La forma cómo los y las jóvenes se acercan a la sexualidad en San Juan del Cesar es un reflejo de lo que no funciona con la educación sexual en el país. En los colegios, el tema está a cargo de los psicoorientadores -mujeres, en su mayoría- quienes tienen poco tiempo para dedicarle a este tema; no existen programas de formación para que los maestros y docentes se capaciten y logren derribar sus propios prejuicios; y, finalmente, en la mayoría de las familias sigue reinando la idea de que hablar de sexo incentiva a los adolescentes y jóvenes a tener relaciones sexuales. Todo esto lleva no solo a que muchos resuelvan sus dudas en internet y comiencen a tener relaciones sexuales llenos de temor, sino tener problemas de confianza y autoestima.
"En mi casa no se habla de estos temas, las dudas que me surgen, normalmente yo investigo en Google. También le pregunto a mis amigas. De hecho sí me estoy cuidando pero porque hablé con una amiga y ella me explicó lo que debía hacer", dice Eoris Vázquez, de 23 años.
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Consonante habló con varios jóvenes del municipio para entender el panorama de la educación sexual. Siete adolescentes y jóvenes fueron entrevistados, y 31 respondieron de manera anónima un sondeo de opinión enviado a través de Whatsapp (para consultar el formulario enviado haga clic aquí). Al igual que Eoris, Armando Manjarrez, de 24 años, no recuerda haber tenido una educación sexual, ni en su casa ni en el colegio. “Solamente tuve una conversación con mi papá cuando tenía alrededor de 14 años y él solamente me decía que me pusiera preservativo y que si no lo usaba, existía una pastilla que se llamaba pastilla de emergencia, de ahí para allá todo lo he aprendido yo desde mi parte y soy consciente de que debo cuidarme”, cuenta.
La mayoría de los adolescentes coincidió en que la educación sexual que ha recibido en los colegios y las casas ha sido superficial. Es decir, tuvieron algunas charlas en las que les hablaron de cómo prevenir embarazos y enfermedades de transmisión sexual, pero estas no hicieron parte de un proceso diseñado para que ellos y ellas realmente conocieran sus cuerpos y evacuaran todas sus dudas frente al tema. Fueron espacios esporádicos y poco efectivos para resolver sus preguntas.
“Solamente presencié una charla de educación sexual en octavo grado, de ahí en adelante no se volvieron a tocar estos temas”, cuenta Izamar Díaz, consejera de juventudes del municipio. Y agrega “Tal vez se haga alusión a este tema en forma de chiste, pero muchos piensan que esos temas no se deben tocar y no hay una buena comunicación donde los jóvenes manifiesten sus dudas y hablen ampliamente y en confianza”. Por su parte, Andrea, una estudiante de 14 años, dice: “nos han hablado cómo se puede prevenir un embarazo, los riesgos que eso puede traer, pero no llegan a explicarnos a fondo las consecuencias que puede traer tener relaciones a temprana edad”.
Johanna Blanco, psicóloga y coordinadora del programa de educación integral de la sexualidad del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Colombia, sostiene que una búsqueda en Internet no reemplaza la formación que se debe dar en los colegios y los hogares. “Ellos pueden acceder a información, pero la familia y la escuela tienen que brindar formación. El conocimiento científico es información, y las actitudes, las habilidades, las competencias, la toma de decisiones, el autoconocimiento, la empatía y el sentido crítico son formación. Esto no se desarrolla leyendo un artículo en Google”, afirma.
Según Blanco, buscar la información adecuada, comparar fuentes de información y hacer un uso seguro de las redes es algo que se aprende en el colegio. Pero de este tema, aunque hace parte de la educación sexual, tampoco se habla. “Cuando no se tienen estas habilidades y además no se tiene supervisión parental, se corre el riesgo de encontrarse con páginas pornográficas o ser víctimas de delitos sexuales”, advierte.
Para Johanna, si bien hablar con amigos y usarlos como fuente de información hace parte esencial de la socialización durante la adolescencia, al estar en el mismo momento de la vida, “con las mismas preguntas, con las mismas inquietudes, lo que hace es perpetuar malos conocimientos o creencias”, dice.
Los problemas
Para entender qué está pasando en San Juan, es importante tener presente que en Colombia la educación sexual es obligatoria. Existen varias leyes, decretos y sentencias de la Corte Constitucional que la reglamentan y dejan claro que este tema es de vital importancia para el desarrollo de los adolescentes. Por ejemplo, la Ley General de Educación de 1994 establece la obligatoriedad y aclara que la educación sexual debe ser impartida de acuerdo a las necesidades físicas, emocionales y afectivas de los estudiantes de acuerdo con su edad.
