Los líderes y lideresas han intentado llamar la atención sobre las consecuencias de los proyectos de explotación de carbón en su territorio. Principalmente, frente a la actividad de la empresa Carbones del Cerrejón que desde 1984 ha extraído el carbón de La Guajira, exportando casi 30 millones de toneladas cada año. Desde el inicio de sus operaciones, la mina ‒una de las más grandes a cielo abierto en el mundo‒ ha sido acusada de alterar la calidad del aire en la zona, afectar el bosque tropical y deteriorar las fuentes hídricas del departamento.
La multinacional también ha sido acusada de ser responsable del desplazamiento de más de 25 comunidades afro, campesinas y wayuu, según el Colectivo de Abogados José Albear Restrepo (Cajar) quienes llevan varios de los casos contra Cerrejón. Pese a esto, la concesión de explotación carbonífera de la multinacional, que ha intervenido unas 69.000 hectáreas, va hasta 2034.
“Existen más de 14 fallos judiciales, en los que por 20 años se han reconocido las prácticas de injusticia, discriminación y racismo contra nuestro pueblo y se ha ordenado el restablecimiento de los derechos al agua, a la salud, a la consulta previa, a la tierra, al territorio, a la identidad cultural, al ambiente sano, a la seguridad alimentaria y a la vida, entre otros. Sin embargo, aún no hay justicia. Las órdenes para la garantía de estos derechos no han sido respetadas e implementadas ni por las entidades estatales ni por la empresa y no tienen un efectivo cumplimiento”, afirmaron los miembros de la caravana.
Qué está pasando:
Cansados de insistir en que se cumpla lo pactado, la caravana “La Guajira le habla al país” llegó el martes a Bogotá. “Hoy estamos viajando desde la Guajira a decir ¡no más minería! y que se respete nuestra vida, venimos para que ustedes nos escuchen de primera mano. Podemos vivir sin carbón, pero no sin agua y cultura”, habían anunciado un día antes en su cuenta de Twitter @laguajirahabla.
A través de actos culturales, tertulias, plantones y una audiencia pública en el Congreso, los líderes mandaron un mensaje claro: desde hace más de 30 años, cuando Cerrejón empezó sus operaciones en la región, les han vulnerado los derechos a sus comunidades de forma sistemática.
“Logramos que con esta visita nos escucharan, oyeran de primera mano los testimonios de las personas que vivimos allá. Los congresistas se comprometieron a ir hasta allá y ver en carne propia lo que estamos viviendo. Van a ver si es mentira lo que nosotros decimos y si es verdad que Cerrejón hace minería responsable”, cuenta María de los Ángeles García, una líder de la comunidad afro-campesina de Manantialito de Barrancas.
En Consonante quisimos conocer las historias de los líderes y lideresas detrás de esta causa. Aquí resumimos las historias de seis de ellos.
Laura Brito
22 años, Resguardo indígena wayuu de Provincial, Barrancas.
La comunidad de Laura está a menos de dos kilómetros del Tajo Patilla -como se refieren a las diferentes zonas de explotación de la mina-. Laura cuenta que cuando los mineros utilizan explosivos, se produce un “polvillo” que queda suspendido en el aire. “Se crea como una bruma, esas partículas van descendiendo poco a poco y caen en las plantas, el agua, los animales y a fin de cuentas eso es lo que terminamos respirando”, dice. Su hijo Mateo, de cinco años, se enfermó al poco tiempo de nacer. Para ella, la razón es evidente: su bebé inhaló polvo de las emisiones de la explotación.
La situación que relata Laura ha sido estudiada por expertos que han concluido que la salud de los habitantes de Provincial está en riesgo. Por ejemplo, un grupo de investigadores de la Universidad del Sinú y la Universidad del Cauca junto con tres universidades de Brasil estudió la salud de los trabajadores de la mina y las poblaciones cercanas entre 2009 y 2017, y concluyó que la gente tenía un índice alto de níquel, manganeso y bromo en sus cuerpos; y estaba en riesgo de contraer enfermedades respiratorias, del corazón, de la piel, del estómago, y así como algunos tipos de cáncer. Cerrejón ha respondido a estas denuncias afirmando que tienen varias estaciones que monitorean la calidad del aire.
Las afectaciones que Laura ve con frecuencia en su comunidad son la principal razón por la que decidió movilizarse. “Cualquier persona que tenga algo sensibilidad y vea cómo los niños se enferman en el resguardo, se pone la mano en el pecho y dice ¡marica!”, afirma. “Uno tiene que trabajar y hacer cualquier cosa para que se le garanticen los derechos”, agrega Laura.
Su protesta es también en contra de la estigmatización. “Nos dicen que somos unos aprovechados, que vamos en contra del desarrollo del país, que lo único que queremos es plata”, explica. Y cuenta que algunas personas han llegado a culparla por el estado de salud de su hijo “Por ahí dicen que los niños se enferman, que se mueren por desnutrición porque no los alimentan bien, que no les dan agua limpia, pero ¿cómo lo podemos hacer si ellos contaminan todo?”.
María de los Ángeles García Mejía
28 años, Comunidad afro-campesina Manantialito, Barrancas.
María de los Ángeles vive en Manantialito, una comunidad afro que existe hace más de 106 años. Cuenta que le preocupa cómo la calidad de vida de sus habitantes ha desmejorado debido a la actividad de la mina. “Cerrejón ha desviado más de 17 arroyos han sido desviados. Antes el agua llegaba a mi casa sin problemas, ahora si llega dos veces a la semana es mucho. Los arroyos se están secando”.
Uno de los arroyos de los que habla María de los Ángeles es el arroyo Bruno, en Albania. En 2016, la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y Corpoguajira dieron luz verde a Cerrejón para desviar 3,6 kilómetros este cuerpo de agua, uno de los principales afluentes del río Ranchería. Las comunidades interpusieron dos acciones de tutela. Una llegó al Consejo de Estado, quien falló a favor de las comunidades y le ordenó al Gobierno crear una mesa interinstitucional para valorar la compensación de los daños que causaría la futura explotación del arroyo y los impactos que estaba generando el desvío del cauce.
La segunda acción de tutela llegó a la Corte Constitucional en el 2017 que ordenó frenar el proyecto de Cerrejón debido a las inconsistencias en los estudios sobre los impactos ambientales y sociales del proyecto. Sin embargo, hace poco menos de dos meses las comunidades aledañas denunciaron que la empresa no está cumpliendo y continúa trabajando en la zona.
María de los Ángeles afirma que el ecosistema natural y la cultura de Manantialito está desapareciendo. “Nosotros siempre hemos sido más de medicina ancestral y más de 172 plantas medicinales están en vía de extinción. Otras ni siquiera se ven en el territorio. Por ejemplo, el guáimaro, que llamamos el árbol de la vida, está en vía de extinción y el bosque seco tropical, casi único en Colombia, se está perdiendo”.“Nuestra Guajira se convirtió en una zona de sacrificio donde todos llegan agarran lo que necesitan y nos dejan un desastre ambiental”.
María de los Ángeles considera que esta caravana es una bandera de lucha para que las futuras generaciones tengan un territorio limpio y libre de minería. Considera que la única solución real para las afectaciones de su comunidad es el cierre de la mina.
Hugues Martínez
49 años, Miembro del consejo ancestral afrodescendiente Los Negros de Cañaverales, San Juan del Cesar.
“La Guajira se respeta”, dice Hugues Martínez, el único representante de San Juan del Cesar en el colectivo.
Afirma que el sentido de partencia por su tierra lo ha acompañado toda la vida. Por eso, trabaja para que los pobladores conozcan sus derechos y luchen por ellos. Como defensor de lo que él afirma “es lo suyo”, se identifica como cantautor de música vallenata, activista ambiental y defensor de los derechos humanos.
Hugues se manifiesta en contra del proyecto minero de minería a cielo abierto que la empresa turca Best Coal Company (BCC) espera ejecutar en 350 hectáreas del corregimiento de Cañaverales. Cuenta que ha hecho parte del grupo de líderes que se han encargado de dar a conocer lo poco que se sabe del proyecto entre los demás miembros de la comunidad para impedir que se haga realidad. Desde 2009, el consejo comunitario se ha opuesto desde 2009 a la explotación de las 12 millones de toneladas de carbón para evitar la contaminación de la reserva forestal el Manantial y la pérdida de su vocación agrícola.
