Vivo con mis abuelos pescadores en un pequeño caserío a orillas de la quebrada Yahuarcaca, en la vasta Amazonía colombiana, cerca de Leticia. Ellos toda la vida me han enseñado la pesca artesanal en los lagos.

Soy un joven ticuna cuyo rostro cuenta la historia de una vida moldeada por la quebrada y el río. Para mí pescar no es solo un oficio, sino un ritmo vital que me conecta con los ciclos de la naturaleza y mi comunidad. 

En la cocina de mi mamá siempre se vieron peces como el bocachico, la sardina, la lisa, el acarahuazú, el dormilón, el sábalo, las cuchas y otras especies emblemáticas para la familia. Nunca faltó comida en la mesa

Mario Rufino en un día de pesca en el lago Zapatero. Sistema lLagunar de Yahuarcaca. Abril de 2025.

En la selva, los sistemas lagunares son arterias vitales que nutren comunidades, ecosistemas y culturas. Los pescadores artesanales no solo son el corazón económico  sino también actores clave en la conservación del equilibrio natural. Sin embargo, enfrentan desafíos ambientales y sociales profundos que amenazan su forma de vida y el ecosistema que habitan.

Este ensayo visual busca explorar sus prácticas, sus luchas y su resiliencia dentro del sistema lagunar de Yahuarcaca, a dos kilómetros de Leticia, la capital del departamento del Amazonas. Ese territorio  es la casa del pueblo ticuna y del pez bujurqui de agua dulce.

#1. LA VIDA EN LOS LAGOS

Varas de pescar con anzuelos listos para ser usados en una jornada de pesca. Comunidad de La Milagrosa a orillas de los lagos Victoria Regia.

La primera persona con la que empecé a pescar fue con mi abuelo, Mario Rufino. Llegó a este lugar hace 60 años y así recuerda lo que en esa época vio: “Unos lagos inmensos llenos de pepeaderos, en donde los frutos amarillos del timareo, los frutos rojos de los renacos, el café de las semillas de caucho, los rojos, amarillos y verdes frutos de los chontaduros caían al agua y los peces saltaban a comer estas frutas. El alimento para los peces era abundante y debajo de estos árboles estábamos los pocos pescadores que teníamos el placer de sacar con nuestros anzuelos, arpones, espiñeles, bolantines y atarrayas, peces grandes que solo veíamos en los lagos de Yahuarcaca o Wadio”.

Lagos Taricaya cerca a la comunidad de la Playa. Abril 2025.

Cada jornada comienza con el primer rayo de sol, cuando las comunidades de los lagos despiertan por el canto de aves y el sonido que produce el roce de las redes de pesca contra el agua. Hilda Parente es una mujer pescadora y en su relato cuenta que “iba a los lagos con mucha frecuencia desde hace 30 años o más. Teníamos lugares conocidos para pescar lisas, bujurquis, gamitanas, sardinas, arengas, tucunares, palometas, peces hojas y hasta rayas. En una época entró mucha gente y sus grandes mallas de arrastre disminuyeron la cantidad de peces. Otras personas echaron veneno barbasco a la quebrada. Usaron ese líquido tóxico que sale de la raíz de un árbol para matar los peces. Eso afectó el alimento de la gente.

#2. CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

Una cucha atrapada en un hilo de pescar y botellas plásticas es sostenida por un joven. Orillas del río Amazonas.

Una de las problemáticas ambientales del sistema lagunar es la erosión ocasionada por plásticos, desechos de electrodomésticos, pilas y baterías que son arrojados a la quebrada después de su uso. 

Un hábito que se está convirtiendo en un paisaje cotidiano. Se observan peces, boas y anguilas atrapadas en redes o mallas abandonadas en el camino, en ocasiones en estado de descomposición. Todo esto afecta la comunión y conexión que tienen los lagos con sus habitantes.

Una casa hecha de plásticos en medio del lago Hondo. Comunidad de La Playa. Amazonas 2025

#3. USO DE FRUTAS Y SEMILLAS

Retrato de Gustavo Parente, pescador artesanal de la comunidad San Pedro de Los Lagos.
Las semillas de caucho sirven como carnada para atrapar sábalos en los lagos de Yahuarcaca.

