Fotografía: Olga Arenas
Caquetá San Vicente del Caguán Reportajes

Hagamos paz con la naturaleza: el modelo educativo verde del Caquetá

En San Vicente del Caguán, la Institución Educativa Rural Arenoso ha implementado proyectos de reforestación de cuencas hídricas y caminos veredales, siembra de techos verdes y el manejo de residuos sólidos en las veredas Santa Marta, Balcones, Arenoso, Las Ceibas y Pradera. Es así como estudiantes, profesores y padres de familia promueven la conciencia ambiental y la sostenibilidad.

La carretera por la que suele cruzar Yineth Rivera Rey está adornada con árboles de lado a lado. Hay carbones, mangos y acacias que la arropan con una manta de sombra en la calle principal del barrio Villa Norte, en la entrada a San Vicente del Caguán. Yineth mira hacia arriba con satisfacción, no solo porque se siente protegida, sino porque fue ella, junto a sus compañeros de escuela, quienes sembraron treinta de esos árboles hace más de veinte años como parte de un proyecto de reforestación de la Institución Educativa Rural Arenoso.

“Nosotros debíamos adoptar un árbol, cuidarlo, abonarlo y no dejarlo morir. Mi madre me ayudaba y me daba permiso para ir a las excursiones, porque para esa época todo era muy difícil, pero uno era curioso y tenía todos los sentidos enfocados en aprender”, recuerda Rivera, quien ahora tiene 34 años.

Así como han crecido los árboles que sembró en su adolescencia, han crecido también las iniciativas ambientales en la institución. Antes, la escuela rural tenía únicamente salones, antejardines y algunas huertas. Ahora hay más de 12 sedes con 500 árboles que atraen todo tipo de aves, anfibios e insectos. Hay proyectos enfocados en reforestación de cuencas hídricas y caminos veredales, siembra de techos verdes y manejo de residuos sólidos. Todo como una forma de integrar la conciencia ambiental y la vida estudiantil. Kevin Santiago Jiménez del grado noveno agrega: “Para mí es importante que tengamos conciencia ambiental, habría menos basura, menos contaminación, más siembra de árboles, más hogar para animales, no estaríamos dañando el planeta”.

Aunque estas iniciativas han marcado la juventud de varias décadas de estudiantes, sus aportes son poco conocidos en el municipio. Melissa Andrade, una comerciante del barrio Villa Norte, se sorprendió al enterarse de que esos árboles habían sido plantados por los niños del colegio. “Es increíble, me gustaría felicitarlos. En verdad estoy profundamente agradecida, no pensé que hubiera una historia detrás de esto. Ojalá se siga generando esa conciencia desde las escuelas, porque no recuerdo haber hecho lo mismo donde estudié. A veces pensamos que los adultos debemos enseñar a los niños, pero mira, los niños también hacen mucho por nosotros”, dice.

Un compromiso por la tierra

Julián Caviedes tiene 14 años y estudia octavo grado en la sede de la vereda Santa Marta. Él, junto a 45 estudiantes más, continúan con el legado que han dejado otros desde hace dos décadas, cuando comenzó la reforestación estudiantil.

Caviedes señala con su dedo una de las especies de árboles más importantes para la repoblación forestal: el carbón. “Es un árbol nativo que está en la mayoría de quebradas, es muy propagador porque la semilla se dispersa y el agua las transporta a varios lugares (...) Es muy bueno también como sombrío, aunque las plantas de caucho se nos han dado muy bien también”, explica. 

Caviedes se reconoce a sí mismo como agricultor y campesino. Disfruta cuidando a los animales y los cultivos de la finca de su familia, también cree que esta conciencia ambiental que ha fortalecido en el colegio le servirá para siempre. Para él, estudiar en la ruralidad es una oportunidad para apreciar continuamente la vida de las plantas, los animales y los recursos naturales. Por eso, sigue con mucho entusiasmo el curso del agua del nacedero ubicado a un kilómetro de la escuela, que abastece a toda la comunidad educativa. 

