PÓDCAST | Un viaje por las épocas del vallenato

Genis Núnez
Genis Núnez
Yanexis Cerpa
Yanexis Cerpa

Yanexis Cerpa: San Juan del Cesar, tierra de música, poesía e inspiración en el departamento de La Guajira. 

Cuando se pisa tierra sanjuanera los oídos se deleitan con las notas del vallenato interpretado por grandes artistas. Desde que se escucha el cacareo del gallo y llega el olor de la primera taza de café, suenan los acordes vallenatos. 

Genis Núñez: El vallenato es la manera en que en el caribe colombiano vemos, sentimos y gozamos el mundo. Es una de las formas en que damos identidad a nuestra cultura caribeña de vientos, tardes calurosas y aromas dulces como el mango. Por eso, la UNESCO en el 2015 lo declaró patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Sin embargo, algunos artistas, compositores, historiadores y aficionados advierten que la tradición del vallenato se ha afectado, debido a que hoy en día el consumo masivo de este género se ha vuelto comercial y ha ido dejando atrás sus raíces de juglares y poetas.

Seguir la tradición es proteger el alma del vallenato, manteniendo vivo los festivales y enseñando a las nuevas generaciones no solo a tocar acordeón, caja y guacharaca, sino también a improvisar versos y a contar historias como parte de su identidad. 

Yanexis Cerpa: El vallenato es un género que no nació de una sola raíz, sino del mestizaje de tres culturas que se encontraron en nuestro territorio. 

Las melodías indígenas de la flauta de carrizo, el ritmo africano de los tambores y el viento europeo del acordeón se mezclaron para dar vida al género musical que hoy conocemos. Julio César Oñate Martínez, compositor, acordeonero e historiador de música vallenata nos cuenta un poco más acerca de esta mezcla cultural.

Julio César Oñate Martínez: No había vallenato, habían melodías indígenas y mestizas que se tocaban en jolgorios, en fiestas, en épocas de carnaval, en cumbiambas, y mucha gente tocaba lo que le nacía. Y de pronto, un tipo que tocaba carrizo, oye sonar un acordeón, le gusta el sonido del acordeón y cambia, deja el carrizo y sigue tocando acordeón.

Entonces, ahora en ese momento no aparece el vallenato, o sea, no quiero decir que apareció con el acordeón. Ya existían melodías, no solamente indígenas; cuando aparece el africano, a esas melodías, al carrizo pues le van metiendo tambores y se da un proceso de mestizaje entre esas tres culturas. Es que ese encuentro de culturas en nuestro suelo, la europea con el acordeón, la africana con los tambores y la indígena con las gaitas es lo que propicia pues la aparición ya de nuestros aires vallenatos.

Época Juglar

Genis Núñez: Los orígenes del vallenato se remontan a mediados del siglo XIX, donde brillaron nombres como Felipe Reyes, Sebastián Guerra, Cristóbal Luque, Nandito el cubano y Pedro Nolasco Martínez.

El vallenato inicialmente era música folclórica, compuesta por campesinos que adaptaban las melodías y letras a las dinámicas del campo, mostrando ese ambiente rural. Según Roberto Calderón, compositor y fundador del Museo de Compositores de San Juan, la primera generación del vallenato fue de 1849 a 1930, conocida como la época juglar. 

En esos años, los juglares (personajes que recitaban y cantaban) recorrían los pueblos llevando noticias y relatos cantados. Las primeras canciones sonaban al son de la flauta de carrizo, las gaitas, las guacharacas y los tambores. Pero todo cambió cuando el acordeón llegó alrededor de 1870 como nos cuenta el historiador Julio César. 

Julio César Oñate Martínez: El acordeón andaba neceando por ahí, lo traían marineros, lo traían comerciantes, aventureros, sin pensar el papel que iba a jugar años más adelante. Entonces, estos señores eminentemente campesinos, andaban de pueblo en pueblo festejando con tambores, donde había carrizo, donde había gaitas. Y aparece el acordeón que, según documentos oficiales, hay registro de que a partir del año 1867 ya se producen importaciones de acordeones del viejo mundo para acá, en 1867 hacia 1870.

Pero, para bola. Antes de que se produjeran esas importaciones, ya el acordeón era conocido. Ya estaba dando bironda por todos los pueblos. Ya alguien lo había cogido. Ya empezaron a inventarle, a sacarle, porque para que se produjera una importación de acordeones, tenía que existir la demanda. ¿Y cómo existía la demanda? Porque ya lo conocían, sabían que sonaba bonito. Sabían que esa vaina era pues bacana por decirlo así y entonces a los comerciantes que traían cosas de Europa empezaron: "Oye, pero traigan acordeones, que eso es eso se vende, yo te compro uno". Y en esa forma se hicieron esas importaciones.

