Un oso de anteojos registrado por la cámara trampa de la zona de reserva campesina El Pato-Balsillas.
Caquetá San Vicente del Caguán Reportajes

Osos andinos, pumas, tigrillos: así se monitorea la diversidad de especies en San Vicente del Caguán

Este año las cámaras trampa instaladas a lo largo del corredor biológico del oso andino, en la zona de reserva campesina El Pato-Balsillas, han permitido monitorear al menos nueve especies. Entre esas el oso de anteojos, el puma, el tigrillo, la tayra y el venado. Los monitoreos hacen parte de un proyecto para conservar más de 12 mil hectáreas de bosque andino.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Entrevisté a Alfonso Tovar, coordinador del proyecto del corredor biológico del oso andino en la zona de reserva campesina El Pato-Balsillas; a Wilmar Sánchez, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de Balsillas y licenciado en educación ambiental y a Carolina Murcia, integrante del Club de Monitoreo Huellas del Oso, para conocer y explicar cómo se monitorea la diversidad de especies en el bosque andino.

Es 31 de marzo, diez y media de la mañana. Una de las cámaras trampa de la vereda Pueblitos, en la zona de reserva campesina El Pato-Balsillas, en San Vicente del Caguán, registra a un oso de anteojos jugando con el dispositivo. La cámara solo enfoca las patas delanteras del oso hasta que él mismo la acomoda. Por unos segundos se le va la cara. Tiene un hocico blanco y una mancha en la frente que se extiende hasta el pecho. 

Dos meses después, el 2 de mayo a las tres de la tarde, se ve salir entre los matorrales del bosque a un oso de anteojos que desfila ante la cámara de la vereda Toscana. El oso comienza a acercarse curiosamente y la olfatea con su hocico pálido. En el video se ven sus dos orejas pequeñas y varias líneas blancas que rodean sus ojos redondos y cafés.  

Desde enero de este año, las comunidades campesinas han podido seguir de cerca las huellas de esta especie que está en situación de vulnerabilidad, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). A través de las cámaras trampa pueden monitorear también a otras especies sin necesidad de una intervención directa. Esto les ayuda, por ejemplo, a poner en práctica varias estrategias para evitar que el ganado deambule por las mismas zonas que el oso. 

Son seis cámaras ubicadas a lo largo del corredor biológico del oso de anteojos, un proyecto que busca conservar más de 12 mil hectáreas de bosque andino. Desde su instalación se han logrado hacer más de 20 avistamientos de al menos nueve especies. Solo entre abril y junio se vieron cuatro osos andinos (Tremarctos ornatus), un venado (Mazama), un puma (Puma concolor), una tayra (Eira barbara), dos tigrillos (Leopardus tigrinus), dos guaras (Agouti paca), tres borugas (Cuniculus paca), dos zorros (Vulpes vulpes) y tres ardillas (Sciurus granatensis). 

Las cámaras están ubicadas en puntos estratégicos y a distintas alturas en las veredas Balsillas, Toscana, Libertadores y Pueblitos. El objetivo: tener una visión integral de la fauna de la región, explica Alfonso Tovar, coordinador del proyecto. “Estas cámaras se instalan en lugares que son pasos obligatorios para los animales y que resultan lejanas para la población civil. Cuentan con una vegetación amplia, están cerca a una fuente hídrica y son caminos para llegar a un lugar específico”, dice Tovar. Cuando un animal pasa frente a ellas, las cámaras se activan a través de sensores de movimiento y detección de calor. Así graban los videos y toman las fotografías.

Diversidad de especies

De las especies registradas este año por las cámaras trampa, hay seis que resultan clave, destaca Wilmar Sánchez. El puma (Puma concolor) y el tigrillo (Leopardus tigrinus) juegan un rol crucial en el control de las poblaciones de presas como ciervos y roedores. Su presencia, explica, ayuda a mantener el equilibrio en la cadena alimentaria y promueve la salud de los ecosistemas al prevenir el sobrepastoreo de vegetación.

La tayra (Eira barbara), por su parte, actúa como un depredador. Esta especie de mamífero carnívoro regula las poblaciones de animales pequeños y la dispersión de semillas. Algo parecido ocurre con el zorro (Vulpes vulpes), que tiene un rol de depredador y carroñero, con lo cual influye en la estructura de la comunidad de especies.  

El venado (Mazama temama) también es una especie importante para el corredor biológico del oso andino. Su papel como herbívoro ayuda a moldear la estructura de la vegetación y mantener el equilibrio en los ecosistemas forestales. También sirve como presa para grandes depredadores, lo que es fundamental para la dinámica de las cadenas alimentarias.

