Beatriz Garcés ha pensado varias veces en cerrar el grupo, cuando la energía se agota y los recursos son escasos. Pero cuando está decidida en no continuar, casi siempre llega una pregunta de sus estudiantes “Seño, ¿cuándo hay danza?”, ella con un gesto cariñoso y, sin saber de dónde seguirá sacando el dinero, les responde: “Mañana”.
Garcés es bailarina, pero ante todo maestra. En febrero cumple 21 años dirigiendo el grupo de danza folclórica La Platina, que hoy tiene cerca de 90 alumnos entre niños, jóvenes y adultos. La agrupación nació en 2002 en la Institución Educativa Nuestra Señora de la Pobreza de Tadó, colegio en el que aún es docente. La Platina, que comenzó en las aulas de Nuestra Señora de la Pobreza y que se presentaba en salones, canchas y hasta velorios, ha recorrido en estos 20 años escenarios importantes como el del Festival del Folclor en Ibagué, el Antero Agualimpia en Quibdó, el Mercedes Montaño y el Petronio Álvarez, ambos en Cali.
Desde el 2013 y hasta antes de la pandemia, La Platina fue vinculada al programa Danza Viva del Ministerio de Cultura. Esto les permitió durante varios años recibir formación por parte de instructores, asistir a eventos, encontrar una manera de sostenerse y permitirles a los jóvenes que ya habían pasado por la escuela ganar un sueldo, ahora como instructores. Durante esos años vinculados a Danza Viva, nació la Jotatón, el festival municipal de danzas que busca resaltar la cultura, la ancestralidad y la gastronomía afrocolombiana y que tiene como invitados agrupaciones de otros municipios del Chocó y del Valle del Cauca.
Cuenta que de niña lloraba mucho. Era la única mujer de su familia y su madre no encontraba la manera de apaciguar el llanto. “Mi mamá no era muy cariñosa, entonces cuando me veía solo me decía en un tono dulce “la malecita, la malecita” para calmarme, esa era su única caricia”, dice al otro lado del teléfono. “La Male” comenzó como un arrullo y ahora es el nombre por el que la llaman sus estudiantes y sus colegas.
La “seño Male” dice que en Tadó la danza se lleva en la sangre, que la gente baila en las esquinas o donde haya música. Para ella, la danza hace parte de su ser. “Si vuelvo a nacer, quiero volver a ser tadoseña”, agrega. Para Garcés, estos años de trabajo han sido satisfactorios, pero también difíciles. Le preocupa la financiación del grupo, pero sobre todo, que no puedan viajar a presentarse.
Consonante: ¿Cómo nació el gusto por ser bailarina?
Beatriz Garcés: La danza siempre ha sido mi pasión, la he llevado en el alma, está dentro de mí. En mi época dorada de estudiante en la Escuela Normal Superior Demetrio Salazar Castillo fui bailarina. Hice parte del grupo de la Escuela Normal y luego de otro grupo del municipio: “Así es mi tierra”. Pero como a veces las cosas dependen de cuestiones administrativas o institucionales, se quedan un poco en el aire y se acaban. Eso pasó con “Así es mi tierra”. Cuando terminé bachillerato, tenía la idea de crear un grupo de danza, quería tener eso que tenemos ahora, pero consolidar un grupo aquí es muy difícil. Llegamos primero a Playa de Oro, a la Institución Nuestra Señora de Fátima donde quise montar un grupo de danza, pero el paso por la institución fue muy corto. Y luego llegué a la Institución Educativa Nuestra Señora de la Pobreza y fui muy acogida por la rectora de esa época, la hermana Norelia, que me brindó todo el apoyo para que desde la institución hiciéramos el grupo de danza con los niños.
C: ¿Y ahí surgió La Platina?
B.G.: Sí, empezamos en el año 2002, pasamos mucho trabajo porque el colegio siempre había sido femenino y dirigido por monjas. Al cambiarse a mixto, fue una buena oportunidad de empezar a conformar el grupo de danza de la institución. Después de un tiempo lo sacamos de allí, es decir, se hizo extensivo a la comunidad.
Empezamos a participar en actividades en Quibdó, en el Antero Agualimpia. Estuvimos allí varias ocasiones. Allí conocimos a Leyla Castillo y a través de ella nos vinculamos en el programa Danza Viva del Ministerio de Cultura. Ese programa nos abrió muchas puertas, nos ayudó a fortalecer mucho la propuesta porque nos capacitaban, nos traían instructores de danza.
