En el corregimiento de Conejo, en Fonseca al sur de La Guajira, Acevedo Gómez, un hombre de 57 años, es conocido como “Quevedo agua”. Su apodo es el resultado de un grito que se escuchó por casi tres décadas afuera de su casa como un llamado al trabajo: “¡Quevedo, agua!”. ‘Quevedo’ porque era más fácil de recordar que Acevedo y ‘agua’ porque era lo que faltaba a Conejo y en lo que consistía su labor: que el agua fluyera por el rústico acueducto del corregimiento.
A finales de los 90, y junto a un vecino que le enseñó todo lo que sabe, ‘Quevedo’ fue contratista de la Alcaldía de Carlos Alberto García (1995-1997). Trabajó durante tres años con un sueldo mensual de 400 mil pesos. Su labor consistía en hacerle mantenimiento al acueducto y garantizar que el agua llegara a las casas del corregimiento. Para eso quitaba las hojas que caían de los árboles, removía el barro que impedía que el agua fluyera, limpiaba el canal para que esta no llegara turbia y acomodaba los costales que ayudaban a represar el agua del río.
Cuando la Alcaldía y el contrato se acabaron, la comunidad siguió buscando a ‘Quevedo’ y él continuó haciendo su trabajo de forma voluntaria. “Yo lo hacía por amor a la comunidad”, dice.
Durante 26 años, ‘Quevedo’ respondió a cada llamado de la comunidad. Salía de su casa, cogía una moto que en 20 minutos lo llevaba a la entrada de la finca que atravesaba hasta llegar a un pequeño riachuelo.
De ahí en adelante, era un camino de unos 30 a 40 minutos que recorría solo entre mosquitos, sonidos de monos aulladores, sombras de árboles enormes y pequeños abismos que atravesaba todas las semanas, y a veces todos los días, para llegar hasta el acueducto y revisar qué impedía que el agua corriera.
Más de una vez, a ‘Quevedo’ le tocó arreglar tuberías, inventarse formas para que funcionaran, recibir contribuciones de la comunidad para comprar materiales, solucionar daños y convidar a los habitantes — que poco le copiaban —- a jornadas de limpieza para no tener que hacer el trabajo solo. Algunos lo acompañaban de forma intermitente, otros sólo esperaban atentos frente a la llave.
Pero ‘Quevedo’ se cansó. Se cansó de trabajar 23 de los 26 años sin un sueldo, una ayuda económica o un incentivo de parte de los conejeros ni de la Junta de Acción Comunal del corregimiento. Se cansó de no tener horario o vacaciones y de solucionarle el agua a todos mientras tenía que pensar cómo rebuscarse el sustento diario. Por eso, el domingo 20 de septiembre, ‘Quevedo’ renunció.
El detonante fueron varios dolores en su cuerpo y la recomendación médica de parar trabajos que requerían mucho esfuerzo, como el que hizo por más de dos décadas. La renuncia duró dos meses porque la emergencia invernal que tiene a Conejo sin el agua del acueducto hace más de 10 días, lo hizo regresar — por ratos y con un pago moderado — al trabajo.
Pero el corregimiento primero tuvo que pasar más de una sequía y una emergencia antes de volver la mirada al acueducto y de reconocer a medias el trabajo de ‘Quevedo’. Su historia es una muestra de cómo la responsabilidad del Estado, de garantizar que todas las personas tengan acceso a derechos básicos como el agua, termina recayendo sobre los hombros de unos pocos que asumen estas tareas.
Un “acueducto” a media marcha
‘Quevedo’ habla despacio, enredado y se salta algunas palabras. Contesta exactamente lo que le preguntan y no se pone con detalles. Tal vez porque durante décadas guardó toda la energía que podía gastar en palabras para los trayectos que debía recorrer. Se acostumbró tanto a esos caminos que hasta hace poco no usaba tenis ni zapatillas, sino sandalias o crocs, como si caminara en el patio de su casa. ‘Quevedo’ lleva casi la mitad de su vida pendiente del agua y el acueducto de Conejo, no sólo sabe cómo funciona, también es la memoria de ese proceso.
Mientras llena el envase plástico con el agua cristalina del río por el que camina, ‘Quevedo’ cuenta que el acueducto en realidad fue pensado como una represa para surtir al corregimiento cuando faltara agua, pero se convirtió en la única forma de obtenerla. El acueducto está compuesto por un tanque de unos cuatro metros de ancho y tres de alto. Lo construyeron para surtirse del río Masteban y alzaron un muro de concreto para contener el agua de este. Así, al llenarse, una parte de esta se filtraría por el canal que conduce al tanque y desde ahí se distribuiría por las mangueras que se conectan al punto principal.
