río siempre sigue, y nosotros con él”.


Los lagos amazónicos no son sistemas aislados; están interconectados con el río, quebradas y selva. Los vigías entienden esta relación y trabajan para preservar tanto el agua como los árboles que alimentan a los peces.
Jorge Jordán, pescador artesanal, recuerda sentado en su canoa y bajo la sombra de un árbol de capirona que su casa la construyó con maderas de la selva inundable. Allí pesca en época de aguas altas. “Acá la madera era abundante, aunque aún hay algunos como el árbol macho, el remo caspi, el oreja de burro, el cedrillo, el palosangre, el acapú, maderas muy buenas y que hoy son pocas las especies que quedan en los Lagos”, dice. La mayoría de los árboles fueron talados para las estacas de las fincas o para construir espacios turísticos.
Los vigías implementan medidas de control sobre la pesca, estableciendo temporadas de veda, zonas de exclusión y límites de captura para proteger las poblaciones de peces, en especial aquellas que están en peligro de extinción o son claves para el ecosistema como el acarahuazú, la arowana, el pirarucú, la gamitana, también de especies como el caimán y, si es posible, en algún momento el manatí, sueños que están en la mente de los vigías de Yahuarcaca.
#6. VIDAS AL RITMO DEL AGUA

La pesca no es solo una actividad individual, es una labor colectiva. Padres, hijos y abuelos unen fuerzas para garantizar el sustento de la familia. Los vigías protegen los árboles que forman parte del hábitat de los peces. Muchos de estos se alimentan de frutos y semillas que caen de los árboles al agua, especialmente en épocas de inundación.

La selva, aunque imponente, es también hogar y refugio. Jairo Parente recoge frutos de arazá y copoazú para complementar su dieta. Los días en los que no hay pesca abundante, se adentra en el monte para cazar pequeñas presas o recolectar madera para construir herramientas y reparar su canoa.
La selva también le enseña respeto. Conoce las plantas medicinales que curan las heridas y las picaduras de insectos, pero también los peligros: las serpientes venenosas y los seres espirituales que rondan al caer la noche.

La Amazonía no puede sobrevivir sin sus guardianes. Apoyar a los pescadores artesanales y sus comunidades no es solo una cuestión de justicia social, sino que implica la protección del agua y de los recursos naturales.
“La pesca es como la vida”, dice mi abuelo Mario mientras lanza su volantín para pescar un tucunaré. “Tienes que aprender a esperar, a sentir el agua, a leer las señales de los peces”.

Estas imágenes están hechas de los momentos que forman parte de mis días en el agua. Es como crecí, es como me enseñaron y es como veo la realidad desde mi casa, la casa de los peces. Los Ticunas somos agua, somos peces, somos árboles. Como pescador y conocedor del sistema lagunar de Yahuarcaca es claro que aquí no solo pescamos para comer. Los lagos nos dan, pero también tenemos que cuidarlos. Si sacamos más de lo que necesitamos mañana no habrá nada.