“El nacedero que tenemos se divide en túneles de agua subterránea más o menos de diez metros. Junto a los padres y maestros hicimos una molla con madera fina para represarla y poder generar agua para la escuela. Es así como acoplamos la teoría con la práctica y mostramos que estamos cuidando nuestro propio ecosistema”, dice.

Caviedes tiene un lema que se repite cada tanto: sembrar hoy para el bienestar del mañana. En medio de esta reflexión, destaca el rol de la educación rural, pues para él la escuela ha sido un refugio para aprender a cuidar la vida y defender valores como el sentido de pertenencia. ”Aquí es donde me he desarrollado, donde he aprendido, donde he enseñado y donde muy posiblemente me superaré”, agrega.

Además de la sede Santa Marta, en otras también se llevan a cabo este tipo de proyectos. Hay iniciativas ambientales en las veredas Arenoso, Alto Arenoso, Balcones, Bélgica, Buenos Aires Nº 2, Ceibas Abajo, Ceibas Arriba, Guamalito Bajo Plumero, La Esmeralda, La Pradera, La Tolda, Parcelación el Líbano, Pilones, Santa Isabel de la Urella y Sotará.

Todas han acogido un modelo pedagógico llamado “Hagamos paz con la naturaleza”, que está basado en alinear los conocimientos campesinos tradicionales junto a los principios de la sostenibilidad. Por eso, los profesores intentan acercar al estudiantado a la tierra desde preescolar hasta noveno, su grado más alto.

Desde una pequeña oficina en la sede La Pradera, el rector Eris Zúñiga destaca que la voluntad de los docentes, estudiantes y padres de familia juega un papel importante dentro del modelo educativo. Para él, es una relación constante y permanente que va más allá del manejo agronómico. Se trata de crear un vínculo personal y afectivo con el medio ambiente. “Si todos sentimos una armonía con la naturaleza, eso se va a reflejar también en el ambiente educativo”, afirma. 

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Labrar la tierra para cosechar futuro 

La profesora Dennis Torres es docente del área agropecuaria en la sede La Pradera desde hace 18 años. Mientras se quita el sombrero de paja y se seca el sudor de la frente luego de una jornada de siembra de yuca, celebra el enorme cambio de sus estudiantes en relación con el cultivo de la tierra. “Muchos niños han cambiado su forma de pensar y están en el proceso de ayudar a educar a los demás, y para mí eso vale toda la pena”, dice Torres. 

En sus clases, ella y sus alumnos se dedican a sembrar plátano, aguacate, caña, papaya, piña, mango, entre otros productos que pasan luego a ser alimento para todos en el restaurante escolar y en festivales como La Cañatón o La Yucatón. En estos eventos, los padres de familia muelen la caña para extraer guarapo y entre todos hacen varias preparaciones a base de yuca para degustar con las familias y los docentes. 

“A mí me encanta la actividad de La Cañatón. Todos ayudamos a cortar, alistar y hasta comer, ojalá se repita. Estoy orgulloso de compartir en mi casa lo que aprendo. Junto con mi abuela hicimos una huertica y sembramos yuca, plátano y cilantro. Le enseñé también a aprovechar los residuos orgánicos”, cuenta Dorlan Parra, estudiante de sexto grado. En otras instituciones donde estudió, recuerda, nunca salía del salón para cultivar la tierra. 

Para que estos proyectos funcionen y sean continuos, cada docente se apropia de alguna tarea. Se dividen el trabajo con el compost, la recolección de residuos, la limpieza general y la cosecha. Todo con un abono natural y sin agroquímicos. “Cada ocho días un docente va con su grupo a encargarse del abono; lo mismo hacen para cuidar los jardines, en los que cada niño quiere ver su a planta florecer”, cuenta Torres. En sus clases destaca que ha logrado ampliar la imaginación de los estudiantes vinculando las labores del campo a los cuentos, obras de teatro y emprendimientos que empiezan a surgir.

