Foto: Haitin Herrera
Fonseca Reportajes

El café que se cultiva en Conejo, en La Guajira, llega hasta Japón

En Fonseca mujeres y hombres que cultivan uno de los mejores cafés del país han inspirado la creación de un festival que celebra cada año, al son del vallenato, su vocación cafetera.

Octubre, noviembre y diciembre son los meses más ocupados para Rosalba Torres, ‘La China’. A las cinco de la mañana ya está lista para preparar el desayuno de sus hijos y los trabajadores que recolectan café en su tierra durante la temporada alta. Después de comer, esta mujer de 55 años que ha dedicado su vida al café, se pone un canasto en la cintura y recorre las dos hectáreas y media que componen su cafetal, recolectando los granos de café. Al regresar a su casa pasa el café por la máquina despulpadora, que bota hacia un lado el grano y hacia el otro la cáscara. Después deja reposar los granos y dedica lo poco que queda de su día a otras tareas del hogar. Al día siguiente, se levanta a la misma hora para lavar los granos y sacarles las mieles. Luego los pone en una camilla de secado, y cuando ya están en su punto, los lleva a la cooperativa para venderlos. Y aunque para Rosalba el proceso termina ahí, ese café sigue su camino hasta llegar a la tasa de alguna persona en Osaka o Tokio que prefiere tomar el café que se cultiva en La Guajira.

En Fonseca, 162 caficultores llevan más de 15 años dedicados a la producción de uno de los mejores granos del país. Lo hacen a 14 kilómetros del casco urbano del municipio, en la zona alta del corregimiento Conejo, y también en Las Bendiciones, Las Marimondas y Las Colonias. Las primeras plantas de café llegaron allí en manos de campesinos del interior del país, quienes llegaron a este territorio huyendo de la violencia en los años 40. Desde ese momento, gracias al clima y a su ubicación en medio de bosques, en la serranía se produce un café con “agradable acidez media alta y notas vinosas''.

Rosalba Torres y su marca de café. Foto: Haitin Herrera

Esta tradición dio origen al Festival del Café que se celebra todos los años en Conejo desde 1992. El evento nació después de que un grupo de jóvenes entre los que estaba Aimer Ballesteros, Alvaro Pinto, Aribel Iguaran, Jose Lineros, Orli Arciniega, Felix Frias, Angel Arciniega, Rafael Villalba, Reinel Amaya, Ramona Duran Nereida Duran, Arnaldo y Armando Arciniega creara, por primera vez, un concurso de canciones inéditas a la luz de las fiestas patronales que se conmemoraban en el corregimiento desde los años 80.

Desde ese momento se incluyeron en el festival los concursos de canción inédita, acordeonistas aficionados y piquería para salvaguardar el vallenato, además de un reconocimiento al café. En esa oportunidad se realizó el primer foro del café con la participación de la Federación Departamental de Cafeteros y el Comité Municipal para homenajear a los campesinos, campesinas y productores de café de la Serranía del Perijá. Desde entonces la tradición se ha mantenido y durante los últimos días de noviembre el corregimiento se paraliza para rendirle homenaje a dos cultores y a dos campesinos que se destacan por su labor, al ritmo de vallenato.

Un café premium

“El café que se cultiva en Conejo y la Serranía del Perijá es un café muy suave, de acidez media, tosto medio y que tiene unas notas especiales, algunas notas achocolatadas, otras notas a frutos rojos y eso lo distingue mucho del café del interior. En el interior, específicamente en el sur del país, los cafés son de alta acidez, aquí son cafés más balanceados”, explica Álvaro Osorio, director ejecutivo del comité para el Cesar, La Guajira y Bolívar de la Federación Nacional de Cafeteros.

La mayoría del café que se cultiva en la Serranía del Perijá es catalogado como café premium, pues tiene pocos defectos en sus granos. Esto hace que más del 95 por ciento de lo que se produce en la zona sea para exportar, deseado especialmente por el mercado japonés y algunas ciudades europeas. “Es un café muy bueno, de altísima calidad, y si no se exporta directamente por parte de la Federación Nacional de Cafeteros, lo exportan otros particulares, casi ningún grano se queda aquí. En su gran mayoría va para Japón y algunos países europeos que prefieren este café balanceado”, dice Osorio.