Yanexis Cerpa: Con la llegada del acordeón, el género comenzó a tomar verdadera identidad junto con la figura legendaria de Francisco el Hombre.

Más que un músico, Francisco fue un mensajero. Un viajero incansable que recorría los caminos del Caribe llevando noticias, historias y melodías de pueblo en pueblo. Su carisma llenaba las plazas y su música se convirtió en la voz de quienes no tenían cómo comunicarse. Pero la leyenda lo inmortalizó de otra forma: enfrentándose al demonio en un duelo de acordeón, símbolo de que el bien y el arte siempre triunfan sobre las tinieblas.

Se dice que Francisco era un juglar que recorría pueblos con su acordeón, llevando noticias y canciones. Una noche, mientras viajaba solo, se encontró con el mismísimo diablo, quien lo retó a una piquería, un duelo de cantos y versos improvisados. El diablo comenzó entonando melodías oscuras y desafiantes, pero Francisco, con valentía, respondió con notas de su acordeón y versos que improvisaba con ingenio. La batalla parecía pareja, hasta que Francisco, en un acto de fe, cantó el credo católico en forma de vallenato. Fue entonces cuando la fuerza del maligno se desvaneció, y Francisco salió victorioso.

Julio César Oñate Martínez: El juglar básicamente es un alegrador de la vida. No necesariamente tiene que ser con un acordeón, puede ser en otra forma.

Entonces, Francisco, quizás toma esa relevancia. Primero, porque pudo ser uno de los juglares más conocidos y de mayor trascendencia; y el episodio con el demonio ya le da pues un halo de leyenda y cuando hay una leyenda se rebasa todas las talanqueras que puedan existir.

Han hecho de Francisco una figura icónica, una figura emblemática, sin que haya sido testimoniado por los mayores que lo conocieron. Por esa tradición que hemos recibido, pudo ser quizás el mejor con el acordeón en el pecho. Dicen que hubo de su época, de su generación, acordeoneros superiores a él desde el punto de vista de la ejecución, pero el haber derrotado al demonio lo pone en un plano por encima de cualquiera.

Genis Núñez: A Colombia, en el año 1900  llegaron unos aparatos llamados vitrolas que eran unos tocadiscos, en los cuales se podía escuchar la música que se amplificaba a través de una corneta. Esta funcionaba haciendo girar una manivela y al hacer presión, el disco empezaba a sonar.

Para esos años se empezaron a escuchar los primeros tangos, boleros, rancheras, porros, cumbias, música andina y el son cubano. Algunos de esos géneros influyeron en el vallenato, así nos lo cuenta Adrián Pablo Villamizar Zapata, trovador y gestor cultural del Caribe colombiano.

Adrián Pablo Villamizar Zapata: Los primeros discos que llegaron trajeron músicas clásicas, trajeron de Nueva York músicas como las de Ernesto Lecuona, un pianista cubano, músicas como las de Carlos Gardel, músicas como el tenor Karuso, el italiano.

Entonces, esos primeros discos que llegaron a esas primeras vitrolas, pues llamaban mucho la atención y fueron concitando el gusto popular hacia esas tendencias. Luego, eso logró que los creadores de la música popular, los trovadores, los juglares, los cantores populares de entonces, escucharan esos sonidos y, consciente o inconscientemente, trataran de agregar elementos que habían aprendido en esa escucha.

Época de la difusión

Yanexis Cerpa: La segunda generación, conocida también como la época de la difusión entre los años 1930 y 1960, fue impactada con la llegada de la radio y el cine al país. La Guajira, especialmente Riohacha, empezó a conectarse con las emisoras que estaban en otros lugares del Caribe como Puerto Rico, Cuba, República Dominicana, Jamaica y Panamá. Esa conexión, como ya había pasado con la vitrola, influyó en la música caribeña. 

En aquella época, cuando aún no existía el acetato, los grupos se presentaban en vivo en las emisoras, llevando su música directamente al aire. Era la manera en que las canciones se aprendían, se compartían y se grababan en la memoria.

A eso también se le sumó la llegada  del cine mexicano. Las entonaciones que producían los cantantes mexicanos como Antonio Aguilar, Pedro Infante y después el maestro José Alfredo Jiménez  se convirtieron en fuente de inspiración de los juglares vallenatos. 

Adrián Pablo Villamizar Zapata: Todo eso fue generando influencias de cambios en los estilos en los cuales se componían. Y así vamos paulatinamente pasando por distintas épocas, en las cuales las tendencias de orden internacional y mundial, están tocando y están afectando a la música vallenata.

