Mujer wayúu en el resguardo de Mayabangloma. / Foto: Gabriel Linares - Consonante.
Mujer wayúu en el resguardo de Mayabangloma. / Foto: Gabriel Linares - Consonante.
Fonseca La Guajira San Juan del Cesar Reportajes

El aborto para las indígenas: entre el estigma en sus pueblos y la autonomía del cuerpo

Tradicionalmente, las indígenas wayúu y wiwa que habitan en La Guajira han tenido la responsabilidad de hacer pervivir sus comunidades por encima de todo. Sin embargo, desde los liderazgos y feminismos indígenas se han planteado debates sobre la autonomía de cada mujer sobre su cuerpo y el papel de las instituciones occidentales. El tema continúa siendo un tabú.

“Aunque lo nieguen, yo podría decir que las mujeres indígenas históricamente han abortado”, dice Ediana Montiel, cofundadora del Colectivo Mujeres del Desierto, en Uribia. La respuesta viene de las vivencias de la Alta Guajira, donde el desierto y el viento son abundantes y el agua, escasa. “En épocas de sequía o de hambruna no era una buena fecha para dar a luz o para estar embarazada, porque no había soberanía alimentaria”, continúa. 

En contraste, Edilma Loperena, comisionada de mujer del pueblo wiwa; y Norelis Uriana, consejera de mujer y juventud del resguardo wayúu de Mayabangloma, dicen “no se me ha presentado ningún caso”, a una pregunta sobre la interrupción voluntaria del embarazo en sus comunidades. Hablan de casos porque, en sus pueblos, son ellas quienes conocen y aconsejan sobre las situaciones que atraviesan las otras mujeres, y también quienes pueden ayudarlas si necesitan llevar un caso a la justicia propia o ante la occidental. Pero el aborto, al menos en el sur de La Guajira, no es un tema del que se hable mucho. Si sucede o no, ellas no lo saben. Al menos creen que no en sus comunidades.

Tradicionalmente, las comunidades indígenas del departamento han situado a las mujeres como las dadoras de vida, como las responsables de la pervivencia de los pueblos. Además, la religión cristiana ha influenciado la forma en la que se ve a las mujeres. Sin embargo, desde hace algunos años líderes y feministas wayúu han ampliado la visión sobre el papel fundamental de las mujeres en los pueblos a una que no pone en tensión el ser dadoras de vida con tener la posibilidad de decidir sobre continuar o no con un embarazo. 

En 2020, el Movimiento Feminista de Niñas y Mujeres Wayúu pidió despenalizar el aborto. Jazmín Romero, fundadora de la organización, planteó la necesidad de que las wayúu conocieran los derechos que tienen para evitar las barreras en los servicios médicos y de que el Estado borrara del código penal el delito de aborto, pues el proceso penal podría asustar a las mujeres. Esta líder ha planteado también que la autonomía sexual y reproductiva no debe reñir con el pensamiento y la cultura de su pueblo. Pero no hay una sola forma de ver el tema.

Lea también: Así funciona la iniciativa que intenta frenar los embarazos adolescentes.

Tanto en el pueblo wayúu como en el pueblo wiwa la petición formal de un aborto tendría que llevarse a las autoridades indígenas, en caso de que sea necesario un aborto por métodos médicos. Sobre esto, la Corte Constitucional falló recientemente una sentencia de tutela sobre el caso de una mujer indígena del Cauca a la que su resguardo le negó el aborto sin considerar todas las causales existentes. 

Esta sentencia pone límites a las decisiones de las autoridades indígenas, y el límite es la ley ordinaria. Las autoridades deben valorar “de manera completa, cierta y exhaustiva las razones que justificarían su realización, en atención a las particularidades de la situación, y, de ser el caso, con el consentimiento previo e informado de la solicitante, exploren alternativas a la IVE dirigidas a garantizar la protección de la vida en gestación como finalidad constitucional imperiosa y valor trascendental para la armonía de los pueblos indígenas afiliados a la AIC, sin afectar intensamente el derecho a la salud y los derechos reproductivos de sus comuneras”.

