Mabel Vega. Foto: Nicole Bravo
San Juan del Cesar Reportajes

Asoplacer, el negocio verde de las mujeres wiwa que tejen con fique

En los años 80 Mabel Vega creó una asociación que hoy reúne a 50 mujeres indígenas wiwa de San Juan del Cesar (La Guajira) que se dedican a tejer con fique. Por medio de bolsos, mochilas, individuales para el comedor y otros productos del hogar, le apuestan a tener un sustento económico, a mantener y conservar saberes ancestrales y cuidar el medio ambiente.

Mabel Vega tenía 10 años cuando deshilachaba el chinchorro de fique de su papá y usaba las hebras para intentar replicar los tejidos de su mamá, una indígena del pueblo wiwa que se dedicaba a fabricar y vender todo tipo de artículos en ese material. Hoy, a sus 73 años, recuerda cómo ese empeño por aprender a sacar, pintar, trenzar e hilar fique fue la puerta de entrada para fundar ‘Asoplacer’, una asociación de mujeres wiwa cabeza de hogar que trabaja  el fique para tener ingresos económicos conservando la naturaleza y conectando con sus tradiciones. 

‘Asoplacer’ lleva más de cuatro décadas en pie. Ese trabajo sostenido de Vega hizo que su negocio fuera uno de los 600 que tienen un espacio en el marco del evento más importante de biodiversidad del mundo: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16). Los negocios que llegaron a ese evento debían caracterizarse por el aprovechamiento y el uso sostenible de la biodiversidad. El de Vega cumplía con estos requisitos.

En la asociación, la materia prima es el fique, una fibra natural biodegradable que no contamina. Su cultivo y procesamiento no requiere de químicos por lo que el mismo Gobierno Nacional ha incentivado su cultivo y lo ha propuesto como una alternativa para reemplazar los plásticos de un sólo uso. En ‘Asoplacer’, además de contar con cultivos de fique que crecen sin ningún tipo de intervención humana, lo recogen, procesan y tejen de forma manual.

Las mochilas que llevó Asoplacer a la 'Zona verde' de la COP16. Foto: Nicole Bravo

A punta de mochilas, bolsos, individuales para el comedor y otros tantos productos que tejen con fique y a mano, las 50 mujeres wiwa que integran la asociación conectan con sus ancestros y conservan sus saberes por medio del tejido de esta fibra que es una tradición arraigada en la cultura de su pueblo. Además, los productos elaborados son una forma de sostenimiento económico para las mujeres de la asociación al comercializar sus productos por todo el país.

Tocando fibras ancestrales y ambientales

‘Asoplacer’ nació en 1980. Para ese momento, Vega había sido docente de primaria en la vereda El Placer y tenía su propio internado. Allí había notado que la mayoría de sus estudiantes eran hijos de mujeres  wiwa cabeza de hogar. Entonces se le ocurrió que, así como su madre tuvo ingresos económicos y salió adelante con el tejido de fique, ellas también podrían hacerlo. De base tenían el conocimiento ancestral propio de los wiwa, un pueblo indígena que habita en los departamentos del Cesar, La Guajira y el Magdalena.

Aunque la asociación nació en El Placer, las mujeres que la integran también vienen de otras cuatro comunidades vecinas: Ulagos, Loma del Potrero, Piloncito y Hatico de los Indios. Ellas tejen los productos, ponen los precios y se los entregan a Vega que se encarga de comercializarlos a un precio justo. “Si ellas me dicen que la mochila vale 50 mil pesos, yo trato de traerles al menos 70 mil”, cuenta Vega desde el pequeño stand en Cali.

Para ella, los precios no suelen ser rentables, pero dice que son justos y aceptables. Estos varían de acuerdo al tamaño y al tiempo que tardan en tejer las mochilas. Por ejemplo, para tejer una mochila con 10 centímetros de diámetro y 18 de alto puede demorar hasta 15 días y la venden en promedio a 80 mil pesos. Pero solo aumentar cinco centímetros a la base y dos al largo puede implicar hasta siete días más de trabajo.

“De aquí no gano nada, yo tengo mi pensión y con eso estoy bien”, asegura Vega. Su remuneración es la ayuda que brinda a las mujeres wiwa como ella y el aporte a sus tradiciones y a la naturaleza. Los dos últimos son aspectos claves que atraviesan su vida. Por eso, sigue viviendo en la casa de bahareque de su madre, sembrando las semillas ancestrales que ella dejó en la huerta, secando la carne al sol y trabajando el fique de forma natural.

Foto: Nicole Bravo

Incluso, Vega separó una hectárea de tierra de su finca en La Guajira para que el cultivo nazca y crezca de forma armónica con la naturaleza. En promedio, el cultivo de fique puede tardar hasta cuatro años para producir la fibra que luego extraen. Hasta el 2021, La Guajira era uno de los 10 departamentos productores que reunían el 99% de los cultivos y la producción nacional según el Ministerio de Agricultura

“Nosotras no sembramos el fique — explica Vega —-. Cuando la mata va a morir bota una vara donde está la semilla, cuando ésta cae al suelo, crece y se hace cultivo sola con el sol y la lluvia. Acá no metemos maquinaria ni fumigamos, somos artesanas de fibra de fique 100% natural. Hasta nuestras herramientas son de madera y seguimos usando la macana (una pala de madera) para retirar la corteza y sacar la fibra”.

Los conocimientos ancestrales también se han transformado para que algunas acciones vayan más de acuerdo con el cuidado ambiental. Por ejemplo, antes, la savia que recubre la fibra de fique se lavaba en los ríos, ahora se hace en baldes para evitar que esta se mezcle con agua que puede servir para otros usos. También se han combinado con conocimientos más actuales. Giselle Montaño, la hija de Mabel Vega, es la que ha liderado este cambio en la asociación.

