En el municipio de El Carmen de Atrato, la Casa de la Mujer representa un hito en la lucha por los derechos. Su historia se remonta al 2008, cuando las mujeres artesanas lograron consolidarse como organización legal gracias a la gestión de la entonces gestora social, Silvia Mejia. Con el apoyo del SENA y la administración municipal de Rafael Montoya, se apropiaron de un antiguo local desocupado y lo transformaron en un taller de creación y comercialización de artículos de cuero. A pesar de las dificultades iniciales, lograron establecerse como un referente local: "El inicio fue duro", recuerda una artesana, "pero con esfuerzo y apoyo, nuestros productos se convirtieron en un emblema del municipio".
Las Mujeres Artesanas del Carmen (MAC) lograron consolidarse como una de las pocas agrupaciones sociales con larga trayectoria en la región, manteniendo vivo su oficio y generando ingresos a través de la comercialización de sus productos. Durante sucesivas administraciones, se respetó el acuerdo que les permitía usar el espacio sin pagar arriendo, cubriendo únicamente los servicios básicos y costos administrativos. "Ahí estuvimos en todas las administraciones, siempre nos apoyaron con la casa. Lo único que nosotros hacíamos era pagar los servicios: luz y agua, además de la Cámara de Comercio y todo lo que son los gastos de la organización", explica una de sus integrantes.
En la administración de Jaiberth de Jesús Oquendo se inició la gestión para la construcción de una nueva Casa de la Mujer, bajo el requisito de contar con una organización de mujeres legalmente constituida y con trayectoria. MAC, cumpliendo con estos criterios, sirvió de base para radicar el proyecto, con la garantía de que conservarían su espacio dentro de la nueva edificación. "La gestora nos dijo que había que tener una organización legalizada para poder meter el proyecto de la Casa de la Mujer. Como nosotras teníamos todo, por medio de nosotras hicieron el proyecto, lo presentaron y fue aprobado", recuerda otra de las artesanas.
Durante la construcción, las artesanas tuvieron que reubicarse temporalmente, pero confiaban en la garantía de que regresarían bajo las mismas condiciones. "Nos salimos de aquí porque nos dijeron: consigan para dónde irse mientras que se hace la Casa de la Mujer. Entonces conseguimos un espacio prestado con el padre y allí estuvimos trabajando", relatan.
No obstante, al finalizar la obra, se encontraron con una realidad distinta: se les exigía pagar un arriendo mensual de 500 mil pesos, cifra que posteriormente se redujo a 400 mil pesos, lo cual generó inconformidad y denuncias por parte de diversas organizaciones de mujeres. "Nos manifestamos en contra de esta injusticia", expresó una de las integrantes de la agrupación Mujeres Somos El Carmen, recordando que el compromiso original no incluía cobros. "Soy testigo del compromiso que hizo el alcalde saliente y la primera dama de que ellas tendrían un lugar allí, en el mismo sitio donde estaban. Fueron muchas las reuniones que la alcaldía hizo con las MAC y esos fueron los compromisos".
Actualmente, la Casa de la Mujer cuenta con un primer piso destinado a emprendimientos locales, con espacios arrendados a diferentes organizaciones, incluida MAC. En el segundo nivel operan la Comisaría de Familia y otras dependencias municipales, mientras que el tercer piso alberga un auditorio con capacidad para 70 personas, disponible para actividades comunitarias. Sin embargo, la inauguración oficial del espacio no se ha realizado y diversas organizaciones de mujeres afirman que no han sido convocadas para discutir su manejo y funcionamiento.
Jaqueline Carmona, comisaria de familia, enfatiza la importancia del lugar como centro de apoyo a mujeres en situación de violencia y vulnerabilidad: "Es fundamental que este espacio sirva para orientar y empoderar a las mujeres, ayudándolas a identificar y enfrentar las diversas formas de violencia de género". Sin embargo, muchas lideresas consideran que la casa aún no responde a la política pública de género municipal y que su potencial no ha sido aprovechado plenamente.
Para una lideresa local, "la Casa de la Mujer no debe convertirse sólo en una estructura simbólica, sino en un espacio con recursos humanos, técnicos y financieros que realmente fortalezcan las capacidades de las mujeres, promuevan la autonomía económica y brinden asesoría en casos de violencia". La falta de claridad en la oferta de servicios y la ausencia de un enfoque integral han generado incertidumbre y descontento. "Pensamos que habría un equipo de especialistas atendiendo a las mujeres, además de un hogar de paso para víctimas de violencia", expresa una integrante de MAC.
Las organizaciones de mujeres insisten en la necesidad de apropiarse del espacio y exigir su derecho a ser parte activa en la toma de decisiones sobre su uso y funcionamiento. "Tenemos la casa, tenemos la política pública, pero no se ve conexión entre ambas", advierte una lideresa. Para muchas, la Casa de la Mujer debe trascender su función como edificio y convertirse en un verdadero centro de desarrollo para las mujeres del municipio, garantizando su inclusión y participación efectiva en la ejecución de la política de género local y nacional.
El futuro de la Casa de la Mujer en El Carmen de Atrato depende de que se cumplan los compromisos adquiridos con las mujeres del municipio y de que este espacio no solo sea una edificación, sino un verdadero motor de cambio, empoderamiento y protección para quienes lo necesitan.