María Luisa Bejarano con una botella de curado en el malecón de Quibdó
Chocó Ensayo visual

ENSAYO VISUAL | ¿El viche está de moda?

Haz clic en las frases resaltadas y tendrás una experiencia de lectura colectiva con los miembros de la comunidad en la que podrás conocer más acerca de sus comentarios y miradas sobre este asunto.
Consonante habló con dos productoras y un emprendedor de viche y sus derivados para conocer otros usos medicionales de esta bebida espirtuosa.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Visitamos la plaza de marcado, el malecón y la esquina de un barrio en Quibdó para conversar con productoras de viche y derivados sobre sus recetas. Contaron sobre los precesos que llevan a cabo para transformarlo y darle un uso medicional.

Desde hace un tiempo el viche se consume en varias ciudades del país. Salió del Pacífico y entró en onda y con calor en la rumba Bogotana y caleña, por poner sólo dos ejemplos. También tiene valor como viagra natural potente. Pero todo va más allá de la fiesta y el erotismo. Su valor es espiritual, dice la gente en Quibdó, y tiene que ver con una concepción amplia del cuerpo, de una fusión con el entorno, el ánima y el bienestar general. Es medicina e identidad.

El “chevi”, como lo llaman en Tadó, Chocó, se obtiene a partir de la fermentación y destilación del jugo de la caña de azúcar y desde la época prehispánica lo preparan artesanalmente las comunidades afro del Pacífico colombiano. Sirve para sacar el frío y es un conservante natural.

Para Melqui Mosquera, profesor de biología en una escuela rural cerca de (Quibdó), el hecho de que en el interior del país se consuma viche es una oportunidad “para compartir nuestra cultura y espiritualidad con otros. Es importante que a la gente del interior se le den a conocer los otros usos porque es una bebida que guarda muchos secretos y conocimiento del pueblo afro”.

Uno de estos secretos tiene que ver con preparar y abrir el cuerpo para la siembra. Mosquera aconseja “tomarse un trago de viche puro por la mañana para iniciar las actividades del campo y sacar el frío de la noche”. Pero también sirve para curar mordeduras de culebras,  alejar espantos y mejorar el mal de ojo.

Dicen que la fiesta y el baile también son medicina. Quizás hay que sacar por un momento el viche de las pistas de baile y los restaurantes cool de las ciudades y ponerlo al lado de la mesa de noche, como remedio espirituoso.

Hablarle a las botellas

María Luisa Bejarano Ortiz prepara curado, un derivado del viche, con el que también hace vinete y arrechón. Su proceso es a base de plantas y raíces como la concha de caraño y el anís estrellado. Ella no utiliza partes de animales en su receta, ya que algunas personas suelen echarle cusumbí, carey o guagua  (animales silvestres) a los frascos.

Un grupo de mujeres en Bocas de Ame, medio Atrato, cultivan y procesan la caña de azúcar de dónde sale el viche que usa María Luisa para preparar los derivados medicinales.

Para hacerlo, vierte viche puro de cuarenta grados de alcohol en las canecas, lo condimenta y luego le habla a las botellas. Las conjura diciéndoles: “esto que te echo es para la salud de las personas, porque confío en ti y en estas plantas”. Dice que el curado “sirve para limpiar la matriz”. Las sabedoras se lo dan en tragos a las mujeres para expulsar la sangre mala que hay en el vientre y quedar en embarazo.

Contar el milagro, pero no el santo

Nicolasa Martínez Bejarano, de 65 años, atiende un kiosco en la plaza de mercado de Quibdó donde vende viche curado y otras bebidas medicinales. No da la fórmula ni los ingredientes de las recetas porque “son secretas”. Vienen maceradas con plantas que cultiva en el vivero de su casa. Allí crece el pipilongo, también conocido como pimienta larga con sabor ligeramente cítrico y mentolado.

El vino de pipilongo, dice,  “sirve para sacar el frío, el pasmo y elimina los cólicos menstruales. Se toma una copa aguardientera en ayunas y antes de acostarse. No necesita refrigeración”.

Todos los conocimientos ancestrales que tiene los recibió de su mamá, Juana Delma Bejarano Moreno, y de su abuela, Ana Julia Moreno, “las demás recetas son revelaciones divinas que Dios me da en oración o en los sueños”, asegura. 

Cuando se desbarató la columna en un accidente oró con devoción pero, después del tratamiento, le seguía doliendo. Entonces, le pidió a Dios que le mandara un remedio. En un sueño, “el Espíritu Santo me llevó de la mano por un jardín donde había una señora sentada, podando un bejuco”, recuerda. Cuando amaneció compró la esencia de aquel bejuco que había visto en el sueño. Pero dijo: “Dios, solo me falta el complemento”. Y, en otro sueño, vio un árbol. Consiguió la corteza y así fue como inventó el Dolorsín, un aceite poderoso a base plantas que se unta para aliviar los dolores.

Además del Dolorsín, Nicolasa prepara una balsámica dulzona eficiente para inmunizar el organismo. “También se toma en ayunas. Esa saca todo. Hasta brujerías. Es el viche transformado. También lo pueden tomar los mineros; como pasan mucho tiempo en el agua y bajo tierra, cogen mucha frialdad en la ingle”.

Ella no maneja cadenas ni hechizos. “Yo oro y hablo con Dios de acuerdo a lo que necesito. Antes de transformar el viche en curado le digo: Padre celestial, esta bebida que estoy preparando la estoy haciendo bajo tu nombre. Derrama tu poder de sanidad sobre estas bebidas para que todo el que las tome se cure”. 

Tragos a tres mil pesos

“El viche mantiene nuestra cultura con las manos, artesanalmente”, dice Henry Valoyes, emprendedor de bebidas ancestrales. Su negocio lo tiene en la calle, cerca de un semáforo. Allí vende crema de yuca, de maracuyá y la balsámica quita frío. Dice que “tomar una copa todos los días protege la próstata”.

A Valoyes le gustaría que los jóvenes aprovecharan el momento de fama que tiene el viche y sus derivados “para generar conocimiento y emprendimientos a nivel nacional”. Por eso, es clave el decreto que reglamenta la Ley (2158) del viche. El cual se aprobó en 2021 para regular su producción.

En una entrevista que Consonante le hizo a Jhon Arley Murillo (2024), autor de la ley, aseguró que el decreto es importante porque: “operativiza la ley, la aterriza y establece, por ejemplo, la certificación de precios de venta al público, la creación del Plan Especial de Salvaguardia del Paisaje Cultural Vichero, o la concertación de programas para proteger, fomentar, posicionar y promocionar a los productores del viche”.

El profesor Melqui Mosquera dice, al igual que Murillo, que lo importante es la pedagogía. Por eso, sus clases de biología las dicta dentro de una reserva, a una hora en lancha de Quibdó, donde hay caminos ancestrales rodeados de bejucos. Allí les enseña a niños y niñas sobre la historia, nombres y usos antiguos de las plantas.

Melqui Mosquera en una clase dentro de la reserva natural. Es lugar ancestral y salón de clases.

Nicolasa, Henry y Luisa coinciden en que el momento por el que pasa el viche también abre el debate sobre si esta tendencia es respetuosa y honesta con la tradición original. El peligro, concluyen, viene de la banalización de una práctica que tiene hondas raíces espirituosas. Están convencidos de que si se comercializa sin tener en cuenta la historia se podría “deformar su significado”.


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