Ilustración: Camila Bolívar
Todo el país Entrevista

“Es un genocidio estadístico”: Ochy Curiel sobre el borramiento afro del Censo Nacional

La académica antirracista y feminista decolonial latinoamericana, Ochy Curiel, habló para Consonante sobre las dimensiones y efectos de excluir a más de un millón de personas afro en el Censo Nacional hecho por el DANE en 2018.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Para realizar esta entrevista consultamos los informes y estudios presentados por el DANE con los grupos excluidos y buscamos a la académica Ochy Curiel quien contesta esta entrevista en perspectiva antirracista y decolonial, énfasis de su ejercicio académico.

Una de cada cuatro personas afrodescendientes en Colombia no existe. Así lo deja ver el Censo Nacional de Población y Vivienda hecho por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en 2018, que omitió el registro de 1,4 millones de personas negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras.

Después de una inversión pública de más de 20 mil millones de pesos en el informe demográfico, las comunidades étnicas emprendieron una acción judicial ante la Corte Constitucional, no solo por ser sujetos de derechos y merecedores de especial protección, sino también porque el Estado debe reparar las consecuencias de borrar el 30.8 % “del total” de personas afrodescendientes que viven en el país. 

La Corte, en cumplimiento de la sentencia T-276, que en 2022 favoreció a los accionantes, solicitó al DANE exponer las causas que llevaron a la invisibilización y llegar a esos hallazgos mediante diálogos con la población afectada. Una primera etapa consistió en aceptar las dificultades particulares de la pregunta sobre autorreconocimiento étnico. La segunda etapa fue aceptar los daños simbólicos y materiales producidos.

El centro de estudios jurídicos y sociales Dejusticia acompañó de cerca esta acción popular y aseguró que lo ocurrido con el DANE está más cercano al racismo estructural y a la discriminación histórica que a un gesto de descuido estadístico. Denuncian que, como mínimo, “afectó radicalmente la asignación de recursos del presupuesto nacional para estas poblaciones”. 

Entre 1905 y 2018 en Colombia se han hecho doce censos de población, según reporta el Análisis de la dinámica intercensal del autorreconocimiento entre 2005 - 2018: en diez se indagó por la población indígena; en cinco por la población negra o afrocolombiana; y en dos por la población rrom o gitana. En los primeros, la gente contestaba a la pregunta sobre la pertenencia a una comunidad, grupo o etnia (identificación cultural); en los segundos, cita el documento que el autorreconocimiento incluía el componente de los rasgos físicos bajo las categorías “negro-a” y “mulato-a”.

En el censo de 1993, según el estudio, la pregunta sobre autorreconocimiento se construyó con base en la Ley 70 de la época y lo que definió como “comunidad negra”. Pero a partir del censo de 2005, la pregunta operó más en términos geográficos y no tanto en términos étnico-raciales.

Así, en 1993 la pregunta fue: “¿Pertenece a alguna etnia, grupo indígena o comunidad negra? Sí o no”.

Pregunta del censo 1993

En 2005 la pregunta fue mucho más amplia: “De acuerdo con su cultura, pueblo o rasgos físicos, se reconoce como: 1. Indígena; 2. Rom; 3. Raizal del Archipiélago de San Andrés y Providencia; 4. Palenquero de San Basilio; 5. Negro(a), mulato(a), afrocolombiano(a) o afrodescendiente; 6. Ninguno de los anteriores”.

Además de homogeneizar poblaciones en la misma pregunta, la información que se recaudó hace siete años tenía como fin aportar características como sexo, edad, nivel cultural y situación económica, así como las condiciones de vida: conformación de los hogares, jefatura de hogar, tipos de vivienda y el acceso a servicios públicos.

Al haber tenido un efecto real en el diseño de políticas públicas, el DANE reconoció la necesidad de capacitación institucional sobre enfoque étnico  e hizo público el Estudio de Evaluación de las Causas de la Variación y Dificultades en la Captación de la Población Afrodescendiente.

Sin embargo, para la dominicana Ochy Curiel, académica antirracista y feminista decolonial, es urgente reparar lo ocasionado por negligencia política y reflexionar sobre la sistematicidad de la exclusión institucional y sus intenciones. Curiel habló en exclusiva para Consonante.

