Por décadas, los humedales urbanos de Inírida —como Caño Terpel, Moto Bomba, Limonar y Ramón— han sido parte esencial de la vida cotidiana del municipio. No solo como escenarios para el esparcimiento y la recreación de sus habitantes, sino como ecosistemas estratégicos que regulan el ciclo del agua, purifican el aire y albergan una biodiversidad única. Sin embargo, hoy están en peligro. La basura, los vertimientos de aguas residuales y la falta de gestión ambiental los tienen al borde del colapso.
Paisajes que se desvanecen
Quienes crecieron en Inírida recuerdan los humedales como parajes verdes y cristalinos. Hoy, el panorama es otro: colchones, latas, escombros, pañales y residuos domésticos se acumulan en sus cauces. La contaminación visual y los malos olores han reemplazado a los paseos de olla y a los baños en familia. Lo que antes eran caños vivos, ahora parecen canales de aguas estancadas y pestilentes.
“La contaminación en Caño Moto Bomba es tal que el agua ya no corre. Allí desembocan aguas negras sin ningún tipo de tratamiento”, dice un habitante del barrio Porvenir. Esta situación no solo es un problema paisajístico, sino ambiental y de salud pública.
"La contaminación en Caño Moto Bomba es tal que el agua ya no corre. Allí desembocan aguas negras sin ningún tipo de tratamiento"
Habitante del barrio Porvenir
Isbelia Torres, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio La Primavera Etapa 1, afirma que Caño Motobomba está "en cuidados intensivos". Asegura que, pese a las jornadas comunitarias de limpieza, el esfuerzo no es suficiente: "Uno limpia hoy y mañana aparece el triple de basura. Además, las aguas negras del pueblo están cayendo directo al caño porque el alcantarillado colapsó hace años".
Ecosistemas estratégicos ignorados
Los humedales urbanos de Inírida forman parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), y en teoría deberían gozar de especial protección. Según el Decreto 1076 de 2015, los cuerpos de agua urbanos deben contar con Planes de Manejo Ambiental (PMA) que definan acciones para prevenir, mitigar, corregir o compensar impactos ambientales. Sin embargo, su implementación ha sido casi nula.
La Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA) expidió en 2006 la Resolución 212 que declara áreas de preservación y protección ambiental a estas microcuencas. Posteriormente, mediante el Acuerdo 09 de 2011, fueron registradas como área de recreación y finalmente, en 2022, se adoptó el Plan de Manejo Ambiental mediante el Acuerdo 004.
Según Rosa Edilma Ágreda, directora de la Oficina de Recursos Naturales de la CDA, el plan cuenta con componentes biológicos, ecológicos y sociales. Sin embargo, su implementación integral requiere recursos que actualmente no están disponibles. "Lo que hemos hecho son acciones de corto y mediano plazo con recursos propios, como talleres, campañas ambientales, siembras y formación con estudiantes y juntas de acción comunal", explicó la funcionaria. Estas actividades han alcanzado entre 600 y 1.000 personas en el último año.
A pesar de ello, las acciones de impacto siguen pendientes. La CDA ha presentado proyectos a convocatorias como "Ordenamiento alrededor del agua" del Ministerio de Ambiente, pero estos han sido rechazados por detalles técnicos menores. "Estamos a la espera de nuevas convocatorias para poder actualizar y volver a presentar los proyectos", indicó Ágreda.
Desde la comunidad, la percepción es crítica. "Nos dicen que hay un plan de manejo, pero nunca se ha visto acción real. Solo una reunión donde hablaron por encima y ya. El humedal sigue muriendo, y nadie responde", lamenta Isbelia Torres. Además se cuestiona que aunque la CDA lleva 30 años en el municipio y han pasado seis directores no se han recuperado estos humedales.
"Nos dicen que hay un plan de manejo, pero nunca se ha visto acción real. Solo una reunión donde hablaron por encima y ya. El humedal sigue muriendo, y nadie responde"
Isbelia Torres, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio La Primavera Etapa 1

Una sentencia histórica
El pasado 14 de mayo de 2025, el Juzgado Segundo Administrativo de Villavicencio emitió una sentencia clave para el futuro de estos humedales. El fallo, producto de una acción popular interpuesta por la ciudadana Silvia Aristizábal López, concluye que los derechos colectivos al ambiente sano y a la salubridad pública han sido vulnerados por la inacción del Estado.
La sentencia ordena la conformación de una mesa interinstitucional entre la CDA, el Municipio de Inírida y la Gobernación del Guainía para establecer un plan de acción conjunto. También exige inspecciones periódicas, medidas sancionatorias contra los contaminadores, jornadas de limpieza, restauración ecológica y un mayor control del sistema de alcantarillado.
¿Por qué importan los humedales?
Los humedales son ecosistemas fundamentales que se caracterizan por la presencia permanente o temporal de agua dulce, salobre o salada, y por su capacidad para sostener una amplia variedad de vida. Pueden ser naturales o artificiales, y abarcan áreas como ciénagas, manglares, lagunas, pantanos y caños urbanos. Su importancia radica en los servicios ecosistémicos que prestan: actúan como reservas de agua dulce, controlan inundaciones, recargan acuíferos, filtran contaminantes y almacenan carbono. Además, son hábitat crítico para miles de especies de flora y fauna, incluidas aves migratorias y peces esenciales para la seguridad alimentaria de muchas comunidades.
A pesar de estos beneficios, expertos advierten que en América Latina estos ecosistemas enfrentan amenazas crecientes por el cambio climático, el crecimiento urbano desordenado y la falta de políticas efectivas de conservación.
En ciudades amazónicas como Inírida, cumplen un papel clave en la conectividad ecológica, facilitando el tránsito de especies y el mantenimiento de la biodiversidad.
Según el Instituto Humboldt, más del 80 por ciento de los humedales urbanos en Colombia han sido alterados gravemente. Muchos han sido canalizados, rellenados o convertidos en basureros, reduciendo la capacidad de las ciudades para adaptarse al cambio climático.

Y ahora, ¿qué?
La sentencia abre una puerta legal que obliga a las autoridades locales y ambientales a tomar medidas concretas. Entre las acciones propuestas están el diseño de un plan integral de restauración con cronograma y presupuesto definido, la implementación de campañas de sensibilización y educación ambiental, el monitoreo y sanciones a vertimientos ilegales, y la inclusión activa de comunidades indígenas, juntas de acción comunal y niños y jóvenes como actores clave en la protección de los caños.
De la articulación interinstitucional, la voluntad política y el compromiso ciudadano dependerá la posibilidad de que los humedales urbanos de Inírida dejen de estar en riesgo y se encaminen hacia su recuperación efectiva.
Esta es la sentencia: