En Leticia, el río Amazonas no solo conecta geográficamente a Colombia, Brasil y Perú, sino que es también el eje de una identidad sonora. En esta región de triple frontera, sabores, ritmos y olores de cada país se entrelazan para formar una cultura única. La música tradicional popular amazonense surge como una “mixtura” de estas influencias. Sus ritmos, impregnados de la fuerza del río, se han convertido en un símbolo de la vida y la naturaleza. Músicos de la región reconocen este vínculo, viendo al Amazonas no solo como un recurso, sino como un elemento que conecta profundamente a la gente con su entorno.
“Esta música es nuestra identidad, algo que nos diferencia del mundo”, afirma Darwin Erazo, un músico leticiano que defiende la música como un legado ancestral de la región. “Nos hace originales, únicos, porque nace aquí y viene de generaciones atrás. Una sociedad que olvida sus costumbres es una sociedad vacía”, sentencia con nostalgia.
El río y la selva como identidad musical
Para los músicos locales, esta música, que combina ritmos caribeños colombianos, géneros afro-brasileños y sonidos andino-peruanos, es un producto del entorno. Es, como explica el productor musical Alejandro Goez, un “alimento” para la identidad. “La música nutre nuestro inconsciente. Nos conecta con nuestra vida, nuestros sentimientos. Es lo que nos hace ser quienes somos”, asegura.
Yerit Pineda, organizador del Festival Internacional de Música Popular Amazonense, destaca la importancia de esta conexión con la tierra:
“Aquí suena música todas las noches en las malocas y todo el tiempo en ese río que fluye a nuestro lado”. Para él, la música no solo refleja el paisaje, sino que es un puente entre la naturaleza y quienes habitan la región. “La música debe ser un sentir, un momento de paz que nos ayude a conectar con lo profundo de nuestro territorio”, explica, con un tono que parece invitar a quienes lo escuchan a compartir esa conexión.
La tradición se enfrenta a nuevos ritmos
Pese a su arraigo en la región, la música tradicional enfrenta el desafío de los nuevos ritmos comerciales que predominan entre los jóvenes. Alejandro Goez observa cómo en Leticia, al igual que en muchas comunidades amazónicas, la “música mainstream” ha desplazado a los sonidos tradicionales. “Es triste ver cómo muchos jóvenes adoptan estilos ajenos a su cultura, ignorando su patrimonio musical”, afirma. No obstante, Goez no culpa a los jóvenes, sino a la falta de oportunidades para que la música tradicional amazonense esté disponible en plataformas de fácil acceso.
Para Mauricio Quintero Castillo, arquitecto y productor audiovisual de la Universidad Nacional en el Amazonas, la situación es grave: “El futuro es oscuro para los ritmos tradicionales. Ahora estos se han convertido en algo que muy pocos practican”. Quintero teme que, sin apoyo, cuando mueran los músicos que preservan esta tradición, “esta música quedará en el olvido”.
Esta falta de interés se debe en gran parte a la ausencia de apoyo institucional. José Ignacio Sánchez, conocido como Nacho, quien es músico de la banda marcial del Ejército en Leticia, señala que en plataformas digitales solo se encuentran unos pocos temas de artistas locales, subidos por ellos mismos. “Es urgente que las entidades públicas promuevan espacios de difusión”, insiste Sánchez.
El Festival del Pirarucú de Oro: un intento de rescate
Ante la amenaza de olvido, en 1987 el maestro Alfonso Dávila creó el Festival del Pirarucú de Oro, un evento para dar visibilidad a esta música y fortalecer la cultura amazónica. Sin embargo, para algunos músicos, el festival carece de un enfoque pedagógico que permita a las nuevas generaciones apropiarse de estos ritmos. “El festival es valorado, pero no se ha consolidado como una plataforma de apropiación y difusión de la música amazonense”, asegura Jorge Picón, historiador de la región.
Jose Ignacio Sánchez coincide, lamentando que el festival se esté volviendo “un evento comercial”, alejado de sus raíces.
“Más que buscar nuestra cultura musical, el festival ya es una temporada, no una estrategia continua para el fortalecimiento de la música”, añade. Para Lobo, un artista urbano de Leticia, “la difusión de esta música debe ser un proceso continuo, durante todo el año”.
Fernando Picón Acuña, director de la banda departamental, considera que la falta de cohesión entre los músicos es una barrera para su conservación. “No hay un objetivo en común en torno a estos ritmos, ni una unión en el gremio para preservarlos”, lamenta.
Educación: una clave para la preservación
Ante esta situación, algunos artistas creen que la educación es fundamental para que las nuevas generaciones reconozcan estos ritmos como suyos. Yerit Pineda enfatiza la importancia de trabajar unidos como gremio musical, para dar una mejor proyección a la música tradicional: “Podemos discutir y planear estrategias para que los niños y niñas tengan una guía, para que nos vean como un solo grupo comprometido con esta música”.
Existen iniciativas individuales, como la de Carolina Manchola, una música oriunda de Ibagué que lleva más de ocho años viviendo en Leticia. Carolina ha desarrollado un programa educativo con el que busca transmitir a los estudiantes el valor de esta música como parte de su identidad.
“A través de los ritmos, los niños conocen el país, el territorio, y así fortalecen su sentido de pertenencia. Al tocar esta música, sienten orgullo de ser amazonenses”, explica.
En Puerto Nariño, a orillas del río Amazonas, Saúl Coello, conocido como Saulinho, trabaja con jóvenes en una escuela de música tradicional que ya lleva más de doce años. “Estamos fortaleciendo a los niños y jóvenes en la música tradicional para no perder nuestra cultura”, comenta Saulinho, quien destaca el entusiasmo de los jóvenes por seguir el legado artístico de la región.
Mauricio Quintero concluye que “enseñar la música es poner a escucharla en contexto, y hacer que los jóvenes la disfruten y practiquen”. Para Saulinho, el compromiso de los artistas y el apoyo institucional son clave para cambiar el panorama. “La educación permitirá el fortalecimiento de las prácticas y de la identidad por el territorio”, concluye con esperanza.