Es decir, a las mujeres no se les puede imponer que continúen con su embarazo.

Parir: el primer acto que asegura la pervivencia

Para los pueblos indígenas de La Guajira la vida es lo más importante. La vida indígena que puede crecer en medio de la cultura, aprenderla, practicarla y enseñarla. “Para nosotros la vida es lo más sagrado. Traer más niños al mundo significa mantener nuestra pervivencia, mantenernos como wiwa y sostenernos en el tiempo. Traer a un niño al mundo significa garantizar nuestro linaje, nuestro pueblo y nuestra cultura”, dice Edilma Loperena, para quien el aborto no es una posibilidad. “No se da”, asegura, a menos de que ocurran accidentes o haya pérdidas espontáneas.

"Para nosotros la vida es lo más sagrado. Traer más niños al mundo significa mantener nuestra pervivencia, mantenernos como wiwa y sostenernos en el tiempo”

Edilma Loperena

Desde la visión wayúu, la vida de los niños indígenas también es la pervivencia de los clanes, pero no se trata de parir por parir, aclara Evelyn Acosta, integrante de la Fuerza de Mujeres Wayúu y defensora de los derechos humanos de las mujeres desde hace más de 20 años. Acosta explica que desde la espiritualidad las mujeres son dadoras de vida, transmisoras de conocimientos y guardianas de la naturaleza. Pero, además, son las responsables de ampliar su clan, pues este pueblo es matrilineal. Es decir, una persona es wayúu porque su madre lo es y el clan aumenta solo en la medida en que las mujeres tengan hijos. “Uno dice: tengo que contribuir a mi clan porque quiero que mi clan permanezca en la historia. Pero no es solo tener hijos. Se trata de lo que implica ser wayúu, la esencia. Yo tuve una niña wayúu porque lo quise, porque sé lo que significa, pero otra cosa es que una mujer diga ‘ya no quiero tener más hijos’ y no se le garantice”.

Acosta habla de garantías haciendo referencia al derecho a interrumpir el embarazo que tienen todas las mujeres y niñas colombianas de forma libre hasta la semana 24 de gestación, o bajo tres causales (malformaciones del feto, abuso sexual y afectación a la vida o salud de la mujer) sin límite de tiempo. Pero una cosa es la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y otra es abortar. La primera es el derecho y el procedimiento médico. La segunda, es algo que, según Ediana Montiel, han hecho las mujeres indígenas toda la vida.

Sin embargo, el aborto siempre ha sido una decisión privada porque hay un estigma sobre la mujer que lo practica. Evelyn Acosta y Ediana Montiel coinciden en que gran parte de la vergüenza y los señalamientos hacia esta tiene que ver con la influencia religiosa en las comunidades indígenas, en las que el aborto es un pecado. Con ese peso encima, las mujeres que deciden abortar lo hacen con la ayuda de una familiar que conozca sobre medicina tradicional y sea capaz de desarrollar el procedimiento. O sola y con poca información. Eso sí, no se hace con los métodos que ha dispuesto la medicina occidental para lograrlo: pastillas y procedimiento quirúrgico.

La autonomía: sin información para decidir

¿Cómo ejercer un derecho que no sabes que tienes?

Las mujeres colombianas tienen derechos sexuales y reproductivos. Uno de ellos es el derecho a decidir libremente si se desea o no tener hijas o hijos, cuántos y cuándo. Estos derechos los debería garantizar el Estado a través de programas de planificación familiar, acceso a métodos anticonceptivos y pedagogía. En La Guajira no es así. Las propias mujeres se garantizan sus derechos, cuando pueden. 

