Ilustración: Camila Bolívar
Chocó Tadó Reportajes

El canto de la resistencia: una escuela para revitalizar los alabaos en Tadó

En Tadó, los cantos fúnebres se han ido apagando y las comunidades temen que los muertos se queden sin quienes les canten. Para proteger la tradición, la bibliotecaria del municipio decidió abrir una escuela en la que enseña a 50 niños y niñas los alabaos, cantos tradicionales de las comunidades afrodescendientes.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Visitamos la primera escuela de alabaos en Tadó para conocer cómo los niños y niñas aprenden estos cantos fúnebres tradicionales de la liturgia afrocolombiana. Conversamos con la creadora de la iniciativa, las madres de los niños y el profesor de alabaos, así como con expertos en la espiritualidad y la estética de las comunidades afrodescendientes.

Rodamin Perea escucha voces mientras duerme. Una noche —recuerda— sintió a una persona acercándose al oído para susurrarle que era hora de componer un canto fúnebre. “¿Qué canción voy a componer si no tengo ninguna idea y estoy durmiendo?”, respondió Rodamin. Pero la voz le insistió, le dijo “hágale, que Dios le da la oportunidad”. Rodamin obedeció, se levantó de su cama a las cuatro de la madrugada, aún somnoliento, y escribió el alabao que le dictó la voz. 

Aquí está Jesucristo el hijo de Dios

con su manto divino

digno de la bendición. 

Ya la entran a la iglesia

a escuchar la palabra de Dios

que los ángeles la reciban  

en la presencia de Dios. 

Rodamin tiene 52 años. Es uno de los cantaores y compositores de alabaos de Tadó. Su voz guía la tonada en los velorios, las novenas, las últimas noches de los difuntos, y se escucha en los encuentros del grupo de alabaos del municipio. Todavía quedan diez cantaores en el grupo, pero Rodamin es el único que enseña a niños y niñas a interpretarlos, para que estos cantos continúen existiendo y no se silencien con la muerte de los mayores.

"Queremos organizar grupos de semilleros para preservar las tradiciones culturales de los corregimientos y del municipio. El objetivo es hacer parte de la tradición de los gualíes, alabaos y levantamientos de tumbas del Medio San Juan, e intentar rescatar las tradiciones y culturas de los ancestros que ya no están”, cuenta.

Por eso se unió a la iniciativa ciudadana de crear la primera escuela de alabaos en Tadó. El proyecto lo inició la coordinadora de la biblioteca pública municipal, Marcela Quinto, preocupada por cómo se apagan los cantos durante los velorios. “Una vez sentí mucha tristeza en un velorio de la funeraria Santísima Trinidad porque se notaba el vacío de los cantaores. Antes se llenaba la sala de velación con hasta más de treinta personas cantándole al difunto. En el municipio había grandes cantaores y ahora casi no hay quien cante”, lamenta Quinto. 

Esa pérdida de la tradición, cuenta, ha sido más evidente luego de la muerte de cantaoras mayores como Helena Mosquera, cuyo legado no continuó nadie. En otros municipios del Chocó, como en Andagoya, Baudó y Certeguí, los profesores incluyen en el plan de estudio de los colegios la enseñanza de los alabaos. De esta forma, los niños se acercan a los cantos fúnebres y los rituales mortuorios desde pequeños. Pero esto no ocurre en Tadó. 

Para llenar ese vacío, Quinto comenzó en abril de este año a difundir a través del voz a voz y de mensajes en las redes sociales la apertura del semillero. Desde entonces, el salón de la biblioteca se llena todos los días, de 2 a 5:30 p.m, con hasta cincuenta niños jugando, aplaudiendo y entonando alabaos por primera vez. 

Rodamin Perea da clases de alabaos a niños y niñas en la biblioteca municipal de Tadó.

“Es una experiencia muy bonita para mi niña. Tiene seis años y está muy motivada, se la pasa cantando en la casa. Ahora no ve la hora de que sean las dos de la tarde para ir a la biblioteca. A mí me alegra mucho que continúe con la tradición porque así podrá seguir el legado de los ancestros. Me la imagino más grande cantando en los velorios”, cuenta Mery Quiñonez, habitante del barrio Villas de Remolino. 

