Ilustración: Camila Bolívar
Chocó Entrevista

“La primera barrera que rompí fue dejar de pensar que los contenidos positivos empobrecían”: El Murcy

Jeison Riascos se ha dedicado a mostrar la belleza y la riqueza cultural del Chocó a través de sus fotografías. En esta conversación, El Murcy, como es conocido, cuenta cómo evita caer en la exotización de su región, y cómo su trabajo está guiado por un firme compromiso ético con la imagen y la dignificación de la persona fotografiada.

Jeison Riascos ha dedicado 14 de sus 38 años de vida, a contar al Chocó. Oriundo de Quibdó, pero con alma carmeleña, ha usado la fotografía para mostrar las historias de cientos de personas que, en sus palabras, “la rompen” en el departamento. Y reflejar la belleza de su cotidianidad.

El Murcy, como se presenta en redes sociales, tiene su misión clara: “mostrar la cara bonita del Chocó”. Aunque soñaba con ser ingeniero de sistemas, y estudió para ser técnico en instalación de redes de computadores, la pasión por su territorio lo llevó a crear una plataforma digital para contar(se). “Ya no tenemos la necesidad de esperar que otro venga a contarnos, porque nosotros mismos nos contamos”, dice.

“Ya no tenemos la necesidad de esperar que otro venga a contarnos, porque nosotros mismos nos contamos”

Detrás de su marca hay todo un concepto. Durante los años en los que vivió en El Carmen de Atrato, la cercanía a la cultura paisa lo confrontó. Más allá de las diferencias físicas, la disparidad de los hábitos le terminó dando su nombre artístico: “yo solo salía de noche porque era en ese momento que mis amigos se desocupaban. Allá la mayoría de mestizos son comerciantes. Por eso me decían el Murcy, como los murciélagos”, cuenta. Sus primeras fotografías, incluso, estaban en escala de grises, pues los murciélagos no tienen la capacidad de ver los colores.

Hoy, el rojo de la pomarrosa, el verde del plátano, el amarillo de la sopa con queso y del arroz con longaniza, son protagonistas de las imágenes que han llegado a ser portada de medios internacionales como Okayafrica y The New York Times.  Un ejercicio obstinado por contar el Chocó desde la mirada de sus protagonistas. Esto le dijo a Consonante:

Consonante: ¿En qué momento aparece la fotografía en su vida?

El Murcy: Cuando estaba en el Sena empecé a crear espacios digitales donde los chocoanos se pudieran reunir. Porque, por ejemplo, en el año 2010 para encontrar una canción de un artista local me tocaba ingeniarmelas. Ahí dije, si es así de difícil para mí, que soy amigo de los artistas, no me imagino para alguien más. En ese momento se me ocurrió crear una plataforma donde se reuniera toda la música del Chocó y creé Talento Chocoano, una página de Facebook y un perfil Twitter.

Cuando vi que tenía esta fuerza y se convirtió en una especie de medio de comunicación digital con más seguidores, decidí aprovechar para contar historias positivas y empoderar a las personas que hacían algo positivo por el Chocó. Tanto así que compartiendo esas fotos logramos transformar la realidad de algunos jóvenes también y hacer alianzas. Por ejemplo, en 2016 compartimos la historia de unas niñas que jugaban al baloncesto. Cuando publiqué esas fotos la Cancillería se contactó conmigo y dijo que querían llevarlas a Estados Unidos y estar 15 días viendo partidos de la NBA. Al final se llevaron a 15 niñas. Allí ví cómo desde la fotografía empezábamos a transformar y a lograr impactar a personas, entonces eso más me motivaba.

Y El Murcy se empieza a construir cuando empiezo a darle cara a “Talento Chocoano”. A mi me daba pena decir que yo era el dueño porque yo decía: “yo no soy profesional en esto, no tengo conocimiento en esto, pero estoy haciendo algo que está generando impacto”, me daba pena el qué dirán. Pero luego al darle cara se empieza a fortalecer el Murcy y empiezo a trabajar en otros medios.

C.: ¿De dónde sale ese “olfato periodístico” que le hizo encontrar esas historias? 

E.M.: Lo que se despertó en mí fue la vocación por mostrar el territorio y contarlo con narrativas diferentes, porque antes nos contaban simplemente lo negativo. Ahí se despierta las ganas de conocer todo este tema de comunicación, buscando aliados, hasta radio tuvimos por simplemente querer contar esas historias. 

