Cuando Norma Caicedo Mosquera era una niña, creía que los bebés eran traídos por una cigüeña que viajaba desde París hasta Tadó. La primera vez que vio a un niño salir de una vagina tenía ocho años. Era su madre quien estaba dando a luz a dos mellizos y Norma quedó tan impresionada de ver el parto que empezó a seguirle los pasos a su mamá y a su abuela, ambas parteras tradicionales, para ayudarles a traer niños al mundo.
En Tadó, Norma es una partera muy reconocida. Y como ella, muchas se dedican a ayudar a las mujeres a parir, a cuidarlas durante el embarazo, hacer seguimiento a su alimentación, preparar tomas y baños con plantas medicinales para curarlas y acompañarlas hasta que hayan cumplido los cuarenta días después del parto.
Pero por esa atención y cuidados, las parteras no reciben un pago. La mayoría ofrecen sus servicios como ayuda a las mujeres que no pueden llegar a un centro médico, y entonces atraviesan carreteras destapadas, cruzan quebradas, ríos y zanjas con tal de llegar a tiempo. A cambio, reciben entre 50.000 y 60.000 pesos, e incluso lo que puedan reunir las familias como agradecimiento eterno a su labor.
Para los parteros y las parteras en Tadó, este es un don heredado por sus madres y abuelas. Un saber empírico que hace parte de las prácticas ancestrales afro, indígenas y campesinas, pero que históricamente ha sido incomprendido, excluido y mal remunerado. Por eso, la declaratoria de la partería como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, que se anunció el 6 de diciembre de 2023, las llena de ilusión y alegría. Norma Caicedo Mosquera espera que por fin sean reconocidas y remuneradas por sus conocimientos, habilidades y prácticas.
C: ¿Cómo y cuándo se convirtió en partera?
Norma Caicedo Mosquera: No puedo describir ni dar una fecha, porque ser partera es un camino que se inicia con una semilla, viendo lo que hace la mamá, la abuela o la vecina. El primer parto lo vi a los ocho años, cuando no sabía que los niños nacían por la vagina. Yo tenía entendido que los bebés venían de París y los traía la cigüeña. En ese tiempo mi mamá estaba en embarazo. Empezó con un dolor de estómago y ahí me dijo que llamara a una partera y yo la llamé. Ese día vi que era un servicio que uno prestaba y que era tan gratificante, porque una partera cuando está parteando se toma ese trabajo como si fuese su propia hija o hijo. Eso me motivó a convertirme en partera. Cuando vi cómo se abría la vagina, como un globo que se infla, y salía una criatura, fue el momento más bonito. Desde ahí mi abuela me llevó a sus partos para que fuera aprendiendo. A los 14 años me fui a Charco Negro con mi abuela y me dijo venga coja el bebé y yo le corté el ombligo, ya sabía cómo hacerlo. Ya ahí me lancé a partear y no llamaba a mi abuela, ella después veía y me decía: mija, ya usted es una partera.
C: ¿Qué significa para usted ser partera y cómo define usted la esencia de este oficio?
N.C.M: Es una gran responsabilidad, una vocación. Ser partera es ser escogida por Dios para cumplir con la misión de ayudar a traer un hijo al mundo. Es salvar a la madre y al niño. A veces una debe atender a personas de otros grupos que no conoce y que necesitan una partera. Una se mete en medio de aguaceros en la carretera, cruza quebradas, pasa por el río crecido, pendiente de una culebra, para atender los partos.
"Una partera se mete en medio de aguaceros en la carretera, cruza quebradas, pasa por el río crecido, pendiente de una culebra, para atender los partos".
Norma Caicedo Mosquera
C: ¿Cuál ha sido la lección más grande que le dejó su abuela?
N.C.M: La mejor lección que me dejó mi abuela es que debemos partear sin mirar a quien. Antes el que parteaba hacía las veces de padrino y se convertía en parte de la familia. Si alguien se peleaba con una partera, los demás le decían: hija, si esa mujer te sacó a vos misma, cómo vas a pelear con ella, más bien ayúdale a esa muchacha. Por eso mi abuela decía “haga el bien sin mirar a quien”, porque a nadie se le niega una ayuda, así sea su enemigo. Si alguien pide ayuda es porque la necesita y si usted no cumple con este don mi Dios le cobra eso.
C: ¿Qué sintió al saber que la partería es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?
N.C.M: Sentí una gran felicidad cuando escuché en el noticiero que nos habían declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sentí alegría, pero también tristeza porque nuestras matronas murieron sin tener reconocimiento de nada. Yo le doy muchas gracias al presidente Petro y las parteras de Buenaventura, a la Asociación y todas quienes lideraron esos proyectos, pero también le digo al Gobierno: así como nos reconocieron como luchadoras de la salud, que también nos reconozcan con incentivos económicos. Algunas parteras ya no pueden trabajar porque son muy mayores, les duele la espalda, la cintura. En la pandemia a los médicos les reconocieron pero a nosotras no nos llegó un peso y seguimos prestando el servicio.
C: ¿Cree usted que el servicio que prestan es bien pagado?
N.C.M: Nos están reconociendo lo que nunca nos han reconocido, pero no nos pagan bien. Cuando yo inicié como partera a nosotras no nos pagaban. A veces nos daban regalos, una gallina, o nos daban buen trato. A la fecha de hoy nos pagan hasta 100.000 pesos pero en dos o tres cuotas.