También desde Danza Viva logramos que el Ministerio de Cultura nos aprobara un proyecto en que los jóvenes que ya habían pasado por la escuela, fueran los instructores y ganaran un sueldo. Ya llevábamos varios años con ellos y yo no tenía nada que ofrecerle a los jóvenes que habían iniciado en el proceso, que eran fundadores y que ya estaban terminando bachillerato. Entonces logramos que el Ministerio nos diera $1.500.000 que dividimos en dos instructores, así ya ellos tenían tenían un recurso para conseguir sus cosas. Desde allí empezamos a crecer, llegamos a tener hasta 150 niños en diferentes categorías: niños, jóvenes y mayores.
C: ¿Cómo nació la Jotatón?
B.G.: Esta propuesta vino porque teníamos muchos niños en los ensayos, y al ser tantos no podía darles participación a todos, pero si bailaban una jota sí. Hacíamos grupos de cuatro y me bailaban todos. Cuando empezamos a hacer un baile participativo en el que todos estuvieran empezó a gustarme como se veía en los ensayos.
Desde el programa Danza Viva teníamos que hacer la evaluación de lo que habíamos hecho durante el año, venía la monitora que era Leyla Castillo con los de Sankofa, una fundación de danza afro y ahí les propuse: "Vamos a hacer una jotatón", y me preguntó ella: “¿Cómo es una jotatón?”. Le dije que íbamos a poner a bailar a todos los niños que hacen parte del programa. Aceptaron y comenzamos a buscar niños y agrupaciones folclóricas. Hasta hoy, la Jotatón ha sido muy acogida en todo el departamento y quizás a nivel nacional.
C: ¿Y cómo hizo para atraer a niños a la danza folclórica?
B.G.: Lo que pasa es que en Tadó el baile se lleva en la sangre. La chirimía si no la escuchamos en la casa, la escuchamos en una esquina, en la otra o donde el vecino. La chirimía la baila todo el mundo. Pero sí, enamorar a los niños fue un poco complicado al inicio, porque la danza folclórica en Tadó no eran ritmos atractivos, llamativos para los muchachos. Así que empezamos a decirles: "Ustedes son importantes, ustedes cuando bailan son unos artistas", comenzamos reforzarles la importancia que ellos tienen cuando están en un escenario.
Hace unos años estuvimos en la Feria de Cali, en el marco del Día del Pacífico, estuvimos casi todo el día uniformados después de la presentación, dando vueltas por ahí y ya en la noche nos acercamos al hotel donde estábamos y les dije: "Muchachos, vamos a cambiarnos porque nos toca viajar. Pero regresemos al evento para que ustedes compartan y tomen fotos. Pero ahora que regresemos al evento, me cuentan qué pasa". Nos fuimos de regreso al sitio del evento y ya todo el mundo los requisaba a la entrada. Ellos sorprendidos me dijeron: “Ay, seño cuando tenemos uniformes somos importantes". Ellos se dan cuenta, cuando tienen uniformes son artistas y todo el mundo los mira como artistas.
C: ¿Y cualquier joven que quiera entrar a La Platina puede hacerlo?
B.G.: Sí, sí muestra interés lo llevamos a los ensayos. Por ejemplo hay un niño que llega a la Institución y le gusta el baile y él me dice: "Seño, yo quiero estar en el grupo de danza", así tenga 12, 15 o 16 años le damos la acogida, lo llevamos a los ensayos y le hacemos la ambientación, vamos a ver cómo está y si tiene madera para la danza. Ahí mismo comenzamos a enseñarle las coreografías que ya tenemos y si son más pequeños sí empezamos desde cero sobre los pasos básicos y les mostramos los ritmos: "Un abozao se baila así, este es el paso del abozao". Empezamos casi siempre por el abozao, continuamos con una jota, enseñándoles los pasos fundamentales.
No hemos querido salirnos del enfoque tradicional de la danza, hemos querido trabajar lo nuestro lo que son las jotas, los abozaos, los tamboritos, las mazurca porque queremos fortalecer esas manifestaciones debido a que hay mucha gente que fortalece las demás propuestas de baile.
La verdad es que tenemos un grupo muy amigable, le damos la bienvenida a todos los niños que quieren estar en La Platina. Este grupo es como una familia y aquí hay un punto muy importante, que siempre hemos querido trabajar: estamos más centrados en el ser. Usted primero tiene que ser una buena persona, cuando usted sea una buena persona, será un mejor bailarín. Tanto es que en Tadó muchos creen que La Platina es un reformatorio. Muchas madres llegan y me dicen: "Mire, llévame a mi niño allá porque se está manejando muy mal", yo les digo que es que no se trata de eso, de que lo lleven a La Platina porque se maneja mal, se trata de que vaya allá porque quiere estar.
C: ¿Qué es lo que más disfruta de ser de ser maestra, de ser profe de danza?