Los pescadores integran un conocimiento profundo de su entorno, aprovechando los recursos naturales de manera sostenible. Su relación con el sistema lagunar de Yahuarcaca es un modelo de coexistencia respetuosa con la naturaleza. Los frutos de los pepeaderos (espacios donde caen semillas) son usados como carnadas para la pesca.

Frutas del bosque inundado. Los pescadores las usan como carnada. Comunidad San Juan de Los Parentes.

#4. PROBLEMÁTICAS SOCIOAMBIENTALES

Bocatoma de captación de agua ubicada en la quebrada Yahuarcaca.

La bocatoma es un lugar emblemático, allí se capta el agua que se consume en Leticia. Cuando la quebrada Yahuarcaca se encuentra en época de aguas bajas, la máquina genera problemas de conexión entre los lagos y el río. Para superar las dificultades cuando los niveles del agua están bajos, construyeron una barrera en cemento para subir el nivel y transportar el agua a la máquina. Eso obstaculiza el paso de habitantes y peces a la parte alta de los lagos. La empresa nunca acudió a un diálogo con las comunidades afectadas para restaurar el ecosistema.

Además de los desafíos ambientales, los pescadores enfrentan problemas sociales: falta de apoyo gubernamental, conflictos territoriales, y la bocatoma de agua que surte a Leticia pero que es ajena a las comunidades que protegen los lagos. Ellos exigen justicia ambiental y social.

#5. VIGÍAS DE LA PESCA

Un día en la jornada de monitoreo en la quebrada Yahuarcaca. Equipo de monitoreo de la comunidad Castañal de los Lagos. Abril 2025.

Los vigías de pesca en los lagos de Yahuarcaca desempeñan un papel crucial en la conservación de los ecosistemas acuáticos y terrestres, gracias a su enfoque en la protección de los recursos naturales. Estas personas ayudan a evitar la sobrepesca, promoviendo un uso sostenible de los recursos.


Un pescador atrapa un bocachico en una maya. Lagos de Zapatero.

Don Jairo Parente vive una vida sencilla. Sueña con enseñar a los más jóvenes de la comunidad de San Pedro de Los Lagos a respetar el lago, la quebrada  y la selva. “Ellos son los que seguirán después de nosotros.Si no cuidan este lugar, perderemos nuestra casa”, dice.

En las noches, después de un día largo, Jairo Parente se sienta en la orilla de la quebrada con una taza de masato de yuca, payabarú. Mira las estrellas reflejadas en el agua y escucha los cantos de las ranas. “La vida aquí es dura, pero es buena,” murmura. “El río siempre sigue, y nosotros con él”.

Los lagos amazónicos no son sistemas aislados; están interconectados con el río, quebradas y selva. Los vigías entienden esta relación y trabajan para preservar tanto el agua como los árboles que alimentan a los peces.

Jorge Jordán, pescador artesanal, recuerda sentado en su canoa y bajo la sombra de un árbol de capirona que su casa la construyó con maderas de la selva inundable. Allí pesca en época de aguas altas. “Acá la madera era abundante, aunque aún hay algunos como el árbol macho, el remo caspi, el oreja de burro, el cedrillo, el palosangre, el acapú, maderas muy buenas y que hoy son pocas las especies que quedan en los Lagos”, dice.  La mayoría de los árboles fueron talados para las estacas de las fincas o para construir espacios turísticos.

Los vigías implementan medidas de control sobre la pesca, estableciendo temporadas de veda, zonas de exclusión y límites de captura para proteger las poblaciones de peces, en especial aquellas que están en peligro de extinción o son claves para el ecosistema como el acarahuazú, la arowana, el pirarucú, la gamitana, también de especies como el caimán y, si es posible, en algún momento el manatí, sueños que están en la mente de los vigías de Yahuarcaca.

