Este año la palabra VOCES convocó a las y los asistentes de FLECHO.
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El derecho a imaginar y otras reivindicaciones desde la Fiesta de la Lectura y Escritura del Chocó

La Fiesta de la Lectura y Escritura del Chocó (FLECHO) se realizó por séptima vez desde el 24 de febrero hasta el 28 de marzo. Cerca de 14 mil personas se movilizaron en cuatro municipios, con jóvenes afro e indígenas como anfitriones, alrededor de 74 talleres, 52 conversaciones, 17 eventos artísticos y 5 encuentros académicos.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Para la escritura de este reportaje consultamos a Ana Zita Pérez, tecnóloga pesquera de la Universidad Tecnológica del Chocó e invitada a la Fiesta de la Lectura y Escritura FLECHO. También a Velia Vidal, escritora afrocolombiana a cargo del evento como directora de la Corporación Educativa y Cultural Motete. Y a Christian Vásquez, el programador académico.

Uno de los grandes desafíos al trabajar con derechos humanos es la restauración, dice la escritora afrocolombiana Velia Vidal. Por eso, que la gente del Chocó lea, es importante.

“La literatura permite imaginar o reconocer que otros mundos son posibles”, anticipa la autora. “Nosotros no creemos que haya una única forma de desarrollo, una única forma de vida, un único tipo de oficios o una sola manera de cumplir los sueños; pero sí creemos en que cada ciudadano debe tener la autonomía y la posibilidad de imaginarse”.

Vidal está a cargo de la consolidación de la Fiesta de la Lectura y Escritura del Chocó - FLECHO desde sus inicios, en 2018, como precursora de la idea desde la dirección de la Corporación Educativa y Cultural Motete.

Hace siete años, cuando se realizó en Quibdó la primera edición, el entonces presidente prometió la creación de una biblioteca pública en cada municipio del Chocó, un territorio con necesidades básicas insatisfechas y un alto índice de analfabetismo (DANE).

Hoy, en cada cabecera municipal, hay al menos una casa adecuada para garantizar el acceso al conocimiento y a la información gracias a esfuerzos institucionales pero, principalmente, a la iniciativa ciudadana. 

Y hay también un evento literario que celebra la lectura, la escritura, las artes y la cultura durante un mes entre su gente.

FLECHO rodó desde el 24 de febrero hasta el 28 de marzo de 2024. La primera semana inauguró una estación más en su ruta habitual: Turbo, zona del Urabá antioqueño. Y así, con el siguiente encuentro en Bahía Solano, el tercero en Istmina y, finalmente, en Quibdó, cerró su itinerancia con una participación estimada de 12.943 personas entre aprendices, asistentes a talleres, procesos de formación y charlas (sin tener en cuenta el personal contratado).

“Hay pescadoras y pescadores sin doctorado pero que son claramente expertos en la navegación del Pacífico Colombiano; que estuvieran ahí, hablando al mismo nivel, es lo que permite escucharnos para narrar nuestra propia experiencia”.

Velia Vidal, escritora y directora de FLECHO
Fotos de FLECHO tomadas del Ministerio de las Culturas de Colombia.

Historias aterrizadas al contexto

El Chocó es riquísimo en recursos naturales pero víctima de la pobreza extrema a causa de una inversión ineficiente, un fenómeno asociado, según Velia Vidal, al racismo estructural.

“Históricamente hemos sido narrados no solamente por otros, hemos sido narrados a través de los estereotipos y reproducimos también, inconscientemente, mucho de eso”. En comunicación con Consonante, la autora destaca que ha sido fundamental otorgar una relevancia a las historias locales.

“No queríamos hacer un evento que se tratara de traer a ‘grandes voces’ a darnos lecciones, y ese fue nuestro punto de partida”. 

Para la elaboración de la programación académica, que incluyó conversaciones acerca de la pesca, el mar y las embarcaciones, entre otras, tuvieron en cuenta su contexto. “Hay pescadoras y pescadores sin doctorado pero que son claramente expertos en la navegación del Pacífico Colombiano”, anticipa Vidal, “que estuvieran ahí, hablando al mismo nivel, es lo que permite escucharnos para narrar nuestra propia experiencia”. 

