Fotografía: Gabriel Linares
Caquetá San Vicente del Caguán Reportajes

El renacer de las sabanas del Yarí a través del trabajo comunitario

Desde finales de 2019, las sabanas del Yarí se han convertido en un lugar que lucha activamente contra la deforestación. A través del proyecto Amazonía Sostenible para la Paz, las comunidades locales, con el apoyo de CORPOAYARÍ y AAMPY, han implementado un vivero comunitario que no solo contribuye a restaurar los ecosistemas devastados, sino también a crear sistemas productivos sostenibles para garantizar el bienestar de las generaciones futuras.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Visité el vivero y entrevisté a las lideresas que llevan adelante este proyecto. También investigué sobre su impacto en el departamento.

A finales del año 2019, el Proyecto Amazonía Sostenible para la Paz llegó a las sabanas del Yarí, en el sur del departamento del Caquetá. Esta iniciativa, liderada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se propuso como un puente entre el proceso de paz y la restauración ecológica de una de las regiones más golpeadas por la guerra, la deforestación y el abandono estatal. Desde entonces, comenzó un proceso de coordinación y sensibilización entre actores institucionales, comunidades campesinas y organizaciones sociales del territorio, entre ellas la Asociación Ambiental de Mujeres Trabajadoras por el Desarrollo del Yarí (AAMPY) y la Corporación de Trabajadores Agropecuarios y Ambientales de los Llanos del Yarí (CORPOAYARÍ).

La llegada del proyecto coincidió con una necesidad sentida en el territorio: reconstruir la relación con el bosque. Durante años, las dinámicas extractivas —legal e ilegalmente impulsadas— habían arrasado con miles de hectáreas de selva, dejando tras de sí suelos erosionados, fuentes hídricas alteradas y comunidades fragmentadas.

En medio de este panorama, AAMPY y CORPOAYARÍ encontraron una oportunidad para transformar la memoria del daño en acción colectiva por la vida.

Mujeres que siembran futuro

AAMPY nació en 2011, en una región históricamente marginada del mapa político y ambiental de Colombia. La Asociación fue impulsada por un grupo de mujeres campesinas del Yarí que, además de enfrentar las violencias del conflicto armado, han lidiado con la exclusión de género, la pobreza estructural y el peso de sostener sus familias en medio del abandono institucional. Conformada hoy por alrededor de 60 mujeres, AAMPY ha convertido el cuidado del territorio en una forma de liderazgo colectivo, desde donde se promueve la justicia ambiental, la soberanía alimentaria y la reivindicación de los saberes tradicionales.

“Empezamos con nuestros conocimientos empíricos, los que habíamos heredado de nuestras madres y abuelas”, cuenta Xiomara Gómez, vicepresidenta de AAMPY. “Pero con el tiempo llegaron personas profesionales que nos fueron orientando, en cómo trabajar y avanzar, desde la recolección de semillas hasta la siembra en fincas”.

Las mujeres de AAMPY no solo se organizaron para sembrar. También empezaron a investigar. Salieron al bosque a identificar especies nativas, recolectar semillas, preparar almácigos, y experimentar con prácticas agroecológicas. Así nació el vivero comunitario de Alto Morrocoy, un espacio que no solo produce plantas, sino que también educa, conecta generaciones y reconstruye vínculos con la naturaleza.

“Nosotras sembramos para restaurar, pero también para sanar. Porque muchas de estas plantas estuvieron a punto de desaparecer, así como nosotras estuvimos a punto de perderlo todo”, dice María Raquel Espinosa, representante legal de AAMPY.

El vivero ha logrado propagar más de 720 mil árboles nativos y restaurar cerca de 329 hectáreas de bosque. Pero su impacto va mucho más allá de las cifras: ha creado un espacio donde las mujeres lideran procesos de transformación territorial desde el cuidado, el conocimiento ancestral y la articulación comunitaria.

“Es un lugar donde se aprende a conocer las especies y su función en el territorio”, explica Raquel. “Ha sido un escenario de aprendizajes para los niños y niñas, quienes han aprendido a valorar y conocer la riqueza natural que hay en el territorio”.

CORPOAYARÍ: promotores de una nueva relación con el bosque

Junto a AAMPY, ha sido fundamental la labor de CORPOAYARÍ, una organización campesina con presencia en 79 veredas del Yarí. Esta corporación nació como una apuesta por fortalecer la organización comunitaria y promover modelos sostenibles de vida en un territorio profundamente afectado por la guerra, el narcotráfico y la deforestación.

CORPOAYARÍ trabaja bajo un modelo de gobernanza basado en la promotoría campesina: una red de líderes ambientales que, desde sus núcleos veredales, impulsan la conservación de especies, el manejo de conflictos entre humanos y fauna, y la implementación de prácticas agroecológicas. Esta estrategia ha permitido recuperar la confianza entre vecinos, fortalecer capacidades técnicas en las comunidades y establecer alianzas con actores institucionales y académicos.

