Ilustración: Camila Bolívar.
Ilustración: Camila Bolívar.
Fonseca La Guajira Reportajes

Entre la autocensura y el miedo: ser LGBT en Fonseca

Aunque en este municipio de La Guajira ya no se registran casos de violencia física contra las personas LGBT, los prejuicios siguen operando y se manifiestan mediante burlas y discriminación en el espacio público. Además, la inseguridad que aqueja al territorio, desatada por la presencia de actores armados, pone en peligro a una parte de esta población.

Edward Santiago Molina salió del clóset dos veces. La primera vez que lo hizo estaba cerca de cumplir 18 años. Había terminado el bachillerato y se había ido a estudiar a Santa Marta. Hasta antes de entrar a la universidad había estado esquivando las preguntas incómodas de sus familiares: ¿para cuándo el novio? Y él respondía que todavía era muy joven para eso. Pero tras conocer otras posibilidades en la universidad, no pudo ocultar más que le gustaban las mujeres. Eso no habría sido un problema sino porque, para ese momento, él también era una mujer a los ojos de todos. Entonces dijo que era lesbiana, y que por eso era “machorra”, como escuchaba en los comentarios que hacían sobre él. Su madre, una mujer profundamente religiosa, le dijo que no podía seguir viviendo bajo su mismo techo. Edward se mudó con su novia.

La segunda vez pasó varios años después. Ya se había ido a vivir a Bogotá y sentía que debía “manejar una doble vida”, una que le permitiera estar con su familia de forma cordial y otra con la que pudiera expresarse como quería. Cuando volvió a Fonseca, continuó viviendo como una mujer lesbiana, hasta hace apenas unos ocho años, cuando decidió quedarse con su segunda vida: una en la que no era una mujer lesbiana, sino un hombre trans al que le gustaban las mujeres, que podría vestirse como quisiera y al que nadie iba a llamar por su nombre femenino. Eso, por supuesto, no fue sencillo.

Edward Santiago habla sobre lo que significó "salir del clóset" dos veces.

“Cuando yo decidí dar este paso, ya estaba en los negocios. Estaba emprendiendo en mi vida económica como tal.Se me pasó por la cabeza que ahí, al estar yo dándole la cara a la gente, podía ser foco de burlas, de críticas y de no aceptarme, tanto que mi negocio se viera afectado, porque muchas veces ha pasado”, dice. Sí recibió burlas e insultos, pero su negocio no sufrió. Desde entonces ha empezado un camino para ser reconocido como un hombre trans que tiene derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a su nombre y, sobre todo, al respeto. 

La lucha de “Edu”, como lo conocen sus amigos, ha avanzado: se cambió formalmente el nombre, se horminizó y pasó por procesos quirúrgicos. Hoy tiene 44 años y es dueño de un restaurante. A veces hasta él mismo se sorprende de que en Fonseca, ese pueblo conservador del que se fue, ahora los hombres y mujeres trans, los gais, lesbianas y bisexuales puedan andar sin miedo a que los golpeen, como sí sucedía 20 años atrás. Sin embargo, reconoce que la discriminación continúa y se manifiesta en varios niveles: burlas, falta de acceso al trabajo, desprotección e incluso ser blanco de violencias por parte de grupos armados.

Edward Santiago Molina. /Foto: Cortesía.

El miedo y la autocensura

A finales de los años 90, cuando Edu se reconoció lesbiana, lo hizo con miedo. Su madre, una mujer religiosa, le dijo que no se podía quedar viviendo en su casa, entonces decidió hacer una vida aparte con la pareja que tenía en ese momento. Sin embargo, todas sus acciones estaban controladas por el temor a ser juzgada. “Está la censura, está el hecho de que no se te den las mismas oportunidades o que tengas que ocultarlo y decir: simplemente es una amiga (su pareja)”, explica.

