Hasta hace algunos años, cualquier campesino en Fonseca podía calcular con cierta facilidad las temporadas de lluvia y sequía para organizar el inicio de la siembra y cosecha, haciendo uso de las cabañuelas. Ahora, tienen más dudas que certezas respecto a su precisión. “Antes, si era primavera llovía, ahora ni llueve casi”, asegura Ovidio Frías, agricultor de la vereda Pondores.
Desde que comenzó el año, el clima se ha vuelto más difícil de predecir. Las mañanas heladas, los días calurosos y las lluvias inesperadas son las formas en las que se evidenciaron los cambios bruscos de temperatura que han interferido en los procesos de siembra y cosecha de la temporada de verano, afectando de forma irreparable los cultivos de tomate, ají y patilla.
Frías siempre ha vivido de trabajar la tierra, desde hace más de 30 años conoce lo que necesitan los cultivos de tomate, yuca, maracuyá y ají, además sabe perfectamente cuándo y en qué momento sembrar para aprovechar las temporadas del año. Pero a pesar de sus conocimientos, cuenta que hace más de tres años el clima lo confunde. “Ahora el tiempo de verano es de invierno y viceversa, no tiene fundamento” dice.
Como de costumbre, a finales de noviembre sembró tomate, ají, maracuyá y patilla, para recoger los frutos de su trabajo en enero y febrero de este año. Sin embargo, las variaciones del clima, en especial las lluvias torrenciales de principios de enero, acortaron el ciclo de vida de las plantas y le hicieron perder alrededor de dos hectáreas de cultivos. “Gasté cuatro millones de pesos en insumos para todos los cultivos, más el pago de trabajadores y recuperación, he perdido como 10 millones de pesos”, asegura.
“Gasté cuatro millones de pesos en insumos para todos los cultivos, más el pago de trabajadores y recuperación, he perdido como 10 millones de pesos”.
Ovidio Frías, agricultor de la vereda Pondores
Aunque las lluvias suelen favorecer a los cultivos, en algunos casos pueden generar el efecto opuesto. En el caso de plantas como el tomate y el ají, el impacto de la lluvia y el frío en la etapa de floración y desarrollo del fruto pueden llegar a pudrirlo o a pasmarlo. “Los aguaceros que cayeron en enero me fregaron el tomate, me lo enhielaron”, explica Ovidio.
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Los campesinos conocen bien estos impactos, por lo que siempre calculan el tiempo para sembrar y recoger la cosecha de este tipo de cultivo en verano. Sin embargo, si el clima es cada vez más variable, y la intensidad de la lluvia o la sequía es cada vez menos predecible, existen menos certezas a la hora de sembrar. “El tiempo cambia mucho, en la noche hace frío y de día es caliente, eso le cae mal a la planta”, dice.
Los tomates que se salvaron de las lluvias crecieron, pero no lo suficiente como para tener un producto óptimo para la venta. Ovidio tuvo que regalar parte de su producción porque el que tenía no cumplía con los estándares que le pedían sus compradores. “Un tomate así nadie lo compra, toca regalarlo. Cuando hay buen tomate pasan a mirarlo para comprarlo y llevarlo a Fonseca y a Maicao. Este año tenía un buen precio, a 8.000 pesos la libra, pero no hay mercancía, este año no he sacado nada”, dice.
El tomate, la patilla y el ají son cultivos transitorios que los campesinos prefieren por sus precios favorables y porque no requieren mucho tiempo para crecer y recoger la cosecha, lo que es especialmente beneficioso para aquellos que no poseen tierras propias y buscan obtener ingresos más seguros.
Este es el caso de Víctor Daza, un productor del corregimiento de Conejo. Sus cultivos predilectos para sembrar han sido de ajíes, patillas y tomates. Explica que este último es el más codiciado en el mercado, llega a sembrar en su finca hasta 15.000 plantas, lo que se traduce en hasta 1.800 cajas de 25 kilos que salen del cultivo. Sin embargo, este primer trimestre solo pudo sacar 19 cajas.
Daza prefiere sembrar tomate sobre otro tipo de cultivos porque es rápido. “La ventaja de sembrar tomate es que a los 3 meses ya se ve la producción”, dice. Además, es un producto que conoce bien, pues desde niño aprendió a sembrarlo, amarrarlo y cortarlo viendo a sus padres hacerlo.
Cuenta que esta situación no le había pasado antes, en parte porque predecir el tiempo no era tan difícil. “Antes, los viejos decían que iba a llover y llovía. Pero ahora no sabemos qué esperar. Las cabañuelas tampoco son confiables”, dice mientras sostiene con decepción un puñado de tomates arrugados.
“Antes, los viejos decían que iba a llover y llovía. Pero ahora no sabemos qué esperar. Las cabañuelas tampoco son confiables”.