Nos están reconociendo lo que nunca nos han reconocido, pero no nos pagan bien. (...) En la pandemia a los médicos les reconocieron, pero a nosotras no nos llegó un peso y seguimos prestando el servicio.
Norma Caicedo Mosquera
C: Cuéntenos una experiencia de parto que haya tenido y considere especial, ¿por qué?
N.C.M: Mire, yo estaba en mi casa durmiendo con mi esposo. Había llovido mucho y de repente la puerta sonó tum, tum, tum y me dijeron que una mujer andaba con dolores sola, entonces me fui para su casa que estaba al lado de una quebrada. Vi un montón de pescados ahí y nosotros teníamos una situación mala, pero no alcanzaba a cogerlos. Ella no tenía cama, entonces cogí unos cartones, los doblé y los puse encima de una tabla y ahí parió. Cuando ya terminé eran como las tres de la mañana y llegó un vecino a pedir ayuda porque había otra mujer que necesitaba una partera. De ahí salí para donde la otra mujer y llegué a mi casa después de dos partos sin comer, sin un solo peso y sin ningún pescao (risas).
C: ¿Cuáles son los instrumentos más importantes para usted?
N.C.M: Ahora usamos tijeras y alcohol, pero antes no teníamos y era con machete y agua que se hervía en el fogón. En vez de gazas usábamos trapos y hacíamos los partos con la mano sin protección, nos lavabámos las manos bien y teníamos las uñas bien corticas. Ahora no podemos estar sin guantes por tantas infecciones y enfermedades. Las plantas también son muy importantes. Cuando la mujer tiene hemorragias nosotras les hacemos tomas con plantas medicinales y las ponemos en diferentes posiciones. Aunque yo he tenido más de 80 partos y no me ha tocado una mujer con hemorragias.
C: ¿Cómo asumen las parteras la pérdida de un bebé? ¿Recuerda algún caso?
N.C.M: A mí me tocó una señora, una prima hermana mía, que tenía como 12 días de estar con dolor. La llevaron al médico y le dijeron que todavía no iba a parir. Cuando le toqué eso allá abajo estaba blandito y botaba agua de sangre. La mandé al médico pero la regresaron de nuevo a la casa. Le conté a mi mamá y sacamos cuentas y la mujer ya estaba pasada. Como a las tres de la mañana me llamaron y me dijeron que estaba pasando una cosa más fea. Fui y le saqué un niño que tenía más de un metro, la cabeza no se formó, le creció solo el cabello y las piernas, pero el cuerpo parecía un acordeón. Fue el único parto de un bebé muerto. Cuando la mamá lo vio, lloró asustada.
C: ¿Cuál es el poder de conocer la importancia de las plantas?
N.C.M: Es muy importante saber qué planta se debe usar en qué momento. Lastimosamente con las fumigaciones no tenemos tantas a la mano como teníamos antes. Antes si usted necesitaba una planta para una madre parida que debía botar la maleza, para las parteras, para pujar, para lo que sea, siempre había una. Nosotras las parteras nos vamos compaginando con las plantas y su esencia, para unirlas y hacer jarabes, bebedizos y baños. Si una mujer siente un dolor, uno pica las plantas y las pone a hervir, cuando está caliente se pone en un balde y se tapan La mujer que recibe ese vapor se cura.
C: ¿Por qué es fundamental que en Tadó sigan existiendo las parteras?
N.C.M: No solo en Tadó, en ninguna parte debe morir la partería. Nosotras estamos dispuestas a sembrar esa semilla y a enseñar. Ahora como están las parteras no vemos que somos tan valiosas, que este es un servicio muy importante para las mujeres y los hospitales. Hay muchas mujeres embarazadas que están listas para parir y no pueden por la crisis de los hospitales que no tienen cómo atenderlas.
"No solo en Tadó, en ninguna parte debe morir la partería. Nosotras estamos dispuestas a sembrar esa semilla y a enseñar".
Norma Caicedo Mosquera
C: ¿Ha pensado usted en dejar de ser partera?
N.C.M: Yo dejaré de ser partera cuando me muera. Yo he parteado a amigas, a personas que no conozco, incluso a una que pensaba era mi enemiga. Había una mujer que hablaba mal de mi y que cuando estaba con dolores llamó a una patrona de patronas, a mi tía Rosa Elena. Mi tía me pidió que la ayudara a atender el parto, yo hice mis cosas y la mujer parió a su hija. Esa muchacha es ahora como hija mía.
C: ¿Qué le diría a una niña que sueña con ser partera?
N.C.M: Que se anime, que se capacite. Si tiene ese sueño y esa vocación, seguro va aprender. Solo necesita tener coraje y encontrar a una partera con paciencia. No piense que va a tener plata ni que se va a enriquecer. Si le digo eso sería una mentira. Ser partera es gratificante porque una recibe el reconocimiento de las personas y va a estar contenta por ayudar a mujeres y familias. Va a llegar a la casa y todos, la mamá, la abuela, todos esperan por usted como un ángel. La esperanza la ponen en uno. Cómo voy dejar ese trabajo tan bonito, yo nunca pensaría en dejarlo.