Fotografía: Alex Rufino
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Rioaves Amazónicas: las voces de la selva que cantan al futuro

En el Amazonas colombiano, donde los ríos parecen espejos infinitos y la selva guarda secretos milenarios, las aves no solo cantan: cuentan historias. Historias de resistencia, de conexión espiritual y de lucha por la conservación. Allí, entre los árboles y el eco de las narraciones indígenas, nació Rioaves Amazónicas, una red que transforma cada canto en un puente entre la naturaleza y las comunidades que la habitan. Es un lugar donde las aves no solo se observan, sino que guían una causa que combina cultura, biodiversidad y sostenibilidad.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Propuse ese reportaje en el consejo de redacción. Entrevisté a las personas que hacen parte de la red y los acompañé en un fin de semana de avistamiento de aves.

Cuando uno se adentra en la selva amazónica, el aire se llena de los sonidos de la vida. El canto de las aves acompaña cada paso, como una sinfonía natural que conecta a los habitantes con su territorio. Aquí, en este rincón verde del mundo, nació Rioaves Amazónicas, una red de comunidades que ha encontrado en las aves mucho más que un motivo de observación: una razón para unir esfuerzos, rescatar saberes y proyectar un futuro sostenible.

El inicio de un sueño

Elio Miraña, un hombre de palabras pausadas y ojos que parecen abarcar la vastedad del bosque, recuerda cómo hace ocho años comenzaron a soñar con una iniciativa que diera sentido a su conexión con las aves. “Al principio solo queríamos aprender más de ellas—dice—, pero pronto nos dimos cuenta de que las aves podían ser un puente entre nosotros y el mundo exterior". Con el acompañamiento de la Fundación Proa, la red se formalizó, involucrando a los pueblos ticuna, bora, makuna, muinane, miraña y murui.

Desde entonces, los habitantes han trabajado en equipo para organizar portafolios de servicios y fortalecer sus capacidades. La observación de aves, conocida como aviturismo, se convirtió en una forma de mostrar su riqueza cultural y natural, mientras se promueve el uso adecuado de los territorios compartidos. Pero este proyecto es mucho más que una actividad económica. Para ellos, las aves son seres mitológicos: protectoras, sembradoras y mensajeras de la selva.

Colombia y su riqueza en aves

Colombia es un país megadiverso y un paraíso para los amantes de las aves. Con más de 1.950 especies registradas, según el Sistema de Información sobre Biodiversidad (SIB), ocupa el primer lugar en riqueza avifaunística a nivel mundial. Esto representa cerca del 20% de todas las aves conocidas en el planeta. La región amazónica, en particular, alberga entre 560 y 720 especies de aves, de acuerdo con cifras del Instituto Alexander von Humboldt. Estos datos resaltan la importancia del bioma amazónico como refugio de biodiversidad y como un ecosistema vital para el equilibrio ecológico del planeta.

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Dentro del Amazonas, la variedad de hábitats como ríos, lagos, bosques inundables y selvas de tierra firme crea un escenario ideal para la proliferación de aves. Estas áreas no solo son un hogar para las especies, sino también una fuente inagotable de inspiración y aprendizaje para las comunidades indígenas que las habitan.

Los rostros de la conservación

En la comunidad La Milagrosa, junto al majestuoso río Amazonas, Georgina Rubio sirve un almuerzo tradicional en hojas de plátano. Su voz se llena de orgullo al hablar de la iniciativa Kaure, también conocida como Arrendajo. "Aquí no solo observamos aves. Ofrecemos una experiencia que conecta a los visitantes con nuestra vida diaria. Pescar con nuestras familias, aprender de nuestras plantas y medicina, escuchar nuestras historias… todo eso forma parte de lo que hacemos".

A 17 kilómetros de Leticia, la familia Negedeka lidera Joo m+ ja, o Casa de Aves. Jesús Negedeka, con un canto en idioma muinane, explica el significado de su proyecto. “Las aves son las que despiertan al universo. Ellas siembran vida y nos enseñan a cuidar el mundo que nos dejó el creador”. En este lugar, rodeado de selva primaria, también se desarrollan acciones de restauración ecológica, como la protección de nacederos de agua y la reforestación con especies nativas.

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En San Pedro de los Lagos, Robert Macuna, un hombre que creció a orillas del río Caquetá, lidera la iniciativa Aitcha. "Cuando salimos a observar aves, también volvemos a las enseñanzas de nuestros mayores. Aprendemos qué plantas usar, qué frutos recoger. Es como si la selva nos hablara en cada paso que damos". Los visitantes recorren los lagos y senderos, guiados por estas voces que conocen cada rincón del bosque.

Una resistencia en el nido

En el kilómetro 6 de la vía Leticia-Tarapacá, Edwin Flores camina entre los cananguchales que rodean Ijko, una palabra que en lengua miraña significa “nido”. Este joven ha encontrado en las aves una forma de resistencia frente al avance de la urbanización. “Aquí, los nacederos y los cananguchales alimentan de agua no solo a las comunidades, sino también a Leticia. Protegiendo estas áreas, estamos cuidando nuestro futuro”.

Flores también menciona cómo la ganadería, que hace una década dominaba la región, ha comenzado a ceder terreno a la regeneración natural. "Ahora estas tierras vuelven a ser hogar de aves, riachuelos y bosques que nos dan vida. Es un proceso lento, pero está funcionando", asegura.

Una canción que nos une

Rioaves Amazónicas es mucho más que una red de observadores de aves. Es un ejemplo de organización comunitaria y resistencia cultural. A pesar de las barreras del idioma y las presiones externas, estas comunidades han encontrado en las aves una razón para unirse y hacerse escuchar.

Elio Miraña lo explica mejor que nadie “las aves son nuestro punto de partida. Son el puente entre nuestra cultura y el mundo. Cuidarlas es cuidarnos a nosotros mismos". Así, en este rincón del Amazonas, las aves continúan cantando, y con cada canto se teje una historia de esperanza y conexión con la naturaleza.

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