#6. VIDAS AL RITMO DEL AGUA

Pescadores artesanales comparten un alimento en una jornada de pesca. Lagos de Yahuarcaca.

La pesca no es solo una actividad individual, es una labor colectiva. Padres, hijos y abuelos unen fuerzas para garantizar el sustento de la familia. Los vigías protegen los árboles que forman parte del hábitat de los peces. Muchos de estos se alimentan de frutos y semillas que caen de los árboles al agua, especialmente en épocas de inundación.

Aviso donde se lee que está prohibida la tala de árboles dentro del sistema lagunar de Yahuracaca. Amazonas 2025

La selva, aunque imponente, es también hogar y refugio. Jairo Parente recoge frutos de arazá y copoazú para complementar su dieta. Los días en los que no hay pesca abundante, se adentra en el monte para cazar pequeñas presas o recolectar madera para construir herramientas y reparar su canoa.

La selva también le enseña respeto. Conoce las plantas medicinales que curan las heridas y las picaduras de insectos, pero también los peligros: las serpientes venenosas y los seres espirituales que rondan al caer la noche.

Juan Esteban Jordan en un día de pesca en los lagos de Yahuarcaca. Amazonas, 2025.

La Amazonía no puede sobrevivir sin sus guardianes. Apoyar a los pescadores artesanales y sus comunidades no es solo una cuestión de justicia social, sino que implica la protección del agua y de los recursos naturales.

“La pesca es como la vida”, dice mi abuelo Mario mientras lanza su volantín para pescar un tucunaré. “Tienes que aprender a esperar, a sentir el agua, a leer las señales de los peces”.

Sistema lagunar de Yahuarcaca. Es considerada para la comunidad como “la casa de la boa negra”.

Estas imágenes están hechas de los  momentos que forman parte de mis días en el agua. Es como crecí, es como me enseñaron y es como veo la realidad desde mi casa, la casa de los peces. Los Ticunas somos agua, somos peces, somos árboles.  Como pescador y conocedor del sistema lagunar de Yahuarcaca es claro que aquí no solo pescamos para comer. Los lagos nos dan, pero también tenemos que cuidarlos. Si sacamos más de lo que necesitamos mañana no habrá nada.

La primera cosecha de algodón del municipio de Fonseca, en el sur de La Guajira, se recogió la segunda semana de marzo. Esta zona se ha caracterizado por una alta producción de arroz, pero desde inicios del 2021 el precio de este cereal cayó y llevó a los agricultores a la crisis. Al menos unos 30 decidieron empezar a sembrar algodón.

"Desde hace varios años he visto, desde la ventanilla de un bus, las plantaciones de algodón que están al borde de  la carretera en la vía que va de Armenia a Cali. Ese arbusto textil siempre me ha causado curiosidad porque, a mi parecer, es lo más cerca que uno puede estar de tocar las nubes…o de acariciar a una oveja pegada de un tallo."

Gabriel Linares

Se estima que en toda La Guajira hay cerca de 800 recolectores de mota de algodón. La mayoría son indígenas Wayuú. Los agricultores les pagan de forma individual a pesar de que realizan esta actividad en familia.

"En febrero, varios trabajadores contaron que les pagaron 400 pesos por kilo. Para cosechar esta cantidad debían trabajar hasta 12 horas." 

Gabriel Linares

Lilba García (43 años) recoge algodón junto a su nieta Isaura García. Entre las dos reúnen 100 kilos en una jornada de diez horas.

"Era la primera vez que Lilba se hacía tomar una fotografía. Se quedó en silencio y esperó la señal. Ese día me contó que desde que empezó a trabajar en el cultivo sueña con algodón… sueña que está trabajando y todavía le faltaba mucho para terminar. Isaura, en cambio, dijo que no se acuerda de los sueños…"

Gabriel Linares

"El desayuno de la jornada se lo comieron al mediodía. Llevaba pan, jugo de naranja artificial y gaseosa".

