Yuranis del Carmen Bolaños dejó su casa en el barrio Cristo Rey el 24 de agosto. Ese día habían pasado 13 horas de lluvia constante y su casa estaba bajo un metro de agua. No era la primera vez que se inundaba. Cada año, entre agosto y hasta octubre durante la temporada de lluvia se desbordan las aguas del canal y a su paso solo le han dejado pérdidas económicas de hasta dos millones de pesos y enfermedades a su hija de dos años como gripas, fiebres y tos. Yuranis del Carmen Bolaños cuenta que este año las afectaciones han sido más fuertes que antes, lo que produjo que su casa fabricada de barro se hundiera 15 centímetros, alrededor de esta se hicieran huecos, y por el temor de que no aguantara el paso del invierno, decidió dejarla.
Bolaños vive en arriendo en una casa de ladrillos del barrio Cristo Rey, a solo tres calles donde antes vivía. Cuenta que su calidad de vida mejoró porque el agua ya no se mete dentro de las casas a pesar de que inundan las calles. Le toca pagar un arriendo mensual de 200 mil pesos pero ella actualmente está desempleada y se dedica a las labores del hogar y del cuidado no remuneradas, por lo que depende económicamente de su pareja. Además, está a cargo de sus tres hijos en especial a su hija de 2 años que se recupera de una neumonía.
La pesadilla que vivió Yuranis del Carmen Bolaños se repite cada año para los habitantes de los barrios Ocho de Enero, La Bendición de Dios, El Doce de Octubre y Cristo Rey, ya que estos se encuentran ubicados en las partes bajas del municipio y cerca de la acequia de Penzo y el canal El Zaino. Este año ocho barrios se vieron afectados con los fuertes aguaceros de agosto pero los casos con mayores pérdidas y afectaciones se dan en algunos sectores informales de los barrios del municipio, que están en la parte baja de Fonseca y el proceso de poblamiento se ha dado por medio de la invasión a predios privados o terrenos baldíos donde los pobladores construyen casas con tablas o plásticos.
La acequia de Penzo y el canal Zaino son dos cuerpos de agua que rodean al municipio en una trayectoria de diez kilómetros. Sus aguas provienen del río Ranchería y sirven para regar los cultivos de arroz. Sin embargo, en su recorrido y con los fuertes aguaceros que se presentan en la temporada de invierno, su caudal va recogiendo, la basura de otros barrios que va desde colchones viejos, plásticos, animales muertos, y toda clase de desechos que quedan apilados en los barrios más bajos, donde el agua no encuentra salida, desbordándose para las casas cercanas al canal.
La debilidad en la infraestructura de las viviendas en estos sectores ocasiona que la creciente del agua se lleve las casas y las afectaciones sean más altas. A pesar de esto, cuentan los pobladores, no han encontrado una respuesta de fondo por parte de las entidades para solucionar la situación. Ese es el caso de la comunidad de El Manguito, situada en la parte final del barrio 12 de octubre a orillas de la acequia, que lleva dos años de existencia. Damaris Batista de 57 años, una de las habitantes, cuenta que la crisis de la pandemia la dejó en la calle, por lo que ella y un grupo de personas invadieron el terreno baldío.
“Cuando veo los nubarrones me preocupo porque sé que esto se pone feo y es peligroso vivir aquí, pero no tengo a donde ir”, cuenta Damaris Batista de 57 años, quien asegura que ha denunciado por radio las afectaciones y la falta de respuesta, ha buscado citas en la Alcaldía, pero no ha obtenido respuestas. Agrega, que, a pesar de estar ubicados en la parte final del 12 de octubre, la Junta de Acción Comunal no los reconoce como parte del barrio. “Aquí necesitamos mucho apoyo. Prácticamente nadie nos toma en cuenta, cuando llamo a los bomberos dicen que no encuentran la dirección. Nos tienen olvidados como si el Doce (de octubre) no existiera. ¿Será que no aparecemos en el mapa de Fonseca?”, lamenta Damaris decepcionada.
Cada vez que llueve y hay inundaciones, las personas que habitan en estos sitios han tenido que cambiar sus actividades cotidianas y han tenido que recurrir a distintos métodos para mitigar el impacto del agua. Algunos han adaptado sus patios echando relleno de gravilla y arena, poniendo muros o cavando zanjas para que el agua corra y no llegue hasta las casas. Sin embargo, esto no detiene las aguas de los canales. Con la llegada de la creciente, se va la luz, se taponan las tuberías de los baños y empiezan a aumentar las enfermedades. Las afectaciones más preocupantes son los casos de varicela, gripa y hasta neumonía. Aunque se genera, además, el aumento de zancudos, de alergias y rasquiñas en la piel.
