El equipo busca patrocinios para continuar jugando. / Ilustración: Camila Bolívar.
El equipo busca patrocinios para continuar jugando. / Ilustración: Camila Bolívar.
La Guajira San Juan del Cesar Reportajes

El equipo de San Juan del Cesar que quiere demostrar que el fútbol no es cosa de hombres

El equipo femenino Cardenales Guajiros ha ganado el 85 por ciento de los partidos jugados y ha sido campeón de varios torneos, pero no juega desde hace cuatro meses por falta de recursos. En medio del auge del fútbol femenino en el país, el equipo pide apoyo.

Rosa Araújo creció con sus dos hermanos, y con ellos aprendió a patear el balón. El mayor le explicó cómo funcionaba el fútbol, cómo llevar la pelota y cómo defender. A partir de ahí, jugó en el colegio, fue a competir a todos los  intercolegiados que pudo y organizó un equipo de microfútbol con otras compañeras. Pero lo hizo sola. “Nos íbamos en chances (es decir, les pedían a conductores que las llevaran gratis) para jugar en Fonseca, Urumita, Villanueva, Barrancas… Hicieron campeonatos en la Alcaldía y nos regalaron uniformes”. Tenía 16 años, y en esas estuvo hasta que, en 2018, el profesor Osneyder Ariño organizó una convocatoria para conformar, de un día para otro, un equipo que pudiese enfrentar a la selección de La Guajira en el municipio.

El juego quedó empatado, y el profe Osneyder recuerda que le decían: “tienen buen nivel, ¿cuántos meses o años llevan entrenando? Y yo decía: un día. Desde ayer”. Después de ese partido, el profe y las doce jugadoras se propusieron conformar un equipo. Lo llamaron Cardenales Guajiros. Su meta era jugar tres meses y probar su compromiso para ver si las cosas funcionaban. Y funcionaron. 

El equipo llegó a tener 18 jugadoras “élite” de entre 15 y 24 años. Entrenaban los miércoles, viernes y sábados, en el estadio de San Juan, pero de día, porque de noche no había iluminación. Así, apenas con sus ganas y las de su entrenador, porque no tenían plata, empezaron a jugar con otros equipos de los municipios vecinos. En realidad, a ganar. 

“Nos tocó salir a jugar lejos porque ya nadie quería jugar contra nosotros”, recuerda Osneyder, quien estuvo en las ligas inferiores del Junior de Barranquilla y volvió a su natal San Juan para entrenar jóvenes. De 46 partidos, solo perdieron tres y empataron cuatro.

En 2019 viajaron hasta Santa Marta para jugar uno de esos partidos: un cuadrangular en el  que resultaron campeonas. “Se nos ocurrió llegar a la Alcaldía y entregarles el premio: esto es de ustedes, aunque nos tienen como menos, dijo la capitana, pero les queremos entregar esta camiseta”, recuerda el entrenador. Entonces, la Alcaldía les dio un uniforme y, en algunas competencias, les garantizó el transporte.

Equipo femenino Cardenales Guajiros. / Foto: cortesía del equipo.

Las jugadoras hablan del deporte con pasión. “Uno está triste, pero juega fútbol y se le olvida todo”, dice Rosa. “Soy libre”, dice Elis Medina, una fonsequera de 21 años que ocupa la posición de delantera. “Cuando tú entras a una cancha, te reúnes con tus amigos, te olvidas de todo lo malo. El fútbol es una droga, pero no de las malas”, suelta entre risas María Alejandra Olivella, delantera de 23 años que ha jugado en Junior y en Valledupar Fútbol Club. Sin embargo, la alegría de las voces de las futbolistas cuando hablan de lo que sienten en la cancha contrasta con la tristeza que transmiten al mencionar el poco apoyo que han recibido. Con la pandemia, el apoyo de la administración municipal se diluyó. Para ellas, la falta de financiación es el mayor problema y fue la razón por la que tuvieron que parar de entrenar hace cuatro meses.

