En 2017 un puñado de campesinos, firmantes de paz y líderes sociales de San Vicente del Caguán, se unieron para trabajar juntos en un proyecto quijotesco: convertir los Cajones del río Pato (un cañón de roca gigantesco en medio de la selva) en el atractivo ecoturístico de una de las zonas más golpeadas y estigmatizadas del país. En ese barco se subían no solo los sanvicentunos, sino el país completo: recorrer la selva y los ríos ya no con el sonido de las balas, sino en medio de la paz.
Carlos García, cofundador y director de Caguán Expeditions, lo pensó un día en medio de conversaciones cotidianas con los excombatientes de Miravalle. Les mostró fotos de rafting y les preguntó qué tal conocían ese río. Ellos respondieron: “este río nos lo conocemos de día y de noche, de cabeza, con los codos, con la nariz, de para arriba, de para abajo” y fue allí cuando iniciaron con la “materialización de esa idea”, mencionó él mismo en una conversación con AIM2Flourish.
Pasaron siete años de aprendizajes duros, porque cuando empezaron no tenían equipos, no estaban certificados ni sabían cómo practicar ese deporte. Todo tuvieron que gestionarlo de la mano de la comunidad. Con tesón se convirtieron en una de las experiencias más exitosas dentro de los firmantes de paz en el país.
El pasado 21 de julio se despidieron de ese sueño. La guerra entre la Segunda Marquetalia y el Estado Mayor Central los desplazó. 80 personas tendrán que reubicarse en otras zonas porque el conflicto los arrinconó. Llevaban ya un tiempo sin poder agendar turistas porque los enfrentamientos son cada día más cotidianos. Ese domingo se reunieron todos, con sus equipos y con su gente, para hacer la última remada por la paz. Consonante conversó con Carlos García en el Caquetá.
Consonante: En los medios de comunicación se han publicado distintas versiones de lo que está ocurriendo en San Vicente del Caguán, ¿qué es realmente lo que ustedes están viviendo?
Carlos García: Lo que sucede es que hay una disputa territorial y cada vez la confrontación es más inminente. Entonces, las veredas, las personas que están ahí, quedan en riesgo. Así que no es una amenaza directa que le haya llegado a la gente o hacia algún líder en el que les pidieran a las personas que salieran, simplemente uno ve que la guerra se le viene encima y no va a esperar hasta que le llegue y lo toque. En su comunicado, lo que ellos prácticamente están diciendo es eso, que hay una disputa territorial con la población civil en medio y no tienen cómo garantizar la seguridad de nadie.
Entonces, es una medida forzada porque nosotros no queríamos abandonar el territorio, no nos queríamos ir. Queríamos estar ahí. Es que la guerra en esta nueva versión, la versión 5.0, volvió a El Pato con el nombre de “disidencias”.
C: ¿Cuál ha sido la escalada de esa violencia en El Pato?
C.G.:Desde hace tiempo se vienen denunciando desplazamientos de líderes, los actores armados han tenido combates, llegan a imponer normas cuando saben que hay una gobernanza en el territorio de una organización campesina. Y llegan también a ejercer autoridad sobre las personas, entonces, eso de alguna manera lo que hace es que la gente tenga miedo.
C: La población de San Vicente del Caguán ha sido históricamente estigmatizada; esa es una de las razones de ser de Caguán Expeditions y Remando por la paz, demostrar que ahí es posible otra vida, ¿cómo hablar de este nuevo episodio de la guerra sin caer en la estigmatización?
C.G.:Que otra vez se esté hablando públicamente de San Vicente del Caguán con hechos asociados al conflicto lo que hace es retroceder en ese esfuerzo de superar la estigmatización, porque pareciera entonces que lo único que hay en San Vicente es conflicto. Pero el municipio es muy grande, así que hay zonas que quedan vetadas del territorio, pero en las demás la vida se sigue llevando con normalidad.
Así como es en Colombia, que hay puntos más álgidos del conflicto, mientras que otros continúan a su ritmo. Así es en San Vicente, la vida continúa.
C: Claro, en Miravalle, por ejemplo, hay unas condiciones distintas. También porque es el lugar en el que viven los firmantes de paz.
C.G.: Exacto, aquí hay una característica especial y es que es una comunidad firmante que estaba haciendo esfuerzos ahí. De hecho, estaban ubicados allí porque es un territorio que históricamente ha sido relegado por el Estado. Es decir, el Estado no ha sido capaz de brindar todo lo que debería. Por aquí han pasado procesos de paz fallidos, procesos de paz firmados y todo un despliegue jurídico y técnico en los Acuerdos de 2016, pero a pesar de eso no se ha logrado ocupar y desarrollar un territorio como debería hacerse. Eso no ha sucedido, o sea, esta es la evidencia de una incapacidad muy grande del Estado.