Gabriel Linares

Nilson (22 años) estudió hasta noveno grado. Vive en El Hatico, un corregimiento a tres kilómetros de Fonseca, La Guajira. En una jornada de ocho horas alcanza a recoger hasta 80 kilos de algodón. “El kilo lo pagan a 400 pesos, sin compromiso”. Es decir, sin firmar ningún tipo de contrato. Nilson aprieta con fuerza las bolas de algodón con sus manos para que se compacten, sean más pesadas y se las paguen a mejor precio.

“Soñé que estábamos [mi novia y yo] de paseo en Buritaca. Estábamos por allá…y era chévere” me dijo esa mañana de febrero.

Gabriel Linares

Al algodón también se le conoce como “el vestido del mundo”. Para cultivarlo se necesita mucha luz natural, lluvia moderada y temperaturas cálidas constantes. Ni siquiera la semilla de algodón se desperdicia. Se le puede extraer aceite vegetal comestible, y se le puede dar como alimento al ganado.

Santiago Ortiz alcanza a recoger hasta 70 kilos de algodón en un día. 

"Mientras le hablaba del propósito de este trabajo, Santiago se agachó sobre las matas y continuó arrancando motas de algodón. Solo escuchaba. No decía mucho. Observé los detalles del algodón y me pareció rarísimo que esa fibra se hubiera utilizado, hace mucho, para la fabricación de nitrocelulosa, un explosivo usado en las primeras películas fotográficas".

Gabriel Linares

Según Elver García, agricultor, una tonelada de arroz está a 1.360.000 pesos, mientras que la de algodón puede variar entre 10.000.000 y 10.500.000 pesos, según el precio del dólar.

María Isabel Iguarán (29 años) recoge motas de algodón desde hace tres meses. Para protegerse del sol usa una máscara de tela muy suave que le cubre una parte de la cara y le baja hasta el cuello. Su esposo, Rafael Iguarán (32 años), trabaja en la misma algodonera y la acompaña a unos pocos metros de distancia. Ambos acarician las matas con suavidad y las arrojan a un costal de tela gruesa que tienen en su cintura.

"Al mediodía hacía un calor insoportable, casi blanco…sobreexpuesto y picante. 'La última vez soñé que me fui para una montaña y me perdí', me dijo Isabel. 'Soñé que era de día. Iba a Manaure a Pescar en Canoa', me dijo Rafael."

Gabriel Linares

Jhon Jairo (30 años) tiene las manos curtidas y rugosas. En un día empaca hasta 50 kilos de algodón.

Jhon Jairo olía a sudor, a éter, a bosque seco. “Desde que llegué por aquí no he soñado nada”, me contó.

Gabriel Linares
El río Arauca, con casi 1.100 kilómetros, es frontera de agua con Venezuela. Esa tarde, cuando lo vimos, flotaba sobre él una espuma blanca rarísima, granulada, espesa. En la esquina, al borde de la carretera, había una fonda de metal rojo de donde salía un revuelto de voces tremendo y música de Uriel Henao.

Un caimán en Arauquita. De regreso paramos allí, cerca de Caño Limón, a comprar chocolate. Lo venden en diferentes presentaciones: en nibs, para beber en taza y estilo chocolatina.

Almorzamos empanadas de pollo y carne, hechas con mucho amor, en un puestito de madera que estaba al lado de una cancha de fútbol. Hacía mucho calor esa tarde en Puerto Contreras, un centro poblado a 30 minutos de Saravena donde viven cerca de 3.000 personas.

Unos muchachos venezolanos enjuagaban y cargaban plátano al mediodía en El Botalón, un centro poblado a 20 minutos de Tame. Cortaban la fruta muy rápido, la empacaban y la montaban en un camión vinotinto. La Asociación de Plataneros Tame Arauca (A.p.t.a) se encarga de distribuir el plátano que se
produce en este territorio.

El cacao producido en esta zona fue reconocido este año en París como uno de los 20 mejores del mundo.

Abdías Leal, un campesino que vive en El Botalón, me enseñó junto a otras personas las plantaciones de plátano. Llevaba en el cinto un cuchillo. Cuando le pregunté de qué material estaba cubierta la cacha me dijo que “de piel de serpiente”.