La falta de apoyo

En marzo el equipo de fútbol femenino Cardenales Guajiros jugó su último partido en Codazzi (Cesar). “Se fueron desmotivando. Yo les decía: vamos a jugar el sábado en tal parte, pero llegaba el viernes y les tenía que avisar que los recursos que esperábamos no llegaron y no podíamos ir”, recuerda el profe.

El equipo no tenía fuentes de financiación. El profesor no recibe ningún tipo de remuneración por parte de ellas, pues sabe que no pueden pagar y su meta es tener patrocinios, sino que se sostiene con lo que le produce una escuela de fútbol masculino que conformó poco tiempo después de comenzar con las jóvenes. Y ellas, por su parte, tampoco reciben algún apoyo para financiar el transporte, la alimentación o la dotación deportiva. “Cuando había torneos de varios días, pedíamos que nos pusieran dos partidos el mismo día porque nos quedaba más fácil que ir varias veces a la semana”, recuerda el profesor Osneyder. En dos ocasiones hicieron eso y aún así quedaron campeonas.

Por eso, cuando entrenaban, las jugadoras debían ingeniárselas. Como hacía Rosa en su equipo de microfútbol, algunas compañeras, como Elis y Yolmaris, se habían vuelto expertas en pedir “chances” para llegar a las prácticas en el estadio de San Juan. “Pero las cosas se fueron complicando con los chances porque una nunca sabe lo que le pueda pasar y a veces me daba miedo. Entonces iba un día y otro día no”, recuerda Yolmaris. A veces, el profe les cubría el costo de los pasajes.

También tenían problemas con los implementos. Antes, el equipo apenas contaba con dos balones y estaban en mal estado. Llegaron a asistir a competencias en otros municipios con un solo uniforme. Incluso les pasó alguna vez que, para hacer un cambio en medio del partido, la jugadora saliente tuvo que quitarse los tacos y dárselos a la que iba a entrar, porque la nueva jugadora no tenía. 

El año pasado el equipo jugó en Palmira (Valle) y dos jugadoras se destacaron. Otra de ellas está esperando mostrarse en Fortaleza y el profesor Osneyder está esperando respuestas desde el Real Santander para mostrar el juego de otras deportistas. Sin embargo, aunque el entrenador se mueve para buscar alianzas, esto no es suficiente. “Ahorita me pidieron jugadoras para mostrar en Cali, pero había que durar mínimo allá 10 días, que son las pruebas, y lo mismo en Bogotá. Entonces las chicas deben conseguir un pasaje de aquí a Cali y para sostenerse los 10 días, entonces como no tenemos apoyo en ninguna parte, pues nosotros tampoco estamos como que generando dinero y no podemos ayudarlas”, reconoce el entrenador.

"Para ir a Cali a las pruebas deportivas las chicas deben conseguir un pasaje de aquí a Cali y para sostenerse los 10 días, entonces como no tenemos apoyo en ninguna parte, no podemos ayudarlas"

Osneyder Ariño, entrenador

Pero las dificultades económicas no son un problema exclusivo de las mujeres. En La Guajira, los jugadores también deben autofinanciarse y enfrentarse a la falta de alianzas y patrocinios. Por esto, buscando mejorar las condiciones, el equipo Cardenales Guajiros se constituyó legalmente y se afilió a la Liga de Fútbol de La Guajira, pero esto no ha significado acceso a patrocinadores o de la propia Liga. El profe dice que algunas personas a las que han buscando para que los apoyen piden recuperar su inversión, pero el club no lo puede garantizar.

Lo que sí es distinto es que no hay liga femenina y que los jugadores varones cuentan con algo que no tienen todas las mujeres: apoyo familiar.  “Los padres de los chicos son los que dicen: profe, aquí hay dos mil para esto, para lo otro. Y van a los partidos a verlos jugar, pero lastimosamente con ellas no es así”, dice el profesor Osneyder. Por lo general, las chicas van solas. “Hay papás que ni siquiera apoyan a sus hijas. Ellas pueden tener demasiado talento, pero les dicen: no, mejor ponte a hacer otra cosa”, agrega Rosa.

