Imagen: Camila Bolívar y Gabriel Linares
Chocó Todo el país Entrevista

Arnoldo Palacios, la estrella negra del periodismo colombiano

En 2024 conmemoraron 100 años del nacimiento de Arnoldo Palacios. Pero el mejor homenaje al escritor de Cértegui- Chocó “habría sido reeditar toda su obra”. Lo asegura Jhonmer Hinestroza, doctor en Ciencias Sociales y un estudioso de la literatura negra. Consonante lo entrevistó.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Leí el libro Cuando yo empezaba, donde está reunida la obra periodística de Arnoldo Palacios y entrevisté al investigador y sociólogo Jhonmer Hinestroza Ramírez, a quien conocí en el Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas de Colombia.

“Todos deben opinar por el bien de la República” —introdujo Arnoldo Palacios en un texto, publicado en la revista Sábado el 26 de junio de 1948. “Nadie hoy tiene derecho a guardarse lo que piensa, porque del pensamiento depende que esta patria nuestra martirizada defina su camino hacia la justicia social y económica, o marche de una vez hacia el aniquilamiento del pueblo por parte de los poderosos”.

Algunas de sus columnas “para esclarecer la ruta a seguir” en Colombia, después del 9 de abril de 1948, cuando ocurrió El Bogotazo, contenían más de catorce fuentes consultadas como un comunista militante; dos poetas; dos ciudadanos conservadores; dos gaitanistas; un vendedor; dos prosistas; dos liberales experimentados; un ilustrador de calzado y un periodista.

Sus entregas combinan belleza y horror en medio del hambre, la pobreza y la proeza natural; conjugan tonos literarios entre la poesía, el cinismo y hasta la dulzura con querellas sobre el olvido y aprovechamiento del resto del país con su selva. 

En otra de sus columnas le preguntó a la gente a qué clase social creía que pertenecía. Y con otra más demuestra el dilema de celebrar la llegada de la emisora Onda libre a Chocó, dirigida por Eduardo Caballero Calderón, a la sazón de la censura y escasez de espacios para intelectuales negros. 

“La sirena de los trasatlánticos rugía mientras el humo negro se escapaba de las chimeneas oscureciendo el espacio de la bahía matinal. ¿Qué diablos al fin hacía yo en el puerto? Ya dos meses y no lograba conseguir un trabajo... Era totalmente imposible verle la cara al director de la aduana o de los ferrocarriles. Más fácil resultaba hablar con Dios, que con estos hombres”, —escribió el autor. 

“¿Quién era yo para aparecer de primas a primeras donde se daban cita destacados escritores y periodistas? Para verlos quizá habría necesidad de atravesar por lo menos siete puertas. Tal vez me recibirían con gesto despectivo y me mirarían por detrás de los hombros, como era costumbre natural de los grandes en este país. ¿Quién diablos, pues, era yo para aspirar a colaborar con ellos? Nadie”.

En 2024 el Ministerio de Cultura rindió un homenaje póstumo al escritor afrocolombiano Arnoldo Palacios por el centenario de su natalicio. Su prosa y su obra periodística, reunida en el libro Cuando yo empezaba, pudo haber logrado una mayor repercusión según dicen hoy estudiosos chocoanos como el investigador Jhonmer Hinestroza, Doctor en Ciencias Sociales; docente de la Universidad Tecnológica del Chocó y director de la Corporación Cuenta Chocó Rogerio Velásquez Murillo.

El trabajo de Hinestroza no aborda exclusivamente la obra de Palacios, pues se ha concentrado en este y otra decena de escritores y escritoras chocoanas. Pero, como lector de su tierra natal, ha promovido la revisión y circulación críticas de las letras negras. Consonante lo entrevistó.

Carmen Millán, la exdirectora del Instituto Caro y Cuervo y una gran estudiosa de literatura africana, contestó en una entrevista que pensar en ‘denuncia’ para referirse a la obra de Arnoldo Palacios, “es una categoría que probablemente a él no le gustaría”, ¿qué cree usted?

Creo que Arnoldo Palacios nunca se sintió incómodo con que su obra fuera asociada con denuncia. Su libro más reconocido, Las estrellas son negras (1949), pone en escena una realidad que en Colombia no se estaba contando. El escritor dijo una vez algo muy interesante para pensar: que muchas personas hablan alrededor del estilo porque tratan de no centrarse u obviar estos problemas que le están sucediendo a la gente común y, por eso, él rechazaba esa obviación de muchos escritores. Él creía que el escritor debía tomar una posición en relación a los problemas que suceden en sus comunidades y en el mundo.