Al igual que Los Negros de Cañaverales, otras comunidades del departamento se han unido en torno a la defensa del territorio para impedir que la minería se siga extendiendo en el departamento. En 2012, Cerrejón propuso un proyecto que implicaba desviar 26 kilómetros el cauce del río Ranchería, uno de los más importantes del departamento, con el fin de explotar 500 millones de toneladas de carbón. Pero los pobladores de la zona se movilizaron para evitar el avance del proyecto.
Pero la unión de la gente no es la regla en La Guajira. Por eso, Hugues dice que sus preocupaciones van más allá de las afectaciones ambientales. Piensa que este tipo de proyectos suelen producir enfrentamientos entre miembros de las mismas comunidades. “Cuando hay una ruptura social no hay como unir a las personas y si no hay quienes nos agrupemos no hay por qué luchar”, cuenta.
Nixon Ramírez
42 años, Resguardo indígena Tamaquito II, Barrancas.
Para Nixon Ramírez, las compensaciones no pueden ni deben ser sólo materiales o tangibles. En su opinión, la mina del Cerrejón está exterminando la cultura y las tradiciones de las comunidades de La Guajira. “No es cuestión de pagarle a las personas, hay que compensarlos su tejido social”, dice Nixon.
El resguardo indígena Tamaquito II está ubicado en un territorio de 300 hectáreas al que llegó la comunidad luego de firmar un acuerdo de traslado con Cerrejón en 2013. Antes, estaban ubicados cerca de la frontera con Venezuela, en un territorio con nacederos de agua y arroyos que les garantizaban su sostenibilidad: recoger frutos, la cacería y la agricultura. Según Nixon, Cerrejón les ha ido comprando predios que antes se usaban para caminos, pastoreo y siembra, pero asegura que lo que pagan “es un insulto frente a lo que valen verdaderamente”. “Ellos llegan, le dan una miseria a la gente que luego queda en la calle y no tiene para dónde agarrar cuando se les acaba la plata”.
Por eso, considera que es necesario contemplar otros aspectos que también se ven afectados por intervenciones de la magnitud como lo adelantado por el proyecto Cerrejón. Al despojarlos de sus tierras también lo hacen de sus tradiciones y costumbres, asegura Nixon. “No sólo es la casa que le van a dar, deben ver más allá. Las compensaciones deben ir desde la protección de la ancestralidad y las costumbres, eso no tiene precio y no se les está dando el respeto que merece”.
David Peláez
16 años, Comunidad Lomamato, Hatonuevo.
Para David, el problema más grave que enfrentan los jóvenes de La Guajira es que la oferta laboral disponible se reduce a lo que ofrecen las empresas mineras.
Sin embargo, reconoce que en Hatonuevo no todos piensan igual que él. Cuenta que este tipo de temas divide a la comunidad: están aquellos que se manifiestan a favor de la actividad minera en el territorio y quienes están en contra por las afectaciones ambientales y de salud. Para él, la mina del Cerrejón está rompiendo las relaciones entre los habitantes del municipio.
Su principal referente en esta manifestación es su madre Angélica. Ella es la fundadora de la organización Fuerza Mujeres Wayuu. Reunían mujeres de la alta, media y baja Guajira para que conocieran sus derechos y supieran defenderlos. Dice que ella le inculcó la idea de que cuando una comunidad se reúne y pelea junta por una causa que considera justa, puede lograr grandes cosas. “La mina los convence de que estudien en el SENA cómo operadores de máquinas pesadas, y les prometen trabajo apenas se gradúen. Ellos finalizan sus estudios y realizan sus prácticas en la mina, pero hasta ahí les llega el trabajo”. David dice que “a punta de esperanzas y promesas no cumplidas, mantienen a la gente de su lado”.
Beatriz Salas
21 años, Riohacha.
