En la mañana del 14 de enero, decenas de personas con toldillos, baldes, coladores, atarrayas y sábanas se agolparon en las orillas del río San Juan, en Tadó, con un solo objetivo: atrapar algunos de los peces que a esa hora intentaban salir del agua turbia en busca de oxígeno o yacían muertos en los bordes del afluente. La gente buscaba asegurar la comida del día o la semana para sus familias, a pesar de que el río parecía un lodazal. “Eso fue una mortandad de peces impresionante, alcanzaron a coger muchos”, recuerda Heiler Moreno, representante del Consejo Comunitario Mayor Del Alto San Juan (Asocasan).
Algunas personas lograron reunir tanto pescado que aprovecharon para venderlo. Tenían de todo: cachamas, quicharos, barbudos, veraneros y sábalos. Cada uno costaba entre 10 mil y 15 mil pesos. Ese día, las calles de Tadó olían a pescado frito.
Sin embargo, con el paso de las horas la algarabía dio paso a la preocupación. El 14 de enero, la Unidad de Gestión de Riesgo del municipio, Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó (Codechoco) y la Alcaldía recomendaron no consumir los pescados pues no se sabía a ciencia cierta por qué habían muerto. Después de dos semanas, se sabe que la mortandad de peces se presentó por la falta de oxígeno en el agua y que la situación tuvo afectaciones más graves sobre el río San Juan. En este Explicador, le contamos qué se sabe hasta el momento sobre esta emergencia ambiental que afecta a los departamentos del Chocó y Risaralda.
1. ¿Qué le pasó al río?
El 14 de enero se presentó una creciente súbita del río San Juan que generó una avalancha en el municipio Mistrató, en Risaralda. Este ha sido uno de los departamentos más afectados por la ola invernal de inicio de año. Victor Manuel Tamayo, gobernador de este departamento, confirmó a través de sus redes sociales que el movimiento de tierra y agua afectó dos viviendas, destruyó 14 puentes en vías veredales, y dejó incomunicadas unas diez veredas de la zona indígena.
Ese mismo fin de semana, las lluvias también generaron deslizamientos de tierra, arena y trozos de árboles que cayeron al río San Juan en la vía que conecta a los corregimientos Guarato y Mumbú. “Estos deslizamientos y flujos de lodo aportaron material al caudal, que ya venía torrencial desde el departamento de Risaralda. Esto afectó la calidad del agua y por ende, generó la mortandad de los peces”, explica María Isabel Arango, geóloga de Codechocó y quien estuvo a cargo del estudio sobre la calidad del agua.
En total, Codechoco y la Unidad de Gestión de Riesgo encontraron 14 puntos de deslizamiento después de monitorear la zona rural del municipio. Por su parte, Eladio Renteria, investigador asociado del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, (IIAP) y quien ha hecho seguimiento a la emergencia ambiental, cuenta que la avalancha fue de grandes proporciones. “Las quebradas que alimentan el San Juan también sufrieron subidas y arrastraron bastante madera y sedimento. Las personas más adultas decían que en 80 años nunca habían visto al río tan espeso”, afirma Rentería.
2. Pero ¿por qué murieron los peces?
La enorme cantidad de sedimento que cayó al San Juan durante al menos diez horas seguidas llevó a que el fondo del río se sedimentara, y los niveles de oxígeno requeridas por varias especies disminuyeran.
Según datos del laboratorio de Codechoco, el 14 de enero había 1,07 miligramos de oxígeno por litro, mientras el 20 de enero se registraron 4,31 miligramos. Yiskar Damián Murillo Asprilla, investigador asociado al componente ecosistémicos del IIAP, explica que el nivel de oxígeno del día de la avalancha era demasiado bajo para los peces. “Entre cero a cinco hay hipoxia. Es decir, hay oxígeno pero no está disponible como debería y eso lleva a la desaparición de algunos organismos. De cinco a ocho es una condición aceptable pero hay que hacerle seguimiento a los organismos, y de ocho a doce, es un ecosistema que está libre de contaminantes. Allí pueden vivir óptimamente”, puntualiza.
Los investigadores han establecido que muchos peces también habrían podido morir por la rapidez de la avalancha pues sus branquias o agallas, que les ayudan recibir y asimilar el oxígeno, se llenaron de lodo. Algunos habrían podido sobrevivir porque se ubicaron en caños y quebradas “Ellos murieron, por decirlo de alguna manera, por asfixia”, dice Murillo.
3. ¿Era peligroso consumir los peces que murieron?
Inicialmente se había recomendado que no se podían consumir los peces pues era poca la información que se tenía sobre su muerte: si había sido por químicos, teniendo en cuenta la práctica de minería, u otra situación. Sin embargo, esto no fue una limitación para los habitantes que salieron a pescar. “A mí no me dio miedo comérmelos porque era evidente que si el agua está muy espesa, los pescados se van a morir”, cuenta Iris Benitez.
4. ¿Y ahora? ¿Qué tan riesgoso es consumir los peces del río San Juan?
Tanto el investigador Murillo como Leison Agualimpia, coordinador de la Unidad de Gestión de Riesgo en Tadó, coinciden en que no sería riesgoso consumir los peces que hayan sobrevivido en el río porque no hay algún riesgo químico. Sin embargo, los pobladores han evitado pescar por estos días porque el agua sigue turbia.
