Por más de diez años, un puñado de políticos guajiros se benefició de un esquema asociativo que acumuló millonarios contratos y dejó una estela de obras inconclusas en este y otros departamentos. Su auge coincidió con la llegada al poder de una estructura política con presencia en el Congreso, gobernaciones y alcaldías.
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Me enfurece, deprime y preocupa todo lo que ha sucedido por tanto tiempo, pero esto de hacer visible permanentemente las situaciones reales de abuso, corrupción, negligencia y descarado robo, tiene que ser el trampolín que el el empoderamiento indígena, al fin con poder, use para sanar toda esta injusticia y los dirija hacía el rumbo correcto.