Una historia sobre las exclusiones del censo, de cuando solo contaban hombres.

Consonante: Haber modificado la pregunta sobre el autorreconocimiento es parte de la respuesta del DANE para justificar la omisión estadística. ¿Cuál es su consideración sobre lo que detonó editar un renglón?

Ochy Curiel: Es problemático por varias razones. Primero porque deja de lado la complejidad de lo que significa nombrarse o autorreconocerse como persona negra, afrodescendiente, indígena, rrom, etcétera. Uno de los problemas del racismo es que hace que mucha gente de estos grupos no se reconozcan como tal porque históricamente los colonizadores dijeron que no eran humanos, asociándolo a lo negativo, y esto perdura hasta hoy.

El autorreconocimiento es un efecto del racismo estructural en la subjetividad de la gente. Quienes nos reconocemos afro ya hemos pasado un proceso formativo y de concientización y podríamos decir que nos sentimos incluso orgullosas de ser afro o negras, lo que implica no solo entender que esas representaciones coloniales son parte de lógicas de poder, sino también las resistencias históricas de nuestros pueblos.  

Segundo porque el DANE debe tener personas capacitadas que entiendan este proceso y, por lo tanto, que apliquen metodologías que complejicen la pregunta sobre el autorreconocimiento. 

Y tercero porque, como eso no se cumplió, pues obviamente hay una invisibilización de una buena parte de la población en este país.

C.: ¿Ve lo que hizo el DANE como un acto de violencia?

O.C.: Yo lo llamaría un genocidio estadístico o administrativo. El problema no tiene que ver sólo con la técnica o los procedimientos que se hicieron para recabar la información; tiene que ver con el racismo estructural que las instituciones estatales reproducen. 

C.: No es la primera vez que en América Latina hay un error demográfico. En Argentina ocurrió con el último censo y en Panamá, por ejemplo, piden reconocerse como un país afro, ya que las personas afro fueron quienes construyeron el canal marítimo y quienes actualmente componen más del 30 % de la población… ¿Podría ser una tendencia en el continente?

O.C.: En muchas partes del continente diría yo. El ejemplo de Argentina funciona porque es una sociedad totalmente eurocentrada. Prefiere reconocer sus orígenes europeos, blancos, y no a la población afrodescendiente e indígena. Hablan de los mapuche porque son originarios, pero a la gente afro —como también sucede en otras sociedades— se le ve como “los extraños”, “los que llegaron de afuera”, “los otros”. 

E igual pasa con Panamá, que ha tenido una migración de gente negra de las islas en el proceso de construcción del canal, pero antes ya existía una población afro considerable y la sigue habiendo hasta el día de hoy. En esos países, y en otros como República Dominicana —de donde vengo—, ha habido un blanqueamiento por parte del Estado. Ese tipo de políticas racistas hace que mucha gente no se autorreconozca. A pesar de que las políticas multiculturales ya incluyen a poblaciones afros, indígenas, rrom, incluso constitucionalmente, el proceso de autorreconocimiento va a tomar muchísimo tiempo en América Latina, en el Caribe y en el mundo. 

C.: Como explica, hay algo asociado a la inmigración. Aunque se habla mucho del racismo afro e indígena, investigaciones académicas y archivos de prensa demuestran la discriminación hacia marroquíes en Europa y hacia personas asiáticas en Latinoamérica, por ejemplo. ¿Continúa la imposición de la supremacía blanca?

O.C.: Estamos en un momento bastante delicado: el racismo se ha exacerbado, los movimientos de derecha, de ultraderecha e inclusive del fascismo resurgen (como lo demuestra Alemania e Italia) y eso está ligado al nacionalismo. El nacionalismo, además, siempre está articulado a un rechazo a la presencia de esos “otros” que no se consideran parte de una nación, de un país: aunque hayan nacido ahí, nunca los van a considerar ciudadanos de esos lugares. 