En esto coincide Cristian Samir, profesor de la sede Balcones, una escuela hecha por los padres de familia. Con él, los estudiantes trabajan en contar los árboles y medir la distancia de cada uno, como una forma de evaluar el comportamiento de la naturaleza. “Revisamos también varias reseñas históricas de las especies y vinculamos en el proceso a los padres para que hagan un refuerzo desde el hogar en estos temas, pues nos importa promover valores como la responsabilidad, el compromiso y la empatía por el medio ambiente”, dice Samir.

Para esos trabajos de campo, las sedes educativas tienen un salón de herramientas con palas, palines, rastrillos, tijeras podadoras, azadones, garlanchas, picas y algunas peinillas o machetes. La mayoría fueron compradas con recursos que genera la cooperativa administrada por los docentes. 

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“El reconocimiento de los seres vivos y las diferentes formas de vida permiten apropiarse de la biodiversidad que existe en el territorio. Es una manera de acercar la ciencia al ámbito de lo local. Nosotros procuramos pasar tiempo al aire libre, sacar a los niños del aula y recorrer en la medida de lo posible los lugares cercanos”, cuenta Wilton Muñoz, profesor de la sede La Pradera. 

Recuerda cuando empezaron con cinco árboles, luego fueron cincuenta, luego cien y hasta llegar a los 600 árboles el año pasado. “Las dificultades que nos encontramos en el camino es lo que nos ha permitido crecer. Somos conscientes y sabemos que de un 100 por ciento se salva un 30, pero con eso nos sentimos dichosos”, apunta Muñoz.

Techos Verdes

Otro de los proyectos que lleva adelante la Institución Educativa Rural Arenoso es la de climatizar algunos espacios para impactar en el bienestar de los estudiantes. Para eso se realiza un proceso de arborización frente a las aulas y se construyen techos verdes a partir de la infraestructura existente. Hace cinco años, los jóvenes plantaron un arbusto trepador que se puede moldear y ahora logran ver sus resultados. Cuando cierran la mitad de la tarima principal se genera una sombra que refresca el espacio social.

“La adaptación al cambio climático no es una opción, debemos anticiparnos a ese tema, por eso nosotros vimos la opción de sembrar especies que nos ayuden a generar sombra y barreras. En la época de invierno los fuertes vendavales nos han destechado varias aulas de algunas sedes educativas; por eso pensamos en techos naturales”, apunta Muñoz.

El proyecto de techos verdes ha sido conocido por estudiantes en la Universidad de España, donde varios profesores cursan el Doctorado en Educación y Cultura Ambiental. Para ellos es importante visibilizar esta iniciativa que atraviesa a toda la comunidad educativa. “Así hacemos que todos quieran las plantas y las cuiden, poco a poco con el ejemplo, con la enseñanza y la insistencia desde los más chiquitines, quienes saben que los gusanitos, lombrices, pajaritos, zarigüeyas, mariposas y muchos más no son motivo de susto o de eliminación”, dice Wilton Muñoz.

Los jóvenes, además, participan en un proceso de recolección de residuos sólidos y lideran una gestión adecuada. A través de comités encargados de clasificar y depositar y darles un segundo uso, los estudiantes distribuyen las tareas los viernes de cada semana.

Su lema: reutilizar, reciclar y reducir. “Es satisfactorio ver los cambios de hábitos diariamente en los niños y cómo toman la iniciativa para utilizar menos hojas, clasificar y reutilizar el plástico o aprovechar los desechos para el compost”, afirma Dennis Torres.

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  • Lizeth
    Abr 14, 2025
    Es un trabajo de corazón, que realizan los profes y estudiantes para esa hermosa institución que es su "segundo Hogar".
  • Alejandra Urbina
    Abr 12, 2025
    Excelente. Una Gran Estrategia para unir el cuidado ambiental con la educación volviéndose significativo para cada NNA donde reconozca el oro verde del Caquetá. Un aplauso.
  • Ismelda
    Abr 12, 2025
    Muy bonito formar para la paz

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