Se refiere al orden social que imperaba en el municipio y en toda la región en ese momento, y que se sostuvo con los años. Es decir, un lugar de costumbres religiosas, tradicionalmente machista, donde se le inculca a las personas que un hogar normal se compone de una pareja del sexo opuesto, y que lo se salga de este esquema es anormal, malo o peligroso. Cristian de la Rosa, abogado encargado del Observatorio de Derechos Humanos de Caribe Afirmativo, explica que estos prejuicios “hacen pensar que (las personas LGBT) son ciudadanos o personas de segunda o tercera categoría, y la violencia que sufren está basada en este contexto de machismo, patriarcado y de discriminación estructural”. Es decir, cuando una persona no encaja en el molde, por ejemplo, por no ser heterosexual, el resto de la sociedad pone una carga negativa sobre ella.

Edward Santiago habla sobre "acostumbrarse" a la discriminación y cómo es el acceso a la salud

Múltiples informes de organizaciones sociales han documentado violencias que se desprenden de esos prejuicios. Por ejemplo, golpizas o violencias sexuales. En los municipios en los que operaron actores armados legales e ilegales también se documentaron violencias por prejuicio y hasta asesinatos.

Las personas LGBT de Fonseca también tenían miedo de ser violentadas. Por eso, desde entonces la mejor estrategia ha sido la autocensura y el aguante. Para Edu implicó acostumbrarse a escuchar comentarios groseros o a que siempre estuvieran hablando de él. Xilena Levete, mujer trans y cofundadora de la Fundación Identidad Activa, lo dice en una frase: “Siempre va a haber un desadaptado que quiere boletear”, o sea, faltar el respeto a través de expresiones vulgares o groseras, chiflar o incluso hacer propuestas sexuales únicamente porque la persona no es heterosexual. 

Ante estas expresiones de violencia verbal, muchos prefieren el silencio. Ante una palabra desobligante, prefieren “demostrar que no es así”, como lo dice Xilena Levete. Esa estrategia ha funcionado para que, por ejemplo, las personas LGBT se hayan podido asociar en dos fundaciones: Identidad Activa y Fonseca Diversa. Y para que este año hayan organizado la primera marcha del orgullo LGBT y  el reinado Higuitos y Cayenas.

Este año se realizó la primera marcha del orgulo LGBTI en Fonseca. /Foto: Óscar Peñaranda (Zehero)

José Trespalacios, enlace LGBT de la alcaldía municipal, afirma que “hay discriminación, pero muy poca”. Para él esa discriminación se ve en el trato del día a día y las burlas, pero también en el derecho al trabajo. Esta es la mayor barrera que sigue enfrentando la población diversa de Fonseca 

Edward Molina lo ha visto. “A nivel laboral está subvalorada la persona por ser gay. Por eso respeto mucho a las personas que nunca deciden decir “soy gay” simplemente por temor a ser señalados o incluso privados de su derecho al trabajo”, dice. Negar la orientación sexual o la identidad de género va de la mano con la práctica de verse “serios” o no “botar plumas”, es decir, autocensurar las expresiones corporales para no ser discriminados. José Trespalacios confirma que la autocensura parte de un problema mayor: “Hay una estigmatización”, indica tajante. “Si la persona hace parte de la población LGBT es bastante complicado conseguir un trabajo. Pero la mayoría de la población aquí trabaja independiente”, aclara. Aún así, la autocensura continúa. 

Durante la marcha, mujeres trans de distintos municipios de La Guajira desfilaron en trajes de gala. / Foto: Óscar Peñaranda (Zehero)

El prejuicio sigue operando: ¿por qué nadie reclamó la muerte de Estrellita?

El 24 de junio fue asesinada Estrellita, una chica transgénero de 22 años. A pesar de que el hecho generó miedo y fue ampliamente comentado entre la población fonsequera, a la fecha no se ha esclarecido quién la mató ni por qué. Ni la Policía ni la Fiscalía han reportado capturas o avances en la investigación y, lo peor, ni siquiera las asociaciones diversas han exigido respuestas.

Ante este hecho, para Cristian de la Rosa es evidente que el prejuicio sigue operando: “El prejuicio hace que la violencia que versa sobre la vida de esas personas no sea reprochada como sí lo son otros tipos de violencias contra otros grupos poblacionales”. 

