Por qué es importante: A pesar de que Istmina es el segundo municipio más importante de Chocó después de Quibdó, sus 30 mil habitantes no cuentan con el servicio de acueducto. Muchos están cansados de reclamar por el abandono estatal y de esperar soluciones definitivas. “En pleno 2021 no se ve nada agradable que un municipio esté viviendo de las aguas lluvias; expuesto a las infecciones que producen los roedores, aves y demás animales”, reconoce Yilson Martinez, secretario de Planeación de Istmina.
¿Qué ha pasado con el acueducto municipal?
Hace más de 50 años existió un acueducto que funcionaba en Istmina a determinadas horas y suministraba agua a ciertas zonas del municipio. Martinez cuenta que por falta de recursos para su mantenimiento y gestión, el acueducto dejó de funcionar. “El agua tampoco era potable”, agrega.
Hoy existe un proyecto para la construcción de un acueducto que promete darle cobertura a todo el municipio. La obra tiene un presupuesto de 16 mil millones de pesos provenientes del Ministerio de Vivienda y de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), y comenzó a ejecutarse hace cuatro años. El acueducto debió ser entregado hace dos años, pero esto no sucedió. Yudis Sugey Moreno Ibarguen, secretaria de Obras públicas, movilidad y transporte de Istmina afirma que “el alcalde ya manifestó ante la Contraloría el desacuerdo con los retrasos del proyecto”.
Entonces, ¿qué hace la gente para tener agua en sus casas?
Vivir del agua lluvia. Conectar mangueras a los nacimientos de la montaña para disponer de puntos de recolección o “ chorros” para tener agua cerca. Utilizar baldes, tanques, y hasta neveras vacías y selladas para almacenar agua dentro de la casa. Ir hasta el río para bañarse, hacer sus necesidades básicas, lavar los platos, y lavar la ropa. Tomar un vaso con agua asumiendo el riesgo de enfermarse.
“Sin agua no hay vida”, así lo resume Cesar Alcidez Lerma, uno de los habitantes del barrio San Agustín. Cansada de esperar, la comunidad ha empezado a buscar soluciones. “Nos dicen que espere, que estamos en un proyecto...pero llevamos como 200 años y no pasa nada. Así que nos toca hacerlo posible a nosotros.”, dice Juan Santos Lobón Moreno, líder de la iniciativa del acueducto comunitario.
La iniciativa: Hace cuatro años Juan Santos Lobón Moreno, un istmineño pensionado de la Policía Nacional de Colombia, comenzó a diseñar un proyecto de acueducto comunitario llamado “Agua de mi llave” para su barrio San Agustín. La construcción de la obra comenzó hace 8 meses.
Santos cuenta que construyó los diseños del acueducto a partir de más de 200 videos que vio en Youtube, y la asesoría de varios fontaneros, ingenieros y amigos. “No soy ingeniero pero yo amo mi patria chica, a mi me gusta mucho mi Chocó”, dice. Aportó 10 millones de pesos de su bolsillo para comenzar con la obra, y en octubre del año pasado convocó a varios líderes y lideresas de la comunidad para contarles acerca del proyecto. “Ustedes ponen el trabajo yo consigo la plata” les dijo. En ese momento, 13 personas comenzaron a trabajar y, hoy ya son casi 50, entre jóvenes, mujeres y hombres de todas las edades.
Hoy el costo del proyecto va en 44 millones de pesos. La comunidad ha logrado reunir todo el dinero vendiendo ropa, celulares y haciendo aportes directos. “Aportes de las instituciones y de otras entidades, cero”, aclara Juan Mosquera Martinces, ingeniero civil y habitante del barrio. Pese a que se han radicado más de 60 solicitudes a empresas e instituciones, el esfuerzo ha sido en vano. El mayor costo “ha sido más el sacrificio físico, la capacidad de liderazgo y el tiempo que no se puede calcular”, agrega Santos.
El agua que están usando para el acueducto viene directamente de un nacimiento, y para tratarla han diseñado seis filtros. Aún no cuentan con la certificación de potabilidad del agua, pero ya es una mejora significativa con respecto a lo que consumían antes. “Toda la vida hemos vivido tomando de esa agua sucia, así que ya pasamos la prueba”, asegura Santos.
El resultado: Un vez esté terminada la primera fase de la obra, a finales de este año, cada familia decidirá si quiere el servicio de acueducto, que incluye agua para: el lavaplatos, el lavamanos, las duchas y los sanitarios. El valor inicial a pagar sería de 600 mil pesos para cubrir la mano de obra, los materiales y fontanero; y a partir de ahí una mensualidad de 15 mil pesos. La gestión y el mantenimiento del sistema quedará a cargo de un consejo directivo conformado por líderes y lideresas del proyecto, el cual quedará conformado a final de este mes.
En el barrio de San Agustín viven más de 800 familias. Hoy 33 casas ya tienen el servicio de agua y se espera que en los próximo meses sean 50. El objetivo final: llegar a beneficiar a 200 familias, alrededor de 1.200 personas.
Qué dice la gente:
- Leonila Perea, líder comunitaria del barrio: “Muchas personas carecían de agua, después de dos días sin lluvia ya la gente tenía que echar para el chorro, que no daba abasto para la comunidad”.
- Cesar Alcides Lerma, uno de beneficiarios del actual acueducto comunitario: “es lo mejor que me ha podido pasar en todos estos tiempos; sufrimos mucho, debíamos ir a bañarnos lejos, al río muy sucio y contaminado; llevo dos meses y pico con agua permanente las 24 horas del día, uno se baña, jabona y pasa su rato feliz”.
- Maria Leonila Perea Leudo, líder y madre comunitaria: “Ahora tengo mi agua y vivo feliz porque no tengo que salir a buscarla para ninguna parte; pienso que debemos dejar algo para el futuro, tener sentido de pertenencia”.
- Juan Mosquera Martinces, ingeniero civil y habitante del barrio: “tener un acueducto es una de las cosas más importantes, le cambia la vida a uno”.
El contexto: Los acueductos comunitarios son comunes en Colombia. Tener agua potable, accesible y de calidad, se ha convertido en una reivindicación histórica para demasiadas comunidades.
De acuerdo con datos de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, en 2006 existían unos 12.000 acueductos comunitarios en el país. Lucía de la Trinidad Galvis, coordinadora de la Asociación Departamental de Acueductos Comunitarios de Antioquia, calcula que hoy pueden ser más de 30.000. “A nivel nacional las políticas buscan privatizar el agua y acabar con el modelo de gestión comunitaria; por eso el ataque continuo que nos están dando y la falta de apoyos”, aclara Galvis, quien ha trabajado en este tema por más de 15 años.
Construir un acueducto comunitario es entender el agua como un bien común esencial del cual nadie puede apropiarse ni volverlo mercancía. La Red Nacional de Acueductos Comunitarios de Colombia ha defendido la gestión comunitaria del agua en el país durante muchos años.
Lo que sigue: Lo cierto es que pese a que la iniciativa del barrio San Agustín beneficiará a muchos habitantes de Istmina, no solucionará el problema que se presenta en todo el municipio. Por eso, vale la pena hacerle seguimiento al proyecto de la construcción del acueducto municipal que está en ejecución pero que sigue presentando retrasos e inconvenientes.