Fotografía: Grupos Locales de Conservación
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De cazadores a guardianes: protectores comunitarios de las tortugas del río Amazonas

A orillas del río Amazonas en Leticia, cinco comunidades indígenas protegen a las tortugas de río, especialmente a las especies Cupiso, Taricaya y Charapa. La disminución de estos animales, que son cazados como alimento y para su uso en rituales, llevó a una reflexión sobre la necesidad de monitorearlos y protegerlos para evitar su desaparición.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Llegamos hasta la comunidad de Santa Sofía, donde evidenciamos parte del proceso de conservación. Luego me entrevisté con expertos, con guardianes y voluntarios, para entender los riesgos de las tortugas y las acciones que se adelantan para protegerlas.

Rogelio Carihuasari, abuelo de la etnia Cocama, tuvo un sueño hace 16 años. Se vio a sí mismo en las playas de los ríos, allí protegía a las tortugas, cuidaba de ellas. Un cazador que sueña premonitoriamente su futuro como protector en el proceso de conservación más importante para la comunidad indígena de Santa Sofía.

Hace muchos años, cuando Rogelio navegaba por el río Amazonas y sus afluentes, observaba decenas de tortugas en las playas. Igual que él otras personas de la comunidad las cazaban para comer su carne o utilizar los caparazones en los rituales, por el significado de este animal en su cultura. Pero para el momento en el que tuvo el sueño se había percatado de que cada vez era más difícil encontrarlas.

Fotografía: Grupos Locales de Conservación

El abuelo sintió angustia por el futuro de sus hijos y nietos, porque no llegarían a conocer las diferentes especies de tortuga de río, ni entender su significado espiritual. Por esta razón en el 2008 creó el proceso comunitario de conservación de tortugas de río en Leticia, Amazonas, en compañía de otros abuelos, con el apoyo de la asociación indígena Curuinsi Huasi y de Fernando Arbeláez, biólogo y director general de la Fundación Biodiversa.

Con este proyecto los cazadores se convirtieron en guardianes de las tortugas. Como lo explica Nabil Carihuasari, excazador y coordinador de la asociación indígena Curuinsi Huasi, durante décadas los indígenas desarrollaron habilidades para la cacería con el fin de buscar alimento y en ese sentido aprendieron los comportamientos de las tortugas: los lugares donde desovan, el tipo de arena que buscan, los meses de nacimiento. Pero ahora, esos conocimientos junto con la orientación científica de la Fundación Biodiversa, son fundamentales para proteger a las especies Cupiso (Podocnemis sextuberculata), Taricaya (Podocnemis unifilis) y Charapa (Podocnemis expansa). Las dos últimas se encuentran en riesgo de extinción.

De cazador a protector 

El trabajo en equipo ha sido la base para sostener esta propuesta. La asociación Curuinsi Huasi y la Fundación Biodiversa trabajan desde un diálogo de saberes, con el seguimiento de las tortugas, la recolección de huevos, los análisis de las recolectas y sistematización de la información, aunque el biólogo Fernando Arbeláez afirma que “son realmente ellos los que saben conservar”.

Sentir, vivir y comprender el territorio ha sido la clave de este proceso de conservación. Al reconocer las dinámicas de la selva y del río los guardianes saben de antemano que en aguas altas, cuando el nivel de agua sube, algunas tortugas se protegen entre la selva inundada; pero cuando las aguas bajan, aprovechan la formación de playas para iniciar la reproducción y desove. 

Con esa observación de las tortugas los guardianes saben que la especie más pequeña es la cupiso, que entre los meses de junio y agosto deja sus huevos en las arenas finas, en una profundidad máxima de 10 centímetros, y estos eclosionan aproximadamente a los 60 días. La Taricaya inicia el desove a mediados de agosto y finaliza en septiembre, pero tiene la particularidad de poner sus huevos en un suelo con una mezcla de barro y arena o también en barrancos, con una profundidad mayor a los 10 centímetros, eclosionando a los 55 días. Y por último la Charapa, que es la especie más grande de las tortugas de río de América, desova desde septiembre hasta mediados de octubre, deja sus huevos en arenas gruesas y los entierra a una profundidad mayor de los 10 centímetros, estos eclosionan 40 días después.

Fotografía: Grupos Locales de Conservación

Los guardianes se activan especialmente en las noches “para protegerlas de otras especies, de los pescadores y cazadores”, comenta Camila Muñoz, ecóloga y voluntaria de la asociación de Curuinsi Huasi. En época de desove se recorren las playas y recolectan los huevos para protegerlos y posteriormente hacer su liberación. Además, se realiza un control para saber cuántas madres se protegen durante cada temporada de anidación, se observan y describen características básicas como la especie, la cantidad de huevos y el ancho del rastro que deja la tortuga en la arena. De esta forma se identifica si las poblaciones aumentan o disminuyen. “Al cuidar las playas, se protegen las madres” señala Fernando Arbeláez.

