Cuando Jesús Fernández tenía 13 años empezó a cantar en el coro del Centro de Recursos Educativos Municipales de Fonseca, CREM. Su primer escenario oficial fue el Festival del Retorno, cuando las escuelas todavía tenían participación en la ‘Tarima Tierra de Cantores’ de la plaza principal y profesores de música, como Jorge Luis Daza Pacheco y Yizza Peñaranda que acompañaron a Fernández, recibían invitación cada año con los niños y jóvenes. Esto es cosa del pasado.
El Festival del Retorno, que durante años fue un evento para recibir a los fonsequeros y visibilizar las distintas disciplinas ―como la composición, la interpretación de la guitarra, el acordeón, la danza y otras expresiones―; dejó de lado la participación local al punto de exiliar a la juventud que encontraba en este escenario un lugar para trascender con su talento.
Hoy ‘Chu Fernández’, a sus 23 años, no está en Fonseca sino en Bogotá, donde participó en la novela de Leandro Díaz, en 2022, una oportunidad que lo motivó a iniciar su carrera actoral. No abandonó su pasión por el canto, de hecho pasó por el concurso Talento Zipaquireño y se llevó el primer puesto, pero asegura que la búsqueda de crecimiento profesional y de espacios para impulsar su carrera lo obligaron a salir de su municipio.
“Me gusta decir las cosas pelao y raspao: para nadie es un secreto que para los nuevos artistas todo es muy difícil y que a muchos nos ha tocado buscar otros rumbos”, expresa. Y aunque sus planes actuales son seguir dándose a conocer en la capital, ‘Chu Fernández’ no descarta regresar y presentarse en la plaza principal, donde está su primera tarima, pues reconoce que para cualquier artista es un sueño actuar en su tierra.
La falta de escenarios
En Fonseca el único escenario habilitado para los artistas es la ‘Tarima Tierra de Cantores’, pero no al cien por ciento. En los últimos años, la población creció y según el DANE, en 2023 hay más de 50 mil habitantes con un solo escenario principal que se construyó para albergar menos de la mitad de la población actual.
Aunque hay pequeñas tarimas en corregimientos como Conejo y el Hatico, así como en el barrio 1° de julio, estas no dan abasto para la magnitud que el evento adquirió con el tiempo. En el barrio San Agustín, incluso, se hacía en algún momento una tarima provisional para niños y jóvenes como parte de un evento previo al Festival del Retorno, llamado Retornito, que desapareció.
Me parece muy bueno el festival pero no le da oportunidades a los nuevos artistas como lo hacían antes.
Chu Fernández
Cerca a la ‘Tarima Tierra de Cantores’ están las instalaciones del CREM, otro escenario que podría funcionar para promover la cultura, sin embargo, no está siendo utilizado para su verdadero propósito. Como lo reportó Consonante en 2022, el CREM se convirtió en la oficina de atención de Ingreso Solidario y de funcionarios de Migración Colombia y, hasta la fecha, no ha recuperado la misión con la que fue creado.
Otro de los lugares donde se podría incentivar el talento local, aunque se está cayendo a pedazos, es la antigua Casa de la Cultura, pero le pertenece al Club de Leones, entonces es un espacio privado. Y, a la falta de escenarios, se suman las quejas de los vecinos de la plaza principal, ya que la mayoría de estos residentes son adultos mayores y para protegerlos del ruido, la Administración no aprueba la realización de actos que perturben su tranquilidad.
Sin inversión
La tarima del barrio 1° de julio servía para los niños y jóvenes pero desapareció al mismo ritmo que los recursos destinados para fomentar las diferentes disciplinas como la piqueria, la décima, las danzas tradicionales, entre otras.
En respuesta a un derecho de petición enviado por Consonante, la Secretaría de Gobierno aseguró que el presupuesto cultural es de más de 770 millones de pesos (770’709.289) y que para la promoción de festivales se destina el 79 por ciento. Los habitantes denuncian, sin embargo, no ver la inversión de esos recursos. Y el único fundador vivo del Retorno aseguró a este medio que el evento deja más pérdidas que ganancias.