Según las cuentas de ‘Quevedo’ y de la comunidad, el acueducto fue construido hace unos 30 años. Pero sólo estuvo funcionando de forma óptima los primeros cinco. Luego, el muro que debía contener el agua a modo de represa, se desprendió. La respuesta más rápida fue apilar costales para reemplazar el muro. Pero lo que parecía una solución transitoria, se convirtió en permanente.
A pesar de esto, el sistema no funciona adecuadamente, el agua disminuye su presión a medida que va bajando y hay sectores a los que puede no llegar en meses. Sin embargo, es lo más cercano que tiene el corregimiento de casi 3 mil habitantes, para surtirse de agua. Según un diagnóstico de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (2022), en promedio, el 15,3 por ciento de los habitantes de Fonseca no tiene acceso a fuentes de agua mejorada. Cuando se excluye la cabecera urbana, el porcentaje sube al 23,2 por ciento.
La renuncia, temporal, de Quevedo
En los últimos años, el mantenimiento y los arreglos del acueducto han recaído sobre unos cuantos. ‘Quevedo’ fue el principal. Tras su renuncia, el agua dejó de bajar durante seis días y Conejo sintió una de las sequías más duras de los últimos años.“Estoy que renunció, hoy se me secaron los tanques — dijo en septiembre, después de cinco días sin agua, una habitante que se dedica a vender almuerzos —. Estoy trabajando gota a gota, con una poncherita y una olleta pequeña”.
“Esta vaina está tesa, no tenemos agua hace cinco días, compramos una paquita (30 bolsas pequeñas) de agua para tomar que nos tienen que durar tres semanas porque acá somos tres personas”, contaba Nicolás Durán, un hombre de la tercera edad.
Valentin Jaraba, era uno de los pocos habitantes de Conejo que acompañaba o suplía a ‘Quevedo’ cuando lo necesitaba. Lleva 10 años siendo una especie de sustituto de aguatero. La mayoría del tiempo sacrificaba sus domingos para subir con su compañero, Ramiro Arciniegas, desde las 7 de la mañana. Ambos pasaban el día limpiando y arreglando el acueducto y regresaban alrededor de las 2 de la tarde. “Alguna persona por ahí nos colabora, pero es rarita. Nosotros vamos, limpiamos y no recibimos un peso de nadie. Vamos porque todos necesitamos del agua”, agrega.
La labor de Jaraba y de Arciniegas podía ser una opción para suplir por momentos el trabajo permanente que hacía Quevedo. Pero las lluvias torrenciales de las últimas semanas aumentaron el caudal del río Masteban que terminó arrasando las mangueras que se conectaban al tanque de agua. Debido a esto, Conejo lleva once días sin agua.
La emergencia hizo que ‘Quevedo’ volviera para unirse a las gestiones de la Junta de Acción Comunal buscando soluciones. Su experiencia y conocimiento también le sirvió para negociar algunos pagos. Consonante intentó contactarse con ‘Quevedo’ en las últimas semanas, pero no fue posible. Carlos Fernández, líder social de Conejo contó que el trabajo de ‘Quevedo’ está siendo reconocido por ratos: “A él le están pagando el día, pero si vamos más personas no se lo pagan. El problema es que con el daño que hay arriba se necesita que participe más gente del pueblo”.
Hasta ayer la situación era caótica dado que las fuertes lluvias dejaron al pueblo sin acceso a agua potable. La Unidad de Atención de Riesgos y Desastres trató de responder a la emergencia, pero solo ha podido proporcionar carrotanques con agua para calmar la sed de los habitantes de Conejo.
Actualmente Quevedo, junto con la comunidad de Conejo, los bomberos y la Junta de Acción Comunal, están trabajando para colocar las mangueras que el río se llevó y reparar las guayas para sujetarlas.
Pero el regreso de ‘Quevedo’ no es una solución si no se invierte en los arreglos y el mantenimiento del acueducto de Conejo. En el corregimiento esperan que la solución no sea a corto plazo, ni para el suministro de agua ni para el reconocimiento económico de ‘Quevedo’. De lo contrario, el pueblo seguirá dependiendo de él o de quién decida ser el próximo aguatero.