Por otro lado, el Decreto 1860, también de 1994, ordena que la educación sexual debe hacer parte del proyecto educativo institucional y debe atravesar el currículo académico. Es decir, la educación sexual debe ser parte de la cotidianidad de las instituciones educativas. Y está la Ley 1620 de 2013 que indica que la educación sexual debe ser integral. En otras palabras, reconoce que la educación sexual va más allá de prevenir embarazos o enfermedades de transmisión sexual y que es fundamental para que los jóvenes desarrollen sus personalidades.
Blanco dice que el marco legal de la educación sexual en el país es uno de los más robustos de América Latina. “Estas leyes permiten entender que la sexualidad hace parte de la identidad y de la formación de todas las personas y que también es un elemento que contribuye a la prevención del embarazo en la adolescencia y a violencias basadas en género”, dice. Pero aclara que todavía existen muchos obstáculos a la hora de implementar estas leyes. “Esto requiere una voluntad política y una inversión económica importante, porque de aquí a que aterrice en las escuelas, en los centros de salud y en las familias, implica grandes esfuerzos'', reconoce.
Consonante puso la lupa en el caso de San Juan del Cesar para explicarle, con ejemplos, las barreras que existen:
1. En los colegios: personal recargado y poco capacitado
En San Juan del Cesar hay siete instituciones educativas con bachillerato: seis públicas y una privada. La mayoría solo tiene un psicoorientador o docente orientador para acompañar los procesos académicos y psicosociales de los estudiantes. Esto incluye, por ejemplo, implementar un programa de educación sexual. Pero esta es tan solo una tarea más en su larga lista de responsabilidades que incluye atender los casos de matoneo o bullying, estar pendientes del gobierno escolar y hasta atender consultas psicológicas de las familias de los estudiantes, entre muchas otras tareas que les asignen los rectores.
Por eso, el primer obstáculo para que los colegios puedan cumplir con lo que manda la ley es el personal. Existe una desproporción entre el número de docentes orientadores y el de estudiantes. Para Mariana Sanz de Santamaría, directora y fundadora de Poderosas Colombia, una onegé que busca reforzar el poder de decisión de adolescentes y jóvenes entre los 13 y 20 años de edad y promover la formación en Educación Integral para la Sexualidad (EIS), la carencia de personas preparadas para tratar estos temas en las instituciones educativas es evidente. Es un problema generalizado.
“En Colombia tenemos una cifra de un orientador por cada 1.000 estudiantes y esto puede llegar a ser un orientador para cada 2.000 estudiantes en la zona rural. A esa persona le toca resolver otras situaciones en la institución, entonces le queda muy difícil dar una buena clase de educación sexual”, dice Sanz de Santamaría.
Liliana Amaya Díaz, docente orientadora desde hace 23 años en la I.E. Maria Auxiliadora, tiene que sortear múltiples responsabilidades todos los días. Amaya Díaz debe acompañar a los 980 estudiantes que asisten a primaria y bachillerato en la institución. Entre sus responsabilidades está implementar un plan transversal de educación sexual. Para hacerlo, se reúne cada cierto tiempo con los docentes y evalúa la posibilidad de incluir algún tema relacionado con sexo y sexualidad en el currículo académico. “Por ejemplo, la profesora de biología sabe que en octavo se ven las enfermedades de transmisión sexual; el profesor de matemáticas me puede ayudar con las estadísticas de los embarazos adolescentes y el de ética puede hablar de los roles de género'', explica.
En teoría, distribuir los temas a tratar entre diferentes docentes y grados logra que el sexo y la sexualidad atraviesen la vida académica de los jóvenes. Y es que la educación sexual debe ser transversal. Johanna Blanco dice que el modelo de transversalidad es el más sostenible a largo plazo y el más efectivo para entender la sexualidad en todas sus dimensiones. “Desde todas las áreas se pueden analizar todos los elementos de la sexualidad, los físicos, emocionales y cognitivos y tener una comprensión mucho más compleja de la sexualidad que no se limita a lo biológico”, cuenta.
Pero este abordaje choca con una barrera generacional y cultural. Liliana cuenta que algunos maestros de la institución no se sienten cómodos a la hora de hablar con sus estudiantes sobre algunos temas. “Tenemos profesores de 65 años, y les queda difícil hablar sobre la población LGBTI, por ejemplo”. En estos casos, dice, los maestros le piden ayuda y ella organiza una campaña o activa una ruta.