"Es una experiencia muy bonita para mi niña. Tiene seis años y está muy motivada, se la pasa cantando alabaos en la casa. A mí me alegra mucho que continúe con la tradición porque así podrá seguir el legado de los ancestros".

Mery Quiñonez, habitante de Tadó

Esa misma sensación la tiene Isabel Perea, madre de un niño de 10  años. “Yo soy una mujer mayor y no conozco las canciones de los alabaos. Si les enseñamos a los niños, que son el futuro, podemos rescatar esas raíces perdidas. Veo a mi hijo ensayar en la casa y de verdad me alegra. Me siento muy satisfecha y contenta por Neymar", dice. 

De acuerdo con Elizabeth Moreno, lideresa chocoana y defensora de los derechos humanos, mejor conocida como "Chava", instalar una escuela de alabaos es "una manera espectacular de recuperar las tradiciones". "Que se agrupen los colegios, los procesos organizativos de los territorios y que se articulen jóvenes y mayores para la transmisión de saberes", dice.

“Antes, en las charlas sentados a la orilla de un río o a bordo de una canoa, labrando el canalete, tejiendo el chinchorro o armando canastillas, uno hacía un doble aprendizaje. Aprendía sobre el canalete, pero también conocía los cuentos, las adivinanzas y los alabaos. Esos espacios hay que retomarlos, porque son una forma de resistencia”, considera Moreno.

Tres días ante mi muerte

me tengo que confesar

para ir derecho al cielo

y no tener que penar.

Estando muerto y tendido

prendan las cuatro velas

para cantarle toda la noche

hasta llevarme a la tierra.

Una práctica ancestral

En el Chocó, honrar a los muertos a través de ritos como los alabaos y los gualíes es un principio fundamental. Esa adoración a los difuntos —también a los santos— es tan propia de las comunidades del sur de la costa pacífica como del sur del Valle y del norte del Cauca, donde los muertos hacen parte de las familias de los vivos.

Por eso los alabaos son un pedazo de ellos mismos. De su dolor, alabanza y esperanza. Son cantos, pero también oraciones y plegarias a varias voces para despedir con regocijo a quienes se van y acompañar a las familias que se quedan. Una práctica ancestral de la liturgia afrocolombiana declarada Patrimonio Inmaterial de la Nación en 2014.

“Los alabaos hacen parte de un sistema espiritual complejo que pone juntos ritos, cantos, signos y objetos. Estos signos sagrados que hoy adornan las tumbas y resuenan en los velorios y en las fiestas patronales, tienen una larga tradición. Son el resultado de circunstancias históricas como la espiritualidad africana, la violencia de la esclavización y la catequización de los cautivos. No podemos pensar en alabaos sin pensar en todo lo que los rodea. Es un canto para honrar la gente del más allá vinculado a toda una ritualidad afrodescendiente”, explica Martha Luz Machado, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de la espiritualidad y la estética afrocolombiana.  

"Los alabaos son resultado de circunstancias históricas como la espiritualidad africana, la violencia de la esclavización y la catequización de los cautivos. No podemos pensar en alabaos sin pensar en todo lo que los rodea".

Martha Luz Machado, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de la espiritualidad y la estética afrocolombiana

Los conocimientos sobre los alabaos, gualíes y levantamientos se transmiten de generación en generación, “como se aprende a ser partera, curandero, raicero o médico ancestral”. Por eso, dice Machado, “es revelador  que se creen escuelas para enseñarlos en lugares donde ese traspaso generacional pareciera que está desapareciendo”. 

Esa “desaparición” ocurre únicamente en Tadó y en Istmina, considera Héctor Rodríguez, creador del Encuentro de Alabaos, Gualíes y Levantamiento de Tumbas, que se celebra en Andagoya hace 27 años, un evento que reúne a más de 40 grupos de municipios y corregimientos del Chocó. “En Andagoya nosotros llevamos los sabedores a los salones de clase, tenemos incluso niños indígenas que cantan alabaos, eso antes no se veía”, cuenta. “La falta de cantaores se ve en algunos municipios como Tadó e Istmina, porque a veces no hay mucho interés y apoyo de las administraciones municipales, pero eso en los demás pueblos no está pasando”, señala Rodríguez.