Víctor Daza, productor del corregimiento de Conejo
Además de ser un cultivo rápido, el tomate tiene otras ventajas que motivan a los campesinos, como la certeza de una buena productividad si se le dan los cuidados adecuados. Por otro lado, el tomate se vende más caro que otros productos. En Fonseca, por ejemplo, una caja de tomates de 25 kilos producida en la región se compra en los mercados hasta por 45.000 pesos. Un bulto de yuca, que tiene entre 50 y 55 kilos y que es uno de los productos más cultivados en el departamento, se compra por 65.000 pesos. Una mayor rentabilidad por sus cultivos les permite además costear el transporte para sacar los productos hasta el casco urbano.
Como una manera de poder recuperar algo de lo perdido, los campesinos han buscado otras opciones de cultivos resistentes. Ovidio y otros campesinos han optado por sembrar yuca porque soporta más las sequías y es más flexible frente a los cambios de temperatura. “Utilicé una hectárea para sembrar yuca, aguanta el agua mucho más, estoy esperanzado en ella”, dijo Ovidio.
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Aunque los y las campesinas reconocen que la variación climática es algo a lo que se enfrentan de vez en cuando, también dicen que la intensidad de las lluvias y las sequías es mayor y que ahora cuentan con menos herramientas para preverlas o hacerles frente.
Para Carlos Quesada, director de la línea de investigación en tierras y campesinado de Dejusticia, esta es la principal diferencia entre la variabilidad climática y el cambio climático. “La variabilidad es constante. Todo el tiempo hay variaciones en el clima debido a la época del año y los ciclos naturales. El cambio climático es la agudización de esa variabilidad climática: las lluvias se vuelven cada vez más fuertes en la época de lluvias o los períodos secos cada vez más secos”, explica.
"La variabilidad es constante. Todo el tiempo hay variaciones en el clima debido a la época del año y los ciclos naturales. El cambio climático es la agudización de esa variabilidad climática: las lluvias se vuelven cada vez más fuertes en la época de lluvias o los períodos secos cada vez más secos".
Carlos Quesada, director de la línea de investigación en tierras y campesinado de Dejusticia
Esta diferencia es importante porque, según el investigador, mientras que para la variabilidad climática la salida ha sido introducir más tecnología y mejoras técnicas en los cultivos, para abordar el cambio climático se necesita un balance entre lo técnico, mejoras en la infraestructura y tener en cuenta los conocimientos ancestrales de los campesinos. Todo lo anterior debe estar en articulación con programas y apoyos del Estado. Es decir, una salida más integral.
También indica que fortalecer la agrobiodiversidad de los territorios es fundamental para hacerle frente a los efectos del cambio climático, pues los lugares con más variabilidad biológica tienden a reponerse más fácilmente. “Esto implica una adaptación de la vida misma, de las semillas, de la cantidad y tipos de especies que están siendo sembradas, de la forma en la que las especies que están siendo cultivadas interactúan con las especies naturales que están en su contexto”, puntualiza.
Según Darwin Brito, tecnólogo en producción agropecuaria del SENA y especialista en asistencia técnica, uno de los principales problemas que enfrentan los campesinos del departamento es la dificultad para prepararse ante estos cambios de clima inesperados. “En La Guajira no nos preparamos para los cambios climáticos, y eso nos hace vulnerables a las pérdidas económicas y de semillas", afirma.
En este sentido, el agrónomo sugiere que los campesinos adopten prácticas agrícolas sostenibles, como la utilización de semillas certificadas que se adapten al entorno donde están, la implementación de sistemas de riego eficientes, la creación de barreras vivas para proteger los cultivos, y, en especial, el desarrollo de una trazabilidad para evaluar el rendimiento de los cultivos y analizar errores y posibles mejoras para la siguiente siembra. “Es importante que se hagan estudios de lo que se está sembrando, la proporción de componentes químicos en el suelo, si hay degradación, si salieron enfermedades. Establecer un plan de trabajo y mecanismos de adaptabilidad tanto en verano como en invierno”, indica.
“Es importante que se hagan estudios de lo que se está sembrando, la proporción de componentes químicos en el suelo, si hay degradación, si salieron enfermedades. Establecer un plan de trabajo y mecanismos de adaptabilidad tanto en verano como en invierno”.
Darwin Brito, tecnólogo en producción agropecuaria del SENA y especialista en asistencia técnica
También destacó la necesidad de que los campesinos tengan acceso a información y capacitación sobre prácticas agrícolas y los efectos del cambio climático.

La agricultura es el motor económico de las comunidades que viven en las zonas rurales. Las personas han trabajado la tierra durante generaciones y a través de los cultivos han garantizado el sustento de sus familias.
Según datos del Sistema de Información para la Planificación Rural Agropecuaria, SIPRA, la producción agrícola en Fonseca refleja la importancia de la agricultura en la economía local. Por ejemplo, en 2023 se produjeron 5.064 toneladas de arroz en 670 hectáreas sembradas; 4.200 toneladas de yuca en 470 hectáreas sembradas, y 144 toneladas de tomate en 18 hectáreas sembradas.
