La primera cosecha de algodón del municipio de Fonseca, en el sur de La Guajira, se recogió la segunda semana de marzo. Esta zona se ha caracterizado por una alta producción de arroz, pero desde inicios del 2021 el precio de este cereal cayó y llevó a los agricultores a la crisis. Al menos unos 30 decidieron empezar a sembrar algodón.

"Desde hace varios años he visto, desde la ventanilla de un bus, las plantaciones de algodón que están al borde de  la carretera en la vía que va de Armenia a Cali. Ese arbusto textil siempre me ha causado curiosidad porque, a mi parecer, es lo más cerca que uno puede estar de tocar las nubes…o de acariciar a una oveja pegada de un tallo."

Gabriel Linares

Se estima que en toda La Guajira hay cerca de 800 recolectores de mota de algodón. La mayoría son indígenas Wayuú. Los agricultores les pagan de forma individual a pesar de que realizan esta actividad en familia.

"En febrero, varios trabajadores contaron que les pagaron 400 pesos por kilo. Para cosechar esta cantidad debían trabajar hasta 12 horas." 

Gabriel Linares

Lilba García (43 años) recoge algodón junto a su nieta Isaura García. Entre las dos reúnen 100 kilos en una jornada de diez horas.

"Era la primera vez que Lilba se hacía tomar una fotografía. Se quedó en silencio y esperó la señal. Ese día me contó que desde que empezó a trabajar en el cultivo sueña con algodón… sueña que está trabajando y todavía le faltaba mucho para terminar. Isaura, en cambio, dijo que no se acuerda de los sueños…"

Gabriel Linares

"El desayuno de la jornada se lo comieron al mediodía. Llevaba pan, jugo de naranja artificial y gaseosa".

Gabriel Linares

Nilson (22 años) estudió hasta noveno grado. Vive en El Hatico, un corregimiento a tres kilómetros de Fonseca, La Guajira. En una jornada de ocho horas alcanza a recoger hasta 80 kilos de algodón. “El kilo lo pagan a 400 pesos, sin compromiso”. Es decir, sin firmar ningún tipo de contrato. Nilson aprieta con fuerza las bolas de algodón con sus manos para que se compacten, sean más pesadas y se las paguen a mejor precio.

“Soñé que estábamos [mi novia y yo] de paseo en Buritaca. Estábamos por allá…y era chévere” me dijo esa mañana de febrero.

Gabriel Linares

Al algodón también se le conoce como “el vestido del mundo”. Para cultivarlo se necesita mucha luz natural, lluvia moderada y temperaturas cálidas constantes. Ni siquiera la semilla de algodón se desperdicia. Se le puede extraer aceite vegetal comestible, y se le puede dar como alimento al ganado.

Santiago Ortiz alcanza a recoger hasta 70 kilos de algodón en un día. 

"Mientras le hablaba del propósito de este trabajo, Santiago se agachó sobre las matas y continuó arrancando motas de algodón. Solo escuchaba. No decía mucho. Observé los detalles del algodón y me pareció rarísimo que esa fibra se hubiera utilizado, hace mucho, para la fabricación de nitrocelulosa, un explosivo usado en las primeras películas fotográficas".

Gabriel Linares

Según Elver García, agricultor, una tonelada de arroz está a 1.360.000 pesos, mientras que la de algodón puede variar entre 10.000.000 y 10.500.000 pesos, según el precio del dólar.

María Isabel Iguarán (29 años) recoge motas de algodón desde hace tres meses. Para protegerse del sol usa una máscara de tela muy suave que le cubre una parte de la cara y le baja hasta el cuello. Su esposo, Rafael Iguarán (32 años), trabaja en la misma algodonera y la acompaña a unos pocos metros de distancia. Ambos acarician las matas con suavidad y las arrojan a un costal de tela gruesa que tienen en su cintura.

"Al mediodía hacía un calor insoportable, casi blanco…sobreexpuesto y picante. 'La última vez soñé que me fui para una montaña y me perdí', me dijo Isabel. 'Soñé que era de día. Iba a Manaure a Pescar en Canoa', me dijo Rafael."

Gabriel Linares

Jhon Jairo (30 años) tiene las manos curtidas y rugosas. En un día empaca hasta 50 kilos de algodón.

Jhon Jairo olía a sudor, a éter, a bosque seco. “Desde que llegué por aquí no he soñado nada”, me contó.

Gabriel Linares
El río Arauca, con casi 1.100 kilómetros, es frontera de agua con Venezuela. Esa tarde, cuando lo vimos, flotaba sobre él una espuma blanca rarísima, granulada, espesa. En la esquina, al borde de la carretera, había una fonda de metal rojo de donde salía un revuelto de voces tremendo y música de Uriel Henao.

Un caimán en Arauquita. De regreso paramos allí, cerca de Caño Limón, a comprar chocolate. Lo venden en diferentes presentaciones: en nibs, para beber en taza y estilo chocolatina.