Finalmente, el oso andino (Tremarctos ornatus), el único úrsido que habita en América del Sur. Es especial porque es un guardián de su propio ecosistema y, al protegerlo, se protegen también otras especies y sus hábitats. El oso de anteojos también es considerado el jardinero del bosque, pues al moverse abre claraboyas que permiten el paso de la luz a través de los árboles. Además, como consume una variedad de frutas y hojas, contribuye a la dispersión de semillas y a la regeneración del bosque. 

”El oso andino es una especie sombrilla que desempeña un rol fundamental en la conservación del ecosistema al mantener el equilibrio ecológico en este corredor vital”, agrega Alfonso Tovar, coordinador del proyecto.

Su presencia en lugares que no frecuenta, lejos de significar que sus poblaciones están aumentando, es una alerta de que su hábitat natural ha sido ocupado, lo que los obliga a buscar el alimento en otras áreas más cercanas a las zonas pobladas. Por eso, registrarlos en las cámaras trampa es clave, coinciden los expertos. 

Los ojos en el oso andino

Para Carolina Murcia, integrante del Club de Monitoreo Huellas del Oso, “las cámaras trampas han sido esenciales para conocer mejor la fauna presente en las cuatro veredas”. Gracias a esa tecnología, “hemos logrado identificar y documentar una variedad de especies que habitan en estas zonas, lo cual es crucial para desarrollar estrategias de conservación efectivas y para entender el impacto del proyecto en la biodiversidad local”.

Junto a Murcia, un grupo de 25 personas se encargan de los monitoreos de las cámaras trampa. Del Club de Monitoreo Huellas del Oso hacen parte distintas familias de la zona rural, así como estudiantes y egresados de la Institución Educativa Guillermo Ríos Mejía y miembros de la Cooperativa de Beneficiarios de Reforma Agraria Zona Balsillas (Coopabi).

“Este Club de Monitoreo Huellas del Oso trabaja en conjunto para llevar a cabo el monitoreo de las cámaras trampas, asegurando que se obtengan datos precisos y representativos sobre la fauna en las veredas”, destaca Wilmar Sánchez, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de Balsillas y licenciado en educación ambiental.

Al conocer las especies que coexisten en el sendero del oso andino, las comunidades pueden entender mejor la red de relaciones y dependencias en su territorio. Es decir, pueden identificar posibles competidores, presas y otras especies con las que el oso de anteojos podría interactuar. El registro de distintas especies también les permite evaluar la salud general del ecosistema y la eficacia de las estrategias de conservación.

“Registrar una mayor variedad de especies en el área de estudio es crucial para comprender mejor el ecosistema en el que el oso andino vive. Identificar y documentar otras especies que comparten el mismo hábitat proporciona una visión integral de las interacciones ecológicas y las dinámicas del ecosistema”, dice Wilmar Sánchez, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de Balsillas,

Es así cómo, en sus palabras, “hemos podido ajustar nuestras prácticas y garantizar la protección de los ecosistemas y especies que dependen de ellos”.

Para lograr esa conciencia, los miembros de Coopabi han realizado jornadas de capacitaciones y acompañamientos a la comunidad para mostrarles  la biología de la fauna, las épocas en las que transitan ciertas especies y los alimentos que consumen. De esta manera, cada fincario tiene más herramientas para planificar el diseño de su finca respetando el corredor biológico del oso andino.

“Esto ha permitido que las comunidades mitiguen la cacería y el conflicto con la fauna. Por ejemplo, los campesinos aíslan sus potreros para que los felinos y osos no puedan atacar a los animales vacunos o simplemente sacan sus animales del potrero para que los osos se alimentan de las cosechas de los árboles, como el roble”, dice Alfonso Tovar.

Un corredor para el jardinero del bosque

El corredor biológico del oso de anteojos de la reserva El Pato-Balsillas conecta el Parque Regional Siberia—Ceibas, el Parque Nacional Natural Cordillera de los Picachos y el Parque Regional Miraflores—Picachos. La ruta busca proteger la vida de esta especie y su ecosistema, garantizando el tránsito de los animales y la provisión de sus alimentos, explica Wilmar Sánchez, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de Balsillas y licenciado en educación ambiental. 

“Con el proyecto se ha buscado no solo mejorar las condiciones en la frontera agropecuaria, sino también enriquecer los bosques circundantes, fortaleciendo así la conectividad ecológica y promoviendo la sostenibilidad ambiental en la región", destaca Sánchez.

Para eso, se han establecido 50 acuerdos prediales y cuatro acuerdos veredales de conservación entre las familias y las Juntas de Acción Comunal. Estos acuerdos incluyen la reforestación. En la reserva, por ejemplo, se han sembrado 25 mil plántulas de arrayán, pino, arboloco, nacedero, guayabo, roble, entre otros, que proporcionan alimento a los osos.

El proyecto ha sido financiado por USAID de la mano de la Cooperativa de Beneficiarios de Reforma Agraria Zona Balsillas (Coopabi), las Juntas de Acción Comunal y la Institución Educativa Guillermo Ríos Mejía.

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