Y hasta el sol de hoy sigo formándome, sigo asistiendo a espacios para seguir aprendiendo cómo narrar y cómo contar historias. Pueden estar mis fotos en The New York Times, o en los principales medios de comunicación, pero nunca voy a perder esa vocación por seguir capacitándome para seguir contando historias del territorio.

C.: ¿Cómo narrar un territorio que para muchas personas es desconocido? O donde lo que se conoce está lleno de lugares comunes y estereotipos.

E.M.: Lo principal es entender que no hay un solo lado de la información, eso para mí ha sido fundamental. Siento que en una información hay muchas personas involucradas y cuando hay muchas personas involucradas, hay diferentes miradas. Dentro de esas miradas existen esas personas que vienen transformando el territorio. 

Cuando dicen “en el Chocó pasa esto”, generalizan. En ese entonces era más marcado porque solamente eran noticias negativas: “secuestraron en el Chocó”, “robaron en el Chocó”, “mataron en el Chocó”, entonces la gente simplemente se quedaba con eso. La dinámica que empecé fue como listo, a equis noticia le contamos el otro lado. 

Por ejemplo, cuando secuestraron al general Alzate en un corregimiento muy bonito que se llama Las Mercedes, obviamente la noticia estaba marcada con ese hecho, pero también hay otras cosas positivas allá. Entonces yo tenía imágenes del territorio, y empecé a contar sobre ellos, los niños y su gente. No era hacerle competencia a la noticia “negativa”, porque esa no es la idea, pero tampoco es que se estigmatice con una sola mirada del territorio.

C.: Y en ese ejercicio ¿cómo hacer para que la fotografía no aporte a la exotización? que es también una forma de racismo.

E.M.: En el 2017 tuve la fortuna de hacer un diplomado en la Javeriana que hablaba de la salud mental en los contenidos. Entonces discutimos cómo lograr que con cada contenido, cada imagen, las personas no se sientan afectadas y al contrario que se identifiquen.

Entonces yo trato de hacer los contenidos de forma que los personajes se sientan identificados, que si yo les hago una foto la quieran poner el perfil. Que si se hace un contenido visual lo quieran compartir, o sea, para contar noticias que “romantizan” ese tema negativo, también hay otras formas de agarrarlo. 

"Trato de hacer los contenidos de forma que los personajes se sientan identificados, que si yo les hago una foto la quieran poner de perfil"

El ejemplo con lo de las niñas, yo pude haber empezado la noticia diciendo: "niñas que juegan baloncesto quieren representar el Chocó pero no tienen apoyo de instituciones, no tienen apoyo a nadie". Pero no, al contrario, es cómo cambiar esa moneda para que no sea siempre lo mismo y dejar de romantizar el tema de las necesidades del territorio. 

C.: Y como fotoperiodista ¿cómo encuentra el equilibrio para no dejar de contar las problemáticas que igual se viven?

E.M.: Yo incluso en las noticias que no son positivas trato que las imágenes no sean dañinas a la hora de publicarlas. Tener una ética a la hora de hacer la foto. Para mí sería muy cruel tener una foto que alguien después me diga: "Oye, quiero que esa foto se elimine porque no me siento cómodo viéndola". 

Por ejemplo, hace un tiempo a una niña le asesinaron un familiar en la calle y ella me escribió. Me dijo: “Yo soy hija de tal persona, me acaba de pasar esto y me gustaría que si le llega la foto de lo que pasó, usted le diga a las personas que no la compartan”. Y sé que eso para mí es imposible de lograr, pero entender ese mensaje es precisamente comprender que sea cual sea el tipo de noticia, hay que tener esa ética y preguntarse qué tipo de contenido comparto.

C.: Esa ética que me comenta es como un proceso de dignificar a la persona fotografiada. ¿Cómo lo logra?

E.M.: Tengo referentes y ejemplos claros: Jesús Abad Colorado. Él cuenta la masacre de Bojayá con sus fotos, y en esas fotos no ves sangre. Eso es un llamado a intentar narrar y dignificar. 

Si mataron a una persona los medios pueden pedir esa foto, pero ahí uno como persona tiene límites. Entonces si me piden muchas cosas de ese tipo yo digo “no, eso no es lo mío, no me sentiría cómodo”. 