Ana Zita Pérez Serna fue una de las invitadas. Una mujer nacida y criada en Bahía Solano y tecnóloga pesquera de la Universidad Tecnológica del Chocó, uno de los escenarios de FLECHO. Ahora es la presidenta del Grupo Interinstitucional y Comunitario de Pesca Artesanal del Pacífico Chocoano. 

“Compartí el escenario con dos pescadores artesanales de la comunidad y con el escritor Antonio Jaramillo Arango, a quien no conocía, y fue interesante porque últimamente venimos hablando de rescatar prácticas ancestrales e integrarlas a nuevas tecnologías. Una canoita y el canalete siguen siendo lo que hemos desarrollado nosotros en el tiempo. Poder sacar a la luz conversaciones que han estado guardadas, es importante”, dice Ana Zita a Consonante.

Para la pescadora, son reservados los pocos espacios donde se puede dialogar para beneficio de las comunidades sobre las áreas marinas protegidas, la pesca del tiburón, la conservación del Pacíficio norte o la delimitación de nuevas áreas junto a las cuatro vigentes. 

“Hay personas en el país y en estos territorios que desconocen esas áreas protegidas que, además, han sido solicitadas y tramitadas por las mismas comunidades para defensa de la pesca ilegal”, complementa la tecnóloga. 

Se refiere al margen costero de La Zeta en los municipios de Bahía Solano y Juradó; al Distrito Nacional de Manejo Integrado (DNMI) en Nuquí; a Cabo Corrientes en el Golfo de Tribugá y en el municipio de Bajo Baudó al Encanto de los Manglares.

“FLECHO fue un escenario para hablar de la defensa de esos recursos, así como de la solicitud de proteger el área del Litoral, porque esos temas no se discuten en el resto del país”, dice la pescadora.

Así como tuvo lugar un diálogo sobre las tensiones territoriales entre la pesca ancestral e ilegal, también el referente a la minería artesanal e industrial. 

“Es el segundo año en el que volvimos a habilitar el contraste entre la minería. Y de todos esos temas complejos como el del ordenamiento territorial o los derechos del Río Atrato, que tienen que estar en la agenda”, confirma la autora Vidal. “Porque son temas que están en la vida”.

Para 2025 proyectan trabajar alrededor de la Rana Roja o incluir charlas sobre aves, ya que el Chocó es una región rica en avifauna y óptima para su avistamiento. Así, FLECHO se imagina como un escenario donde las investigaciones ambientales del Pacífico sean tan relevantes como la literatura para comprender la relación con el entorno.

Defender la dignidad 

Estos eventos son una manera de reivindicar la dignidad, según la pescadora artesanal, porque intentan responder a preguntas que a casi nadie desvelan. 

“Tantas cosas quedan atrapadas detrás de los enfrentamientos de grupos armados que no dejan los espacio siquiera para hablar de las necesidades básicas”.

Velia Vidal, escritora colombiana

“El norte del Chocó es de una sola abundancia y a pesar de que está lleno de tiburón, no es un animal de nuestra gastronomía: usted no lo ve en ningún plato nuestro... Por eso, contestar a la pregunta de por qué se está desapareciendo a nosotros sí nos interesa, y hacerla unidos, porque unidos hemos llamado al gobierno para que nos mire”, agrega Ana Zita Pérez.

La tecnóloga considera que la lectura, como la pesca, es un refugio para prevenir en niños y jóvenes la captura de grupos ilegales. “Ambas actividades enriquecen, en lugar de estar al garete”, dice.

Ella misma trabaja con la juventud de Bahía Solano buscando que las familias pesqueras encuentren la manera de vivir dignamente de este oficio. Promueve la pedagogía de las ciencias del mar para que niños y niñas tengan desde temprana edad herramientas de conservación, así como caminos de vocación temprana.