Arnulfo Mendoza, uno de los líderes de CORPOAYARÍ, señala: “Nosotros como campesinos vimos la necesidad de aportar y restaurar parte del daño que habíamos hecho con las talas y quemas, entonces pensamos en un vivero, para poder propagar plantas que nosotros mismos ayudamos a destruir”.

El vivero de Alto Morrocoy es una expresión concreta de esa apuesta. Allí se trabaja con especies nativas como carricillo, ahumado, cedro achapo, marfil y caño fistol, árboles que fueron fuertemente explotados por los aserraderos durante décadas y hoy están amenazados o en escasez. En total, hay más de 140 especies en propagación, todas seleccionadas bajo criterios ecológicos que priorizan el fortalecimiento de corredores biológicos y la restauración de zonas degradadas.

“Trabajamos con plántulas nativas, porque aquí no podemos traer especies no nativas. Si lo hacemos, alteramos nuestros ecosistemas y rompemos el equilibrio ambiental”, dice Xiomara.

“Este manejo ayuda a que los animales tengan alimento y refugio. Porque sin bosque no hay jaguar, y sin jaguar no hay equilibrio ambiental”, concluye María Raquel.

Fotografía: Maira Ayala

Restaurar para resistir

Los datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) son contundentes: en 2016, las Sabanas del Yarí registraron la tala de 8.000 hectáreas de bosque, casi la tercera parte de toda la deforestación del departamento del Caquetá ese año. En 2017, la cifra se superó, consolidando al Yarí como uno de los principales focos de pérdida forestal en Colombia. Y aunque los índices han disminuido ligeramente, la región sigue siendo uno de los 12 núcleos de deforestación donde se concentra el 67% de la pérdida de bosque a escala nacional.

Las causas son múltiples y estructurales: ganadería extensiva, expansión agrícola sin control, tala ilegal y ausencia de presencia estatal efectiva. Este proceso ha puesto en riesgo a más de 10.000 especies de fauna y flora amazónica, alterando ciclos hídricos, reduciendo la capacidad de los suelos y aumentando el riesgo de incendios forestales.

Frente a este panorama, las comunidades organizadas del Yarí han respondido con alternativas. Las plantas que alcanzan 60 cm de altura en el vivero de Alto Morrocoy son trasladadas a predios en proceso de restauración, donde se implementan herramientas como el Manejo del Paisaje (HMP), Enriquecimiento de Bosque (EB), Restauración Intensiva de Ronda Hídrica (RIRH), Restauración de Ronda Hídrica (RRH) y Restauración Intensiva (RI). Cada técnica se adapta a las condiciones del terreno y los objetivos ecológicos de cada predio.

“El vivero es una ficha clave en la implementación del proyecto porque se manejó tres puntos: conservar, restaurar y sistemas productivos sostenibles”, explica Luz Eliana Rodríguez, integrante de AAMPY y propietaria del terreno donde está ubicado el vivero.

Además de las acciones directas de siembra, AAMPY y CORPOAYARÍ han promovido procesos de educación ambiental en escuelas, ferias campesinas, encuentros comunitarios y visitas intergeneracionales. El conocimiento que se transmite no es solo técnico, sino también simbólico y espiritual: se habla del territorio como madre, del agua como vida, del jaguar como guardián, del bosque como casa común.

Tejer paz con raíces

El proceso que adelantan AAMPY y CORPOAYARÍ no es solo ecológico: también es político, cultural y profundamente simbólico. Las mujeres del Yarí, que por años resistieron en silencio la guerra, han encontrado en las semillas un lenguaje para narrar otros futuros posibles. La restauración ecológica se ha convertido en una forma de reconciliación con la tierra y de construcción de paz territorial.

“Este trabajo no se trata solo de sembrar árboles. Es sembrar futuro, sembrar esperanza, sembrar dignidad”, resume Raquel Espinosa. Y añade: “La paz no va a llegar solo con firmas. La paz se construye sembrando en la tierra y sembrando en el corazón de las personas”.

Desde la periferia del país, estas mujeres han logrado articularse con instituciones nacionales e internacionales, posicionar su agenda en escenarios como la COP y abrir caminos para que otras organizaciones campesinas repliquen sus experiencias.

En un país donde muchas veces se criminaliza la protesta y se invisibiliza el trabajo de las organizaciones comunitarias, la experiencia de AAMPY y CORPOAYARÍ demuestra que la verdadera transformación ambiental y social surge desde abajo, desde los territorios olvidados, desde las manos de mujeres que siembran, cuidan y luchan por un futuro más justo y sostenible.

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