Además, es necesario pensar que lo que se retrata no es únicamente la realidad de una persona del pueblo afrodescendiente, porque la pretensión de Palacios era hablar del ser humano. Él escribe sobre el hombre en un sentido amplio. Así que su preocupación no era meramente el hecho de permitir la comprensión hacia las personas negras. Por ejemplo, el personaje principal de su libro, conocido como Irra (Israel), es un joven de 18 años que que pasa un día sin comer: esa es la realidad de millones de colombianos —por eso estamos entre los tres países más desiguales del mundo—, pero no es una realidad meramente de la gente negra.

Las denuncias sociales son denuncias sociales más allá de si una obra literaria es buena por eso. Arnoldo Palacios aborda una denuncia, de una u otra forma, y a veces en ese escenario literario se trata de fetichizar la problemática que la obra presenta. Entonces un problema termina alejándose de las habilidades narrativas del autor, porque se trata de que hay un niño con hambre en medio de la pobreza. 

En el libro que reúne la obra periodística de Arnoldo Palacios, Cuando yo empezaba, dice justamente que “en este país nadie debería guardarse lo que piensa”. La frase es de 1948, cuando inició el período de Violencia. ¿Cuál es su lectura sobre el panorama de libertad de expresión en el Chocó desde entonces hasta ahora?

¿Libertad de expresión en el Chocó? Decirle que para nosotros, hoy en Quibdó, la capital, no hay prensa. No hay periódicos físicos; son muy pocas las personas que trabajan como periodistas y sabemos por qué: las múltiples formas de violencia que existen en Colombia operan en el Chocó.
Que haya alguien que quiera ejercer periodismo con el que cuestione actividades económicas, políticas, sociales del Chocó podría ser muy problemático. Diría que hoy estamos viviendo un momento en el que es realmente difícil ejercer un periodismo serio, crítico, propositivo, porque los múltiples actores violentos que están dentro del territorio no lo permiten. Es complejo poder pensar en la libertad de prensa en un territorio como este y creo que cada vez va a serlo mucho más.

Arnoldo Palacios vivió en Francia, pero también estuvo en Rusia, Islandia y Polonia, así como en diferentes países de África. ¿Cree que viajar contribuyó a estimular la valentía en su pluma y en su manera de expresarse? De otro modo, ¿cree que si se hubiera quedado en Colombia se hubiera pronunciado igual?

Hay personas que nacen para decir verdades. Para mostrar un rostro del mundo que desconocemos. Arnoldo Palacios nació para hacerlo. Muchos de sus artículos de prensa fueron escritos antes de hacer todos sus viajes; sus preocupaciones fueron las mismas desde siempre, tanto que en la sociedad quibdoseña que a él le tocó vivir, cuando estudió en el Colegio Carrasquilla, cuentan que estaba armando una obra de teatro sobre el chocoano Manuel Saturio Valencia, el último fusilado o condenado a muerte en Colombia. Y el mismo Arnoldo Palacios relata que los personajes de la obra fueron amenazados y no pudo realizarla. 

El escritor entonces aprendió que algunas verdades hay que saber cómo contarlas. Un libro como Las estrellas son negras enuncia también esas preocupaciones. Hay, además, una entrevista con Manuel Zapata Olivella, mucho antes de sus viajes, en donde hablan de la novela ‘Éxodo’, sobre la diáspora de los jóvenes y sobre cómo la única opción para poder tener una vida digna es irse; también sobre el problema racial, en fin, tantos temas que indistintamente persiguen a Arnoldo Palacios porque nació para decirlo.

Hay que recordar que la beca que él había ganado del Gobierno Nacional para estudiar en Rusia se la quitan, por ser considerado una persona de izquierda, y él era un hombre que no caminaba, parapléjico, pero que siempre se mantuvo firme en sus convicciones. Si se hubiera quedado o no en Colombia, hubiera dicho lo que dijo.

¿Cree que el centenario contribuyó a amplificar las denuncias del escritor o a otorgarle un lugar más relevante a su obra? 

El Centenario debió haber servido para eso, para que el Gobierno Nacional hubiera dispuesto recursos, becas de investigación, búsqueda de sus huellas periodísticas en Europa, pero no. Creo que una gran acción del Ministerio de Cultura con un autor tan poco conocido en Colombia, como lo es Arnoldo Palacios, debió haber sido la reedición de sus libros. Pero en todo el año 2024 los libros de él no se reeditaron. Puede que a un par de escritos, pero se necesitaban volúmenes de Buscando mi madredediós y no circularon tantos. Y Palacios es un autor muy vendido. Si se pudiera conseguir su obra física, los chocoanos la comprarían. 