Por eso, para integrar a los maestros y maestras en la educación sexual se necesita una transformación en la práctica del docente, del lenguaje que usa, de los ejemplos que aplica. “Si esto no pasa primero por su piel, por su mente, por sus creencias, por la forma en la que se relaciona con su pareja y con sus colegas pues no va a poder brindar una educación sexual coherente. De nada nos sirve un gran proyecto, si luego el profesor en clase hace un comentario homofóbico”, dice Johanna.
2. El silencio reina en las casas
La mayoría de los jóvenes que Consonante entrevistó para este artículo dijo que no habla de sexo y sexualidad con sus padres y madres. ¿La principal razón? La falta de confianza. “Para los padres es un tabú hablar sobre eso con sus hijos y con alguna otra persona cuando ellos están presentes, seguro que les debe de dar pena”, dice Lelibeth Brito, una joven de 24 años. El tabú alimenta el silencio que existe en el pueblo.
Otro joven de 19 años que respondió el formulario enviado por Consonante, dijo que nunca ha hablado de este tema con sus padres. “Mi madre dice que eso ya lo aprende uno en el colegio”, afirma.
Para Mariana Sanz, el principal motivo por el que no se habla de sexualidad en las casas, es porque muchos padres y madres tampoco recibieron una buena educación sexual. Algunos, ninguna. “Ellos tampoco fueron educados en derechos sexuales y reproductivos y hay una resistencia muy fuerte por parte de los acudientes. Ante la falta de educación, la reacción natural es tener miedo”, asegura. Johanna Blanco coincide. “No importa la condición socioeconómica, la región del país, no hablan de sexualidad porque les da pena, les da temor, les da vergüenza, no saben cómo, en qué momento ni a qué edad hablarle a sus hijos”, cuenta.
La poca formación que se tiene en las familias, produce, de acuerdo a Johanna Blanco, dos consecuencias. La primera es que no desarrollan las suficientes habilidades comunicativas para establecer un diálogo horizontal, respetuoso y genuino con sus hijos e hijas. “¿Qué significa hablar con los hijos? ¿Yo hablo y tú escuchas? ¿O significa dialogar y preguntar también respetando la confidencialidad de ellos y ellas?”, se pregunta.
La segunda consecuencia es que se generan falsas creencias, particularmente la que se tiene de que hablar de sexualidad es incentivar a los jóvenes a tener actividad sexual. Esto es algo que también sucede en San Juan. Ketis Daza, referente de la dimensión de sexualidad, derechos sexuales y derechos reproductivos de la secretaría de Salud, dice que las campañas de educación sexual que se lideran desde el municipio también están orientadas a los padres de familia para que ellos sepan lo que se les está enseñando a sus hijos. “Muchos papás piensan que cuando uno les va a hablar de sexualidad es que se va a inducir a los jóvenes a tener relaciones sexuales, es una barrera que hemos tenido. Pero estamos insistiendo en que los padres se eduquen porque entre otras cosas, dentro de la sexualidad también encontramos la violencia sexual y la violencia de género”, cuenta.
Johanna Blanco cuenta que el estudio “Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad”, liderado por la Universidad de Oxford en 2018 -una guía para la implementación de programas de educación sexual integral dentro y fuera del entorno escolar- indica que cuando se imparte una educación sexual adecuada, sucede todo lo contrario. “Cuando se habla de sexualidad de una manera adecuada, temprana y respetuosa, integral, no solo lo que incluye lo genital, sino todo lo que incluye la sexualidad, se retrasa el inicio de la actividad sexual”, dice.
Por eso, en los hospitales insisten en que los jóvenes deben asistir a los servicios de salud acompañados de sus padres, para que ambos puedan resolver dudas y recibir información adecuada. “Es importante que los chicos tengan la seguridad de que sus padres son las primeras personas que los van a orientar, es el núcleo familiar en donde uno debe tener este tipo de charlas, abiertamente, sin tabúes y tener un ambiente de seguridad donde se puedan solucionar estas dudas”, dice Aura León Bayona, médica especialista en salud familiar del Hospital San Rafael.
Una de las consecuencias de que no se hable abiertamente de sexualidad es el aumento de embarazos a temprana edad. “En este momento estamos viendo que en los colegios muchas menores de edad quedan en estado de embarazo y a mí me parece que es por la desinformación”, dice Luis Maestre, estudiante de 11 grado.