Me dio muy duro, por ejemplo, hace poco con lo del derrumbe en El Carmen de Atrato. Me tocó estar en el recibimiento de los cuerpos y casi no soy capaz de hacer ese tipo de trabajos tan fuertes. No porque no tenga el profesionalismo, sino porque no tenía tiempo de pensar cómo lograr una buena imagen sin decir “esa gente está partida”. No es simplemente hacer la foto de lo que pasó, sino también cómo hacer la foto dejando claro que esta persona tiene voz.

C.: ¿Qué barreras ha tenido para ejercer su trabajo?

E.M.: La primera barrera que tenía, y que me tocó romper, fue dejar de pensar que los contenidos positivos empobrecían y pararme en la raya conmigo mismo, ni siquiera con los medios, fue decir “esto es lo que me apasiona y es lo que quiero contar”. Porque eso no lo compraban en ese momento, para poder tener algo publicado tenía que estar pasando alguna situación negativa en el territorio. Sentía que era imposible que me compraran una historia positiva.

"La primera barrera que tenía, y que me tocó romper, fue dejar de pensar que los contenidos positivos empobrecían y pararme en la raya conmigo mismo"

También cuando inicié siempre me hablaban del crédito. Yo no sabía cómo trabajar y cómo volver sostenible la fotografía. Como que no existía esa remuneración, no porque no quisiera, sino porque en ocasiones en el territorio era muy complejo llevarlo. Tuve que empezar a poner límites y entender que eso es un trabajo remunerado.

C.: ¿Ahora cómo se financia?

E.M.: Haciendo fotografías, haciendo videos, con personas que quieran contar historias positivas del territorio. Creo que con lo poco, o mucho, que llevo he logrado  que muchas organizaciones se interesen en el trabajo que hago. Pero siempre es bueno recalcar que a este punto no llegué diciendo: “Soy Murcy y hago esto”, sino tirando, perdiendo la prueba y experimentando. Pero siempre con la convicción y con la visión de saber qué quiero contar. 

En algún momento fui a hacer fotos de un frente de un grupo armado, y tenía claro que no iba a hacer ninguna foto en la que saliera un arma. Y lo que hice fue hacer contenido de un grupo de danza y de teatro que había en el frente. Entonces es tener clara la mirada sobre lo que me apasiona y lo que quiero lograr, porque si no vamos a ser simplemente los fotógrafos de los encargos, pero ¿cómo construimos la visión de nosotros?

C.: ¿Cuál es la foto que más le ha gustado tomar?

E.M.: Hay una que me ha tocado muchas veces creerme que la logré sin querer. Es un niño que va tocando un tambor al lado de una banda de guerra. El niño va tocando un galón, no sé si es de ACPM o de gasolina, pero va soñando estar en esa banda y toca su tambor como si estuviera marchando. 

Esa foto la tomé en el municipio de Raspadura, fue muy bonito ver ese contraste, ver cómo se muestran los sueños. Cómo soñamos cuando somos niños. No es la mejor foto técnicamente, pero en contenido narrativo es muy valiosa. Yo la veo y me motiva mucho, la verdad.

C.: ¿Cuál cree que es la importancia de las redes sociales en la foto documental?

E.M.: Hay dos puntos: uno es que ya no tenemos la necesidad de esperar que otro venga a contarnos, porque nosotros mismos nos contamos. Eso hay que tenerlo claro, porque fue de las cosas que más fuerza me dio. Si antes no nos contaban que alguien en Quibdó estaba haciendo algo bueno, ya nosotros lo podemos decir y puede tener más trascendencia que cualquier noticia que pueda compartir un medio nacional.

Y la otra es tratar, lo más que sea posible, de hacer las cosas bien. Es hacer que los personajes se vean reflejados y se sientan identificados con el contenido que uno realiza. Siento que la ética en ese tipo de contenido es fundamental, porque yo puedo estar haciendo mucho contenido por tener mucho tráfico, pero al final estoy afectando a una población. 

Hace poquito estaba haciendo un video comercial para una marca de ropa y la propuesta que estaban haciendo era que saliera un tigre persiguiendo a la modelo. Pero yo no puedo, así sea con imágenes de apoyo, mostrar que un tigre está persiguiendo a una modelo en Tutunendo, porque entonces voy a afectar el turismo allá y voy a hacer creer que hay un tigre. Tenemos que ser conscientes que nuestras voces también tienen poder en las redes y que lo publicamos llega a muchas personas.

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