El ukuku (vocablo quechua) o tremarctos ornatus, comúnmente conocido como oso de anteojos por el pálido pelaje alrededor de sus ojos, es una especie nativa de la Cordillera de los Andes. Además de solitario, es un animal de montaña, bosque, páramo y desierto.
En Colombia hay avistamientos de este mamífero ―casi siempre omnívoro y cada vez más carnívoro― desde los mil metros sobre el nivel del mar. Pero no siempre estos encuentros son amables. En los últimos años, el oso andino ha sido protagonista, como el jaguar, de noticias que dejan en evidencia los desafíos para encontrar su alimento.
Ambas especies aparecen registradas infraganti, con cámaras trampa o celulares, escapando con terneros en su boca o jalando con ella el intestino del cadáver de una res. Así ha sido presentado el oso andino en los últimos años, como una amenazante presencia en el Quindío, Boyacá, Cundinamarca y frecuentemente en las zonas de ganadería extensiva.
En San Vicente del Caguán, sin embargo, lo que podía convertirse en una confrontación entre especies por supervivencia o cacería, es desde hace algunos años una oportunidad de cuidado y empleo en el campo.
En el piedemonte andino, donde buscan ser epicentro de ganadería sostenible y ganadería regenerativa para revertir la degradación de fertilidad, energía y nutrientes de la tierra, familias de cuatro veredas (Pueblitos, Toscana, Libertadores y Balsillas) recibieron un estímulo de Amazonia Mía de USAID para crear el corredor biológico del oso andino.
Pepitas de Roble
“Uno sabe que el oso viene por las pepitas del Roble, entonces, si esa cosecha ocurre en marzo ―depende de cuando lo haya sembrado―, pues lo ideal es que los campesinos sepan que no pueden mandar el ganado para el Roble en esa época”, explica a Consonante Carolina Murcia, joven líder del equipo de monitoreo.
Este proyecto es operado a través de la Cooperativa de Beneficiarios de Reforma Agraria Zona Balsillas (COOPABI) y se espera que 50 campesinas y campesinos protejan más de 12 mil hectáreas de bosque andino.
En la vereda Toscana hay 10 integrantes; en la vereda Balsillas hay 20; en Libertadores hay 10 y en Pueblitos hay 10. Alfonso Tovar, campesino de la Inspección de Balsillas, coordinador del proyecto y quien hace parte de COOPABI, explica que cada familia asumió compromisos.
Estos incluyen acciones de planificación predial y delimitación de áreas de conservación, áreas de restauración, áreas de rehabilitación y áreas productivas.
“De esa forma se frena la frontera agrícola y aprendemos sobre la sostenibilidad y la ecoexistencia con las especies silvestres”. Además, dice el campesino, estructuran la restauración del bosque con siembra nativa para el fortalecimiento del ecosistema de la especie, en lugar de tener conflictos con ella.
Pero Robinson Tovar Trujillo, presidente de la Junta de Acción Comunal de Balsillas, señala que todavía hace falta asistencia institucional para la delimitación predial que requiere el proyecto, teniendo en cuenta que hay un impuesto que debe ser cobrado según una caracterización que hoy no existe. “Somos 27 veredas; no las cuatro que participan en el proyecto. Estamos tras el reconocimiento de nuestra Reserva Campesina”, le dice a Consonante.
Coexistir para ecoexistir
La dieta del oso andino no solo incluye el fruto de Roble, se alimenta también de sandía, papaya, banano, mango e incluso de bromelias. Y aunque las hierbas y los frutos son predominantes en su gusto, el incremento de consumo de carne, según reportes de las Corporaciones Autónomas y de Desarrollo Sostenible CAR y las Autoridades Ambientales Urba, se debe a la deforestación y la escasez de alimentos producida por la destrucción de su ecosistema.
En Colombia, desde 2001, existe el Programa Nacional para la Conservación del Oso andino (PNOA) con cuatro acciones para su conservación en todo el país: 1) conservación in situ, 2) conservación ex situ, 3) acción institucional, y 4) educación ambiental. De este deben ocuparse las CAR que, pese a su alcance, no tiene la mayor autoridad en las áreas de reserva, que es el hábitat de esta especie silvestre y que está a cargo de Parques Naturales.
Sobre los esfuerzos actuales y los retos para la implementación del PNOA investigaron las académicas Rhianna R. Hohbein, Rocío Rodríguez Granados y Nathan P. Nibbelink, quienes corroboran lo anterior y también que la destrucción progresiva del hábitat es el motivo por el que se ven tantos osos en zonas agrícolas y ganaderas.
De hecho, el director del programa Amazonia Mía de USAID, Roberto León Gómez, aseguró a medios que la motivación para emplear a ganaderos en el corredor biológico tiene que ver con el incremento de avistamiento de la especie, con más de 20 encuentros reportados en los últimos meses.
“La sensibilización y capacitación de las comunidades requiere dar a conocer la biología de la especie”, asegura Tovar. “Que los campesinos reconozcan los tiempos en los cuales el oso transita por esta zona, cuál es su desempeño y cómo se alimenta para evitar riesgos. Además, las zonas que hoy rehabilitamos se nutren y se conectan con zonas de amortiguación de parques naturales, y queremos garantizar su tránsito, la fructificación de las especies en estos bosques y nuestra ecoexistencia”.
Para cuidar no hay fronteras
Para compartir armónicamente en el entorno, la inspección rural no solo ha sembrado 25 mil plántulas de Arrayán, Alcaparros, Pino, Arboloco, Granizo, Nacedero, Cedro Negro, Cedro Rosado, Siete Cueros, Guamo, Yarumo, Lacre, Guayabo y Roble.
También ha procurado hacer otros corredores biológicos para otras especies como los venados, tigrillos o jaguares. “Tenemos que mejorar la relación humano-animal-fauna”, advierte Tovar. Y asegura que para que esto se dé es importante el desarrollo de capacitaciones en todo el país.
Según cuentan los campesinos, han hecho asambleas generales buscando que toda la comunidad sepa de los acuerdos de conservación y se incluyan en la gobernanza local, para así medir su alcance e implementarlos en los planes de desarrollo departamentales.
Es importante, explica Tovar, que esto no solo esté liderado por organizaciones internacionales sino también por impulsores de empleo en Colombia. “Aquí se pueden promover iniciativas de emprendimiento social que generen calidad de vida ―a través de la consecución de recursos―, con la sostenibilidad del bosque como fin. Para eso está el senderismo, el avistamiento de aves, etc”, explica.
Hay animales que están regresando a las zonas de invasión, y debemos respetar eso, dice el presidente de la JAC, Tovar Trujillo. “El año pasado en Toscana, Cauca, un oso mató a una novilla, pero la gente no mató al oso. El animal entendió que nosotros somos los invasores pero, como buen inteligente, no ocasiona daños”.
El proyecto del corredor biológico, liderado por la Agencia de Estados Unidos en Colombia (USAID), puede ser promovido por quien reconozca el valor de cuidar, según Tovar. “No se trata de quién lidera cuando el objetivo de salvaguardar la fauna y flora debería ser de todos. Para el propósito de cuidar la Amazonía no debería haber fronteras”.