Fotografía: Betsabé Molero
Fonseca La Guajira Ensayo visual

ENSAYO VISUAL | Los guardianes del arroz

En El Hatico se ejerce un trabajo inusual que siempre inicia muy temprano: el de los pajareros. Los jornaleros se despiertan antes de que salga el sol. Con un grito fuerte al aire comienza la faena: ¡flotica, vela ve, flotica! Sacan el perrero y se disponen a espantar las bandadas de pájaros que intentan aterrizar en los cultivos de arroz para comer los granos después de una larga jornada de vuelo desde Norteamérica.
¿Cómo se hizo este trabajo?
La periodista local Dalis Bolivar tenía conocimiento sobre esta práctica tradicional. Con esta información nos embarcamos en una tarea llena de aprendizaje, barro y paisajes hermosos, para conocer de cerca la experiencia y resaltar la labor de los campesinos que se dedican al pajareo para ganarse el sustento diario.

Jimmy Martínez se levanta antes de que salga el sol. A las cinco de la mañana ya está listo para comenzar su labor. Le dedica una plegaria a San Lorenzo para que le envíe brisas que espanten aves y que hagan su tarea más sencilla. Y espera con paciencia. Con los primeros rayos del sol llegan sus compañeros de jornada. Nubes de pájaros descienden sobre los cultivos de arroz para tratar de alimentarse del grano. La labor de Martínez es evitarlo. Él ejerce un trabajo tan único como necesario: es pajarero.

Los paisajes de El Hatico están marcados por los cultivos de arroz. Allí, en este corregimiento del municipio de Fonseca, La Guajira, entre los meses de septiembre y mayo los pajareros se internan todos los días en medio de pastizales interminables para evitar que los pájaros se coman el grano que ha comenzado a madurar.

Martínez sostiene en su mano una espiga de arroz y explica que este es el delirio de las floticas, como es conocida la ave Spiza americana. Fotografía: Betsabé Molero

Jimmy Martínez tiene 46 años, desde hace 18 se gana la vida como pajarero. En casi dos décadas ha aprendido mucho, no solo sobre el oficio, sino sobre las aves que llegan hasta los cultivos. “Le conozco todas las mañas a estos animales”, dice. Sabe con exactitud a qué hora llegan, a qué hora se van y, también, que a las 10 de la mañana descansan, momento en el que él también puede tomar un receso para desayunar.

Al medio día, cuando el sol calienta más, Jimmy Martínez reposa bajo la sombra. Pero no deja de estar pendiente de las bandadas de pájaros. Fotografía: Betsabé Molero

La herramienta más importante para realizar este trabajo es el perrero, un látigo de fique de aproximadamente 2 metros con 36 centímetros de largo. Los maestros pajareros lo realizan con sus propias manos. Doblan y trenzan la fibra con mucho cuidado para darle forma al perrero, en una de las puntas deshilan la fibra y dejan una pequeña melena. Esta parte es esencial para el instrumento, porque cuando se agita produce un sonido estruendoso.

Martínez y su herramienta de trabajo: el perrero. Este es el único elemento que utiliza para evitar que las floticas lleguen a los cultivos. Fotografía: Betsabé Molero
La mecha es la parte final del látigo, es la que genera el sonido que espanta a los pájaros. En ocasiones esta parte se elabora con otro material. Fotografía: Betsabé Molero

Jimmy Martínez tiene una gran habilidad para hacer sonar el perrero. Se requiere de mucha fuerza y de una técnica especial para realizar el movimiento, de manera que el estruendo sea fuerte para que las aves se alejen.

Los pajareros comenzaron a utilizar esta herramienta en la década de los sesenta, aunque su oficio se inició a practicar veinte años antes. Se cuenta que este método fue traído desde el corregimiento Badillo, municipio de Valledupar, Cesar, cuando las comunidades se percataron de que en los campos de arroz había una oportunidad de trabajo.

