A las cinco de la mañana comienza a escucharse el canto de las aves en San Vicente del Caguán, municipio donde se han avistado unas 140 especies. Guacamayas, loros, golondrinas, entre otras, vuelan entre las copas de los árboles en busca de alimento y cuidar sus nidos. Su recorrido alcanza la zona del aeropuerto donde comparten el mismo espacio, un mismo cielo, con los aviones.
Para proteger tanto la biodiversidad como la seguridad aérea es necesario realizar un monitoreo constante. Tarea que desde hace cinco años está a cargo de Cristián Guerrero, biólogo de la Universidad del Valle y especialista en peligro aviario. Su jornada comienza cuando salen las aves, entre las 5 o 6 de la mañana, en cuatro puntos estratégicos del aeropuerto, en bloques de tres horas para controlar la presencia de aves y fauna silvestre.
“Desde el 2020 se han identificado unas 140 especies de aves, pero hay unas que no son frecuentes en el aeropuerto y que no generan riesgo, por ejemplo, los tucanes, turpiales y mochileros (...) Hay aves muy vistosas, exóticas y bonitas. Por ejemplo, el guacamayo amarillo, la guacamaya roja, los loros, los juncos, los azulejos, las tangaras. Mi favorita podría ser la guacamaya roja”, describe.
Guerrero debe monitorear un radio de 7 kilómetros desde el centro de la pista de aterrizaje por eso también visita y capacita a los dueños de fincas aledañas al aeropuerto. “Mi misión es hacer monitoreos y mantener fuera de riesgo las operaciones aéreas en cuanto a la presencia de aves y fauna. Tratamos de que no haya ratas, culebras o cualquier animal que pueda presentar riesgos tanto para las operaciones aeroportuarias como para el personal”, dice.
En este aeropuerto, según explica, lo que más se ven son chamones, garzas, azulejos, betis rojos, gallinazos, canarios, golondrinas, loros y guacamayas. “No es que vivan en el aeropuerto, pero pasan por esta zona entre las 5 de la mañana y las 5 de la tarde, cuando salen de los nidos”, afirma.
Sin el debido control y vigilancia de aves y fauna este proceso sería muy peligroso para los pilotos. El personal del aeropuerto debe verificar si un ave hace nido o está buscando refugio, o si están cruzando por el campo aeroportuario. “El análisis de peligrosidad consiste en identificar los horarios en los que las aves frecuentan más la zona”, asegura el biólogo.
La principal herramienta para su trabajo son los binoculares, con estos observa por horas: “Hay aves que se pueden diferenciar; por ejemplo, el gallinazo tiene las puntas de las alas blancas y el guala tiene todo el ala blanca por debajo. A las guacamayas y a los loros los diferenciamos por el sonido, o a otras por la forma de volar (el forrajeo), otras si se perchan (quedarse en un lugar para descansar). Los vuelos de los gallinazos (catartes) utilizan remolinos de viento para volar sin gastar energía, por eso vuelan en círculos porque están montados en una térmica y cuando están comiendo empiezan a bajar por tandas”.
Además de los binoculares, Cristián Guerrero tiene una bitácora donde registra las especies que observa, con detalles y horarios, una cámara fotográfica y un dron autorizado para su trabajo.
Hay aves que vuelan en bandadas de 100 a 150, y por ello se crearon estrategias para disminuir el peligro aviario y mantener la seguridad del transporte aéreo. “Uno no puede decir que las aves no pasan, eso es imposible. Lo que hay que hacer es controlar la presencia y disminuir los atractivos potenciales: por ejemplo, el problema de San Vicente es el gallinazo, es el ave más peligrosa que tenemos en el aeropuerto. Hay gente que hace un mal manejo de los residuos orgánicos y de los animales muertos y esto atrae a los gallinazos (...) Nuestra labor es capacitar a los dueños de las fincas alrededor del aeropuerto para realizar un manejo que logre disminuir la presencia de gallinazos y el buen uso de los residuos orgánicos de su finca”, agrega Guerrero.
Cuidado de las especies
El aeropuerto de este municipio es tipo 4c. lo que quiere decir que solo se permite el aterrizaje de aviones pequeños como los de Satena. Desde allí vuelan a Bogotá y Neiva, los martes y los sábados. Para garantizar la seguridad también se dejan señales con pintura, bandas y luces de aproximación.
Las aves, según explica, llegan por varios atractivos como los charcos de agua o en las orillas de la pista de aterrizaje para hacer sus nidos, los árboles, cananguchales y ríos. “Nosotros analizamos en el aeropuerto cuál es el atractivo que hay dentro del aeropuerto para las aves. Algunas buscan refugio o nidos, por ejemplo, los alcaravanes hacen los nidos en la zona de seguridad donde está el pasto (...) Hay un ave que es muy grande muy peligrosa que le dicen el junco, una grandota que tiene un cuerno y andan en parejas, buscan los charcos de agua”, destaca.
“Cuando llueve mucho se generan cuerpos de agua que son un atractivo para muchas aves en busca de comida. También allí se albergan ranas, insectos y otros animales”, agrega. Si hay nidos se hace su traslado buscando no afectar el ecosistema.
Guerrero indica que no se ha registrado ningún accidente grave. En marzo de 2022 un avión de Satena impactó contra un chamón sin mayores daños. Esta ave busca arbustos altos, por lo que se deben mantener cortos.
Néstor Espejo, licenciado en biología de la Universidad Distrital y ornitólogo, considera que el cuidado depende del hábitat en el que se encuentren las aves. “Se debe controlar los hábitats potenciales para aves que presenten riesgo de colisiones de aeronaves, entre más grande sea el ave mucho más peligroso será el daño. Los más peligrosos son los que llamamos chulos que alcanzan unas alturas considerables y que tienen una masa corporal grande. Para evitar esos accidentes se modifican los hábitats cercanos”, indica.
Espejo destaca que las rutas migratorias más grandes que tenemos en Colombia son las que conectan poblaciones de aves de Norteamérica, que vienen a pasar el invierno en el trópico, en los bosques y humedales: “Lo mejor para que no pierdan sus rutas es mantenerlos conservados, con la creación de áreas protegidas y un enriquecimiento de cultivos agroforestales para que puedan llegar a sus cuarteles de invernada que son los bosques”.
Peligro aviario
En Colombia hay 45 biólogos en los aeropuertos cuya labor es hacer que las operaciones aéreas sean amigables con el medio ambiente y tratar de tener el máximo respeto, entendiendo que los aviones comparten parte del espacio con las aves.
Sin embargo, las herramientas que usan pueden ser agresivas como la pólvora, voladores, totes, entre otros. “Nosotros tratamos de no usarlas. Si observamos que los vuelos de los gallinazos en verano son entre las 8 de la mañana y 3 de la tarde, pedimos que los vuelos sean a las 4 o 5 de la tarde, así no espantamos a las aves y las operaciones no corren riesgo”, asegura Guerrero.
Desde el 2014 se adelanta en el municipio el programa de gestión de riesgo de peligro aviario y de fauna, en el que se ha involucrado a la Policía, el Instituto Colombiano Agropecuario (Ica), bomberos, entre otros.
Como parte de la sensibilización a la comunidad, además de las visitas a los finqueros se realizan campañas en colegios. “San Vicente tiene un déficit en educación ambiental. Los estudiantes no conocen el territorio, la biodiversidad ni las especies de aves y plantas que hay”, cuestiona. Guerrero propone que se trabaje en la construcción de un jardín botánico en el municipio para hacer recorridos y enseñar sobre la naturaleza.