Mis abuelos caminaron estas selvas mucho antes de que existieran los mapas que hoy las reducen a líneas y cifras. Fueron líderes silenciosos, custodios de los ríos, de las lagunas que reflejan el cielo y de los árboles que respiran por nosotros. Conservaban no solo territorios, sino lugares de origen: espacios sagrados donde nació la vida y donde cada sonido del monte era una enseñanza. En sus relatos, la selva no era un recurso: era un ser vivo con memoria. Desde las entrañas de la Amazonia, ellos comprendieron lo que muchos todavía no: que proteger un río es proteger el futuro, y que cuando cae un árbol, cae también una historia que difícilmente se recupera.
Mientras el mundo discute sobre sustentabilidad y crisis climática, la voz de los pueblos originarios sigue siendo ignorada. Aquellos que han nacido en este monte de riqueza cultural y biodiversa son, paradójicamente, quienes menos son escuchados.
Sin embargo, nuestra voz no viene de la teoría: viene de la experiencia, de la práctica diaria de coexistir con la naturaleza y no de dominarla.
Esta voz nace del primer grito de un niño, cuando sale del vientre de la madre, que es agua y vida, recordándonos que todos venimos del líquido que hoy se contamina, se desvía o se privatiza. Nuestra existencia es una prueba de que otro camino es posible, de que preservar no es nostalgia, es estrategia de supervivencia colectiva.
Nunca tuvimos timidez. Nuestra voz comenzó siendo un susurro entre los árboles, pero hoy se eleva como un coro que busca justicia. Se une con otras voces que ya no temen señalar a quienes destruyen en nombre del progreso. Somos descendientes de los guardianes de los nacederos de los ríos amazónicos, y aunque muchos de ellos ya no caminen con nosotros, nos custodian desde cada raíz profunda.
Esta voz, la nuestra, no exige privilegios: exige respeto. No pedimos permiso para existir; recordamos al mundo que sin la selva no hay mañana. Y hoy, nuestra palabra se fortalece porque no habla solo por nosotros, sino por la vida misma.
Créditos:
Texto y videografía: Alex Rufino
Montaje: Gabriel Linares López
Edición: Ángela Martin Laiton
Música: Los Indios Tabajaras