“Mi familia siempre me ha inculcado luchar por las causas en las que creo”, dice Beatriz quien afirma que desde muy joven ha participado en movilizaciones sociales. “Siempre he tenido ese sentir de que mi objetivo en la vida es ayudar a los demás, por eso estudio Derecho”.
Antes de que se convocara a la caravana, Beatriz ya hacía parte de un movimiento de lucha. En julio, en plenas movilizaciones por el Paro Nacional, hizo parte de un grupo de jóvenes que organizó una huelga de hambre en el parque Simón Bolívar de Riohacha para llamar la atención del Gobierno nacional. Su objetivo era llegar a acuerdos con el Gobierno para que implemente las medidas más urgentes de la Sentencia T-302 de 2017, para garantizar los derechos alimentarios de la niñez wayuu. “En ese momento estaban pasando muchas cosas y sabíamos que no iban a oír nuestra voz. Tuvimos que hacer algo más grande para que nos oyeran y se pudiera mostrar las necesidades del pueblo guajiro”, afirma.
Suspendieron la huelga cuando parecía que el gobierno se sentaría a negociar con ellos. Sin embargo, al ver cómo se dilataba la negociación, Beatriz y sus compañeros optaron por iniciar una segunda huelga de hambre en Bogotá. “Nos fuimos para la capital porque allá es donde se toman las decisiones, allá sí nos tenían que prestar atención”. Después, se enteraron que estaba formando la caravana y decidieron unirse. Beatriz considera que en este momento su departamento está pasando por uno de los peores momentos de su historia por la gran cantidad de megaproyectos que se están presentando. Por ejemplo, el proyecto eólico Guajira I de Isagén que fue anunciado por el presidente Iván Duque en junio. ”Aunque sea para producir energías limpias, este proyecto tiene incidencias directas sobre muchas comunidades y a ellas no se les ha consultado nada”, dice. “Por eso, yo sé que apenas vuelva a Riohacha la lucha sigue”.
¿Por qué es importante? El proyecto demuestra la preocupación de las nuevas generaciones del municipio por detener el deterioro del ecosistema a su alrededor. Según un estudio de la Universidad de Córdoba que midió el impacto causado por la intervención del hombre en la Ciénaga de Ayapel, de las 65.033 hectáreas que componen la reserva natural, 3.000 se han deforestado y otras 2.550 hectáreas de espejo natural de agua se han perdido.
La iniciativa: La fundación Jóvenes por Ayapel resultó seleccionada por la campaña Promesa Climática del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Gracias a este reconocimiento, la fundación espera recibir 15 millones de pesos y apoyo técnico de expertos para sembrar 2.000 árboles nativos en cuatro meses. “Esperamos aportar a la reforestación arbórea de la ciénaga”, cuenta Paul Zabala, coordinador de la organización.
Otras 13 soluciones impulsadas por jóvenes y mujeres en siete regiones priorizadas del país también fueron premiadas. Todas están relacionadas con la protección de la naturaleza, la mejora del consumo de energía, el suministro continuo de agua limpia para la comunidad y la adaptación al cambio climático.
La fundación busca impulsar proyectos en distintos temas, especialmente ambientales, tanto en el casco urbano como en la zona rural del municipio. Ha participado en encuentros ambientales promovidos por organizaciones no gubernamentales, como Corpoayapel. Ésta, además, les ha brindado conocimiento práctico en cuanto al manejo y siembra de árboles, tipo de árboles nativos, cuáles son maderables y dónde sembrarlos.
Iván Vélez, representante legal de Jóvenes por Ayapel, aclara que aún no se ha hecho efectiva la entrega de los recursos por parte del PNUD. "Nos hemos intentado comunicar con los de Promesa Climática pero todavía no nos han dado fechas o datos para la entrega de los recursos", dice Vélez, quien cuenta que ya han recogido semillas en preparación al momento de la siembra. Vélez cuenta que les preocupa que los recursos lleguen demasiado tarde, y deban sembrar los árboles después de noviembre, cuando comienza la época del verano.