Hablemos de la responsabilidad del Estado con esta situación y del incumplimiento de los Acuerdos de Paz, ¿cómo lo ven ustedes?
C.G.: Yo diría que es una incapacidad del Estado para llegar a los territorios, porque uno va a haber y hubo algunos lugares en los que después de la firma del acuerdo se incrementó la violencia. Pero en El Pato esto ha sido distinto porque aquí hubo una ventana de paz durante algunos años, y aun así nuevamente llegó la guerra.
Porque se veían incumplimientos con el Acuerdo, porque temas que se reclamaron históricamente como la carretera, como la educación, como la salud nunca llegaron. Por ejemplo, la luz llegó a algunos puntos, pero no a todo el territorio. Así que la gente no ve en realidad cambios significativos en su vida; de hecho, en este punto lo que hay es un retroceso muy grande, porque adicional a todo eso histórico que no se ha cumplido ahora ya no están los líderes, entonces ¿quién empuja los procesos?
C: ¿Qué pierde el país con lo que está sucediendo en San Vicente del Caguán?
C.G.: Es una situación muy difícil porque esto está condenando más a la violencia. Porque al final hay una condena por parte de los actores que están en guerra. Lo que hacen es seguir sumergiendo esos territorios en la pobreza, en el olvido, en el subdesarrollo.
Es una pérdida, si se quiere, para todos; tener que aceptar que el Estado ha sido incapaz de desarrollarse tanto en El Pato como en muchos otros lugares en Colombia después de la firma del Acuerdo.
C: Ante esa ausencia de políticas sociales del Estado se ha debatido ampliamente cómo los actores armados se aprovechan de esos vacíos para ganar legitimidad dentro de los territorios, ¿cómo lo viven ustedes allí?
C.G.: Es una pregunta sensible porque me pone a hablar sobre los actores, y allí hay una realidad: a todo espacio que no se ocupa con poder estatal le llegan otros poderes, esto es evidente y no física cuántica, esa no es una sorpresa. Más bien, yo me preguntaría por qué no hemos sido capaces de darle a la gente derechos fundamentales y qué tanta legitimidad tiene el Estado allá. Frente al tema de los actores, diría que eso para nadie es un secreto, que en un territorio donde hay tal ausencia estatal se ha construido una autoridad paralela. Eso no es un secreto para nadie, eso sucede en Colombia y hay autoridades paralelas ahí, sí, pero es por lo mismo, porque hay vacíos de poder y esa dinámica se va a reproducir.
C: Los firmantes salen de El Pato, ¿qué va a pasar con ellos? ¿Qué pasará con las comunidades que quedan ahí?
C.G.: Hay gente que ha vivido siempre ahí y que queda en un escenario complicado, porque antes el conflicto se entendía como una guerrilla contra el Ejército. Ahora son dos guerrillas y básicamente es gente del mismo territorio, eso hace las cosas mucho más complejas.
La comunidad firmante puede tener opciones en el municipio de El Doncello, pero mientras eso se define la gente estará en una tierra temporal hasta saber cuál será el lugar definitivo. Yo creo que algunos se irán para sus fincas, otros se irán por sus lados porque también es muy difícil pensar en que tenían una vida ya organizada y en que ahora deben volver a vivir en una carpa. Eso es lo primero, analizar cómo queda la gente, cómo quedan los niños y nosotros, pues tenemos la decisión de continuar. También estamos insistiendo porque necesitamos vivir cerca de un río, junto al río Caguán para poder practicar. Tendremos que volver a empezar con procesos de formación, nuevas rutas.
C: ¿Qué debería ver el resto del país frente a lo que está pasando?
C.G.: La respuesta a esa pregunta está en ir a mirar o darse cuenta de cómo ha vivido históricamente la gente de El Pato. Eso ha sido la construcción de paz desde hace mucho tiempo. La construcción de paz no es algo que empiece con estos acuerdos, es una acción que vienen desarrollando las comunidades, resistiendo al conflicto desde hace muchos años.
Pero ahí está también lo que viene enseñando la comunidad en El Pato desde la época de la Violencia, en la que ocurrió la marcha de la muerte, la marcha del retorno; hoy me lo siguen enseñando: en medio de este tipo de situaciones uno va y habla con la gente y el único ánimo que hay es el de echar pa'lante. Entonces, uno al voltearse y ver que toda la gente está parada y que quiere sacar esto adelante y que no quiere acabar con nada entiende que lo que hay que hacer es resistir una y otra vez.