En el artículo ‘Chocó, país exótico’ (1947), Arnoldo Palacios escribe “que el departamento no se levantará de la frustración económica mientras subsista el abandono en que lo mantiene la intendencia de la Nación” y añade que “lo que vemos es una especie de colonia con hombres colombianos puestos al servicio repugnante de extranjeros explotadores”. Han pasado 77 años desde esa descripción; ¿ha cambiado o no esa visión?

Arnoldo Palacios fue un adelantado para su época. Cuando escuchaba a Daniel Oviedo como director del DANE —que era un buen conversador y presentador de datos—,  él se refería al Chocó como “un enclave". Y lo es, es un enclave colonial o de otra manera conocido como un territorio todavía en disputa.

Los chocoanos hemos estado en medio de disputas entre actores de un país que no está muy interesado en que florezca el departamento, sino en ejercer el control en medio de esas disputas. Eso está en la génesis de Colombia y en la forma en que ha operado la élite en los territorios más ricos: hay otros territorios que tienen mucho crecimiento a costa de la explotación de sus propios connacionales.

La mirada de Palacios es muy vigente todavía: el Chocó no va mejorar mientras los colombianos no tengan una mirada distinta y no crean que el florecimiento de otros territorios que han sido marginados, contribuye al florecimiento de sus propios territorios. Y que esa marginalidad que se mantiene en gran parte del territorio nacional al final hace que nuestro país se marchite en todo sentido.

En otra columna periodística, Heraldos de un nuevo día, Arnoldo Palacios relata la conformación del Chocó como departamento y cuenta todas las virtudes de esa tierra en términos de explotación de platino, caucho y especies madereras; de las bondades de la tierra para la agricultura; de las extensiones para la ganadería; del posible establecimiento de centrales hidroeléctricas, entre otras. ¿Hay una especie de paradoja cuando denuncia la explotación colonial y, a su vez, expone virtudes de la región casi como un buffet recién servido?

Ahí el problema de fondo es que nosotros como chocoanos no tenemos control sobre nuestros recursos naturales. Hay unas potencialidades pero no hay control para desarrollarlas desde lo local. En esa misma columna, Palacios propone una ruta y dice que el futuro del Chocó está en Bahía Solano, por la posición estratégica. Pero la mayoría de veces hay una mirada de los autores negros romántica o sesgada, y no se logra ver a ese que escribe como una persona ilustrada que está proponiendo un camino. 

Bajo las dinámicas del conocimiento científico es posible revisar cómo se pueden desarrollar de la mejor manera las acciones propuestas, en este caso, del mundo intelectual. Por eso hay personas académicas que aún no comparten la Ley 70, porque consideran que eso nos convierte, de una u otra forma, en guardabosques y no en ciudadanos capaces de aprovechar nuestras riquezas naturales. 

Hay otro texto que es muy interesante para mirar la postura de un autor chocoano respecto a este tema: “El Chocó por dentro” (1980) de Carlos Arturo Caicedo Licona, en donde plantea cómo los parques construidos por los partidos políticos se hicieron desde una visión norteamericana. Esa disposición se trasladó por fuera del parque y Caicedo Licona tenía una mirada más ambientalista sobre cómo debía construirse.

Una cosa interesante dentro de la novela Las estrellas son negras, es que el personaje Irra, a pesar de que no termina el colegio, no habla como un niño analfabeta. Es tan ilustrado que va describiendo uno a uno los problemas, milimétricamente, y tiene una comprensión de cómo se podrían desarrollar las potencialidades del territorio. Es decir, es un joven quibdoseño muy ilustrado y muy consciente de su realidad y fue creado por uno de nuestros intelectuales.

Entonces, más allá de estar en contra, es al menos poder tener las discusiones que no se tienen, porque hemos sido leídos como incapaces de entender qué es todo lo que tenemos. 

Parte del Chocó ha sido colonizado por el departamento de Antioquia, sobre todo su costa caribe hacia Panamá, y el mismo Arnoldo Palacios señala las tensiones por el Pacífico con el Valle del Cauca. Además, describe una colonización intelectual cuando dice que el Chocó ha dado a Colombia una nómina de hombres públicos de mucho respeto que Cali los reclama como suyos. Dice: “Y aunque por el ‘jussanguinis’ son auténticamente chocoanos se los prestamos a Cali, si es que los necesita para su galería”. ¿Cuál es su lectura?

