Fotografía: Yanexis Cerpa
La Guajira San Juan del Cesar Reportajes

Abandono y maltrato de perros y gatos en San Juan del Cesar: una realidad que duele

El abandono y maltrato de perros y gatos se ha convertido en una problemática persistente marcada por la indiferencia social y la falta de apoyo institucional. A diario, muchos animales deambulan por las calles en busca de alimento, expuestos a la violencia y al descuido. Ante esta realidad, organizaciones como Huellitas de Amor luchan por ofrecer refugio, atención médica y promover la esterilización, enfrentando enormes desafíos en un contexto de recursos limitados.
¿Cómo se hizo este trabajo?
Identifiqué la problemática en el municipio que ha sido persistente a lo largo de los años. Entrevisté a rescatistas para evidenciar la situación y los retos a los que se enfrentan cada día en su labor.

En el mercado de San Juan del Cesar, en un sitio conocido como El Hoyito, el olor de la carne atrae cada día a decenas de perros. Guiados por el instinto, buscan un bocado que calme su hambre. Son callejeros, pero también perros con dueño que deambulan sin supervisión. Esa escena, que debería conmover, es para muchos motivo de desprecio. No falta quien reaccione con violencia.

Así ocurrió con una perrita acostumbrada a frecuentar los expendios de carne. Los vendedores le daban restos, pero un día la paciencia se acabó. En un acto de crueldad, un hombre le cortó con un machete una de sus patas.

La noticia llegó a oídos de Aniuska Cuello, una joven que desde siempre ha tenido en el corazón a los perros y gatos desprotegidos. Es parte de la fundación Huellitas de Amor, y aquel día, al escuchar lo ocurrido, sintió que la sangre le hervía. Sin pensarlo, se dirigió al mercado. Con rabia en los ojos preguntó quién había cometido semejante atrocidad. Un testigo señaló al responsable: un carnicero del barrio Loma Fresca.

Aniuska fue directamente a buscarlo. Frente a él descargó toda su indignación: “La próxima vez que me digan que aquí hay un perro maltratado con machete, vengo con la policía y lo demando”. Repitió el mismo mensaje frente a los vendedores: “Después de que les dan comida, no quieren que se acerquen. Ellos solo regresan buscando un poco de alimento. No son culpables de nada”.

Tras el enfrentamiento, lo urgente era encontrar a la perrita herida. Durante un día entero, las voluntarias la buscaron sin éxito, hasta que finalmente la hallaron: adolorida, sangrando y con la pata parcialmente amputada.

La llevaron al veterinario Nicolás Fragoso, quien recomendó amputar la extremidad para evitar infecciones. Las mujeres de Huellitas de Amor se resistieron: era demasiado duro para ellas. Decidieron trasladarla a Valledupar en busca de una segunda opinión. Allí les dijeron que no era necesario amputar toda la pata, pero sí requeriría un tratamiento estricto, con cuidados las 24 horas.

Aniuska la llevó a su casa. Durante semanas le curó las heridas, le aplicó medicamentos y veló por cada dosis. Contra todo pronóstico, la perrita se recuperó. Perdió parte de la pata, pero camina, aunque con dificultad. Por eso la llamaron Milagros.

Hoy Milagros vive en el refugio de Huellitas de Amor. Allí recibe cuidados constantes y está a salvo de la indiferencia. Su discapacidad dificulta que alguien la adopte, pero no le falta cariño.

Las causas del abandono: la indiferencia como costumbre

Aniuska es clara al explicar el problema: “A muchos les gustan los perros cuando son cachorros. Les parecen lindos, los consienten, pero cuando crecen, los dejan a la intemperie. Creen que ya se pueden cuidar solos. Y las hembras son las más perjudicadas: no quieren que se preñen y por eso las abandonan. Lo mismo pasa con las gatas, evitan adoptarlas porque se reproducen muy rápido. Si no esterilizamos, habrá cada vez más animales en la calle”.

Con desilusión añade:
—“Hay personas que prefieren pagar 400, 500 mil o hasta un millón de pesos por un perro de raza, mientras en las calles hay tantos animales pasando hambre y maltrato. Ese dinero podría salvar vidas en los refugios”.

Los gatos, los grandes olvidados

En los barrios más subnormales de San Juan, donde abundan los lotes enmontados, es común encontrar camadas de gatos abandonados. Huellitas de Amor no tiene un espacio adecuado para ellos: se necesitan mallas especializadas, demasiado costosas para la fundación.

Por eso, las voluntarias llevan los gatitos recién nacidos a sus propias casas. Los alimentan y publican sus fotos en redes sociales hasta conseguir adopciones. También incentivan a las personas que los encuentran: les proponen cuidarlos, comprometiéndose a esterilizarlos de forma gratuita cuando llegue el momento.