“La temporada de lluvia nos ha tratado súper mal, más que a todo a mi niña de dos añitos. Le ha dado neumonía en varias ocasiones, en el último vendaval que hubo, tenía dos días de haberla sacado de la clínica porque estaba hospitalizada”, dice Yuranis Bolaños. Por su parte, Yesenia Monterrosa del barrio La Bendición de Dios, cuenta que ella le alivia los síntomas de rasquiña a los niños con talco y plantas. “Mi hija tiene ya una semana con rasquiña. La baño con matarratón, antes no podía ni comer. Ella daba gritos de dolor, la llevé al médico y me dijeron que era varicela”, agrega Monterrosa.
Carlos Neira, especialista en Salud Pública, alerta que las inundaciones generan afectaciones a la salud principalmente para población de personas gestantes, infantil y adultos mayores, por esos considera que es prioritario darle un adecuado manejo al agua residual en estas zonas que se inundan. “Un mal uso en el recurso del agua se puede asociar a enfermedades gastrointestinales, enfermedades de infecciones en heridas, sarpullido y otro tipo de riesgos. En regiones tropicales se presentan enfermedades por picadura de mosquito y eso desencadena en otras transmisibles”, explica Neira.
Lo que el agua se lleva y deja cada año
La creciente del agua trae, además, animales como sapos, serpientes venenosas, arañas, y otros animales que terminan dentro o cerca de las casas y las personas suelen matar para librarse de ellos. “Cuando llueve esto parece una laguna y las culebras se vuelven locas. Ayer mataron una que era venenosa, un cascabel. Hace días mataron a otra que iba entrando a la casa, era larguísima, tenía como dos metros”, afirma Adriana Cortez, habitante del barrio 12 de octubre. Las serpientes cascabel y boca dorada son las más comunes en la zona.
Además, de las enfermedades y los animales, las inundaciones generan empobrecimiento. Los habitantes de estos barrios sufren pérdidas económicas por el deterioro de sus viviendas y los daños en los electrodomésticos.
Adriana Cortez también tuvo pérdidas, los fuertes vientos se llevaron algunas láminas del techo de su casa. “El día de las lluvias se me voló el techo, se me mojó el televisor y se quemó. También se me mojaron unos papeles de mi hija”, agrega.
Esta situación suele pasarles a muchas personas, que habitan en estos barrios, de una o de otra manera se ven afectados. “Con los apagones se me quemó la nevera y aquí cocinamos con estufa eléctrica entonces nos afecta bastante cuando llueve porque se va la luz”, cuenta Javier Monterrosa, presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio La Bendición de Dios.
Sin acciones de fondo
El alcalde Hamilton García Peñaranda asumió como una de sus prioridades la limpieza y cuidado del canal El Zaino y la acequia de Penzo en su Plan de Gobierno 2021 - 2023. En este documento, reconoce que ambas fuentes de agua “se han convertido en focos de contaminación y de riesgos” y se comprometió a mejorar la calidad de los cuerpos de agua por medio de acciones de descontaminación e implementar acciones que minimicen el riesgo de inundación. En lo que va de su administración se ha concentrado en limpiar los puntos críticos, los botaderos satélites aledaños y construir box culvert o puentes para conducir el agua. Además, ha hecho jornadas pedagógicas.
Para 2021, asegura la Alcaldía en respuesta a un derecho de petición enviado por Consonante, invirtió 83 millones de pesos para la rehabilitación de calles y carreras para garantizar el libre flujo de escorrentías y evitar inundaciones en los barrios Cristo Rey y Doce de Octubre.
En 2022, fue mayor con 811 millones de pesos. Con estos recursos, agrega, que se hizo mantenimiento y limpieza de puntos críticos del canal El Zaino y al canal pluvial ubicado en el barrio Caraquita.
A pesar de estas acciones, las inundaciones se siguen presentando. Para el Comité Municipal de Gestión de Riesgo, esto se debe a que los habitantes del municipio hacen un mal uso del canal al arrojar basuras. “Una de las problemáticas principales de ese sector es que la misma comunidad aledaña toma el canal como basurero satélite. La presencia de desbordamiento de las aguas lluvia es producto de la mala utilización de residuos sólidos arrojadas en el canal”, agrega el Comité en respuesta a un derecho de petición.
Sin embargo, la información brindada por los habitantes de los distintos barrios es diferente. Cuentan que en varias oportunidades se reúnen para mantener limpio el canal, quitar los escombros que arrastra la corriente y limpiar la maleza. Además, sostienen que sus llamadas de auxilio durante las inundaciones no son atendidas. “Aquí no llega nadie. Imagínense que ayer estaba limpiando y tuve que romper para que el agua saliera. Son cosas que se pueden corregir. Hemos solicitado algún tipo de ayuda, de atención pero nunca llega, andan haciendo política y que deberían ayudar a la gente”, cuenta Fausto Santoya, habitante de Cristo Rey.