“La dignidad está presente de muchas formas”, advierte Christian Vásquez, el responsable de la programación. “Rubiela Cuesta es una lideresa social y una mujer dedicada a la minería artesanal que encontró en este oficio una manera de emanciparse del maltrato de género y de eso estuvo hablando en Istmina. O Bernardino Mosquera, en Quibdó, que hace parte del Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato - COCOMACIA, y habló de la dignidad en el ejercicio de la defensa ambiental”, dice Vásquez a Consonante.

Otros dos espacios que vale la pena entender en la misma perspectiva, según el programador, fueron el del ekobio Neil Alfonso Quejada Mena, sacerdote de la Diócesis de Apartadó y de la Pastoral Afro Nacional, que ha vivido y trabajado en Turbo y tiene un reconocimiento por su gestión comunitaria y, en palabras de Vásquez, inauguró el evento con una cátedra tremenda sobre teoría decolonial, con un lenguaje accesible para cualquier asistente. 

“Otra conversación que ocurrió en Turbo y es relevante a propósito de la dignidad fue la que tuvo que ver con etnoeducación, con Tomasa Medrano y Glenis Gómez”, dice Vásquez. Medrano es líder social y maestra en ciencias sociales con una trayectoria de investigación sobre el área y fue también directora de la Red Nacional de Mujeres Afrocolombianas Kambirí. Gómez ha coordinado el movimiento Cimarrón Nacional en la región de Urabá y el énfasis de su pedagogía defiende la reivindicación política de la etnia afro. Ambas son lideresas con trayectoria en el departamento.

Vidal, por su parte, está de acuerdo con que la dignidad debe ser un principio en todo lo que hagan. “Este año el tema de convocatoria fue ‘Dignificar la vida, la escuela y los maestros’, porque particularmente en el Chocó lo merece su labor y que cuenten con espacios seguros y cómodos de formación, espacios que estén a la altura de lo que hacen por la gente”.

También fue un encuentro para destacar el liderazgo en otros ámbitos, no solo académicos. Según la directora de Motete, no podían pasar por alto a líderes sociales o hablar del valor de la vida, si están en un lugar con el índice de confinamiento más alto del planeta. “Tantas cosas quedan atrapadas detrás de los enfrentamientos de grupos armados que no dejan los espacio siquiera para hablar de las necesidades básicas”. 

Abandonar la lógica de la caridad

Esta fiesta literaria costó, aproximadamente, 600 millones de pesos y fue concertada con el Ministerio de Culturas, que por primera vez otorgó recursos extra, y con el apoyo del Ministerio de Educación Nacional, a través del Plan Nacional de Lectura, Escritura y Oralidad (PNLEO). Además de incentivos públicos, contó con el patrocinio de organizaciones privadas y de la perseverancia de voluntarias y voluntarios en el tiempo. 

“Hace siete años no había en el departamento eventos del libro de alto impacto; había una organización haciendo promoción de lectura con ejercicios tímidos y sin apoyo de la institucionalidad”, dice a Consonante la escritora Vidal, para quien el aporte revelación de esta edición viene de ambos sectores: el público y el privado.

Según sus organizadores, se buscó priorizar en el pago a los proveedores, animadores y promotores de lectura locales con todas las condiciones de legalidad. Esto enfrentado a algo que muchas veces es aparentemente simple; en Chocó el principal método de empleo funciona bajo la informalidad. Por eso, todos los convenios establecidos con la ciudadanía e instituciones municipales buscaron promover el cambio cultural de las condiciones contractuales habituales. 

De hecho, una de las gestiones de las que más orgullosa se siente la directora de la Corporación Motete tiene que ver con el recaudo obtenido de las organizaciones privadas. Aún reconociendo esto, dice también que ese ejercicio está cundido de un ánimo casi misericordioso.

“Muchas instituciones creen que nos están haciendo un favor y esa mirada, desde la lógica de la caridad, ha llevado a que se basten con cualquier cosa; no importa el tipo de refrigerio, no importan las condiciones técnicas destinadas para lugares remotos. Entonces terminamos ofertando servicios y programas con condiciones inadecuadas no solamente en el Chocó, sino en casi todos los territorios que no sean capitales. Nosotros lo hicimos diferente y seguiremos defendiendo nuestra dignidad”, concluye la escritora y gestora chocoana.

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