Huellitas de Amor: ocho mujeres contra la indiferencia

La fundación nació en 2021, después de la pandemia. Ocho mujeres —Silvia Celedón, Aniuska, Dayana, Alexa, Diana, Sandra, Yofaira y Ariana— descubrieron que todas compartían la misma pasión: ayudar a los animales callejeros.

Comenzaron como un grupo de WhatsApp, donde compartían casos y se apoyaban para comprar medicinas y preparar alimentos que repartían en el centro de San Juan. Con el tiempo decidieron constituirse legalmente con la esperanza de recibir apoyo de la Alcaldía, pero este nunca llegó.

Lejos de rendirse, empezaron a realizar rifas, ventas de postres y arroz con leche para costear medicinas y alimentos. Con su propio dinero y algunas donaciones, han logrado mantener el refugio que la Alcaldía les cedió en un lote junto al colegio El Palao.

Actualmente albergan 18 perros adultos y 5 cachorros. Su capacidad máxima es de 20, pero a veces han tenido hasta 32. Cada canil cuesta alrededor de 300 mil pesos, por lo que deben priorizar entre construir más espacios o comprar medicinas.

En el último año, rescataron más de 100 animales, esterilizaron 480 y lograron 68 adopciones.

Nicolás Fragoso: el veterinario del corazón

Nicolás Fragoso Gámez es veterinario desde 1978. Aunque inicialmente quiso estudiar medicina humana, terminó en veterinaria “por casualidad”. Hoy no se arrepiente: “Me siento orgulloso de mi profesión. No hay nada más gratificante que salvar la vida de un animal”.

Fragoso es uno de los principales aliados de Huellitas de Amor. Reduce costos de cirugías y medicamentos, e incluso acredita fármacos cuando no tienen recursos. Una cirugía que normalmente cuesta 180 mil pesos, a la fundación puede salirle en 80 mil.

Pero advierte que el abandono no es solo un problema de bienestar animal, sino de salud pública: “Hay enfermedades zoonóticas como la rabia o la toxoplasmosis que pueden transmitirse del animal al hombre. Por eso es tan importante la vacunación y el control sanitario”.

Fragoso celebra la reciente aprobación de la Ley Ángel (Ley 2455 de 2025), que endurece las penas contra el maltrato animal. “Antes, la Ley 1774 de 2016 solo imponía multas. Ahora, con esta nueva ley, quienes maltraten animales pueden ir a la cárcel de 3 a 5 años”.

El coordinador departamental de Zoonosis, Obed Enrique Daza Plata, confirma que a partir de septiembre los municipios recibirán recursos para destinar a esterilizaciones y cuidados. La Junta Protectora de Animales, integrada por el alcalde, el párroco y el personero, deberá garantizar su buen uso.

Álvaro Miranda: rescatar entre la pobreza extrema

En La Guajira, el rescatista Álvaro Miranda ha visto realidades aún más duras. En comunidades wayuu, los perros llegan a comer heces humanas para sobrevivir. “En Riohacha los perros buscan comida en la basura o mendigan a turistas, pero en las rancherías no hay desperdicio. Es desgarrador”.

Su proyecto Tahuala —“mi hermano” en wayuunaiki— se dedica a rescatar los casos más graves: atropellados, perros con cáncer, fracturas o miasis. No hay ortopedistas veterinarios en La Guajira, así que muchos deben ser trasladados a Santa Marta, lo que es costoso.

Aunque la adopción en el departamento es mínima —la mayoría de adoptantes son de Medellín, Bogotá o del exterior—, Miranda no se rinde. Educa a comunidades y escuelas con talleres y proyecciones de cine, mostrando cómo un animal maltratado puede recuperarse. Sus redes sociales son clave: allí difunde videos que han logrado financiamiento para operaciones y motivan adopciones.

Pese a la dura realidad, Miranda reconoce un cambio positivo: “Cada vez más personas reportan casos de maltrato y se comprometen a ayudar en los rescates. Incluso en comunidades wayuu hay rescatistas comprometidos”. Fragoso coincide y añade: “Cuidar de un perro de la calle no es difícil. Un simple plato con concentrado y agua en la puerta de tu casa puede salvar vidas”.

Aniuska Cuello lo resume con una frase: “Es agotador, pero todo vale la pena con tal de ver a nuestros animalitos bien. No les puede faltar comida ni medicinas”.

Desde que era niña soñaba con tener una fundación. Hoy, a sus 28 años, ese sueño es realidad. Cada mañana, después de llevar a sus hijos al colegio, prepara una gran olla con arroz y menudencias para alimentar a sus perros. En las tardes, atiende el refugio hasta entrada la noche, antes de volver a su rol de madre y esposa. Ha aprendido a inyectar, canalizar y medicar observando a veterinarios en jornadas de esterilización.

Cansada, sí. Pero convencida de que no hay sacrificio en vano cuando se trata de salvar vidas.

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