Sin embargo, los investigadores de la IIAP afirman que el problema es a futuro pues habrá menos peces en los próximos meses. Esto afectará a quienes subsisten de la pesca y puede amenazar la seguridad alimentaria de la gente a largo plazo. “Muchas comunidades dependen de estos peces para su seguridad alimentaria. Observábamos que una familia salía con su atarraya y cogía cierta cantidad de peces. Esto es mucho más marcado en comunidades étnicas como los indígenas”, dice Eladio Renteria. “Los guacucos, los barbudos, los sábalos y sabaletas fueron las especies más afectadas y son sobre las que se establece esa pesca de subsistencia”, agrega.
Por su parte, Heiler Moreno, representante de Asocasan, dice que no hay una alternativa ante la falta de peces. Pero esperarán a que haya condiciones para pescar. “Eso es bastante duro para la comunidad porque mucha gente bajaba cogía pescado para complementar su alimentación. Uno supone que ahora se va a bajar y no va a encontrar nada”, cuenta. Dice, además, que el panorama no es alentador pues para buscar soluciones se necesita recursos para proyectos de piscicultura.
5. Entonces, ¿qué tan grave es la situación?
Los expertos han podido determinar a través de fotografías y testimonios que peces pertenecientes a al menos 20 de las 96 especies registradas en el río San Juan murieron. Esto incluye barbudos, sábalos, guacucos, mojarras, sardinas, rabisecos, cachamas, camarones y quicharos, entre otros.
De acuerdo con el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP) dicen que se podría hablar de un afectamiento del 70 por ciento de los organismos. “Notamos algunas especies en cardumen de peces que todavía no eran adultos. Eso es lo que más nos preocupa a nosotros porque permite mantener la diversidad de los peces en el ecosistema. Si se rompe esa cadena reproductiva, pasará mucho tiempo para que inicien a recuperarse de nuevo”, dice Murillo.
El investigador alerta que la afectación fue profunda pues algunas especies que no habían sido totalmente identificadas murieron. Murillo teme que la avalancha vaya a afectar que puedan identificar que tipo de especies son y hacer estudios de su comportamiento.
Por su parte, Eladio Rentería advierte que la muerte de peces esconde un problema mayor. “La mortandad de peces es el inicio de una afectación más grande porque afecta toda la cadena trófica. Las especies que se alimentaban de estos peces, como las aves, se van a ver afectadas”, dice.
6. ¿Qué va a pasar con el río? ¿Cuánto tardará en recuperarse?
La emergencia ambiental sobre el río San Juan persiste y se extiende desde Mistrató en Risaralda hasta Noanamá en el Chocó. Las autoridades municipales y los investigadores del IIAP coinciden en que el proceso de recuperación será lento y debe haber articulación entre las distintas instituciones para poder restaurar el afluente. Hasta la fecha, la Alcaldía de Tadó avanzó en el desarrollo de un estudio conjunto con Codechoco para identificar el nivel de las afectaciones y la calidad del agua para trazar un plan de recuperación.
Sin embargo, María Isabel Arango, geóloga de Codechoco, dice que es necesario complementar el monitoreo con estudios sobre qué peces habitaban y deben habitar en el río, y sus respectivos periodos de reproducción. Para esto, resalta que se deben articular las universidades, las gobernaciones y las corporaciones ambientales de Risaralda y el Chocó. Mientras esto se da, Leison Agualimpia recomienda evitar la pesca de las especies que sobrevivieron. “No los capturemos porque nos vamos a quedar sin nada y ahondar el problema”, afirma.
Agualimpia asegura que se está pensando en dos acciones prioritarias para empezar la recuperación de la cuenca: repoblar el río San Juan, y realizar remoción de tierra y basura de la cuenca del afluente. “Dependiendo de lo que arroje el muestreo y si los peces están aptos, en condiciones de desove y de salubridad. Con esa misma cantidad de peces y de especies que tenemos en nuestro medio, haríamos la repoblación”, explica sobre el repoblamiento. Sobre la última iniciativa se conocen pocos detalles de las fechas y sectores donde se realizará.
Yiskar Murillo agrega que se debe pensar también en la recuperación del ecosistema integralmente porque los microambientes de la cuenca del río, que permitían la reproducción y la alimentación de las especies, están destruidos. “Las especies pueden estar un poco desorientadas y les causa estrés y alteración en sus organismos. No sabemos si acomodarse o ubicarse de nuevo les va a llevar mucho tiempo“, agrega. “La problemática de recuperación va a ser muy lenta si a eso le sumamos que el San Juan es una región netamente minera”, concluye.
Por su parte, Eladio Rentería destaca que es necesario hacer pedagogía con las comunidades para preservar a las especies y, de esta manera, garantizar que las estrategias funcionen. Asimismo, dice que se debe invertir en prevenir los deslizamientos que se presentan constantemente en esta zona donde se une el Chocó y Risaralda, para evitar otra tragedia ambiental.
“Siempre van a haber otros factores que también pueden incidir en que se pueda recuperar. Factores como las actividades mineras en el territorio, el manejo de la geografías mineras, sobrepesca o el uso de artes de pesca que no sean tan selectivas, las condiciones ambientales en el territorio y futuros deslizamientos. Sería muy arriesgado hablar de un tiempo estimado de recuperación de esta cuenca, agrega Rentería.