Esto se ve también a nivel económico. En el caso de Rosa Araújo, su mamá la sacó adelante a ella y a sus hermanos, pero para el fútbol no había dinero. “A mí siempre me ha gustado trabajar. Vendí cosas hasta en el colegio y así me financiaba”, cuenta. Sin embargo, las cosas para ella cambiaron cuando tuvo un accidente y se fracturó el fémur de la pierna derecha. “Si tienes una partidura de fémur, sabes que un equipo profesional no te va a llevar a jugar”, explica, y aunque aclara que después de eso juega mejor, su esperanza de ser futbolista profesional llegó hasta ahí. Rosa ahora vive en Bogotá y trabaja como operaria de producción en una empresa. La situación de Elis Medina es parecida. “Yo sola me apoyo”, dice para referirse a que la plata necesaria para entrenar viene de su trabajo en el taller de su papá.

El profesor Osneyder Ariño y el equipo. / Cortesía equipo Cardenales Guajiros.

Una de las pocas que sí cuenta con el apoyo de su familia es María Alejandra Olivella. “Nunca me ha gustado pedir, pero tengo el apoyo de ellos, que siempre están levantándome”, por eso puede dedicarse a jugar y mantiene su sueño intacto.

Para el profesor Osneyder, la falta de referentes locales evita que en las familias guajiras se tome el fútbol femenino en serio. “Algunas familias dirán “¿para qué una mujer en el fútbol?”, porque este departamento es muy machista y porque no tienen un ejemplo claro de una futbolista que salió del municipio y es profesional”. Es decir, faltan referentes para que las posibilidades de éxito de las jugadoras sean tomadas en serio. Esto es distinto para los varones, pues tienen la figura de Luis Díaz, que nació en Barrancas y está triunfando en el Liverpool de la Premier League de Inglaterra. 

El profe destaca el compromiso de las jugadoras. “Los pelaos acá cumplen 15 años y siempre están pensando en el ron, pero es diferente con las chicas. Es más fácil llevarlas a que lleguen al fútbol élite”. Para Patricia Vanegas, pionera del fútbol femenino en Colombia y quien está dedicada al marketing deportivo, el apoyo familiar es importante, pero también lo es hacerse visibles “para ver quién se quiere interesar en mejorar la condiciones en su territorio y para promoverlas a algo más”. Para ella el camino puede ser aplicar a recursos de escuelas y fundaciones. 

El machismo

Siendo apenas una niña de diez años, la calle de Yolmaris Narváez era una fiesta de niños y niñas jugando fútbol. Ninguno de sus vecinos o primos le decía que no podía jugar por ser niña o que ese juego no era para ella. Pero eso cambió cuando se hizo mayor, y empezó a escuchar comentarios dirigidos a su equipo: les dijeron que mejor jugaran un deporte para mujeres, que las mujeres deben estar en la casa. “Decían que éramos unas machorras, que ese deporte no era para mujeres, sino para hombres”, recuerda Elis Medina, quien también comenzó a jugar fútbol con los niños y niñas de su barrio. Rosa Araújo agrega que también han discriminado especialmente a las jóvenes que son lesbianas. 

Aunque Elis dice que ella no les hace caso a las críticas y a los comentarios machistas, sabe que estos sí han afectado a otras jugadoras. “Hay demasiado machismo, incluso de mujeres que lo discriminan a uno nada más por jugar fútbol”. “Hay niñas que han dejado el fútbol por la discriminación”, agrega. 

El equipo celebrando un triunfo. / Foto: cortesía del equipo.

Para ellas, es evidente que el machismo es lo que está en el fondo de la falta de apoyo a nivel local y nacional para el fútbol femenino. “Los hombres acá tienen más oportunidades que nosotras. Jugar fútbol es común para ellos y los demás ven su talento, pero son menos las mujeres que eligen este deporte y siempre hay críticas hacia nosotras”, dice Jeannis Lizeth Puche, la portera del equipo. 

Patricia Vanegas coincide. “Para nadie es un secreto que el fútbol ha sido un bastión masculino, una forma de mostrar la masculinidad, pero a las niñas nos ha llegado el fútbol por televisión, radio y prensa, y era lógico que nos iba a gustar. Los niños no nos rechazan, el machismo viene de los adultos”. 