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Educar para conservar 

Este proceso tiene sus bases en la educación ambiental, ya que es la herramienta que ha permitido que niños, jóvenes, adultos y abuelos de diferentes etnias y quehaceres se sumen a la conservación. El proyecto comenzó en Santa Sofía, y en la actualidad un total de cinco comunidades actúan como guardianas. Este hecho se traduce en la protección de un mayor número de individuos. “Lo lindo de todo esto fue que logramos unir comunidades colombianas y peruanas para preservar un recurso que no es de ningún país”, dice Fernando Arbeláez.  

Además, Arbeláez agrega que al “apropiarse de todos estos conocimientos han ido transformándolos de acuerdo con su contexto para conservar mejor”; esta ha sido la clave para sostener el proceso durante 16 años y lo será para darle continuidad, ya que como afirma Nabil Carihuasari, el apoyo para que esto continúe “viene desde la gente, desde trabajar con acuerdos”.

La educación ha sido fundamental para que las comunidades cuiden su entorno, no solo desde la recuperación de las especies, sino también desde el reconocimiento de su importancia cultural pues, como lo señala Carihuasari, los más jóvenes también deben conocerlas debido a la importancia que tienen para los diferentes pueblos indígenas que habitan la Amazonía. 

Debido al uso cultural de las tortugas, este programa también busca conseguir un uso sostenible, de manera que cada pueblo pueda continuar con sus rituales. Es el caso de la pelazón para los Ticunas, donde la Taricaya representa protección a la mujer; o los Cocamas con su ritual con la Charapa, que para ellos significa abundancia; mientras que para los Yaguas la Cupiso representa alimento. Por esta razón “la asociación busca luchar por la transformación de nuevas alternativas, para que los indígenas puedan seguir sosteniendo la selva”, afirma Nabil Carihuasari.

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Los retos para sostener el proyecto

En el 2013 este proceso se detuvo por falta de recursos económicos. Las consecuencias fueron grandes, ya que el número de animales de cada especie disminuyó. Esto, según Fernando Arbeláez, ocasionó que “se esté en un punto de quiebre que es muy delicado, pues con una sola temporada sin cuidar y la disminución es inmediata”, dice. 

Fotografía: Grupos Locales de Conservación

Para que esto no ocurra el proceso debe ser constante, pero no es fácil. Como lo menciona Camila Muñoz, “los recursos varían todos los años, pues depende de los proyectos que se puedan formular y sean avalados”. Por eso, señala Carihuasari, todo el tiempo están en una lucha constante por conseguir recursos. 

Por otro lado, aparecen riesgos ambientales de carácter global, como lo es el aumento de las temperaturas por los gases de efecto invernadero en los últimos años. Esto ha ocasionado que “muchas tortugas nazcan hembras, haciendo que no tengan con quién reproducirse”, agrega Camila Muñoz. Por este mismo hecho los huevos en las playas están en peligro; recientemente han identificado que en algunos nidos de la tortuga Cupiso “ya que no entierran a mucha profundidad sus huevos, se están cocinando”, afirma Muñoz.

Estas transformaciones generan preocupación en los indígenas, ya que pueden llevar a un cambio en las prácticas culturales, como lo reflexiona Nabil Carihuasari: “nosotros nos consideramos como protectores de la selva, pero así como va creciendo y se va transformando la sociedad, los nativos vamos a ser los principales depredadores de la selva, porque no hay alternativas”.

Sin embargo, para no llegar a este punto la apuesta de cinco comunidades es la conservación. De hecho, como lo señala Muñoz, lo que ha demostrado esta iniciativa es “una apropiación de sus recursos”. De esta manera hay un reconocimiento de las interrelaciones de la vida en la selva y de la necesidad del cuidado, ya que con esto se protege la memoria de los pueblos. Las tortugas del río Amazonas tienen una importancia más allá de sus procesos ecológicos, el mayor impacto se genera a nivel espiritual y social, por esta razón el proyecto ha logrado que todos se sientan “orgullosos de cuidar y luchar por las tortugas” dice Fernando Arbeláez.

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  • Catherine
    Mar 31, 2025
    Me encanta leer este tipo de información, contrarrestar las narrativas que solo se enfocan en la destrucción de ecosistemas. Y reconocer que es la población local los agentes de cambio. Me gusto mucho eso que mencionas sobre "apropiarse del territorio para cuidarlo".

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