Martínez utiliza todas sus fuerzas para hacer sonar el perrero. Fotografía: Betsabé Molero
Dentro del arrozal los pajareros hacen pequeñas callecitas para moverse y espantar los pájaros sin dañar el grano. Fotografía: Betsabé Molero
Jimmy Martínez patrulla para cerciorarse de que no hay pájaros comiendo arroz. Fotografía: Betsabé Molero

Este oficio surge con la llegada del arroz al territorio, en el año 1940. Las primeras siembras que se hicieron en El Hatico fueron impulsadas por el agricultor Juan Martínez (Manen), considerado pionero en la práctica del pajareo en el corregimiento. En aquellos tiempos el arroz se cultivaba en pequeñas parcelas, sin embargo, aunque era poco lo sembrado, con la maduración del grano apareció la Spiza americana, más conocida en el sur de La Guajira como “flotica”. 

Al fondo, una bandada de floticas llegando al cultivo de arroz. Fotografía: Betsabé Molero.

Aunque las aves vienen a alimentarse, los cultivadores se comenzaron a preocupar porque arrasaban con sus cultivos. Por eso pensaron en una estrategia sencilla pero efectiva, así lo manifiesta el pajarero Jairo Molina: "lo primero que uno hace como pajarero es gritar al pájaro. Antes usábamos campanas hechas con latas, con un disco de arado del tractor y años después llegó el perrero". 

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Espantar pájaros con el perrero es una práctica que ha sobrevivido en El Hatico, gracias a la sabiduría popular y su transmisión de generación en generación. De manera reciente se han implementado nuevas alternativas como los estallidos de carburo, un polvo químico que explota y genera un ruido aturdidor. Esta técnica es utilizada por los pajareros jóvenes, mientras que el perrero es usado principalmente por los pajareros mayores.

Jimmy Martínez sostiene fuerte su perrero. Siempre está muy alerta para hacerlo sonar en cuanto ve a los pájaros. Fotografía: Betsabé Molero

Este trabajo se ha convertido en una tradición campesina de El Hatico. De hecho, en el Festival de Arroceros que se celebra cada año en el corregimiento, hay un espacio especial de competencia para elegir a la persona que haga sonar más fuerte el perrero y que lo mantenga en movimiento por más tiempo.

La tarea del pajarero no es solo sonar el perrero. Las personas patrullan cada tramo de los campos de arroz para evitar que las floticas se asienten en los cultivos. Es una labor agotadora, requiere tener buen ojo y mucha agilidad para vigilar varias hectáreas de arroz.

En un árbol Martínez cuelga su perrero y su comida. De vez en cuando las aves se calman un poco y el pajarero aprovecha para resguardarse en la sombra, comer y tomar agua. Fotografía: Betsabé Molero

El sonido es protagonista en el trabajo de los pajareros. Para ayudarse en la labor, instalan objetos en medio de los cultivos como latas, campanas y otros elementos metálicos que hacen ruido cuando sopla el viento, para evitar que las bandadas bajen a comer el arroz maduro. El trabajo parece sencillo, pero es exigente y crucial para cuidar los cultivos.

Jimmy Martínez muestra una espiga de arroz dañada por las floticas. Fotografía: Betsabé Molero

Las floticas o Spiza americana son pájaros pequeños parecidos a un gorrión, aves que cada año durante el invierno en Norteamérica, migran en grandes bandadas hacia el centro y sur del continente. Tienen un apetito insaciable y pueden devorar grandes cantidades de arroz en un solo día.

Sin falta, las primeras semanas de septiembre las floticas llegan a El Hatico. “Esas animalitas llegan flaquitas los primeros días de septiembre y se van gorditas comenzando mayo”, dice Jimmy Martínez.

Martínez recorre todos los días dos hectáreas de arrozal. Camina por todos los extremos para cuidarlos de las bandadas de aves. Fotografía: Betsabé Molero

Cuando el sol cae las floticas se retiran a descansar. Ha sido un día largo y, a pesar de los esfuerzos del pajarero, han logrado darse un gran banquete. Martínez también recoge su perrero y su mochila y regresa a casa. Mañana será un nuevo día y se encontrará de nuevo con estas pequeñas aves escurridizas.

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  • Wilmar Diaz Ochoa
    Nov 6, 2025
    Me dicen que esas aves son migratorias cosa que no e podido entender porque si tienen un sistema digestión corto como hacen para aguantar tantas horas de vuelo. Sin ningún tanque auxiliar

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