Adolfo Pacheco fue criado en esa influencia mexicana y su canción Me rindo majestad, es prácticamente una ranchera. "Voy a vivir la vida de otra manera... Voy a la la y la la". Y me hace acordar mucho a la ranchera que se llama La Paloma.

Genis Núñez: El vallenato continuó su camino con esa segunda etapa, marcada por nombres que se convirtieron en referentes: Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Alejo Durán y Pacho Rada.

Fue en este tiempo cuando la música empezó a consolidar su identidad, no solo en sus letras y aires, sino también en la manera de interpretar y mostrarse en los escenarios. Luis Enrique Martínez, en particular, dejó una huella imborrable: su estilo, su manera de introducir las canciones y darle fuerza a cada acorde, se convirtió en escuela; una escuela que aún hoy persiste y sigue inspirando a nuevas generaciones de acordeoneros. Así nos lo explica Roberto Calderón, compositor y fundador del Museo de Compositores de San Juan del Cesar. 

Roberto Calderón: En esa misma generación, la segunda generación, aparecen acordeoneros como Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Alejo Durán, Pacho Rada. ¿Y qué pasa con Luis Enrique Martínez? Porque se dice que todavía persiste la escuela de Luis Enrique Martínez. ¿Por qué persiste? Porque le dio identidad a la introducción. La música vallenata se interpretaba tal y cual era la melodía de la canción. Ejemplo, La custodia de Vadillo o, por ejemplo, el Testamento: "Oye, monerita, me voy por la madrugada..." El acordeonero la comenzaba igualita.

Yanexis Cerpa:  El inicio de la década de 1940, marcó un antes y un después en la historia del vallenato. Con la primera grabación de este género, la tradición dejó de ser únicamente un canto transmitido de boca en boca, para convertirse en música que viajaba en discos de acetato y llegaba a miles de oyentes.

Varios historiadores dicen que Abel Antonio Villa fue uno de los primeros juglares en grabar un disco de música vallenata. En un estudio de grabación en Barranquilla grabó Las cosas de las mujeres y Pobre negra mía junto con Guillermo Buitrago, Gustavo Rada y Francisco Díaz. 

De ahí en adelante siguieron las grabaciones comerciales. Iban a los estudios, recogían los discos y ellos mismos los vendían en las giras que hacían, en las parrandas y en los bailes. Y así fue como el vallenato pasó las fronteras colombianas y caribeñas. 

Julio César Oñate Martínez: ¡Era una novedad! El encuentro con la civilización, con la diversión. El encuentro hasta con la 'jaganadería' porque la gente que tenía un picó (un parlante característico en la región Caribe), ponía esos discos de Abel Antonio Villa y "fleque que fleque...".Y ahí amanecían dándole cajeta a los discos. Entonces, la verdad es que la gente tuvo oportunidad de haber gozado ampliamente con esos discos.

Época dorada

Yanexis Cerpa: La tercera época, llamada también la época dorada del vallenato, llegó encabezada por Rafael Escalona, entre los años de 1960 y 1980. Él, junto con Gabriel García Márquez organizaron por única vez el festival vallenato de Aracataca, donde hubo una competencia de acordeones que se celebró en marzo de 1966. 

Temas como La víspera de año nuevo, La gota fría, El testamento o La casa en el aire se convirtieron en himnos que conquistaron nuevos escenarios en el resto del país. 

En 1968 Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona, Andrés Becerra Morón y mujeres como Consuelo Araújo Noguera y Miriam Pupo crearon el Festival de la Leyenda Vallenata, que se convertiría en el evento más importante para el vallenato y los acordeoneros. En esa primera versión del Festival, Alejo Durán fue coronado como el primer Rey vallenato. 

Fue  así que esta música nacida en las sabanas del Caribe, encontró eco en Bogotá, en los clubes y en las altas esferas sociales, hasta convertirse en un símbolo nacional.

Roberto Calderón: La sociedad cachaca, por decirlo así, tiene una influencia muy fuerte e importante en la creación del festival vallenato y del desarrollo del festival vallenato. Los primeros festivales, el primero, segundo y tercero, la mayoría de los visitantes eran de allá de la capital de la República.

Época de la Nueva Ola: el romanticismo

Genis Núñez: El vallenato no solo ha vivido de acordeones y parrandas: también ha tenido una evolución marcada por sus compositores, por las letras que dieron identidad a cada generación. Trajo consigo el romanticismo de Gustavo Gutiérrez, quien transformó el costumbrismo en poesía más íntima, más cercana al corazón.

Entre los años 80 y 90, con Diomedes Díaz y una camada de compositores como Rosendo Romero, Roberto Calderón, Luis Egurrola y Jorge Manjarrez, dieron un giro literario a la música, elevando su lírica con un lenguaje más cuidado, más poético. Fue una época en la que muchos compositores ya eran profesionales y eso se reflejaba en la riqueza de sus canciones.  