Ese racismo, que es estructural y que tiene a la xenofobia como una de sus manifestaciones, no solo se ve en políticas migratorias —evidentes todos los días—, sino también en políticas de vivienda, educación, empleo y en todas las áreas que demuestran que sigue habiendo una amplia exclusión institucional hacia personas migrantes, sobre todo hacia aquellos y aquellas que no tienen privilegios de nacionalidad, racial, sexual, etc. Y eso es parte de la supremacía blanca. La blanquitud no solo se trata de una cuestión de piel. 

Por supuesto, existe el racismo anti-negro, que sigo pensando que es uno de los más fuertes a nivel mundial, no solamente en América Latina y el Caribe; pero no es el único. Hay un racismo exacerbado también en torno a cuestiones religiosas, de nacionalidad. 

Hoy vemos en muchos países de Europa y de Estados Unidos la islamofobia, y es impresionante entender cómo en el racismo se articula la guerra. Y es complejo, porque hoy hay un genocidio racista de Israel hacia Palestina, porque creen que su territorio les pertenece por razones religiosas, y por ese motivo quieren desaparecer al pueblo entero. Es lo que llamamos racismo de ocupación.   

C.: ¿Cómo promover en Colombia las acciones afirmativas o políticas de “discriminación positiva” para poblaciones “minoritarias” o subrepresentadas, en medio de Estados que instalan el terror al reivindicar el autorreconocimiento?

O.C.: Antes que nada, cambio la palabra “minoritaria” por “minorizada”. Me atrevería a decir que son la mayoría, al menos en países latinoamericanos y caribeños. Ha habido una intención de colocarlos en un lugar de minoría como expresión del mismo racismo.

Por otro lado, las acciones afirmativas —con todas las contradicciones— han sido respuestas al daño que durante tantos siglos han marginalizado a las personas afrodescendientes e indígenas. 

En Brasil, por ejemplo, uno de los países que ha tenido mayor éxito en las acciones afirmativas, para que la gente pudiera acceder a la educación le pidieron definirse como afrodescendiente (o parda o negra, dependiendo del lugar, precisamente porque hay una complejidad en estas identidades). Sin embargo, frente a las acciones afirmativas hay una gran paradoja y es la gente que no quiere reconocerse como negra porque asumirse es identificar de inmediato, probablemente, lo que los colonizadores hicieron con nosotros y nosotras. Y obviamente las élites criollas, que han controlado las instituciones y los discursos, han reproducido históricamente estas visiones. 

Las acciones afirmativas se pueden ver en parte como acciones de reparación estatal hacia esos grupos que históricamente han sido víctimas del racismo estructural. 

C.: La Comisión de la Verdad dice que “el reconocimiento es una forma de restauración”. ¿Qué podría hacer el Estado colombiano para impulsarlo?  

O.C.: El primer reconocimiento histórico que hay que hacer con la población afro e indígena en Colombia es aceptar el daño que implicó la esclavización. 

Esto es lo primero para poder reparar y restaurar. Y son los Estados los llamados a hacer ese proceso mediante diferentes políticas, pero también tiene que ser un proceso de la sociedad en su conjunto, porque el racismo también existe fuera del Estado. Por eso es importante plantear diferentes estrategias para generar conciencia sobre ello, no solo desde el Estado, sino desde los movimientos sociales, culturales, artísticos. 

C.: Las lecciones aprendidas por el DANE, en respuesta a la sentencia T-276 del 2022, indican que sí hubo racismo, así como una mentalidad colonial. También reflejan que fueron complejas las dinámicas de reconocimiento étnico-racial en las comunidades —como lo explicó— y que hubo falta de inclusión de liderazgos alternativos. ¿Agregaría algo más?

O.C.: Colombia necesita una política radical antirracista y saber que la técnica o los procedimientos no sirven de nada sin conciencia social. Este error merece una corrección en términos de registro y una reparación en términos materiales. Hubo una invisibilización del 30.8 % de la población afro en Colombia; es decir, mientras en el 2005 había cuatro millones trescientos mil afrodescendientes, resulta que en el 2018 solamente había dos millones novecientos ochenta y dos mil. ¿La gente dirá que todas esas personas murieron en el conflicto? No lo creo. 

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