Ketis Daza, indica que el año pasado se presentaron 59 casos de embarazos adolescentes. En el colegio María Auxiliadora, se presentaron seis. Liliana Amaya se ha enfocado en el último año en hacerle seguimiento a estos casos, ha estado atenta a los estudiantes y a sus familias y ha intentado vincular a la comisaría de familia y a la Policía de infancia y adolescencia en las rutas de atención que ha creado. También ha diseñado una red de comunicación con otros docentes para saber si una estudiante ha tenido cambios de ánimo o ha dejado de asistir a clases. Sin embargo, las acciones lideradas por la docente son más reactivas que preventivas.
Pero además de los embarazos, la docente ha estado atendiendo casos de abuso sexual y de prostitución. “Hemos solicitado el acompañamiento de la Comisaría de familia y de la Policía de la infancia y la adolescencia para hacer talleres en prevención de riesgos de violaciones. De todas maneras, yo siempre me mantengo en contacto con la familia, mandándoles mensajes”, cuenta.
Aura León indica que el 15% de las consultas de adolescentes que atiende son de embarazos. “La verdad es que es alto y hay que seguir trabajando para que los muchachos posterguen su estado reproductivo”, dice.
3. Los colegios, la administración y los servicios de salud: desarticulados
Aunque en la secretaría de Salud, en el hospital y en los colegios existen algunos planes y programas para que los y las jóvenes reciban información sobre salud sexual y reproductiva, cada uno marcha por su lado. Además, el interés por ofrecer este tipo de educación a los adolescentes parece estar más motivado por cumplir un requisito que por ofrecer contenidos y espacios realmente útiles y pertinentes.
Tal vez por ese motivo, varias de las medidas propuestas por las autoridades no tienen el efecto esperado. Lo que sucede con algunos programas del Hospital San Rafael es un ejemplo. El centro médico tiene a disposición de los jóvenes programas que buscan resolver sus dudas en torno a la sexualidad, por ejemplo el curso “Vida adolescente”, que está dirigido a muchachos de entre 12 y 17 años. Sin embargo, estos programas no funcionan como espacios de formación sino como consultas médicas por lo que los jóvenes que participan son atendidos individualmente por un profesional de la salud. Es decir, tienen una cita médica. Esta consulta se hace una vez al año, “pero si ellos tienen en algún momento otra duda y quedan con más cosas por resolver, podemos agendar una segunda cita”, aclara Aura León. Pero la estrategia es ineficiente. “La verdad a nosotros nos toca buscarlos, son pocos, de pronto por los temores, porque piensan que eso va a ser algo que todo el mundo va a saber”, dice León.
La secretaría de salud tiene varias campañas en los barrios, como la estrategia “Servicios Amigables”, pero Ketis Daza sostiene que hace falta que las EPS hagan su parte. “Aquí también tenemos que mirar que las EPS tienen una responsabilidad con sus usuarios y que ellos deben también hacer sus actividades de promoción y prevención. Nosotros nos apersonamos de la situación y estamos tratando de que esos índices se reduzcan con educación, pero con unas actividades pedagógicas enfocadas en la población”, dice.
Esta falta de articulación y el bajo impacto de los proyectos, según Johanna Blanco, muestra el déficit de las capacidades institucionales, la falta de consenso que hay entre los sectores sobre el enfoque de la educación sexual, los pocos recursos que hay destinados a la formación a docentes y la poca vinculación que tienen los y las jóvenes en la etapa de planeación, que al final les quita agencia. “Estamos parados en una visión donde los jóvenes sólo deben participar en las actividades que se planteen, pero no se les vinculan a ellos y a ellas desde el inicio de las actividades para que sean ellos quienes digan dónde convocar, a quiénes convocar, dónde reunirse, cuál es el lenguaje más adecuado, qué es lo que les gusta”, dice.
Mariana Sanz de Santamaría indica que es urgente una aproximación más integral sobre lo que es la sexualidad, para comenzar a salir de una educación enfocada en la genitalidad y en la prevención de embarazos o enfermedades de transmisión sexual. “La sexualidad es tener cuerpo y la educación sexual empieza desde que naces y comienzas a conocer, explorar y amar el cuerpo. La educación sexual integral es hablar de tener un cuerpo y cómo habitarlo”, puntualiza. Un primer paso para hacerlo es encontrar más espacios, dentro y fuera de los colegios y las casas para hablarlo con libertad. "Me gustaría que la gente se familiarice un poco más con el tema, creo que no debería ser ajeno, que la gente no sienta el temor a hablar acerca de él, una etapa en la vida de cada persona y debemos de aprender a normalizarlo y no señalar a los adolescentes que ya comenzaron su vida sexual", señala Eoris Vázquez.