Montaño es quien está pendiente de las tendencias de la moda para dar línea sobre algunos productos, y desde 2020 también es la encargada de impulsar a ‘Asoplacer’ en el mundo digital. Contrario a lo que le pasó a muchos negocios, la pandemia resultó ser clave en la apertura al mercado digital de la asociación. 

Giselle Montaño llevaba al menos tres años acercándose de nuevo a la asociación y al tejido de fique luego de que sus estudios universitarios y secundarios la alejaran físicamente de su casa. Pero en 2020, con las medidas restrictivas por el covid, Montaño se topó con el centro de acopio lleno. Al menos 200 mochilas estaban estancadas.

“Comenzamos a trabajar con las redes sociales y gracias a Dios, en un tiempo de seis meses, vaciamos la bodega. Tuvimos éxito de ventas a nivel nacional. Podemos decir que, para nosotros, la pandemia fue un tiempo de florecimiento, de renacimiento, de darnos a conocer y de crear muchos enlaces que nos han permitido participar en muchas ferias” en Barranquilla, Bogotá, La Guajira, Santander y Magdalena, cuenta Montaño.

El reto de los emprendimientos verdes es la ‘supervivencia’

“Los negocios verdes son los que permiten ese equilibrio entre generar ingresos económicos, ser amigables con el medio ambiente y aportar a la sociedad”, explica María Isabel Rodríguez, funcionaria del programa de Negocios Verdes de Corpoguajira. También cuenta que entre las características de ‘Asoplacer’ para ser considerado como tal está el aporte ambiental, la forma en la que involucran a la sociedad al trabajar con comunidades indígenas y el crecimiento económico que genera utilidades para los socios.

Foto: Nicole Bravo

Según el informe “Panorama empresarial y oportunidades para el ecosistema emprendedor en la Amazonía Colombiana”, alineado con el programa Amazonía Siempre, presentado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y BID Lab en el marco de la COP16, en Colombia hay 4.199 negocios verdes registrados entre 2014 y 2022. 

En el país existen tres categorías. La primera es bioproductos y servicios sostenibles, donde están todas las actividades de negocios originados a partir de la transformación y aprovechamiento de recursos de fuente natural renovable. En esta categoría está Asoplacer y la mayoría de negocios verdes en el país.

La segunda son los ecoproductos industriales, negocios que desarrollan procesos de innovación a partir de la transformación y aprovechamiento de residuos, las actividades industriales sostenibles y la sustitución de insumos de origen petroquímico por insumos de fuentes naturales renovables. Y la tercera es productos por la calidad ambiental, es decir, las actividades relacionadas con la disminución de la contaminación y la mitigación y adaptación al cambio climático.

El informe del BID identificó que en los departamentos de la Amazonía colombiana, por ejemplo, las débiles habilidades técnicas y empresariales eran una de las mayores barreras para el crecimiento del tejido empresarial verde. “Más del 99 por ciento de los negocios verdes de la región son micro y pequeñas empresas, con lógicas artesanales y de supervivencia. Estas empresas invierten poco en capacidades y conocimientos que les permitan generar más valor y alcanzar nuevos mercados”, explica el documento. 

Hoy el reto más grande es que Asoplacer se convierta en una empresa. Así contarían con un presupuesto, contratos laborales y salarios. “Ahí vamos creciendo, ya tenemos maquinaria para ampliar e innovar la producción. No nos salimos de nuestros ancestros, pero el mercado nos está pidiendo cosas, entonces toca ayudarnos”, dice. 

La maquinaria llegó con el apoyo económico de 70 millones de pesos que les dio el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, vía Innpulsa, la agencia de emprendimiento e innovación del Gobierno Nacional. Las máquinas ayudarán a ensamblar algunos productos, pues el proceso manual suele retrasar la producción. 

“Es una actualización en el negocio. Con la máquina vamos a ensamblar productos que son de la línea del hogar, nada más. Así agilizamos el proceso y tenemos mayor circulación de nuestros productos en el mercado sin dejar de hacer el trenzado y el hilado de forma manual”, cuenta Giselle Montaño. 

Sin embargo, consolidar este tipo de negocios es más complejo en lugares como La Guajira, donde la pobreza monetaria alcanzó un 65,4 por ciento, posicionando al departamento como el segundo con mayor índice de pobreza en Colombia. Además, en San Juan del Cesar la informalidad laboral alcanza un 91,1 por ciento.

La situación es más crítica para las mujeres. Según datos del Dane, en 2022, la tasa de participación laboral para hombres fue de 78,6 por ciento, mientras que para mujeres fue del 57,4 por ciento. 

Mabel Vega dice que la Alcaldía de San Juan del Cesar no la ha apoyado. “Vienen, toman fotos y piden que cuente mi historia y ya. En 44 años no hemos recibido nada de parte de ellos”, asegura. El apoyo ha venido más de parte del gobierno departamental por medio de Corpoguajira, la autoridad ambiental del territorio que fue la que seleccionó a ‘Asoplacer’ para estar en la COP16 ya que hacían parte de los llamados ‘negocios verdes’. 

Foto: Nicole Bravo

A esto se suma la dificultad de las micro y pequeñas empresas para acceder a financiación. En el informe del BID se consigna que entre 2012 y 2022, el costo del crédito comercial fue superior para esas empresas frente a las grandes, y al menos dos puntos porcentuales mayor cuando el deudor era una persona natural en comparación con las personas jurídicas. “De ahí que fomentar el acceso a microseguros y microcréditos es primordial para que estas empresas puedan mitigar sus riesgos y contar con inversión para fortalecer sus capacidades productivas”, recomienda.

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