¿Cuál es el problema de fondo? La deforestación en la ciénaga está afectando la economía y la salud de quienes viven cerca de la cuenca del río San Jorge y la ciénaga. Desde hace varios años, tienen inconvenientes para conseguir agua potable y peces para su consumo. En algunos casos, han presentado problemas de salud por consumir agua contaminada. Además:
Ayapel hace parte del Parque Nacional Natural Paramillo, donde nacen los ríos Sinú y San Jorge. La deforestación cerca de estos afluentes ha alterado la conservación del ecosistema y ha provocado cambios en el cauce natural de los ríos.
El número y diversidad de peces nativas de la ciénaga también ha disminuido y los pocos que crecen presentan anormalidades.
Por otro lado, se ha perdido el hábitat natural de aves endémicas y migratorias. Esto también ha perjudicado una de las principales actividades ecoturísticas de la zona: el avistamiento de aves. De las 112 especies de aves amenazadas en el país, 35 están en la Ciénaga de Ayapel.
En resumen: “La deforestación está sedimentando los suelos, desestabilizando el ambiente y reduciendo el hábitat de flora y fauna”, dice Ana Pico, bióloga e investigadora de la Universidad de los Andes, quien ha trabajado en la región. Pico hace énfasis en que las ciénagas son indispensables para el mantenimiento del ecosistema del Caribe colombiano pues regulan el clima, oxigenan el ambiente y son cultivo de especies locales.
Las causas:
La principal causa de la deforestación de la ciénaga es el uso indiscriminado de los suelos para la ganadería, la minería y la agricultura. El 42 por ciento de las áreas intervenidas están ocupadas sólo por la ganadería, según el Plan de Acción Institucional de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS).
Además, las fuentes de agua potable están contaminadas debido a la extracción de oro de manera ilegal por parte de actores armados que operan en la región, como es el caso del Clan del Golfo, el cual han optado por esta práctica para financiarse.
“El problema de fondo es la minería. Para explotar el oro tienen que pasar las retroexcavadoras y cuando se explota el metal se desechan los líquidos tóxicos en el agua que desemboca en la ciénaga”, afirma Avinael Lozano, gestor agroecológico en la región y miembro de la iniciativa Agroecosistemas Biodiversos Familiares.
¿Entonces? Los expertos destacan que este tipo de iniciativas son valiosas pues sirven para despertar en la gente el interés por el cuidado del medioambiente. Sin embargo, aclaran que la situación de la Ciénaga de Ayapel requiere de una intervención más profunda para ser reversada.
“Un espacio como este se recuperaría entre unos 20 a 30 años. Lo más importante es hacer un trabajo de educación ambiental. Las personas deben valorar la riqueza ambiental. Sino, se pueden hacer mil proyectos ambientales pero, si no hay consciencia, no sirve de nada”, opina la bióloga Ana Pico.
Avinael Lozano coincide. “A las personas no les interesa mucho lo que implica el desecho de residuos sólidos, la contaminación de las aguas y el uso de químicos. Nosotros vamos a las periferias, donde se origina la mayor contaminación, para hacer pedagogía. Si no vamos a donde empieza la cadena de contaminación, no va a servir de nada lo que hagamos acá”, dice.
Lo que sigue: Mientras los Jóvenes de Ayapel esperan el desembolso de los recursos de Promesa Climática para sembrar las plantas de árboles nativos en un sitio estratégico dentro de la ciénaga y el humedal, la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS) pretende ejecutar políticas y proyectos sobre medioambiente y recursos naturales renovables para cumplir con las pautas y regulaciones legales expedidas por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) para el periodo 2020-2031.
Sin embargo, estas acciones no son suficientes. Hace tres años la ciénaga fue declarada como territorio Ramsar (espacio de protección e importancia natural global), y todavía no se han hecho efectivos los proyectos para la recuperación de la zona. Mientras tanto, la deforestación crece un 16 por ciento cada año; unas 2.000 hectáreas cada 365 días.
Para Pico, el verdadero cambio se verá cuando se deje reposar el ecosistema, se diseñe un plan de manejo integral para la recuperación de la ciénaga y se implemente un proyecto de protección para las especies nativas y endémicas de flora y fauna. Pero, sobre todo, cuando las autoridades, como la Corporación Autónoma Regional, se involucren más en la toma de decisiones y planteen sanciones más radicales.