B.G.: Lo disfruto todo. La satisfacción más grande que tengo es viajar, me da mucha emoción cuando me mandan una invitación. Es difícil, complicadísimo viajar, porque a veces los eventos no manejan plata. Los eventos dicen: “ustedes lleguen y nosotros les garantizamos alojamiento y alimentación”. Ese es el único trofeo que le damos a los niños, a los jóvenes, un viaje. Porque ellos ensayan días, meses y años a cambio de nada.
A mí nunca me ha gustado que ellos hagan actividades, que salgan a vender, porque me parece injusto después de ellos sacrificarse con sus ensayos, con su tiempo, pero a ellos también les gusta viajar. Esa es la satisfacción, ver en el escenario al grupo.
C: ¿Por qué es importante seguir cultivando la danza en un municipio como Tadó?
B.G.: Primero para conservar la ancestralidad y, segundo, porque a través de la danza damos, conocemos y compartimos. La danza hace amigos, por medio de ella los niños y las niñas socializan. Para muchos niños la danza es un escape a la situación de los hogares, muchos niños no tienen acompañamiento de sus familias y la danza se convierte en esa herramienta de integración, familiaridad y compañerismo.
C: ¿Qué aspectos de la cultura chocoana se develan en la danza?
B.G.: Hacemos un gancho porque con la danza mostramos la parte musical y el vestuario. Yo parto de la ancestralidad y no de la proyección. No entiendo por qué tantas agrupaciones usan flores en la cabeza en el atuendo. Nosotros no cultivamos flores. Si no las cultivamos, ¿porque vamos a ponernos flores en la cabeza? Mi abuela murió a los 100 años y yo tuve el ejemplo de ella con sus vestidos: anchos, con encajes y siempre tuvo un pañolón. El pañolón o la pañoleta o el turbante de hoy en día era para proteger y por higiene, para que no se le fuera el cabello a la comida y para que no estuviera ese cabello “chonto” alborotado, porque los querían tener en esa sumisión.
Por otro lado está en el machete y la vaina como instrumentos que hacían parte del quehacer del negro, hasta hace unos años el hombre no salía de la casa sin su machete, era como un collar para él. Eso en un baile hace mostrar esa ancestralidad, el machete como herramienta y como accesorio personal. El negro era muy orgulloso, la mujer negra cargaba siempre con sus aretes y sus collares. Todos esos accesorios y las historias que están detrás de ellos hacen parte también del baile.
C: ¿Cómo se sostiene financieramente La Platina en este momento?
B.G.: La Platina en este momento no tiene apoyo de nadie. El programa Danza Viva quedó suspendido desde la pandemia, no volvimos a tener contacto. Aquí en la administración, estamos al margen, nos tienen marginados. Damos gracias a Dios por los buenos amigos, que conocen del trabajo que hace el grupo La Platina. Por decir algo, nosotros vamos a viajar y hacemos un plan padrino, donde cada uno de ellos se encarga de que el niño viaje. Para los uniformes vamos donde un amigo y le decimos: “Uy, mi hermano ¿me puede regalar 10 metros de tela?, vamos a hacer un uniforme”. Y luego donde otro amigo y le pedimos los otros 10 metros de tela y así vamos consiguiendo lo que necesitamos. Yo confecciono todos los uniformes de La Platina en mi casa.
Da tristeza ver que cumplimos 20 años y nunca hemos tenido un apoyo total de la administración, el apoyo que tuvimos por más de cinco años fue del Ministerio de Cultura. No nos dan participación en nada a pesar de lo que hacemos por construir el tejido social de Tadó, ayudando a alejar a muchos niños de vicios y de todas las tentaciones que andan sueltas. Los tenemos ocupados desde las tres de la tarde y hasta las 9 de la noche, estamos reunidos porque sale un grupo y se queda otro. Es una lástima porque estamos creando un ambiente sano. No tenemos plata, pero nosotros no damos el brazo a torcer.
C: ¿Cómo ha conseguido persistir en esta labor durante 20 años?
B.G.: Ha sido durísimo, encontramos muchos tropezones, muchos enemigos, muchos amigos pero la clave para mí es insistir, resistir y persistir. Saber que estamos haciendo las cosas bien porque por la danza nadie da plata, al contrario, quizás es mucho más lo que le debe la danza a mi hijo y a mi nieto, porque hay cosas, como mi tiempo y el dinero, que podían ser para ellos yo las gasto en la danza. A veces hay viajes que los tenemos en el aire y yo les digo: “Bueno muchachos, no hay plata y nadie nos está colaborando, pero hagamos lo siguiente cincuenta y cincuenta, ustedes se consiguen un pasaje y yo me consigo los otros” ¿Y de dónde conseguí ese millón y pico? De mi sueldo, y así ha pasado en estos 20 años. Pero con eso no hay problema, porque la danza hace parte de mí, es mi proyecto de vida y si me toca sacrificarme en lo económico, me sacrifico.