Claudia Domicó es indígena embera eyabida, líder y gobernadora del resguardo indígena Abejero de El Carmen de Atrato e integrante de la Mesa Indígena Departamental Indígena del Chocó. Desde hace 9 años está de lleno en procesos sociales en su territorio para impulsar los derechos y el trabajo de las mujeres. Desde ahí ha logrado, por ejemplo, que en cada organización indígena haya una mujer coordinadora o consejera de mujeres.
Su camino, sin embargo, no ha sido sencillo. A sus 17 años, Claudia fue reclutada por el Ejército Revolucionario Guevarista, donde fue abusada sexualmente. A los tres años logró escapar y hasta el 2012 volvió a su resguardo dispuesta a servir a la comunidad y comenzó su proceso de liderazgo comunitario con mujeres.
En esta entrevista habla sobre las marcas que deja la violencia sexual en la vida de las mujeres, que son cuidadoras del medio ambiente, la flora, la faunas y los ríos. En el Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual en el Marco del Conflicto Armado Interno, pide que se avance en justicia y reparación.
Consonante: ¿Las mujeres indígenas han sufrido la violencia sexual en el marco del conflicto armado?
Claudia Domicó: Sí, ha sido bastante complejo porque las mujeres indígenas no comparten sus casos ni tampoco se visibilizan. Eso sucede porque siempre nos tildan de que nosotras las mujeres somos las que buscamos. También por desconocimiento de nuestros derechos. En el mundo indígena esto es un tabú, es algo de lo que no se puede hablar, porque miran a las mujeres como la más “rebuscona”, como lo peor del sentir propio. Se sufre en silencio.
(Indígenas, campesinos y afros se comprometen a promover la convivencia pacífica)
C: ¿Cuáles son los dolores que deja la violencia sexual en las mujeres indígenas?
C.D.: Es demasiado difícil describirlo. Cada mujer tiene una experiencia y un punto de sentir y de ver las cosas. Como siempre nos han hecho sentir que somos las culpables de todas las cosas malas que nos suceden, siempre nos estamos culpabilizando. Además, teniendo en cuenta el abandono estatal, el no poder pronunciar la palabra en español, uno se siente inferior, deteriorada, porque está uno en un abandono completo: sin apoyo de nadie, sin tener a alguien que le impulse a denunciar, que le diga que no fue su culpa y que hay unos culpables. Esto ha llevado a tomar decisiones desesperadas, mujeres que se van de la casa a buscar una mejor calidad de vida, sin mirar las consecuencias de la pérdida de la cultura, de la lengua ancestral, de su territorio, de su familia. Prácticamente es como si empezara de nuevo, como si recién hubiese nacido en otro mundo.
C: ¿Cómo fue la violencia contra las mujeres indígenas en El Carmen de Atrato?
C.D.: Se presentó mucho reclutamiento de jóvenes por el abandono estatal. Aquí en cuanto a educación está visto que por ser afro, indígena, blanca, paisa, campesina o vivir en el área urbana se miden los derechos. En esa época la que tenía facilidad para terminar la primaria, no podía terminar el bachillerato. Eso, sumado a que en su entorno había presencia de los grupos armados, facilitó que reclutaran a un gran número de mujeres y de hombres, entre estos a muchos niños. Cuando la mujer que fue reclutada volvía al resguardo, era sancionada para poder descontaminar toda esa mentalidad asesina o negativa.
En mi caso, mi comunidad fue desplazada masivamente por el asesinato de un gran líder y médico tradicional, José Belrmino Domicó, mi abuelo materno, en el 2000. Y esta es la hora en la que no hemos tenido una reparación de ninguna índole, y fuera de eso fui reclutada y no fui reconocida en el grupo de las víctimas, sino como victimaria, y me negaron todos los derechos. Dentro de las filas muchas mujeres sufrieron violencia sexual, que una fiscal en su momento catalogó como un crimen de guerra. Hablaron de educación avanzada, salud, vivienda, seguridad y una vida digna, como medida de reparación y eso nunca se dio.
C: ¿Cómo ha sido impulsar el diálogo alrededor de la violencia sexual?
C.D.: Bastante complicado porque hay mujeres que desconocen a quién acudir. Hay tanta hipocresía, tanto dolor y tantos sentimientos encontrados. Es una cosa horrible porque uno no encuentra una respuesta clara en ningún lado a pesar de tantas leyes, tantos decretos, tantas palabras bonitas escritas en un papel y que en la práctica no hay mucho, porque si uno va a buscar apoyo empiezan a decir: vaya para allá, acá no es, llevela allá, de un lado a otro.
A veces me siento sola, me siento abandonada, como si no existiera, pero todo eso ya lo he ido superando y he sido ejemplo para muchas mujeres sobre el empoderamiento político y organizativo. Llego a esas comunidades y no solo hay indígenas sino también campesinas y afro y me dicen que no saben a dónde acudir y siguen permitiendo que las maltraten a pesar de ser quienes trabajan, las que cultivan y las que cuidan a los niños. Me dicen que no tienen quién les ayude y que hay un abandono estatal.
C: ¿Las mujeres indígenas han denunciado?
C.D.: De 100 casos se resuelven cero (0). Cuando hay violencias sexuales no existe una respuesta activa porque empiezan a hablar de los protocolos, que ya vengan mañana y empiezan a dilatar. Al autor intelectual de los hechos no lo sancionan, se dejan enredar por pesos extra o se inventan una cantidad de cosas que no son. Todavía hay mucho vacío institucional y siento que la justicia ordinaria le tiene miedo a los indígenas, o no quieren o no es de su interés atender estos casos. Se hace lo posible por confiar, se decide ir a denunciar, pero no avanza. Sin embargo, todavía sigue la esperanza en la justicia.
C: ¿A las víctimas de violencias sexuales en el conflicto armado se les ha reparado?
C.D.: Algunas mujeres han buscado el apoyo por sus propios medios. Pedimos que esto no se repita, nos dicen que van a indemnizar a ciertas mujeres indígenas y campesinas de El Carmen de Atrato, pero no tengo información sobre el tema porque mi resguardo no fue incluido en estos procesos porque se focalizaron en las zonas donde hubo más casos de menores.
C: ¿Cómo se puede reparar a las mujeres indígenas que han sufrido este crimen?
C.D.: Necesitamos reparación, que incidan en el avance académico, en las capacidades propias, en la autonomía, en fortalecer la cultura y en visibilizar que las cosas que están sucediendo no son las más justas. Acá les prestan más atención a los hombres y no a lo que dicen las mujeres. Las mujeres no necesitamos ninguna clase de intermediarios sino que el diálogo sea con nosotras.
También se necesita un apoyo psicológico para que las mujeres no sigan sufriendo. Además, el apoyo en emprendimientos en los que puedan seguir pendiente de sus hijos. Acá se perdió el oficio de promotoras de salud al interior de la comunidad, ese es un tema muy bonito, uno puede enseñarles a las otras cómo se deben cuidar, cómo se deben respetar y cómo cuidar de los demás.