Hay que repetir que el Chocó siempre ha sido y sigue siendo una tierra en disputa. Estas colonizaciones modernas no son más que la continuación de los primeros procesos de colonización. No es un hecho meramente de tenencia de tierras, implica también un proceso de lo que yo llamo “esclavización epistemológica”; es decir, una apropiación de los conocimientos y de las producciones intelectuales de los otros. 

También hay que decir que las élites chocoanas no están muy interesadas en hacer esas reivindicaciones y eso da pie a que otros se apropien. Y justamente por eso, muchos de los intelectuales (por las mismas condiciones que ofrece el medio) se han tenido que ir a otras ciudades a desarrollarse profesional e intelectualmente, y han encontrado en otras sociedades un lugar que en sus propios lugares no encuentran.

Esa configuración que sucede sobre el territorio está dada por las mismas ineficiencias o desinterés en fijar desde la parte local esos patrimonios que son de los chocoanos, que lo son, indistintamente de que alguien se los apropie. El Chocó ha sido fuente de colonización no solamente para diferentes actores que han estado por fuera de la legalidad, sino también para el mismo Estado, es decir, el racismo en Colombia no se podría ver como un hecho aislado de la institucionalidad. 

Sobre todo el tema de las costas chocoanas, en donde se describe la creación de esas colonias agrícolas en muchas zonas, como en Bahía Solano, por ejemplo, vemos cómo cuando había gente negra sí eran considerados como territorios improductivos. Se comenzó a favorecer o a estimular migraciones del interior del país hacia estas zonas justificando que había que enseñarle a la gente negra a explotar sus tierras, entonces el ejercicio de apropiación y colonización interna del territorio no es una una acción por fuera de la Constitución, sino que se ha desarrollado a la par que ha permitido la apropiación colonial sobre los territorios nacionales.

Hay otra columna de Palacios llamada Una mujer (tú) y una noche de diciembre, es un texto de 1947 donde él deja en evidencia la violencia de género hacia las mujeres negras. La violencia machista, sin embargo, hace parte de las agendas de conversación pública actuales, pero nada recurrente en las agendas de 1947, ¿es otra denuncia que hace del autor un adelantado para su época?

Al hombre negro siempre le ha preocupado la violencia contra la mujer negra. No por nada ese era un tema de los intelectuales negros del siglo XX e incluso en los primeros negros letrados que se hicieron notar en la década del 30 en Colombia, como Diego Luis Córdoba; Luis Evelis Andrade; Ramón Mosquera Rivas; Manuel Mosquera Garcés. Entre sus principales preocupaciones estaba la formación de las mujeres porque las que en ese momento en Quibdó podían ir al colegio La presentación, no eran las mujeres negras. 

Y, dentro de los compromisos que hace Diego Luis Córdoba (Quibdó, 21 de julio de 1907) estuvo cambiar el delantal por el diploma. Ahí se dan las primeras formaciones de mujeres maestras en el Chocó, que muchas de estas personas después se van a toda Colombia. Y hay una deuda de reconocimiento sobre cómo el Chocó ha ayudado a ilustrar a los colombianos. En cualquier parte del territorio nacional vas a encontrar un maestro o maestra negra que formó desde principios del siglo XX.

Así que la mujer no es una preocupación nueva en el Chocó y es real en el pensamiento de Arnoldo Palacios. En sus relatos habla hasta de las llagas de las mujeres; de las enfermedades; de lo que tienen que hacer para sostener su hogar; de la pérdida de sus compañeros. Otro elemento importante que deberíamos comenzar a profundizar son las apuestas de lo masculino para reivindicar el papel de las mujeres en nuestras comunidades. En las minas del Chocó era más importante para el esclavizado la liberación de la mujer —y lo destaca el profesor Sergio Mosquera con la evidencia de testamentos—, porque con eso liberaba el vientre de las próximas generaciones.

Algo que desee agregar… 

Siempre he dicho que la obra de Palacios y de otros tiene que dejar de ser leída desde una perspectiva meramente literaria con una visión racial. Es decir, hemos ido perdiendo la posibilidad de comprender la escritrura de autores negros porque la hemos suscrito en un campo de literatura excluida, entonces hay que hacer revisiones más amplias. De alguna manera son personas ilustradas que están pensando desde sus propias dinámicas con unas apuestas en particular, pero son seres ilustrados. 

La posibilidad de leerlos permite conocer esa otra Colombia que el país todavía desconoce, y que aunque constantemente intenta colonizar desde las distintas formas posibles, al final se niega a reconocerla.

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