Por qué es importante: La base de la economía de Condoto es la minería por lo que la mayoría de los productos (desde alimentos hasta tecnología) llega desde el interior del país. Los bloqueos han dejado en evidencia la dependencia de este municipio de lo que se produce en otros lugares del país, y llega hasta allí por tierra.
Qué está pasando: Solo existen dos carreteras que comunican al Chocó con el centro del país (Chocó-Risaralda y Chocó-Antioquia), y actualmente, la vía Chocó- Risaralda está bloqueada. En la vía de Pereira-Quibdó sólo dejan pasar ambulancias, personal médico y carros fúnebres. Entonces:
Algunos productos de la canasta básica subieron de precio: El queso, la papa y las carnes aumentaron de precio. Beyffan Ayala, cabeza de familia, cuenta que “antes compraba una libra de queso a 6.000 y hoy está en 14.000. Ahora nos tenemos que adaptar y comprar con lo que alcanza”.
No se consiguen insumos para el agro: Según Ricardo Perea, agricultor de la subregión del San Juan, el problema se ve desde el inicio de la cadena de producción. Representantes de distintos gremios del sector han advertido que los costos de producción del sector agrícola a nivel nacional van en aumento.
Escasea la gasolina: “Tras de que solo podemos ir por una sola vía, lo que implica más tiempo y gastos, está muy complejo conseguir gasolina” dice Edgar Gómez, transportador de la ruta Medellín-Quibdó. La semana pasada en Condoto hubo desabastecimiento total de combustible.
Hay conflictos entre compradores y vendedores: “Los compradores dicen que los estamos estafando, pero no es así.” cuenta Edison Navarro, comerciante de la plaza de Istmina (municipio aledaño a Condoto). Se enfrentan a perder clientes por los altos costos o mantenerlos y no ganar nada.
El contexto: El paro nacional cumple 38 días. Se han registrado protestas, manifestaciones pacíficas y actos violentos en todo el país que han demostrado un profundo descontento social.
Según cifras oficiales hay al menos 42 muertos y más de 230 denuncias de abusos policiales. Se han registrado ataques a la fuerza pública, así como a edificios y otras propiedades. Además, se ha denunciado la desaparición de decenas de personas. Al 1 de junio todavía había 62 bloqueos en el país.
El debate: A pesar de que los bloqueos están contemplados dentro del derecho a la protesta en la Constitución del 91, muchas personas consideran que no son proporcionales, y están afectando los derechos de los terceros pues el 70% de la carga del país se mueve por carretera. Las voces a favor afirman que los bloqueos son una estrategia válida para intentar llamar la atención del Gobierno.
“Entendemos por qué protestan y esperamos que se solucionen las cosas, pero no es la forma. Nos complican más la vida”, afirma Roger Rodríguez, habitante de Condoto.
“No hay que ignorar que, si bien se están afectando a terceros, también es deber del gobierno negociar con los manifestantes según la Corte Constitucional. [Esto es] algo que no se ha visto mucho”, dice Juan Sebastián Hernández, investigador de la línea judicial de Dejusticia.
Lo que sigue: el desenlace de esta situación es incierto, tanto a nivel local como nacional. Pese a que los gremios ya están sentados en la mesa de negociación con el gobierno, no se ha llegado a ningún acuerdo definitivo y los bloqueos continúan. Desde el litoral del río San Juan piden abrir urgentemente un corredor humanitario.
Después de un año de arreglos y adaptaciones, la nueva cancha de fútbol de Andagoya, Chocó, está lista para ser entregada oficialmente a la comunidad. Todos esperan que sirva para impulsar su golpeada economía.
Por qué es importante:
Andagoya es considerado el municipio referente del fútbol chocoano. Desde hace 47 años, se realiza el Torneo de Amistades del Medio San Juan, un evento que reúne entre 5.000 y 15.000 personas de diferentes partes del país durante una semana para ser testigos de lo mejor del talento local.