"La falta de cantaores se ve en algunos municipios como Tadó e Istmina, porque a veces no hay mucho interés y apoyo de las administraciones municipales, pero eso en los demás pueblos no está pasando".

Héctor Rodríguez, creador del Encuentro de Alabaos, Gualíes y Levantamiento de Tumbas de Andagoya

Por eso es tan importante tener semilleros, dice, “para que cuando los adultos mueran, los jóvenes sigan con la tradición y les enseñen a cantar alabaos a los niños. Esa es una forma de salvaguardar las manifestaciones”, aunque es un proceso que toma años, advierte.

Rodríguez recuerda la vez que los alabaos estuvieron en peligro en Andagoya por el temor que sentían las personas durante el conflicto armado. “Cuando los actores armados hacían presencia y caminaban por las calles de los pueblos, la gente se asustaba y dejaba de cantarle a sus muertos, los muertos ya ni se veían”, cuenta. “Por eso creamos en 1997 el encuentro de alabaos, para proteger y defender nuestras tradiciones”. 

Para llevarme a la tierra

Voy junto con mis hermanos

Allá me dejan solito

Para que me coma el gusano

Aunque el gusano me coma

Yo aquí tengo que volver

A recoger mi celaje

Lo que en el mundo dejé

El velorio tadoseño

Los alabaos que se cantan en Tadó son diferentes a los de otros municipios, explica Rodamin Perea. Tienen una musicalidad especial y, muchas veces, cambios en algunas de las letras: palabras que no se pronuncian completamente, significados que cambian. Pero todos exigen mucho vocalmente a los cantadores, que suelen interpretarlos mientras beben aromáticas envenenadas con aguardiente y zumo de limón, para poder cantar por horas hasta el amanecer. 

En Tadó, los velorios se siguen realizando siempre en la noche y en comunidad. Esa tradición no se ha perdido. Los tadoseños tienen la costumbre de recoger dinero entre los vecinos para ayudar con los gastos fúnebres y, como agradecimiento, las familias del muerto ofrecen café, aromáticas, confites, panes, galletas y aguardiente. Los eventos comienzan con el primer rosario hasta completar cinco. Luego se cantan los alabaos, que van acompañados con un salve o un avemaría.

Camino más adelante, un triste ciego encontré

Ciego dame una naranja, para el niño aplacar su sed

Súbase al palo señora, coja la que merece

Cojala de una en una, cojala de dos en tres

Desde la primer naranja, ya el ciego empezó a ver

Ciego que nada no via, ciego que nada no ve

Salve, salve, salve virgen

Dolorosa madre.

Más apoyo para el semillero 

Darlington Yurgaky, secretario de Cultura de Tadó, celebró la iniciativa ciudadana de crear la primera escuela de alabaos. “Me parece excelente la idea que tuvo Marcela [Quinto] desde la biblioteca para rescatar costumbres y tradiciones. Hacia allá debemos apuntar, porque quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.

De acuerdo con el funcionario, “sería bueno hacer estos talleres en otras instituciones educativas y llevarlos al alto San Juan, para que la gente vaya enriqueciendo sus conocimientos, valore las tradiciones y toda esa cultura bonita que tenemos”.

La idea, aseguró Yurgaky, es que los niños y las niñas de la escuela de alabaos puedan participar en el Encuentro de Alabaos, Gualíes y Levantamiento de Tumbas de Andagoya. “La tradición hoy se está perdiendo y con base en eso tenemos que tomar acciones”, reconoce.

La virgen cogió el camino

del valle para Belén

y en la mitad del camino

el niño pidió agua a beber

Salve salve virgen

dolorosa madre.

Agua te daré mi niño

agua te daré mi bien

porque los ríos están turbios

ríos y mares también.

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