Dasnelli Bolívar Torres, socia de la Fundación Luis Enrique Martínez “El Pollo Vallenato”, confiesa que recibe recursos de la Gobernación de La Guajira y del Fondo Mixto Distrital de Cultura pero no de la Alcaldía. La Fundación, sin ánimo de lucro, se sostiene también por el apoyo de los padres de niños y jóvenes en formación que compran instrumentos para patrocinar el aprendizaje.
“A pesar de no tener apoyo local, nos interesa seguir insistiendo en que el aprendizaje no se pierda”, dice Bolívar Torres. “Hemos venido desarrollando actividades en el Festival del Retorno y en las fiestas de navidad, pero este año no participamos porque no tuvimos un horario adecuado para los niños”.
Los empresarios, con los políticos, abren el telón
Jane Fernández es una joven artista del género vallenato. Nació en Cardonal, otro corregimiento de Fonseca. A sus 26 años, después de trabajar como segunda voz con el cantante Jhon Daza, inició su carrera como solista.
En la pasada edición del Festival del Retorno, el 25 de agosto, era ella la encargada de cantar en el acto de apertura tras recibir la invitación del alcalde, Hamilton Peñaranda, y del presidente del evento, Jacob Parodi. “Pero después de tener mis instrumentos sobre el escenario, llegó un empresario y mandó a bajar a los músicos. Por esa gracia, casi se agarran a cachetadas detrás de la tarima uno de los organizadores con el presidente”, cuenta Jane Fernández.
Aunque la artista se reserva el nombre del empresario, asegura que este la agarró del brazo a la salida del camerino. “Me batuquea y me dice: tú no vas a tocar aquí, tú quién eres, quién te crees…”. Eso la llevó a tomar el micrófono y decir a los asistentes: “Me dirijo ante ustedes porque lo que se ha cometido es una falta de respeto. Aparte de que me quitaron el espacio para abrir el festival, ciertos empresarios vienen a creerse dueños del evento en pueblo ajeno y me quitan la oportunidad que el mismo alcalde me dió”.
Fernández interpretó el rechazo más tarde como una represalia por haber grabado antes del Festival un jingle para el candidato opositor al actual alcalde. “Pasé por ese momento de humillación por no ir con su corriente política y perdí la oportunidad de presentarme por primera vez como solista para mi pueblo”. El encargado de la apertura fue un artista que es amigo personal del alcalde.
La joven artista cree que no solo están excluidos los jóvenes de la programación, también géneros musicales tradicionales, como las décimas, y otros contemporáneos, como el reguetón, la balada y la champeta, que han sido apropiados en los últimos años por nuevas generaciones.
Talento fugado
Cuando Diomedes Díaz tenía 20 años participó en el mismo escenario que ‘Chu Fernández’. Fue al Festival del Retorno a cantar y con su participación ganó una grabadora que le entregó Neida Cujia en la ‘Tarima Tierra de Cantores’.
Esa anécdota la recuerda Drigelio Campo Ariza, Licenciado de Bellas Artes de la Universidad La Sabana y ex docente por más de 40 años del colegio Juan Jacobo Aragón, quien hoy reitera que “anteriormente la juventud participaba tanto en el Festival, que hasta Diomedes Díaz, siendo un muchacho, quería estar en Fonseca”.
Cuando las escuelas tenían la responsabilidad de la organización del evento, muchos más jóvenes encontraban un espacio porque los profesores de artes creían que fomentar la cultura servía para algo. Según Campo Ariza, el pueblo está en mora con ese compromiso y con actores como Luis Francisco Mendoza Pitre ‘Geño’, quien trajo músicos internacionales como Celia Cruz, Oscar de León y más de otros géneros como Cuco Van y su banda, Nelson Enrique, Lirio Pastor López, con los que también actuaron los locales.
Las tres entregas de este especial de Consonante demuestran que el Festival, a pesar de que es reconocido como patrimonio, está decayendo por la falta de pertenencia y de atención a las expresiones locales, así como poco apoyo a los jóvenes que buscan un proyecto de vida en el arte. No hay gestión alrededor de la creación de escenarios ni hay transparencia en la inversión de recursos destinados para el evento. Todo esto en medio de silencio de la administración pública.