"A las niñas nos ha llegado el fútbol por televisión, radio y prensa, y era lógico que nos iba a gustar. Los niños no nos rechazan, el machismo viene de los adultos"

Patricia Vanegas, exfutbolista

En Colombia, el fútbol femenino apenas se profesionalizó en 2017 y, aún así, los clubes no garantizan condiciones de igualdad para las jugadoras. “La Dimayor hace un esfuerzo por organizar un evento (torneo), pero los clubes esperan que les den todo”, dice Vanegas. Bajo el modelo actual, los clubes deben garantizar los sueldos de las jugadoras profesionales, sus uniformes y demás condiciones laborales. Pero, según las denuncias que han hecho futbolistas como Isabella Echeverri y Melissa Ortíz, eso no pasa ni siquiera en la selección colombiana. “No nos pagan, ya no nos dan vuelos internacionales, los uniformes son viejos, la Federación ha cortado jugadoras por hablar. Ya no tenemos miedo, estamos aquí para hablar", dijeron en 2019 a través de un video.

A esto se suman violencias basadas en género. “Todas las violencias se ven acá. El acoso sexual desde el kinesiólogo hasta el entrenador que te chantajea con que no juegas si no te acuestas con él, que a todas les ha pasado, así la gente no lo sepa”, dice Vanegas. “Juegan con la carrera deportiva de las jugadoras”, sentencia. Por esto muchas se retiran. 

El sueño sigue

A pesar de las barreras que se encuentran en el camino, el equipo está recobrando sus esperanzas. El 25 de junio empezó el primer torneo de microfútbol femenino en el corregimiento Corraleja, que va hasta octubre, y para el certamen acordaron distribuir a las jugadoras entre el equipo de San Juan y los de otros corregimientos que participan. Pero el espacio les sirvió para reencontrarse.

Los ánimos estaban mejor que la última vez. Las jóvenes insistieron en retomar las prácticas del equipo de fútbol y el profesor Osneyder estuvo de acuerdo, pero con otras ideas. “Estoy buscando tener dos o tres patrocinadores para que ellas puedan tener un apoyo”, dice. Además, como ya están afiliados a la Liga guajira, van a pedir un torneo femenino que “puede ser por categorías, como Sub 17 y una libre, porque hay chicas que ya tienen 22 o 24 años y juegan muy bien. Todavía les da para llegar al profesionalismo”.

Más allá de eso, la necesidad más grande es que tanto las autoridades locales como las empresas privadas que están en el territorio crean en ellas. “Como futbolista he visto muchos talentos que se quedan en equipitos. A mí me gustaría que lleguen y nos vean para que no se desperdicie el talento”, dice María Alejandra Olivella. Además, para Patricia Vanegas debe haber un cambio en la mentalidad de los dirigentes deportivos. “Los clubes deben cambiar el chip y hacer una conversación real y de compromisos. Tienen experiencia para sacar adelante el fútbol femenino”, dice Patricia Vanegas. Para ella es clave que se comprometan a hacer rentable el fútbol femenino bajo unas condiciones laborales dignas para las mujeres.

Jeannis Puche hace un llamado claro: “no solamente los hombres tienen derecho a jugar fútbol. Somos capaces, aunque muchos no lo crean. Tenemos derecho a la igualdad”. Y Patricia Vanegas coincide: “jugar fútbol es un derecho de las mujeres”.

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  • Evelyn Victoria Valbuena Camargo
    Jul 26, 2022
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  • Rosiita
    Jul 26, 2022
    Muy buen reportaje, gracias por esto ..🥰
  • Maira Fragozo
    Jul 26, 2022
    El talento no es suficiente cuando los recursos y el apoyo no se tienen. Deseo tanto que esta situación cambie para las chicas y que sean valoradas por ese gran talento que tienen, que se les dé el reconocimiento que merecen y que puedan dejar en alto el nombre de su municipio y porque no el del país. La Guajira en general tiene bastante talento por explotar en cuanto a fútbol

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