Almorzamos empanadas de pollo y carne, hechas con mucho amor, en un puestito de madera que estaba al lado de una cancha de fútbol. Hacía mucho calor esa tarde en Puerto Contreras, un centro poblado a 30 minutos de Saravena donde viven cerca de 3.000 personas.

Unos muchachos venezolanos enjuagaban y cargaban plátano al mediodía en El Botalón, un centro poblado a 20 minutos de Tame. Cortaban la fruta muy rápido, la empacaban y la montaban en un camión vinotinto. La Asociación de Plataneros Tame Arauca (A.p.t.a) se encarga de distribuir el plátano que se
produce en este territorio.

El cacao producido en esta zona fue reconocido este año en París como uno de los 20 mejores del mundo.

Abdías Leal, un campesino que vive en El Botalón, me enseñó junto a otras personas las plantaciones de plátano. Llevaba en el cinto un cuchillo. Cuando le pregunté de qué material estaba cubierta la cacha me dijo que “de piel de serpiente”.

Llegaban paujiles de todas partes. Se pararon en mi maletín mientras entrevistaba a Miriam Ramos. Ella vive en la finca la Ermita, en la hacienda El Peligro (El Botalón). Allí se cultiva plátano, maíz y tiene varias reces. Además, cuida a varios cajuches (cerdos salvajes) para preservar la especie. En la foto sostiene la imagen del toro “Guadalupe”.

El maíz invade, como fogonazos, los paisajes a pesar de que el protagonismo se lo lleva el cacao.

El árnica o “botón de oro” es una especie de planta forraje que sirve para alimentar al ganado.

Alexander Villamizar es el presidente del Territorio campesino agroalimentario del piedemonte araucano y es, también, concejal del municipio de Fortul. En 2015, lideró debates en las diez veredas de la zona para llegar a un acuerdo y consolidarse como TCA en noviembre de 2016.

Este es el bastón de mando del guardia campesino Ángel Mora. Un agricultor que hace parte del TCA Laguna del Lipa Soberanía y Resistencia Popular (Arauquita).

Vicky González es la cocinera de la finca la Ermita, en la hacienda El Peligro (El Botalón). En la mañana del 30 de octubre estaba revolviendo, en silencio, una sopa hecha con vísceras de pollo. Nos sirvió tinto oscuro dulce.

Vladimir González es líder campesino del TCA Defensores de la vida y la agricultura. Esa mañana del 30 de octubre nos vimos en la caseta comunal de El Botalón.  Allí recibió 200 regalos para los niños y niñas del centro poblado.

Yurany Vargas, habitante de Puerto Contreras (Saravena), nos dijo que quisieran que esta zona deje de ser considerada “zona roja”, refiriéndose a Arauca.

Eva Sánchez (Puerto Contreras) es integrante de la Asociación de Amanecer de Mujeres por Arauca (Amar). Ella, junto con otras 80 mujeres, se unieron para formar este grupo que lucha por sus derechos.

Ante el comisionado de la Verdad Leyner Palacios, las víctimas de El Carmen contaron sus historias de dolor: cómo vivieron los desplazamientos forzados, a quiénes perdieron en la toma guerrillera del 5 de agosto de 2000, cómo afectó la guerra a las comunidades indígenas y qué les significó el estigma del conflicto. Además, hicieron dos grandes pedidos: el cese de la guerra y la entrega de la verdad por parte de la antigua guerrilla de las Farc.

El encuentro, que inicialmente estaba planeado como un acto de reconocimiento de responsabilidades por parte de la exguerrilla, finalmente fue un reconocimiento a la dignidad de las víctimas. Esto, para varias personas, dejó un sinsabor, porque las respuestas nada que llegan.

Estas son algunas fotografías que recuerdan las vivencias de las y los carmeleños.

El Jaibaná, o brujo de la noche Chamí, esparce agua con hierbas en un ritual después de contar cómo afectó el conflicto a su comunidad.
Integrante del grupo de baile campesino que participó en el evento. 
Campesinos, indígenas y afrodescendientes dieron sus testimonios, así como autoridades municipales. Todos sufrieron la guerra.
Jaime Jiménez (70 años) estaba en el pueblo cuando ocurrió la toma guerrillera en el 2000. Empezó un sábado a las cinco de la tarde y duró toda la noche. “Entraron a la iglesia y la volvieron nada...gente del monte”, cuenta. 
Silvio Aguirre (68 años)  es amigo de las aves y tiene, en su finca, cedros a los que les prometió nunca hacerles daño. Es uno de los fundadores del pueblo de la memoria histórica, un centro poblado que surgió para hacerle frente a los actores del conflicto.
Encuentro "Reconocimiento de la dignidad de la población triétnica de El Carmen de Atrato por las afectaciones sufridas en el conflicto armado" organizado por la Comisión de la Verdad.
A José Octavio Sánchez lo secuestró en el 2000 el frente 34 de las Farc. Lo amarraron y lo torturaron. Vive en la vereda Guaduas y contó su historia en el evento.
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