Llegaban paujiles de todas partes. Se pararon en mi maletín mientras entrevistaba a Miriam Ramos. Ella vive en la finca la Ermita, en la hacienda El Peligro (El Botalón). Allí se cultiva plátano, maíz y tiene varias reces. Además, cuida a varios cajuches (cerdos salvajes) para preservar la especie. En la foto sostiene la imagen del toro “Guadalupe”.

El maíz invade, como fogonazos, los paisajes a pesar de que el protagonismo se lo lleva el cacao.

El árnica o “botón de oro” es una especie de planta forraje que sirve para alimentar al ganado.

Alexander Villamizar es el presidente del Territorio campesino agroalimentario del piedemonte araucano y es, también, concejal del municipio de Fortul. En 2015, lideró debates en las diez veredas de la zona para llegar a un acuerdo y consolidarse como TCA en noviembre de 2016.

Este es el bastón de mando del guardia campesino Ángel Mora. Un agricultor que hace parte del TCA Laguna del Lipa Soberanía y Resistencia Popular (Arauquita).

Vicky González es la cocinera de la finca la Ermita, en la hacienda El Peligro (El Botalón). En la mañana del 30 de octubre estaba revolviendo, en silencio, una sopa hecha con vísceras de pollo. Nos sirvió tinto oscuro dulce.

Vladimir González es líder campesino del TCA Defensores de la vida y la agricultura. Esa mañana del 30 de octubre nos vimos en la caseta comunal de El Botalón.  Allí recibió 200 regalos para los niños y niñas del centro poblado.

Yurany Vargas, habitante de Puerto Contreras (Saravena), nos dijo que quisieran que esta zona deje de ser considerada “zona roja”, refiriéndose a Arauca.

Eva Sánchez (Puerto Contreras) es integrante de la Asociación de Amanecer de Mujeres por Arauca (Amar). Ella, junto con otras 80 mujeres, se unieron para formar este grupo que lucha por sus derechos.

Ante el comisionado de la Verdad Leyner Palacios, las víctimas de El Carmen contaron sus historias de dolor: cómo vivieron los desplazamientos forzados, a quiénes perdieron en la toma guerrillera del 5 de agosto de 2000, cómo afectó la guerra a las comunidades indígenas y qué les significó el estigma del conflicto. Además, hicieron dos grandes pedidos: el cese de la guerra y la entrega de la verdad por parte de la antigua guerrilla de las Farc.

El encuentro, que inicialmente estaba planeado como un acto de reconocimiento de responsabilidades por parte de la exguerrilla, finalmente fue un reconocimiento a la dignidad de las víctimas. Esto, para varias personas, dejó un sinsabor, porque las respuestas nada que llegan.

Estas son algunas fotografías que recuerdan las vivencias de las y los carmeleños.

El Jaibaná, o brujo de la noche Chamí, esparce agua con hierbas en un ritual después de contar cómo afectó el conflicto a su comunidad.
Integrante del grupo de baile campesino que participó en el evento. 
Campesinos, indígenas y afrodescendientes dieron sus testimonios, así como autoridades municipales. Todos sufrieron la guerra.
Jaime Jiménez (70 años) estaba en el pueblo cuando ocurrió la toma guerrillera en el 2000. Empezó un sábado a las cinco de la tarde y duró toda la noche. “Entraron a la iglesia y la volvieron nada...gente del monte”, cuenta. 
Silvio Aguirre (68 años)  es amigo de las aves y tiene, en su finca, cedros a los que les prometió nunca hacerles daño. Es uno de los fundadores del pueblo de la memoria histórica, un centro poblado que surgió para hacerle frente a los actores del conflicto.
Encuentro "Reconocimiento de la dignidad de la población triétnica de El Carmen de Atrato por las afectaciones sufridas en el conflicto armado" organizado por la Comisión de la Verdad.
A José Octavio Sánchez lo secuestró en el 2000 el frente 34 de las Farc. Lo amarraron y lo torturaron. Vive en la vereda Guaduas y contó su historia en el evento.
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