“Hay plantas medicinales que se usaban para no gestar. Por ejemplo, cuando mi mamá no quería tener más hijas le dijo a mi abuelita y ella le dio una mezcla de plantas. Mi hermana menor tiene 24 años. Siempre se ha usado la sabiduría de las plantas”, explica Ediana Montiel. En el pueblo wiwa también es así. “Desde nuestra cultura tenemos la manera de tener hijos cuando haya la necesidad o cuando la mujer y la pareja deciden. Si no lo deciden, ellos se cuidan desde lo interno, y hoy día muchas mujeres planifican con medicina occidental”, explica Edilma Loperena. Las mujeres wiwa de San Juan del Cesar acceden con mayor facilidad a los servicios médicos, pero esto no incide en que tengan menos hijos. “Aquí se tienen los hijos seguidos, no es como que vamos a esperar. Si van a parir cinco, son cinco. Y luego empiezan a cuidarse”.

Evelyn Acosta agrega que también las hay para abortar. "En algunos talleres nos decían que había plantas medicinales que las mujeres usaban para producirse un aborto, solo que estos son temas muy secretos entre familias y decisiones muy privadas y casi escondidas de las mujeres. Ese conocimiento se ha perdido. Yo no las conozco”.

"En algunos talleres nos decían que había plantas medicinales que las mujeres usaban para producirse un aborto, solo que estos son temas muy secretos entre familias y decisiones muy privadas y casi escondidas de las mujeres"

Evelyn Acosta

Pero estas prácticas siempre se han mantenido en el ámbito más privado, es decir, solo compartidas por la madre o la abuela para la hija o nieta que las necesite. “Y si yo voy y le pregunto a mi mamá, me va a preguntar que yo para qué quiero saber eso”, explica. Es una decisión que genera vergüenza. 

Las wayúu consideran que esto podría cambiar si las mujeres empiezan a conocer sus derechos. Por ejemplo, Norelis Uriana, en el resguardo de Mayabangloma, no ha recibido ningún caso de una mujer que quiera practicarse un aborto porque no quiere ser madre. Pero sí ha conocido de mujeres cuyos fetos vienen con malformaciones, pero continúan con el embarazo pensando que son errores médicos y porque desconocen que la ley ampara interrumpir un embarazo en esas condiciones. “Hemos tenido casos acá de niños que nos dijeron que iban a tener mala formación, y tienen el hijo, pero si el niño nace, sufre o en ocasiones han fallecido”, dice. 

Para ella, además, falta información sobre otras causales. “Cuando hay un abuso, es algo que está en contra de la voluntad de la mujer y le crea secuelas. El embarazo así es muy difícil. Sé que como mujeres indígenas nos ayudamos con nuestras plantas medicinales, nuestra abuela, pero se afecta lo físico y psicológico de la mujer. Si es en contra de uno, si ve que no va a aceptar ese ser, uno está en todo su derecho (de interrumpir el embarazo)”, afirma.

A pesar de la legislación alrededor del aborto, la realidad es que muchas mujeres wayúu no van al hospital porque está lejos, porque no conocen el sistema de salud o incluso porque no tienen cédula. Además, quienes van no se sienten bien tratadas. Ediana Montiel explica que esto va desde actos de racismo hasta la falta de enfoque étnico, en la medida en que el personal médico no habla wayuunaiki ni explica claramente los procedimientos que llevarán a cabo. Además, según Evelyn Acosta, los ejercicios pedagógicos son casi nulos. “Yo me pongo a hacer un ejercicio con la EPS y las IPS indígenas y no indígenas, que tengan folleto, que tengan campañas informativas, interculturales, diciendo: ustedes tienen estos derechos, existe esta ley… y te puedo garantizar que si una los tiene, es mucho. El sistema de salud no se ha preparado o no quiere prepararse para esto”. 