La suspensión del campeonato en 2021 y la pandemia han producido una fuerte crisis económica en Andagoya y otros municipios cercanos. Muchos habitantes viven del rebusque diario y el torneo dinamizaba la economía durante varios meses. Según la Junta Organizadora, del 2 al 8 de enero se movían entre 1.500 y 2.000 millones de pesos.
Los detalles:
En el 2019 se aprobó, por 6.949 millones de pesos, la construcción de una nueva cancha con mejores instalaciones: un campo de 90 x 44 (fútbol 11), dos canchas auxiliares (grama sintética), dos tribunas para 910 personas y malla de protección. Las obras iniciaron el 4 de marzo del 2020.
Antes, la infraestructura de la cancha era muy sencilla. El terreno era de tierra y las tribunas, de madera. Cuando llovía, se convertía en un lodazal. Las bancas se fueron deteriorando con el paso de los años. Para poder jugar, se intentó echarle una capa de arena y piedras al terreno.
El 30 de abril, la firma encargada de la construcción, “Unión Temporal ANPAF”, entregó la obra a la administración local. “Todo duró un año. Debió entregarse antes, pero la pandemia hizo que la grama sintética se demorara en llegar” dice Yeison Rivas, arquitecto de la construcción.
Lo que espera la gente:
La expectativa por la entrega de la obra es muy grande. “Durante la construcción de la cancha tuvimos que movilizarnos a municipios cercanos para continuar con la práctica” dice Carlos Becerra, integrante de la selección de fútbol del Medio San Juan, “esperamos que las condiciones de la cancha sean óptimas para la formación deportiva”.
Florencio Martínez, miembro de la Junta de Deporte de Andagoya, espera que el nuevo escenario mejore la calidad del espectáculo deportivo, y ayude a mitigar la ola de violencia en el municipio.
Lo que sigue:
Según el alcalde José Oliver Moreno, se planea inaugurar la cancha en junio durante el primer Torneo Nacional de Fútbol Sub 20 realizado en el Chocó. Moreno espera que se convierta en un centro de entrenamiento profesional para un equipo de tercera división del departamento del Chocó.
Se confía que con la reapertura y mejoras de la cancha, el territorio se convierta en la vitrina de exhibición para mostrar el talento futbolero.
Desde que se inició el Paro Nacional el pasado 28 de abril, los jóvenes han sido los grandes protagonistas de las movilizaciones en el país, incluso en pueblos y ciudades pequeñas de departamentos como Chocó y Cesar.
¿Por qué es importante?
Es atípico que la población se organice para protestar en municipios como San Diego, Cesar, y Condoto, Chocó. Por eso, los habitantes de estos lugares vieron con extrañeza que se organizaran manifestaciones en el marco del Paro Nacional, y además, que estas fueran impulsadas y organizadas por jóvenes.
¿Qué pasó?
Por primera vez en San Diego se marchó. Los jóvenes citaron a las personas por Whatsapp para realizar un plantón en la plaza principal del pueblo. Aunque no se presentó ningún hecho vandálico, la alcaldía sugirió a los comerciantes cerrar sus establecimientos durante la protesta.
En Agustín Codazzi, unas 100 personas hicieron un plantón en la carretera principal que conduce a Valledupar. Los jóvenes que organizaron el evento enviaron cartas a las JAC’s, utilizaron el voz a voz y armaron cadenas de difusión por Whatsapp para convocar más personas.
La cita en Tadó se dió a conocer por medio del voz a voz y la emisora local. Unos 200 jóvenes salieron a marchar por las calles del pueblo y terminaron en la plaza central. También organizaron velatones y ‘aguaepanelazos’. En Condoto los grupos juveniles organizaron plantones, velatones y ‘aguaepanelazos’ al frente del atrio de la Iglesia. En total, asistieron unas 250 personas.
¿Por qué marchan?
Los jóvenes piden mejores garantías de educación y empleo. En la actualidad, el 23,9% de los jóvenes entre 14 y 28 años no cuenta con un empleo formal y la tasa de informalidad asciende al 66% según cifras del DANE.
“Me duele y me preocupa la situación de mi país. Tengo familiares pequeños y pienso que si yo no doy la pelea por ellos, no van a tener un buen futuro; por eso yo salgo, grito y peleo”, dice una joven que integra el movimiento Resistencia Condoto y quiso reservar su identidad.