Carlos Quesada advierte que en el mediano y largo plazo el cambio climático afectará la forma de vida de los campesinos. “El principal efecto que tiene el cambio climático para las comunidades campesinas es que agudiza las desigualdades preexistentes”, dice. También profundiza en que el cambio climático trae consigo la injusticia climática, es decir, que las comunidades que menos contaminan son las más afectadas por esta crisis. “Si comienza a alterarse el ciclo climático, si hay menos disponibilidad de agua o si hay conflictos por el agua, quienes menos van a tener cómo reaccionar son quienes tienen menos herramientas jurídicas, políticas y económicas para movilizar recursos y esos son por lo general las comunidades campesinas, indígenas y afro”, explica.
“Si comienza a alterarse el ciclo climático, si hay menos disponibilidad de agua o si hay conflictos por el agua, quienes menos van a tener cómo reaccionar son quienes tienen menos herramientas jurídicas, políticas y económicas para movilizar recursos y esos son por lo general las comunidades campesinas, indígenas y afro."
Carlos Quesada
Para el investigador, las alteraciones climáticas traen una consecuencia directa sobre la tierra y es que reducen su capacidad para reponerse. Y esto es crítico sobre todo para las comunidades que viven de la producción de alimentos, porque pone en riesgo su seguridad y su soberanía alimentaria, en especial de los que quieran mantener sistemas tradicionales de producción, como el uso de sistemas de semillas.
Los cambios de las temperaturas se han convertido en el enemigo común entre los agricultores, dejando a su paso afectaciones irreparables en los cultivos que están en etapas vulnerables como la de floración. Muchos de ellos, confiados en los rendimientos que puede dar una cosecha, adquieren créditos para comprar abonos, semillas y otros insumos, pero no hay nada que pueda ayudarles a prever el clima. “Para tener un buen tomate se necesita abono, limpiar la mata y regarla, pero no hay manera de protegerse contra el tiempo”, dice Ovidio.
De acuerdo con datos del Ministerio de Agricultura, en 2023 se otorgaron en Fonseca 641 créditos a productores agropecuarios. De estos, 589 fueron destinados a pequeños productores. Para Britto, si bien los créditos son importantes no resuelven el problema de fondo. “La plata es importante, pero también el acompañamiento a los campesinos para que pueda ser efectivo en sus cultivos” dice.
Para Quesada, la principal preocupación sobre la dependencia a los créditos es que puede llevar a la descampesinización, la pérdida de tierras y de sus prácticas tradicionales. “El crédito puede hacer que, en algunos casos, el campesino pierda la tierra y perdiéndola también pierde su arraigo cultural y comunitario. Esto puede hacer que se transite hacia un modelo totalmente agroindustrial en donde el campesino concentre toda su producción únicamente en la obtención de ganancias”, explica.
Piensa que una de las salidas puede ser el fomento de nuevas estrategias de crédito basadas en la solidaridad y el cooperativismo. “Con estos modelos más solidarios de créditos, se le podría dar al campesinado la posibilidad de seguir impulsando su actividad productiva pero sin arriesgar tanto”, agrega.
Tanto Britto como Quesada coinciden en que la asociación puede abrir salidas sostenibles a largo plazo. “La asociación nos permite estudiar el proceso de otros, hacer laboratorios y pilotajes pequeños en las comunidades para entender por qué salen enfermedades, hablar sobre las dificultades. La gente no quiere sacar tiempo para desarrollar técnicas, nuevos componentes, nuevas ideas. En otras zonas hay casos de éxito, pero si se trabaja en comunidad”, puntualiza Britto.
“La asociación nos permite estudiar el proceso de otros, hacer laboratorios y pilotajes pequeños en las comunidades para entender por qué salen enfermedades, hablar sobre las dificultades. La gente no quiere sacar tiempo para desarrollar técnicas, nuevos componentes, nuevas ideas. En otras zonas hay casos de éxito, pero si se trabaja en comunidad".
Darwin Brito
Según Quesada, la organización, es además, algo que hace parte de la identidad campesina. “Una economía campesina que esté desorganizada en el nivel territorial, que no cuente con las asociaciones de productores, que no cuente con asociaciones políticas que le permitan representar sus intereses, es una economía profundamente debilitada y que tiende a desaparecer”, explica. Sin embargo, entiende que haya temor a asociarse, sobre todo en lugares donde históricamente grupos armados han perseguido y estigmatizado a organizaciones campesinas.

Ovidio, además de sembrar yuca y ají, está buscando recuperar con agua y abono la maracuyá que sembró. También esperará hasta finales de marzo para dejar descansar la tierra y volver a intentar con los tomates. “Toca comenzar de nuevo, seguir produciendo e intentando. Esperemos que el tiempo sea mejor lo que sigue de año, por que si no, ¿qué vamos a comer?”, se pregunta.
Por su parte, Víctor está probando suerte con dos tareas, un terreno de 12 por 12 metros en el que sembró ají pimentón para recuperar lo perdido, y aunque es la primera vez que siembra esta variedad, espera que le brinde buenos resultados. Tiene puestas sus esperanzas en esta nueva siembra, pues es fundamental para su sustento. “Si el campesino no siembra no come, no puedo quedarme de brazos cruzados”, concluye.