El reto: pedagogía y diálogo de saberes

Al igual que en la sociedad no indígena colombiana, el primer reto es la despenalización social del aborto, es decir, levantar el tabú sobre el tema y la estigmatización sobre la mujer que por una u otra razón accede a la interrupción del embarazo de forma voluntaria. Para Evelyn Acosta el primer paso es diseñar e implementar una estrategia intercultural para llevarles a las mujeres la información. “Tiene que haber una mirada étnica, tiene que haber profesionales que no tengan objeción de conciencia frente a estos casos, debe hacer adecuaciones interculturales y avanzar en la promoción de salud y prevención de riesgos”, dice.

A nivel comunitario, el reto es el diagnóstico y el diálogo. Así como desde las organizaciones occidentales se ha investigado las consecuencias del embarazo no deseado en las mujeres no indígenas, Acosta considera que debe hacerse lo mismo con la mirada wayúu. “La información es la herramienta para saber lo que sienten las mujeres frente a esto. Hay que hacer una investigación que será la herramienta para decirles a los machos en las instituciones: mira, esto es lo que sienten las mujeres cuando tienen que tomar una decisión así”, afirma. 

Pero también tienen que romperse barreras relacionadas con la atención en salud. Hace unos meses, al resguardo Waimpletu en Uribia llegó una jornada médica de una IPS con la que trabajaba el pueblo. Una enfermera afirmó que iba a hacer una jornada ginecológica. Montó la camilla y esperó a las mujeres, pero ninguna pasó. Al rato, en wayuunaiki, la mujer enojada empezó a regañarlas: ¿por qué no pasan? Son unas ignorantes. Así como abren las piernas para tener hijos, las tienen que tener para planificar. El regaño iba escalando hasta que la madre de Ediana Montiel la paró: usted no va a venir a mi territorio a tratar mal a las mujeres, ¿usted les explicó qué es una cita ginecológica? La jornada acabó ahí. 

El Colectivo Mujeres del Desierto ha abierto conversaciones con hombres y mujeres sobre violencias basadas en género y derechos de las mujeres. /Foto: cortesía de Ediana Montiel.

Para Ediana esta experiencia ejemplifica lo que está mal con el sistema de salud. En sus palabras, es la superioridad desde la que se sitúan las instituciones occidentales y los profesionales para atender a las mujeres indígenas, sin tener en cuenta sus costumbres y, en muchas ocasiones, su idioma. A partir de ahí se creó un protocolo para las brigadas de salud, que comienza por acordar los servicios con las líderes, explicar los procedimientos en wayuunaiki y tener en cuenta las peticiones y miedos de las mujeres. 

Norelis Uriana plantea otra idea. En Mayabangloma, por su cercanía a Fonseca y a San Juan del Cesar, y cuando los embarazos tienen complicaciones, muchas mujeres van a parir a los hospitales. Pero en estos centros de salud los tratamientos tradicionales no están permitidos. Y a las mujeres, incluso a quienes por alguna razón tuvieron que salir de su resguardo y viven afuera, les hace falta. Las mujeres wayúu, tradicionalmente, deben tomar un remedio que prepara su abuela para sanarse por dentro y mantenerse joven. Si no se hace, se viene la vejez y la enfermedad. 

“Nosotras insistimos en que en los hospitales haya un médico tradicional, para que la cultura no se pueda perder. El Estado puede posibilitar que eso se dé, no importa la etnia del médico. En estos momentos hay indígenas que no hablan el español, entonces ¿cómo se comunican? ¿Cómo les dicen qué se siente y qué pueden tomar? A veces uno va a llevar una planta y dicen que no se puede”, explica. 

Lo que las líderes y feministas indígenas guajiras piden es que la visión sobre el aborto no se imponga, sino que se escuche y se construya.

Deja tu comentario

Utiliza un correo electrónico válido

  • Norelis uriana solano
    Ago 7, 2023
    Como mujeres indígenas queremos ser escuchadas y tener 3n cuenta nuestro planteamientos como mujeres por el bienestar social de nuestras mujeres y comunidades

Recibe nuestros contenidos. Es gratis.

Puedes cancelar en cualquier momento.
Quiero recibirlos
cross