Adrián Pablo Villamizar Zapata: Generación siguiente a esta es la que escucha a Franco de Vita, la que escucha a Ricardo Montaner, la que escucha a baladistas como José Luis Perales y empieza a impregnarse de aquello del Cantor griego de Demis Roussos, Nicola Di Bari, el italiano que cantaba en español, Camilo Sesto, Julio Iglesias. Y todo ese movimiento de la balada internacional, no solamente permeó a la música vallenata, sino que también lo hizo con el merengue dominicano y lo hizo con la salsa que empezaron a tornarse muy azucaradas, muy melodramáticas, muy de contenido de alcoba. Y empezaron a sentirse otras letras y otras melodías y allí de esa camada viene la capacidad interpretativa de Nelson Velázquez, que supo capturar las esencias del Binomio de Oro, que supo capturar lo que los compositores como Tico Mercado y Wilfran Castillo y, posteriormente, Omar Geles iban produciendo.

Genis Núñez: Por otro lado, el vallenato tomó fuerza en la industria musical. Ya no bastaba con sonar en las plazas o en la radio, ahora las ventas de discos empezaban a marcar el éxito de un artista.

Los hermanos Zuleta, entre otros, grababan sencillos en formato 45 LP de larga duración, y cada lanzamiento se esperaba con emoción en los hogares, donde la radiola era el centro de reunión. Era también la época en que los compositores comenzaron a recibir regalías, descubriendo que su música no solo se cantaba, sino que se compraba y se coleccionaba.

Roberto Calderón: Había que salir en masa a comprarlo a las discotiendas que los vendían. La misma gente se proveía. Y aparecieron en las compañías disqueras los promotores de la música, que se iban de pueblo en pueblo con los discos en el brazo, debajo del brazo los traían a las emisoras y la gente aprovechaba pa' comprarlos.

Transformación de la Nueva Ola: la modernidad

Genis Núñez: Luego, en los años 2000 surge el vallenato moderno con un nuevo estilo musical, que se identificó por introducir ritmos y fusiones con otros géneros, sin perder la esencia del vallenato tradicional como una estrategia para aumentar la audiencia. 

Ese fenómeno musical sedujo a compositores e intérpretes como Kaleth Morales, Leonardo Gómez, Richard Daza y Lucho Alonso, quienes aportaron frescura y modernidad a la música sin perder su raíz. Una generación que impulsó al vallenato hacia nuevas tendencias, preparando el terreno para lo que hoy conocemos como la era de la innovación. Sin embargo, esas composiciones y letras creativas, descriptivas y rítmicas que ellos estaban aportando se fueron desvaneciendo con el fallecimiento de Kaleth Morales y Leonardo Gómez, coincidencialmente en accidentes de tránsito.

Desde entonces, los intérpretes de la Nueva Ola se distinguieron más por sus movimientos alegres en tarimas que por sus letras. A esto se le conoce popularmente como “brincoleo” con cierto parecido al “brincoleo” del reggaetón del Caribe. 

Adrián Pablo Villamizar Zapata: Entonces con los textos de las canciones se volvieron más procaces, más repetitivos, más predecibles, más banales, o sea, simples, que como quien dice: "Escucho una y las escuché todas." La Coca-Cola, La patineta loca... escuchas una y ya jura que ya escuchaste todas las demás. No hay nada, no hay algo musical o líricamente que pueda presentarse como un modelo diferenciador entre una canción y la siguiente.

Yanexis Cerpa: Este panorama de la Nueva Ola ha sido tanto aclamado, como criticado. En medio de los cambios generacionales y de las nuevas propuestas musicales, donde la tecnología e, incluso la inteligencia artificial han sido incluidas, el vallenato se enfrenta al reto de cómo preservar su esencia.

La misma UNESCO advirtió: la mayor amenaza para la tradición vallenata está en el riesgo de perder su raíz, frente a las fusiones y transformaciones modernas. 

Esa alerta encendió las alarmas sobre la importancia de rescatar y salvaguardar el folclor.

Roberto Calderón: Lo más importante, hay es que enamorarse del vallenato. El vallenato por decíamos acá, no es un producto, no es un objeto. Hay que enamorarse como se enamora uno de la novia, de la mujer. Hay que enamorarse como un hijo de la mamá. El vallenato es una raíz. De hecho, si no la conservamos, se nos va a perder.

Créditos:

Locución: Yanexis Cerpa y Genis Núñez

Entrevistas y guion: Yanexis Cerpa y Genis Núñez

Edición: Valeria Ortiz

Ilustración: Camila Bolívar

Coordinación general: Ángela Martin Laiton

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