Foto: Haitin Herrera

Omar Torres Brito, de 70 años, cultiva en cinco hectáreas su propia marca llamada Café Del Carmen y está haciendo todos los trámites para poder entrar al mercado internacional por su propia cuenta. Al igual que Rosalba, asegura que nació cafetero. “Mi papá desde pelao nos enseñó. Quien impulsó esto del café por esta zona fue mi abuelo Victor Peralta y yo soy hijo de Lyonso Torres Peralta, un gran caficultor que brilló por esta zona de La Guajira, tiene 95 años y todavía está activo”, cuenta.

Para que el café de Rosalba y Omar llegue hasta Japón, el trámite de exportación corre por cuenta de la Federación Nacional de Cafeteros o de empresas particulares. El proceso se inicia cuando los productores venden el café pergamino (el producto del beneficio del grano que se obtiene después de quitarle la cáscara y el mucílago, lavarlo y secarlo hasta lograr una humedad entre 10 y 12 por ciento) a la Cooperativa Cafetera De La Costa (Caficosta), una asociación conformada por más de 2 600 personas que garantiza la compra a más de 12 600 cafeteros en Bolívar, Cesar, La Guajira y Magdalena. Ya sea que le vendan a Caficosta, en el caso de la Federación, o a un particular, la empresa lo trilla, lo selecciona, le quita la pasilla y lo vende a otros países.

Omar Torres lleva toda su vida dedicado a cultivar café. Foto: Haitin Herrera

Los retos

Los caficultores de Conejo, y de la Serranía del Perijá en general, tienen dos grandes problemas: la baja productividad de sus cafetales y la subida en los precios de los insumos. Hace uno o dos años, un saco de urea (fertilizante) costaba 80 mil pesos; hoy no se consigue por menos de 210 mil pesos. “Por esta razón se han dejado de sembrar muchas tierras, el campesino no tiene cómo comprar esos productos. Afortunadamente con el aumento del dólar el precio del café también aumentó, pero a veces no es suficiente”, cuenta Omar Britto.

Según Britto, producir café es muy costoso. Se necesitan, por lo menos, 12 millones de pesos: “Antes era más fácil, uno sacaba la semilla del propio café y todo era más barato, hoy con la tecnificación poner a producir una hectárea está alrededor de los 12 millones y lo ideal es que produzca entre 25 a 30 quintales. En esta zona para decir que la cosecha fue buena tiene que ser de 20 bultos en adelante, si es menos ya la cosa anda mal”, dice. Un quintal de café de la Serranía del Perijá, es decir, 57,5 kilogramos de café pergamino, lo están pagando en 800 mil pesos.

La baja productividad de los cafés también impide el crecimiento y la renovación cafetera. En La Guajira hay una productividad de 9,3 sacos de 60 kilos de café verde por hectárea, una productividad muy baja comparada a la del resto del país, en donde se producen, en promedio, 17,30 sacos por hectárea. Esto, dice Osorio, porque las plantaciones tienen de nueve a 20 años de edad, son demasiado viejas y muy poco productivas.

Foto: Haitin Herrera

Para hacerle frente a esto, esta semana, en el marco del Congreso Nacional de Cafeteros, la Federación se reunió con la ministra de agricultura, Cecilia López; y el ministro de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Ocampo, para buscar soluciones ante el aumento de los insumos. Allí, según contó Álvaro Osorio, se acordó que el gobierno ayudará a los caficultores con un subsidio que cubriría el 20 por ciento del costo de los fertilizantes.

Mientras tanto, en su finca, Omar está renovando una hectárea y media de sus plantas de café, un proceso que aunque le hace perder algunos ingresos en esta cosecha, permitirá aumentar su productividad el próximo año. Además, sigue impulsando su marca Café del Carmen con la que espera, por su propia cuenta, llegar a mercados internacionales.

Y Rosalba, por su parte, le pide al Ministerio de Agricultura más ayudas para los campesinos y proyectos que permitan mejorar su calidad de vida. Por ahora, espera poder registrar pronto su marca Café Colonial, que ya llega con su sello propio a Riohacha, Villanueva y a Valledupar. Su sueño, como el de Omar, es que no solo su grano llegue hasta Tokio, sino también su nombre que anuncia, contra todo pronóstico, que en La Guajira también se cultiva café.

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  • Haitin Herrera
    Dic 3, 2022
    Excelente , se tocaron todos los aspectos.

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