La administración municipal ha descartado, además, la reubicación de alguno de los sectores o barrios afectados por las inundaciones, según el derecho de petición. Reconoce que en el municipio solo hay dos barrios en situación de invasión: el 8 de enero y la Bendición de Dios. Detalla que el primero se encuentra en un predio privado y el segundo está en un predio de la Alcaldía. Para ser legalizado un asentamiento en predios del municipio, asegura la administración, “basta con que esa comunidad por medio de sus representantes soliciten la legalización ante el municipio para iniciar los trámites de ley necesarios para ello”.
Sin embargo, Javier Monterrosa, vicepresidente del barrio la Bendición de Dios, confirmó que la organización legal del barrio solo quedó en promesas y lamenta que mientras hay alguna respuesta de fondo tiene que vivir en condiciones precarias. Además, asegura que la mayoría de las personas que habitan en el barrio perdieron todo durante la crisis de la pandemia. “Nunca quisimos quedarnos aquí. El acuerdo fue que el alcalde actual nos iba a buscar la solución de reubicarnos o comprar una hectárea para que pudiéramos acomodarnos ahí. Eso fue como a mitad del año pasado, pero no se ha dado ni la reubicación ni la hectárea”, dice Monterrosa y agrega: “Vamos a buscar la forma de pagar las hectáreas”.
¿Quiénes deberían atender la situación?
Carlos Alberto Torres Tovar, profesor de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional, explica que debido a las escasas posibilidades para comprar una vivienda digna las personas recurren a invadir terrenos. Torres asegura que esto se debe a que los programas de compra de vivienda del gobierno siguen siendo costosos y, como consecuencia de esto, se asientan en lugares no aptos para habitar: zonas de recuperación ambiental, terrenos cercanos a las fuentes de agua y predios privados.
“Los asentamientos informales tienen un origen en la falta de atención del Estado porque no tiene la capacidad de suplir las necesidades habitacionales. Hoy la única forma de acceder a una vivienda es a través del programa Mi casa ya, en donde la gente tiene que comprar una casa con precios del mercado inmobiliario, financiar a 15 y 20 años y, una vez le entregan la vivienda y tiene una escritura, el Ministerio de Vivienda les desembolsa el subsidio que, en el mejor de los casos, suma 25 salarios mínimos. Los hogares que tienen ingresos de menos de cuatro salarios mínimos buscan otras formas, ya sea comprando predio a un urbanizador pirata o mediante la invasión de terrenos “, dice el profesor.
Esta situación, según Torres, genera una doble vulnerabilidad porque son poblaciones con riesgos de desastres naturales y porque no están sujetas a la política de intervención pública. Para solucionar esto, Torres asegura que deben ser atendidos por el gobierno nacional y la administración municipal. “La ley novena de 1989 enuncia que todas las autoridades municipales están obligadas de hacer los procesos de reasentamientos de la población en condición de riesgo y vulnerabilidad. Pero eso no se cumple. Los gobiernos municipales tienen una incapacidad para hacerle frente a estas situaciones porque no tienen un banco de suelos municipal para reasentar y lo que hacen son medidas paliativas”, resalta. Para Torres la mejor forma de atender a estas poblaciones es con un reasentamiento temporal y brindarles bienestar en términos de educación, salud, recreación.
Camilo Restrepo, profesional del Área de Agua Bien Común de Censat Agua Viva, explica que otra de las soluciones es pensar el ordenamiento del municipio y de estos barrios alrededor del agua para que no haya afectaciones ambientales y sociales. “Ordenar el territorio alrededor del agua implica que las formas comunitarias o las relaciones sociales deben respetar los ciclos naturales”, afirma Restrepo. Agrega que la recuperación de los cuerpos de agua debe pensarse en la organización colectiva y el cuidado del canal y la acequia, y, en esa misma medida, hacer solicitudes a las entidades encargadas de esto.
“Si no se genera un movimiento que derive en la recuperación de estos canales, se puede secar y la calidad del agua va a empeorar. Esto puede desencadenar en el engrosamiento de las cifras de la población que no cuenta con agua potable. Según la ONU, alrededor de tres mil millones de personas no cuentan con acceso a agua potable, o sea, estamos hablando casi a la mitad de la población del mundo”, alerta Restrepo.
Por su parte, la Alcaldía de Fonseca y el Comité de Gestión de Riesgo sostienen que mantendrán sus acciones enfocadas en implementar una estrategia a implementar es la clasificación de residuos sólidos, y la limpieza y construcción de dos Box culvert. Mientras tanto los habitantes de los barrios afectados tienen las esperanzas de que sus vidas cambien, y solicitan que las autoridades se responsabilicen de la situación. “Primordialmente pediría un restablecimiento del canal porque ya está dañado, que pavimentaran las calles del barrio y que hubiera mejora de viviendas porque todas las casas por aquí en se han deteriorado por las aguas del canal. Me gustaría que se brindaran esas ayudas para las personas que no tenemos vivienda”, afirma Yuranis del Carmen Bolaños.