“No podemos ignorar la situación del país. Hay que dejar de pensar que por ser un municipio pequeño no nos afecta o no podemos expresar nuestra inconformidad. Los jóvenes ya tienen otra mentalidad, quieren un cambio”. Breyner Álvares, organizador de la marcha en San Diego, Cesar.
“Nosotros marchamos en apoyo a la situación que atravesaba Cali y también estábamos pidiendo garantías al Estado en materia de educación y empleo porque los jóvenes no tenemos un programa que se encargue de eso”, cuenta Juan Carlos Palomeque, participante de las marchas en Tadó.
“No sólo era la reforma tributaria, también lo hacíamos por otras violaciones a los derechos humanos. El glifosato, las amenazas y asesinatos de los líderes sociales y de firmantes del Acuerdo de Paz; eso nos unió”, dice Carlos Barbosa, coordinador de las marchas en Codazzi, Cesar.
Los analistas señalan que:
La participación de los jóvenes, tanto en las grandes ciudades como en la periferia, puede ser indicador de un profundo cambio social.
Rodrigo Uprimmy, reconocido jurista, afirma que si se hace una lectura positiva de lo que está sucediendo en el país ‒incluida la participación de los jóvenes como nuevos actores sociales en las calles‒ estaríamos ante una “primavera democrática”.
Qué sigue:
Las manifestaciones en el marco del Paro Nacional continúan en todo el país. En algunos municipios, los jóvenes esperan consolidar nuevos movimientos juveniles locales que busquen defender sus derechos. Este es el caso de Resistencia Condoto, grupo que surgió de las últimas movilizaciones en Condoto, Chocó.
Los detalles: El ataque ocurrió en la medianoche del pasado 17 de abril en “El Retén”, un sector conocido por ser un punto de encuentro de la Policía en la entrada del municipio. Esa noche, dos policías estaban estacionados en el lugar cuando fueron atacados por tres personas que les lanzaron una ráfaga de disparos desde una moto en movimiento.
Los dos heridos fueron atendidos en el Hospital de San José y luego fueron remitidos a Quibdó.
Lo que no se sabe: En Condoto aún no saben quiénes fueron los autores intelectuales o materiales del atentado. Ningún grupo armado ni delincuencial se ha pronunciado. Sin embargo, distintas voces de la comunidad atribuyen el hecho a miembros del Clan del Golfo o del ELN, grupos que hacen presencia en la zona desde hace varios años.
El miedo de la gente: La población del municipio está en alerta, porque hace una década que no presenciaban un atentado como este. “Si arremeten contra la Fuerza Pública, qué seguridad va a tener el resto de la población”, dijo Walter Mosquera, representante de las JAC. “Condoto siempre ha sido un pueblo tranquilo. Este tipo de cosas provocan incertidumbre”, agregó.
Para Jorge Perea, líder del Consejo Comunitario, la inseguridad y la violencia han empeorado desde hace varios meses. En su opinión, estos ataques son represalias de los actores armados contra las autoridades por los operativos realizados.
El contexto: En los últimos años han aumentado los enfrentamientos entre los grupos armados en el departamento del Chocó. Municipios como Cértegui y Unión Panamericana han registrado asesinatos, extorsiones, atentados y desplazamientos, entre otros. En Quibdó la violencia ha aumentado significativamente durante los últimos meses, como registra este artículo de El Espectador.
Para Luis Carlos Sarmiento, Personero de Condoto, es evidente que la violencia y el conflicto armado han recrudecido. “Los grupos ilegales están rehaciendo un control territorial para así poder establecer rutas estratégicas para la libre movilidad del tráfico de estupefacientes”, afirma.
¿Y entonces? La semana pasada se llevó a cabo un consejo de seguridad en Quibdó, para atender y plantear estrategias de intervención. Asistieron el viceministro de defensa, Procuraduría, Fiscalía y altos mandos del Ejército Nacional. Se estableció una recompensa de 100 millones de pesos para dar con los responsables del atentado.
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