“El prejuicio hace que la violencia que versa sobre la vida de esas personas no sea reprochada como sí lo son otros tipos de violencias contra otros grupos poblacionales”

Cristian de La Rosa, abogado del Observatorio de Derechos Humanos de Caribe Afirmativo

Pero no es solo eso. En La Guajira, y especialmente en Fonseca, se ha empezado a reconfigurar el conflicto, y las personas LGBT quedan en el medio, ya sea como víctimas de la violencia o como personas vulnerables que pueden ser utilizadas por los armados. 

“En los últimos dos años en La Guajira y el Cesar se han venido posicionando actores armados ilegales en principio asociados con redes de microtráfico y en segundo por otros actores armados legales que han participado activamente en el conflicto armado y que nuevamente han empezado a ejercer un control hegemónico, territorial, social y en algunos casos político, donde se perfilan a personas vistas como detractoras de la moralidad o del orden social”, explica de la Rosa. Entre esas, están las personas LGBT. 

El investigador de Caribe Afirmativo explica que esas ideas sobre las personas LGBT terminan por justificar los asesinatos, incluso culpando a la víctima. De hecho, el mismo enlace LGBT, José Trespalacios, dice que el asesinato de Estrellita se debe “a lo que ella estaba haciendo”. “A una persona que esté actuando bien, que venga con sus pautas bien, no le pasa eso. Pero si ando por malos caminos, entonces en cualquier momento puede llegar eso”. 

Sin embargo, de la Rosa explica que la misma discriminación que viven las personas LGBT, sobre todo las trans, las arrojan a círculos de pobreza que “las expone a sistemas de violencia como las redes de microtráfico que hace que sean objeto de estos actores armados. Y cuando ya ellas no les sirven, son asesinadas”, dice.

La presencia de los actores armados mantiene en especial alerta a una parte de la población LGBT, aunque la administración municipal no reconozca esa particularidad y diga que “cualquier persona puede quedar en medio de la confrontación”, como le dijo Trespalacios a este medio.

Edward Santiago Molina reflexiona sobre el miedo

Hace falta un cambio profundo

A pesar de que todas las personas consultadas para este reportaje reconocen que en Fonseca hay avances en materia de acceso a derechos para las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans, es claro que hace falta un cambio profundo en la sociedad para que se pueda hablar de igualdad.

Este cambio debería ocurrir en todas las personas y familias, porque hoy tener una orientación sexual o identidad de género diferente y mostrarlo puede ser el comienzo de una lucha caótica, larga y desgastante. A pesar de que la Alcaldía ha adelantado acciones como charlas en instituciones educativas y en instituciones estatales para evitar la discriminación, es evidente que no ha sido suficiente.  

Para Cristian de la Rosa el cambio puede venir desde lo institucional, por ejemplo, desarrollando una política pública financiada que contemple acciones para que las personas LGBT puedan ejercer su derecho al trabajo. Jose Trespalacios explica que están en proceso de construirla y que, para el primer trimestre del próximo año ya debería haber avances.

Para Edu el cambio también se puede impulsar desde las acciones individuales. En su caso, a pesar de que se ha sentido abatido y discriminado, con su trabajo como empresario y contando su historia, cada que puede, ha logrado convertirse en un referente para niños, niñas y adolescentes, así como para personas diversas que luchan por tener una vida digna y por expresarse en libertad.  Por ejemplo, abrió el camino en el municipio con el proceso de cambio de nombre y de género en la Registraduría y también logró que la EPS cubra sus tratamientos y cirugías.

Con cada “pasito”, como dice Edu, está impactando positivamente en el municipio. “Mientras nos ganamos el respeto, nos acepten o no nos acepten, aquí estamos. Eso no va a cambiar, así hagan corrillos, se burlen, o se rían, simplemente aquí estamos”, afirma. 

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  • Sandra Ballesteros.
    Dic 3, 2022
    Se de muy cerca el gran ser humano que es. Respeto y admiración total para Santi.

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